Guastori italiano en acción. Se aprecia perfectamente el traje de amianto que lo protege de las llamas. En el detalle, un lanciafiamme 1935 |
Legionarios recargando el depósito de un lanzallamas siguiendo las indicaciones de un instructor de la Legión Cóndor, que es el fulano que lleva boina |
En las entradas que se han ido dedicando al uso de estos artefactos hemos tenido ocasión de comprobar que el miedo atávico a palmar envuelto en llamas, cosa que debe ser extremadamente desagradable, surte entre las filas enemigas un eficaz efecto psicológico además del más que obvio canguelo por ser alcanzado por un chorro de petróleo inflamado. Nada mejor para despejar de enemigos correosos y renuentes a desalojar sus posiciones como el tufo que desprendían, y por este motivo hacer que empezasen a cuestionarse seriamente la necesidad de mantener sus puestos a ultranza como si de un subsecretario puesto a dedo se tratase. Finalmente, bastaba ver al cuñado más cercano dando alaridos convertido en una antorcha humana para que, de forma unánime, decidieran que lo más sensato era dejar el heroísmo para otro día y largarse de allí cagando leches. En resumidas cuentas, el ejército nacional debió tomar nota de las experiencias de los italianos en Etiopía y los tedescos en el Frente Occidental durante la Gran Guerra porque la cosa es que mostraron bastante interés en obtener lanzallamas que, sin duda, les vendrían de perlas para enviar al paraíso comunista a más de un miliciano recalcitrante. El ciudadano Adolf, más rácano que el inefable Benito, fue bastante menos generoso a la hora de enviar material de este tipo. En total se recibieron 129 lanzallamas, 9 a través de la Legión Cóndor y los 120 restantes suministrados por la empresa HISMA que, como sabemos, se dedicaba a enviar material de forma soterrada al ejército nacional. Los enviados por la Legión Cóndor, 4 Flammenwerfer 35 y 5 modelos pesados de trinchera se entregaron a la Legión para que fueran adiestrados en su manejo en la base de Las Arguijuelas, en Cáceres.
En las fotos de la izquierda podemos ver a dos de los 30 legionarios destinados por el general Varela a la misteriosa base extremeña, donde fueron enviados bajo el mando de uno de sus oficiales para recibir el adiestramiento adecuado por parte del Gruppe Drohne del picajoso Von Thoma. En la imagen superior vemos como dos legionarios avanzan en plan dragón vengativo soltando llamaradas por el campo de maniobras seguidos de cerca por un instructor tedesco. En la foto inferior vemos a ambos personajes más de cerca en una imagen que nos recuerda enormemente a las de la Gran Guerra, cuando las parejas de pioniere alemanes avanzaban por los dédalos de trincheras limpiándolas de enemigos. En este caso, el legionario que empuña la lanza dirige el chorro de fuego hacia una hipotética posición enemiga para freír a sus ocupantes de forma inmisericorde imaginando que son los cuñados que le esperan en retaguardia. Por cierto que el modelo alemán, aunque con una capacidad similar al italiano, pesaba unos 9 kilos más (27 contra 35'8 kg.) si bien su alcance era mayor, entre 25 y 30 metros. El combustible consistía en una porquería llamada Flammöl 19, un compuesto a base de alquitrán y gasolina que hacía la mezcla más densa y, por ello, podía obtener un mayor alcance.
Bien, con estos datos ya vemos que, aunque el uso del lanzallamas no se prodigó mucho en el conflicto, al menos sí te tuvo conciencia de la importancia de este tipo de armas y, por ello, el ejército nacional se proveyó de una cantidad de unidades nada despreciable y se preocupó de que las mejores tropas de que disponía, la Legión, fueran los encargados de su manejo llegado el caso. Al parecer, la misión principal que se les encomendaría si era necesario sería la de acompañar a las compañías de choque para desalojar posiciones o fortificaciones enemigas. No obstante, no hay constancia de las acciones en las que pudieran haber intervenido.
Bueno, con esta introducción ya podemos hacernos una idea del tema, así que vamos a lo que vamos, los Panzer lanzallamas. Solo la existencia de testimonios gráficos y algún que otro informe nos permiten conocer la existencia de estos vehículos. Sin embargo, los datos disponibles son tan escasos, cuando no incluso contradictorios, que es prácticamente imposible saber de ellos poco más que, al menos, se modificaron dos PzKpfw I, uno del modelo A y otro del B, y ni siquiera se puede afirmar si llegaron a entrar en combate o se quedaron en meros proyectos. Por no saber, ni siquiera ha llegado a nosotros de quién partió la idea, si fue de un español o de algún tedesco del Gruppe Drohne, o si la fuente de inspiración fue el CV-33 italiano. Según Molina Franco, se recurrió a un modelo A al que se sustituyó una de las ametralladoras por un lanzallamas (se supone que un Flammewerfer 35) colocando el depósito en el interior del vehículo. Afirma que fue usado de forma experimental en la Escuela de Carros de Casarrubuelos, dependiente de la Legión, y que no llegó a entrar en combate. Sin embargo, los testimonios fotográficos dejan claro que hubo dos tipos diferentes.
Otro autor, en este caso Artemio Mortera, asegura que en una época tan temprana como octubre de 1936, o sea, recién llegados a España, ya se habían modificados dos PzKpfw I adaptándoles un Flammenwerfer 35, pero sin especificar qué versión de carro aunque por la época tenían que pertenecer a la primera remesa de 38 unidades del modelo A llegados a Sevilla el 7 de ese mismo mes. Francamente, dudo que se acometiese esa modificación usando dos carros en aquel momento siendo mucho más necesarios para otros menesteres que para probarlos como lanzallamas. Lo lógico a mi entender es que, en todo caso, se hubiese empleado uno y en vista de los resultados decidir si se modificaba alguno más. Sea como fuere, estos vehículos los localiza en Las Arguijuelas, lo que sí casa con la ubicación del primer contingente de PzKpfw I recibidos, como ya se explicó en su momento pero, como en el caso anterior, menciona la modificación partiendo de un solo modelo cuando sabemos que fueron uno del A y otro del B, estos últimos llegados en noviembre, o sea, después de la fecha que menciona Mortera. Así pues, y en vista de la confusión y las contradicciones existentes, nos limitaremos a dar cuenta de los detalles de los dos carros que conocemos en base a las escasas imágenes que tenemos de ellos.
Por las fotos disponibles sabemos que uno de ellos, concretamente el modelo B, estaba equipado con un lanzallamas provisto de una lanza corta, tal como vemos en la imagen de la derecha. Para protegerla de los disparos enemigos se colocó un protector blindado con perforaciones en la parte inferior y superior para evitar recalentamientos y se anuló la ametralladora de la tronera izquierda, posiblemente para impedir que al cortarse el chorro de combustible la dañase. Además, al escaso alcance de estos lanzallamas hay que añadir que cuando el propelente empezaba a agotarse perdía presión, por lo que dicho alcance disminuía de forma progresiva y, por ende, llegaría un momento en que las llamaradas finales se cortarían peligrosamente cerca de la torreta. Con el viento de cara podría incluso penetrar en el interior de la misma. De ahí tal vez que, como vemos, la tronera fue soldada. Lo curioso es que los dos personajes que se ven trapicheando en la torreta son miembros del Gruppe Drohne, así que igual fue una idea de los tedescos y por eso nadie protestó en esta ocasión del agujero que quedaba vacío en la tronera mientras que no pararon de dar la murga por la ventanita de puntería del Panzer Breda que, como sabemos, sí fue una idea española. En la foto inferior vemos ese mismo vehículo haciendo prácticas, y se aprecia el escaso alcance del chorro de fuego.
La escasa longitud del lanzador fue posiblemente el motivo por el que se desarrolló el otro prototipo con una lanza larga, en esta ocasión en el modelo A que mostramos anteriormente y que podemos ver en la foto de la izquierda en plena acción en un campo de pruebas. La lanza larga permitía conservar la ametralladora izquierda, lo que obviamente mejoraba las prestaciones del vehículo al poder emplear un arma u otra según las necesidades del momento. Su uso táctico sería más básico que la sesera mononeuronal de un político: el lanzallamas desalojaba al enemigo de casamatas y/o trincheras, y los que no quedaban convertidos en momias carbonizadas serían exterminados bonitamente con la ametralladora.
Sin embargo, la escasa autonomía del lanzallamas que llevaban a bordo limitaba mucho la capacidad de acción de este ingenio. El reducido espacio interior no permitía almacenar un depósito de más tamaño, y la recarga del mismo no era cuestión de dos minutos ya que, además del combustible, había que reponer el propelente con el añadido de que la carga debía tener una presión determinada para obtener un rendimiento adecuado. En resumen, que su intervención se limitaría a soltar una media de ocho o diez descargas de dos segundos de duración y se acabó lo que se daba. El modelo que conservaba una ametralladora podría seguir en combate, pero el otro no tenía más opción que dar media vuelta y retornar a sus líneas a recargar. En fin, que aquel chisme no era ninguna maravilla. En las láminas de la derecha podemos ver de forma más clara el aspecto de los dos prototipos. Imagino que para el conductor sería bastante molesto tener que manejar el carro mientras soltaba sus chorros de fuego a pesar de contar con la protección de los cristales blindados del visor frontal.
Y prácticamente nada más se sabe sobre estas dos máquinas. De la misma forma que aparecieron sin que se tenga noticia de sus orígenes, a finales de 1937 pasaron a ser historia. No obstante, parece ser que los tedescos tomaron buena nota de las experiencias obtenidas con ellos, porque en un informe enviado a Berlín con fecha 30 de marzo de 1939, apenas dos días antes de que Franco emitiese su lacónico comunicado informando de que la fiesta había terminado, se daba cumplida cuenta de la posibilidad de instalar un lanzallamas en la tronera derecha de la torreta conservando la ametralladora de la izquierda. Así mismo, se insistía en la importancia de que se pudiera obtener un alcance mayor para ofender a más distancia al enemigo sin que este pudiera permanecer peligrosamente cerca del carro y dejarlo fuera de combate. Y ciertamente no relegaron al olvido las experiencias del Gruppe Drohne, porque la 5 Leichte División que servía en el Afrikakorps hizo precisamente lo que ya se había probado en España, acoplar un Flammenwerfer 35 en las torretas de varios PzKpfw I A para desalojar las fortificaciones de los british (Dios maldiga a Nelson) en Tobruk, naciendo así una saga de carros lanzallamas tedescos que dieron guerra toda la ídem. No sabremos si la idea fue española y los hombres de Von Thoma se limitaron a dejar constancia del invento o si, como podría sugerir la foto en la que aparecen dos de ellos instalando el lanzallamas en la torreta del primer prototipo, fue una ocurrencia de los alemanes precisamente para desalojar posiciones en un terreno especialmente escarpado como el hispano. Sea como fuere, lo cierto es que la experiencia del Gruppe Drohne en España dejó huella en ese sentido.
Bueno, dilectos lectores, con esto terminamos. A lo largo de estas entradas hemos podido conocer desde la gestación hasta el parto y los primeros pasos de estas criaturillas metálicas. Como ya comentamos en su momento, su vida operativa en España se alargó hasta los años 50 cuando, con la llegada de material yankee, se pudieron dar de baja tanto los Negrillos y sus versiones de mando como los PzKpfw IV, además de los Sturmgeschütz III G y los T-26 rusos que se mantuvieron operativos tras el final de la contienda. Todas estas máquinas fueron la semilla de la futura arma acorazada española, y de las experiencias obtenidas durante el conflicto civil se pudo cambiar de cabo a rabo el concepto táctico del carro de combate para guerras futuras. Bueno, de un futuro inmediato, porque apenas cinco meses más tarde el ciudadano Adolf desencadenó el mayor conflicto jamás conocido en el que sorprendió a propios y extraños gracias a las novedosas doctrinas del ejército alemán y al empleo táctico propugnado por Guderian, que les permitió aplastar literalmente a todos los ejércitos que les hicieron frente durante el comienzo de la guerra. En cuanto a la aportación del padrecito Iósif, ya hablaremos de ella en su momento porque también permitió marcar un antes y un después en muchos aspectos.
Ah, por cierto, al cansino de Von Thoma lo despacharon de vuelta a casa con una Medalla Militar Individual nada menos, y eso que no entró en combate durante su estancia en España. Es la segunda condecoración más importante que se puede obtener, solo superada por la Cruz Laureada de San Fernando, de modo que no se pudo quejar del trato recibido.
Y colorín colorado, esta historia se ha terminado.
Hale, he dicho
Monografía completa pinchando exactamente aquí: AQUÍ
Flammenwerfer 35. El depósito pequeño era para el propelente a base de nitrógeno |
Por las fotos disponibles sabemos que uno de ellos, concretamente el modelo B, estaba equipado con un lanzallamas provisto de una lanza corta, tal como vemos en la imagen de la derecha. Para protegerla de los disparos enemigos se colocó un protector blindado con perforaciones en la parte inferior y superior para evitar recalentamientos y se anuló la ametralladora de la tronera izquierda, posiblemente para impedir que al cortarse el chorro de combustible la dañase. Además, al escaso alcance de estos lanzallamas hay que añadir que cuando el propelente empezaba a agotarse perdía presión, por lo que dicho alcance disminuía de forma progresiva y, por ende, llegaría un momento en que las llamaradas finales se cortarían peligrosamente cerca de la torreta. Con el viento de cara podría incluso penetrar en el interior de la misma. De ahí tal vez que, como vemos, la tronera fue soldada. Lo curioso es que los dos personajes que se ven trapicheando en la torreta son miembros del Gruppe Drohne, así que igual fue una idea de los tedescos y por eso nadie protestó en esta ocasión del agujero que quedaba vacío en la tronera mientras que no pararon de dar la murga por la ventanita de puntería del Panzer Breda que, como sabemos, sí fue una idea española. En la foto inferior vemos ese mismo vehículo haciendo prácticas, y se aprecia el escaso alcance del chorro de fuego.
La escasa longitud del lanzador fue posiblemente el motivo por el que se desarrolló el otro prototipo con una lanza larga, en esta ocasión en el modelo A que mostramos anteriormente y que podemos ver en la foto de la izquierda en plena acción en un campo de pruebas. La lanza larga permitía conservar la ametralladora izquierda, lo que obviamente mejoraba las prestaciones del vehículo al poder emplear un arma u otra según las necesidades del momento. Su uso táctico sería más básico que la sesera mononeuronal de un político: el lanzallamas desalojaba al enemigo de casamatas y/o trincheras, y los que no quedaban convertidos en momias carbonizadas serían exterminados bonitamente con la ametralladora.
Sin embargo, la escasa autonomía del lanzallamas que llevaban a bordo limitaba mucho la capacidad de acción de este ingenio. El reducido espacio interior no permitía almacenar un depósito de más tamaño, y la recarga del mismo no era cuestión de dos minutos ya que, además del combustible, había que reponer el propelente con el añadido de que la carga debía tener una presión determinada para obtener un rendimiento adecuado. En resumen, que su intervención se limitaría a soltar una media de ocho o diez descargas de dos segundos de duración y se acabó lo que se daba. El modelo que conservaba una ametralladora podría seguir en combate, pero el otro no tenía más opción que dar media vuelta y retornar a sus líneas a recargar. En fin, que aquel chisme no era ninguna maravilla. En las láminas de la derecha podemos ver de forma más clara el aspecto de los dos prototipos. Imagino que para el conductor sería bastante molesto tener que manejar el carro mientras soltaba sus chorros de fuego a pesar de contar con la protección de los cristales blindados del visor frontal.
PzKpfw I A en acción contra las defensas que rodeaban el perímetro de Tobruk en 1941 |
Bueno, dilectos lectores, con esto terminamos. A lo largo de estas entradas hemos podido conocer desde la gestación hasta el parto y los primeros pasos de estas criaturillas metálicas. Como ya comentamos en su momento, su vida operativa en España se alargó hasta los años 50 cuando, con la llegada de material yankee, se pudieron dar de baja tanto los Negrillos y sus versiones de mando como los PzKpfw IV, además de los Sturmgeschütz III G y los T-26 rusos que se mantuvieron operativos tras el final de la contienda. Todas estas máquinas fueron la semilla de la futura arma acorazada española, y de las experiencias obtenidas durante el conflicto civil se pudo cambiar de cabo a rabo el concepto táctico del carro de combate para guerras futuras. Bueno, de un futuro inmediato, porque apenas cinco meses más tarde el ciudadano Adolf desencadenó el mayor conflicto jamás conocido en el que sorprendió a propios y extraños gracias a las novedosas doctrinas del ejército alemán y al empleo táctico propugnado por Guderian, que les permitió aplastar literalmente a todos los ejércitos que les hicieron frente durante el comienzo de la guerra. En cuanto a la aportación del padrecito Iósif, ya hablaremos de ella en su momento porque también permitió marcar un antes y un después en muchos aspectos.
Ah, por cierto, al cansino de Von Thoma lo despacharon de vuelta a casa con una Medalla Militar Individual nada menos, y eso que no entró en combate durante su estancia en España. Es la segunda condecoración más importante que se puede obtener, solo superada por la Cruz Laureada de San Fernando, de modo que no se pudo quejar del trato recibido.
Y colorín colorado, esta historia se ha terminado.
Hale, he dicho
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