miércoles, 13 de septiembre de 2017

Artillería autopropulsada


La ilustración muestra uno de los muchos diseños que el imaginativo Philipp Mönch plasmó en su Kriegsbuch publicado
en 1496. En puridad, estos chismes fueron la primera artillería móvil si bien la propulsión dependía de animales,
racionales o no

Bueno, retomemos el tema de los primeros vehículos blindados, que tienen mucho morbo.

StuG III armado con un cañón de 75 mm. Estos vehículos
son los que consideramos como los primeros autopropulsados
Puede que más de uno se haya extrañado al ver el título de esta entrada y pensará que he decidido aumentar la temática del blog a tiempos más modernos, pero va a ser que no. Lo que pasa es que el concepto de artillería autopropulsada comenzó a difundirse bajo esa denominación a raíz de la Segunda Escabechina Mundial con vehículos diseñados a mediados de los años 30 como los Sturmgeschütz III y IV, o sea, cañones de calibre ligero o medio instalados sobre el chasis de un carro de combate en una casamata que los convertían en piezas de acompañamiento y apoyo para la infantería que, posteriormente, fueron fuente de inspiración para yankees y rusos con sus autopropulsados basados en chasis del M4 Sherman, del T-34 y del KV-1. 

M-109 de la División Acorazada Brunete. Armado con un obús de 155 mm.,
este vehículo es el arquetipo de la artillería autopropulsada moderna a pesar
de llevar ya más de 50 años en servicio
Hoy día, los cañones autopropulsados son vehículos de apariencia similar a la de un carro de combate, o sea, un chasis sobre orugas que, en vez de montar la pieza en una casamata fija, la llevan instalada en una torreta giratoria de grandes dimensiones. Esa es, como digo, la imagen que a cualquier ciudadano se le viene a la mente si se menciona la artillería autopropulsada. Sin embargo, su origen es bastante remoto en el tiempo, y no hablo de los cañones emplazados sobre carros tirados por caballos que diseñaron Kyeser, da Vinci o el de Mönch que vemos en la imagen de cabecera, que en cierto modo son los verdaderos ancestros de este tipo de armas, sino de un concepto táctico que, como las autoametralladoras que hemos visto en entradas anteriores, aprovechaban la naciente industria automovilística para permitir un desplazamiento más rápido de la pieza sin necesidad de emplazarla. O sea, llegar a destino, apuntarla y abrir fuego y proseguir con el avance tras o con la infantería para darle apoyo cercano.

Bien, este breve introito nos sirve para ponernos en situación acerca del empleo táctico de estos chismes. Sin embargo, el primer vehículo diseñado para llevar un cañón no estaba ideado para esa finalidad, sino para algo más peculiar: como cañón anti-globo. Hablamos del Panzerkraftwagen Ehrhardt Ballon Abwehr Kanone, palabros impronunciables para un cristiano de pro que podemos traducir como vehículo blindado con cañón anti-globo Ehrhardt, cuyo prototipo fue presentado en 1906, o sea, que fue contemporáneo a las autoametralladoras y a los primeros carros de combate que merecían tal nombre. Ahora, más de uno se preguntará por qué la firma Ehrhardt dedicó su tiempo y su esfuerzo en algo tan aparentemente chorra como derribar un globo en vez de darle desde el primer momento el uso táctico que todos conocemos, pero entonces habrían acertado de pleno y, como ya sabemos, eso no es la norma en el ser humano, sino la excepción. Con todo, los motivos que llevaron a esta empresa a acometer semejante proyecto no eran tan aparentemente banales como pueda parecer.

El Emprendedor fue el primer globo usado por la Compagnie d'Aérostiers
(Compañía de Aerostación) creada en 1794 y puesta bajo el mando del
capitán Jean-Marie Coutelle
A principios del siglo XX había algo que preocupaba más a los mandamases que el hecho de que la artillería pudiese acompañar a la infantería, cosa que ya estaba en realidad más que inventada desde hacía mucho tiempo a raíz de la creación de regimientos de artillería de campaña que podían moverse por los campos de batalla a toda la velocidad que daban sus heroicos pencos. Pero con el perfeccionamiento de las piezas y el aumento del alcance, los artilleros disparaban sobre un enemigo situado a kilómetros de distancia que ni siquiera veían. Sin que aún fuera posible informar desde primera línea sobre la posición de la infantería enemiga con la ayuda de aparatos de radio o teléfono, solo quedaba la posibilidad de la visualización del campo de batalla desde las alturas, lo que solo se podía conseguir mediante globos cautivos. Estos aerostatos tampoco eran ninguna novedad ya que se usaban con fines bélicos desde finales del siglo XVIII, concretamente desde 1794 en la batalla de Fleurus. En esta batalla, ganada por los gabachos (Dios maldiga al enano corso) a la coalición de monarquías deseosas de vengar al descabezado Capeto, usaron un aerostato bautizado como L'Entreprenant (El Emprendedor) que resultó decisivo en la victoria gabacha. En sí tenían menos mecanismos que una cuchara: un globo cautivo unido a tierra mediante gruesas sogas y un torno que, elevado a una determinada altura, permitía al observador localizar al enemigo y transmitir su posición mediante un código de señales con un semáforo o bien dejando caer mensajes a tierra con un lastre. Obviamente, derribarlos era prácticamente imposible con la artillería de la época, y abatir al observador casi una utopía si bien en caso de lograrlo bastaba hacer descender el globo y sustituir al difunto mirón por otro en buen estado.

Me pregunto qué pasaría si a uno de estos
dos le sobrevenía un feroz retortijón...
¿Se haría caquita encima del enemigo?
No nos extenderemos más en el tema de los globos de observación ya que esos chismes dan tema para una entrada para ellos solos, así que bástenos con saber, además de su origen, que los estados mayores de los albores del siglo XX los consideraban unas moscas cojoneras bastante peligrosas porque, gracias a la tecnología del momento, los observadores estaban en contacto permanente con tierra gracias a un teléfono cuyo hilo iba unido al cable que mantenía el globo cautivo o sacar fotos de las posiciones enemigas. En el grabado de la derecha vemos el cesto de uno de esos globos en el que el tripulante de la izquierda está informando a tierra mediante el micrófono de su teléfono mientras que el otro se dedica  marcar en un mapa las posiciones enemigas. El cono que cuelga del cesto es un paracaídas con el que, en caso de ser derribados, podían tener la posibilidad de salvarse, cosa que curiosamente se les negaba a los pilotos de aviones porque se pensaba que eso les restaría agresividad en el combate aéreo. Como se ve en el grabado, la altura a la que se encuentran solo permitiría derribarlos a cañonazos o ametrallados desde un caza. Pero a principios de siglo el uso militar de la aviación aún eran algo que ni se tenía en cuenta, así que para destruir los malditos globos solo quedaba una opción: los cañonazos.

Para este propósito los ingenieros de la Ehrhardt diseñaron el vehículo que nos ocupa y que tras esta larga introducción pasaremos a estudiar. El primer prototipo, como ya se comentó anteriormente, se presentó en 1906. El vehículo estaba basado en un chasis de camión ligero dotado de un motor de 60 H.P. que le permitía alcanzar los 45 km/h., lo que no estaba nada mal para un armatoste de 3 toneladas. Debido a la masa del cañón y la munición estibada a bordo, el blindaje era más bien escasito, de apenas 3,5 mm. No obstante, teniendo en cuenta que tampoco tendría que operar en primerísima línea de batalla, con ese grosor resistía impactos de armas ligeras siempre y cuando no le disparasen a menos de 100 metros, o bien esquirlas de metralla y demás porquerías de esas que vuelan sin preocuparse de no fastidiar a ningún ciudadano. La transmisión se llevaba a cabo mediante una cadena conectada al tren trasero y las ruedas estaban equipadas con llantas metálicas y neumáticos con cámara. La tripulación era de cuatro hombres: jefe de pieza, conductor, artillero y cargador.

Modelo 1906
La torreta era fija, por lo que si había que variar el ángulo horizontal era necesario mover el vehículo. El cañón era un Rheinmetall de 50 mm. y 30 calibres de longitud que, llegado el caso, podía incluso disparar contra blancos terrestres gracias a que su regulación vertical podía alcanzar ángulos negativos si bien no se consideró esta opción que lo hubiese convertido en un auténtico autopropulsado de apoyo a la infantería. Por lo demás, su autonomía era de unos 160 km. dependiendo del tipo de terreno por donde se moviese, y disponía de una provisión de 100 proyectiles estibados en el interior del vehículo. Esto permitía entrar en acción incluso bajo fuego enemigo ya que la tripulación podía manejar el cañón con la cámara de combate totalmente cerrada.

Modelo 1909
En 1909 se presentó un segundo prototipo con algunas mejoras que lo hacían aún más interesante. En primer lugar se aumentó el blindaje hasta los 5 mm., por lo que el peso también se vio acrecentado hasta los 3.200 Kg. La tracción era a las cuatro ruedas, lo que era especialmente ventajoso para un vehículo destinado a moverse en cualquier tipo de terreno. Pero los cambios más significativos se efectuaron en la torreta. En esta nueva versión podía girar 30º a cada lado, lo que facilitaba la toma de puntería y daba la posibilidad de ir variando el ángulo de tiro sin necesidad de tener que cesar el fuego para cambiar de posición el vehículo. Por otro lado, se sustituyó la primitiva pieza por un cañón más potente de 75 mm. y 31 calibres de largo que, en este caso, no lo fabricó la Rheinmetall, sino la misma Ehrhardt, con lo que la totalidad del vehículo era de producción propia. Pero los mandamases no parecieron nada impresionados por el invento, lo cual como ya sabemos era la tónica habitual entre los mostachudos y altivos componentes del estado mayor de turno, así que la oferta de la Ehrhardt se quedó en agua de borrajas y los dos prototipos se perdieron vete a saber dónde.

Pero mientras que los de la Ehrhardt andaban trapicheando con su segundo prototipo, la Daimler también estaba desarrollando un diseño igualmente destinado a producir un vehículo armado con un cañón anti-globos pero que difería bastante del modelo de la competencia. A la derecha podemos ver su aspecto. La base era un chasis de camión ligero provisto de un motor de 60 H.P. que le daba para alcanzar una velocidad similar al modelo de Ehrhardt a pesar de tener más potencia ya que era bastante más pesado aún cuando el blindaje era igual, alcanzando las 6 Tm. Pero ahí terminaban las similitudes porque, tal como podemos observar en la foto, el diseño eran totalmente distinto. Las ruedas traseras tenían unas anticuadas llantas de radios de madera si bien montaba neumáticos con cámara. Por el contrario, las delanteras tenían las llantas metálicas y ruedas de goma maciza. La tracción era a las cuatro ruedas. La cámara de conducción, que carecía de techo, estaba situada en un habitáculo separado de la cámara de combate, y la parte superior de su puerta articulada podía abatirse cuando no había peligro para favorecer la entrada de aire. Junto a la puerta de acceso podemos ver un portón doble tras el cual estaba el armario de munición, lo que obligaba, al contrario que el Ehrhardt, a manejar el cañón al descubierto, por lo que los servidores de la pieza no podrían aprovechar el blindaje si el enemigo andaba cerca.

En cuanto al cañón, estaba montado en una torreta cilíndrica que, como vemos en la imagen de la izquierda, dejaba muy poco espacio disponible a los servidores. Así mismo, vemos el armario de munición abierto desde donde se iba pasando la munición al interior de la torreta. No debía ser muy cómodo maniobrar la pieza en un habitáculo tan angosto. Aunque podía girar 360º, supongo que no convenía alejar demasiado la puerta de acceso para no prolongar el tiempo de recarga. Inicialmente se armó el vehículo con un cañón Krupp de 57 mm. y 35 calibres de largo que, posteriormente, se sustituyó en un segundo prototipo por uno más potente de 71 mm. y 28 calibres de largo.

A la derecha podemos ver otra foto del mismo vehículo con la torreta girada y el cañón en su posición más baja, lo que habría permitido, al igual que en el caso del Ehrhardt, emplearlo como autopropulsado de apoyo a la infantería. De hecho, se planteó armarlo con el cañón de campaña 7,7 cm. al uso en aquella época, lo que lo habría convertido en un arma devastadora como luego lo fueron los carros de combate de los british y los gabachos. Pero, en este caso, el estado mayor tampoco prestó atención al diseño de la Daimler y, al igual que el anterior, sus dos modelos construidos quedaron relegados al olvido.

Cañón autopropulsado Daimler-Krupp armado con una pieza
antiaérea de 7,7 cm.
Sin embargo, en unas maniobras en las que se testó el vehículo se decidió fabricar uno totalmente descubierto como el que vemos en la foto de la izquierda, de forma que el camión se convertía en una simple plataforma de tiro para el cañón. De forma incomprensible, las versiones enteramente blindadas no tuvieron aceptación mientras que este concepto de plataforma móvil desprovista de blindaje sí tuvo difusión una vez iniciado el conflicto, y eso que la aviación ya era una amenaza real y los antiaéreos se habían convertido en uno de los principales objetivos de los cazas enemigos. Pero, en fin, los designios de los estados mayores son inescrutables, de modo que a saber por qué prefirieron emplear vehículos totalmente desprotegidos. Como decía el visir Iznogud, cuya máxima aspiración era ser el califa en lugar del califa, solo Alá lo sabe, si es que lo sabe, que lo dudo.

En fin, ese fue el origen de la artillería autopropulsada que, con la aparición de los carros de combate, quedó un tanto olvidada al término de la Gran Guerra para, apenas 20 años más tarde, resurgir en forma de los cañones de asalto y cañones anticarro que dieron estopa una cosa mala. Actualmente, como vimos al inicio de la entrada, este tipo de vehículos mantiene toda su vigencia ya que permite abrir fuego, realizar varias salvas y salir echando leches a otro sitio antes de que el enemigo pueda localizarlos si bien hoy día, con tanto satélite y tanto dron, para que a uno no lo vean se tiene que meter dentro de una montaña. La tecnología ha acabado con las guerras heroicas y gallardas, y ahora te liquida un niñato sentado ante una pantalla a 5.000 km. de distancia como si estuviera matando marcianos.

Por cierto, ha sonado la campana que marca la hora de la merienda, así que me piro.

Hale, he dicho

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