He aprovechado estos días en que tengo el cerebro gasificado por la puta caló para echar un vistazo a algunas entradas antiguas. Varias de ellas, con más de cinco años de antigüedad, la verdad es que han envejecido peor que un cuñado repudiado por todo el clan y privado de gorronear a mansalva, especialmente en lo tocante a los gráficos e ilustraciones. Sirva de excusa el hecho de que fueron elaboradas en los albores del blog y, para más inri, con el Paint, programa este que no da para muchas virguerías, la verdad. Por otro lado, los textos, aunque correctos, pecan de cierta brevedad y son un tanto escuetos, así que no estaría de más llevar a cabo una re-edición de estas entradas que, al fin y al cabo, son la esencia del blog. Recordemos que la temática primigenia de Castra in Lusitania son las fortificaciones tanto medievales como pirobalísticas, así que colijo debo mantener en buen estado las entradas dedicadas a esos temas. Es más, la intención es mejorar de forma sensible estas entradas antiguas a fin de que su contenido esté al nivel de calidad deseable.
Vista aérea de Valença do Minho (Portugal). Cada una de esas obras tiene un nombre y una función específicos |
Así pues, al grano. Comenzaremos por la actualización de una de las obras exteriores más ensalzada en los manuales de fortificación de la época tanto por su sencillez como por su efectividad: la tenaza.
Grabado que muestra la población de Verrua, en el Piamonte. Sombreado en rojo podemos ver la falsabraga que defendía el lado suroeste de la muralla |
A la izquierda tenemos una fortificación B precedida por una falsabraga A. Como vemos, la cortina está siendo bonitamente cañoneada con la finalidad de abrir una brecha en la misma. Los escombros que caigan sobre la falsabraga obligará a sus ocupantes a desalojar la zona porque una cosa es morir heroicamente de un balazo en el cráneo, y otra palmarla con la cabeza aplastada como un higo bajo pezuña burrera a causa de un cascote. En una situación real, los disparos contra la cortina del recinto principal se alternarían con los efectuados contra la falsabraga a fin de abrir en la misma otra brecha que permita la escalada, por lo que ese sector quedaría totalmente desguarnecido. Una vez abierta la brecha, tal como vemos en la figura de la derecha, los mismos escombros servirían para facilitar el asalto. Así pues, como queda patente, las falsabragas podían convertirse en una trampa fatal para los defensores, por lo que eliminarlas era imprescindible de cara a presentar ante los enemigos unas obras exteriores lo más eficaces posibles.
Pero había algún que otro elemento defensivo que también precisaba de una revisión a fondo porque su utilidad era más que cuestionable. Observemos en el gráfico inferior la figura A, donde aparece el espaldón de un baluarte con una casamata baja. La artillería enemiga está cañoneando la parte superior para abrir una brecha, por lo que los escombros caerán ante la tronera, cegándola y neutralizando así su capacidad defensiva. Debido a ese evidente punto flaco, las casamatas se eliminaron en favor de las plazas bajas, de las que ya se habló en su momento y que vemos representadas en la figura B. Se daba por sentado que al estar separadas del espaldón podrían seguir activas aún en el caso de que el baluarte fuese bombardeado. Pero, obviamente, pretender que los servidores de las bocas de fuego emplazadas en una plaza baja permanecieran impasibles mientras que les llovían los cascotes y su reducido espacio disponible se llenaba de los mismos era absurdo, por lo que su utilidad también era más que cuestionable.
Así pues y a la vista de toda esta serie de inconvenientes, era preciso crear un nuevo tipo de obra que permitiese defender las cortinas de una fortificación y, al mismo tiempo, que sus defensores pudieran actuar sin más trabas que el fuego enemigo, que ya era bastante. Al mismo tiempo, esa nueva obra debería defender la gola de las obras que las precediesen- revellines, hornabeques o bonetes, todos ellos en sus distintas versiones-, pero también cubrir la retirada de las guarniciones de los mismos en caso de ser desalojados por los enemigos y, además, batir a estos por la zaga si se llegaban a apoderar de esas defensas. La solución a todo ello era algo tan asombrosamente simple y, a la par, tan eficiente como la tenaza.
La impresionante ciudadela de Lille. Sombreadas en rojo se aprecian las cinco tenazas que defendían las cortinas de la muralla principal |
Según qué tratadista, este tipo de obra exterior tuvo un padre diferente. Lucuze afirma que el creador de la tenaza fue un ingeniero boloñés, concretamente el capitán Francesco de Marchi (1504-1576), mientras que el coronel Noizet Saint-Paul, en su obra "Elementos de fortificación" asegura, como no, que fue su ilustre paisano el marqués de Vauban. El general prusiano Heinrich von Zastrow también se inclinaba por la autoría de Vauban, e incluso añade que las primeras tenazas fueron construidas en la ciudad francesa de Lille. Pero en esto, como en tantas otras cosas, los gabachos pecan de un chovinismo feroz y nos quiere colar la paternidad del invento al marqués el cual, sin negarle su incuestionable genio militar, no inventó tanto como muchos creen sino que, más bien, supo hacer un uso muy inteligente de las obras escritas por tratadistas españoles, italianos y franceses anteriores a él.
Francesco de Marchi |
En todo caso, parece ser que, ciertamente, el invento fue producto del ingenio del tal Marchi si bien Lucuze comete un fallo en la datación del mismo ya que afirma que salió a la luz en 1599, cuando nuestro hombre llevaba ya 23 años de nada criando malvas. Pero, sea como fuere, lo cierto es que en la obra del abate Ercole Corazzi (editada en Bolonia el 2 de enero de 1720) "L'architettura militare di Francesco Marchi" se menciona como creación del boloñés una "cortina en ángulo entrante" así que, quizás, la idea de Marchi fuera un nuevo tipo de cortina, y fue Vauban el que tuvo la feliz ocurrencia de adaptar ese diseño como obra exterior posiblemente al ilustrarse en su obra "Della architettura militare". Bien, esto es lo que tenemos acerca del origen de esta obra pero, ¿en qué consistía? Lo veremos mejor en el gráfico inferior.
La tenaza, tenallón o tenazón consistía en un talud colocado en el hueco entre los flancos de dos baluartes, quedando de ese modo situado ante la cortina que unía los mismos. Estaba conformada por un terraplén invertido situado dentro del foso ante dicha cortina, con una altura igual a la del camino cubierto, el revellín o cualquier otra obra situada ante ella. Para defensa de su guarnición estaba provista de parapeto y banqueta para la infantería, de modo que pudieran disparar a pecho cubierto. En la figura A tenemos una tenaza simple, cuyo parapeto, como salta a la vista, forma una pequeña cortina entrante tal como sugería Marchi. Su ángulo seguían el mismo trazado que el de las caras de los baluartes que la flanquean. En la figura B aparece una tenaza doble la cual ofrecía un frente fortificado aún más eficiente ya que presentaba una cortina, dos caras y dos flancos, como si de un pequeño hornabeque se tratase. En ambos casos, estas obras estaban separadas no menos de 7 varas (5,9 metros) del recinto principal, por lo que no le afectaban los derrumbes producidos por la artillería tal como se explicó más arriba.
Con la vista en perspectiva de la izquierda podremos hacernos una idea más clara de la efectividad de la tenaza. Delante de la misma hemos colocado un revellín, el cual tiene la misma altura. Desde la tenaza se impedirá que los enemigos que avancen por el foso puedan acceder a dicho revellín ya que los contendrán con fuego de fusilería y, caso de que logren apodarse del mismo, estarían a merced de la guarnición de la tenaza. Recordemos que, por norma, todas las obras exteriores de las fortificaciones pirobalísticas estaban construidas de forma que las golas carecían de defensas para, caso de ser ocupadas, impedir al enemigo hacerse fuerte en ellas. Por otro lado, la tenaza permitiría a la guarnición del revellín replegarse con seguridad sin quedar a merced del enemigo, sumándose al contra-ataque de esa fortificación junto a los ocupantes de la tenaza. Por último, caso de ser imposible mantener el sector, solo restaría largarse echando leches por una poterna o por las generalmente laberínticas obras exteriores de que disponía cualquier fortaleza medianamente importante.
Puede que alguno se pregunte qué necesidad había de tanta obra exterior cuando desde el recinto principal podía repeler impunemente a la infantería enemiga. La respuesta la tienen en el gráfico de la derecha. Como se puede ver, A es el recinto principal cuyo terraplén está a varios metros por encima del nivel del suelo. La artillería emplazada en el mismo carece de ángulo de tiro para distancias cortas, de forma que los fusileros enemigos pueden aproximarse impunemente en el momento en que las bocas de fuego no puedan disparar más hacia abajo. Además, el grosor del parapeto no permitía abrir fuego a corta distancia ni a la guarnición a causa del espesor del parapeto, de tres o cuatro metros o incluso más. Sin embargo, desde la tenaza B, situada a una cota inferior, sí había ángulo de tiro para disparar a todo lo que se moviera por el foso C, o bien por el camino cubierto, revellín u hornabeque D. Y aprovechando que en este gráfico se puede apreciar mejor, comentar que, además de todas las ventajas señaladas acerca de este tipo de obras, su altura permitía que pequeños grupos de defensores salieran de la fortaleza por una poterna y, protegidos por la tenaza mientras se agrupaban, iniciar un ataque por sorpresa contra los atacantes que pudiera haber en el foso o intentando apoderarse de cualquier obra exterior.
En fin, esto es lo que da de sí este tipo de obra. No obstante, la tenaza evolucionó según qué circunstancias para fortificar determinados sectores especialmente sensibles como, por ejemplo, elevaciones en las que los enemigos podrían emplazar su artillería, o en zonas por las que convenía cerrar el paso ante un hipotético asalto. Pero eso lo veremos en otra entrada porque ya me he enrollado más de la cuenta y no tengo ganas de darle más a la tecla.
Hale, he dicho
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