lunes, 9 de septiembre de 2019

Ratas de túnel. Gaseado de túneles


Rata de túnel con la máscara M17. El cable que se ve en el suelo es
el del teléfono TA-1/PT con el que podrá mantenerse en contacto
con el personal de superficie
Bueno, dilectos lectores, ya hemos visto el parco surtido de armas con que estos probos exploradores de las catacumbas bélicas aliñaban a los taimados vietcongs, así como de los escasos intentos llevados a cabo por el ejército para dotarlos de material específicamente diseñado para acometer su inmunda y arriesgada misión. Como continuación, hoy veremos el proceso más habitual para eliminar u obligar a salir a los ocupantes de los túneles como paso previo a la destrucción de los mismos. Recordemos una vez más que el cometido principal de los ratas de túnel no era entrar a matar comunistas canijos, sino inspeccionar el túnel para obtener material de inteligencia, requisar los pertrechos de guerra y las provisiones depositados en el mismo y levantar un plano, caso de que por sus dimensiones fuera conveniente, para que los fulanos de los estados mayores intentaran establecer patrones de construcción, cosa que jamás hubo, y tener constancia de su distribución para saber por dónde empezar en caso de que se tuviera noticia de que el puñetero túnel había sido puesto en servicio de nuevo.

Así mismo, no debemos olvidar que cuando un rata se percataba de que el túnel era más grande de lo habitual no se complicaba la vida, daba media vuelta y se procedía a expulsar o matar a los ocupantes del complejo e intentar averiguar las posibles salidas secundarias y respiraderos que hubiese. Ojo, había ocasiones en que este proceso se llevaba a cabo antes de que el rata entrase en el túnel para, a continuación, proceder a explorarlo, pero eso quedaba al arbitrio del comandante de su unidad o de la información obtenida a través de los Kit Carson Scouts, los vietnamitas que colaboraban de buen grado o, como está mandado, dándole al jefe de la aldea las dos hostias reglamentarias. Finalmente se procedía a la voladura del complejo.

Un Mity Mite en funcionamiento. El humo que vemos es el producido por
el motor, no es gas ni nada semejante.
El primer oficial que se preocupó de desarrollar métodos de búsqueda y destrucción de túneles fue el capitán Herbert Thornton, del 9º destacamento químico de la 25ª División de Infantería. Este eficiente sujeto vio claramente que era materialmente imposible inspeccionar complejos de túneles que, a veces, tenían tal cantidad de ramificaciones, niveles y cámaras que necesitarían semanas para completar el trabajo, y no era plan de perder el tiempo jugando al gato y al ratón bajo tierra con los charlies. Por lo tanto, y ya que disponían de tecnología de la buena, mejor hacer uso de ella y liquidar el trabajo cuando antes. Lo primero era averiguar la situación de las posibles salidas y respiraderos del túnel, para lo cual se usaban botes de humo de colores o humo blanco. Para distribuir el humo y forzarlo a salir por cualquier resquicio se usaba el ventilador Mity Mite, un chisme procedente del mercado civil para fumigar cosechas y demás usos agrícolas que el ejército adquirió por millares bajo la denominación de "Dispensador de Agentes para Control de Disturbios M106". Este aparato funcionaba con un motor de dos tiempos y estaba provisto de un depósito de combustible de 1 galón (3,8 litros), lo que le daba una autonomía de una hora. Sobre el motor vemos el depósito de 3 galones (11,3 litros) para el pesticida líquido, que en este caso se sustituía por 10 libras (4,5 kilos) de polvo de CS. 


Máscara M17. La funda se llevaba en el costado izquierdo,
con la abertura mirando hacia adelante
Así pues, una vez detectada la entrada de un túnel podían pasar dos cosas: una, que el rata de turno entrase a echar un vistazo y, caso de ser de poca monta, volarlo sin más con una carga de demolición. Y dos, que si veía que podía ser más grande de la cuenta salía y se procedía a detectar las salidas secundarias y demás con botes de humo para, a continuación, gasear todo el complejo para obligar a salir a los inquilinos (este método sería muy viable para aplicarlo a los actuales "okupas" que pretenden vivir por la cara sin pagar hipoteca). Pero no con porquerías venenosas porque, de ser así, el proceso posterior de limpieza para que entrasen los ratas sería complicado y pondría en peligro sus vidas, así que se optó por algo menos maligno pero no por ello menos eficaz: el CS, un micropolvo a base de clorobenzilideno malononitrilo introducido a principios de los años 60 para hacer ver a los manifestantes  patrios de que, si no querían verse llorando como Jeremías y moqueando a lo bestia, lo mejor era alejarse de esa porquería.


Mujeres y críos saliendo a toda leche de un escondite a consecuencia del
humo blanco usado para detectar las salidas del complejo de túneles en la
aldea de Thu Xuan en 1966
Sus efectos son, además de increíblemente rápidos, irritantes a más no poder. El CS es inodoro, y solo se detecta su presencia si es empleado lanzando granadas o botes que, para conseguir su propagación, contienen una substancia que lo hace arder. El sujeto que se ve bajo sus efectos siente de inmediato una irritación extrema en los ojos, la nariz, la garganta y los pulmones. Siente que los ojos le van a echar a arder, lacrimea de forma masiva, y cuando más se restriega más se reparte el finísimo polvo de CS, aumentando así sus efectos. Prácticamente no puede abrir los ojos porque la quemazón es terrible, así que queda totalmente cegado durante un periodo de tiempo más o menos largo en función de la cantidad que haya caído sobre él. Del mismo modo, al inhalar el CS siente dificultad al respirar, moqueará como si tuviera un catarro fuerza 5, salivará como un chucho en una sauna, y para terminar de arreglarlo todas las partes de su cuerpo que estén húmedas se irritarán también, axilas e ingles sobre todo. Eso, en una región donde la humedad ambiental hace sudar al personal como pollos, facilita que los efectos del CS también se hagan notar en el cuerpo en forma de irritación y picor. Y a todo esto, sumarle su capacidad para adherirse al terreno y la vegetación, motivo por el que los ratas, según se comentó en una entrada anterior, también notaban estos efectos tan enojosos al entrar en los túneles sudando a base de bien. Porque aunque el aire estuviera ya limpio de esa porquería una parte de ella se había quedado pegada al suelo y las paredes, durando sus efectos unos seis o siete días dependiendo del grado de humedad ambiental. Afortunadamente para los vietcongs, cuanta más humedad hubiese, menos duraba.


Inicialmente se empleaban granadas como las usadas por la policía para mandar a casa a los revoltosos callejeros patrios pero, lógicamente, bajo denominación militar. Básicamente había dos tipos que podemos ver en la foto de la derecha. En primer lugar vemos una M7A3, una versión mejorada de la M7A2 que, simplemente, tenía un poco de más capacidad. La A2 contenía 100 gramos de CS en cápsulas de gelatina para favorecer su difusión cuando ardía, lo que se llevaba a cabo con una mezcla de combustión de 155 gramos. La A3 contenía 127 gramos de CS y 211 gramos de mezcla de combustión. En la parte superior del bote tenía cuatro agujeros y uno en la inferior para permitir la salida del CS ardiendo, proceso que duraba unos 20 segundos de media. El peso total de estas granadas era de 396 y 439 gramos respectivamente, y su funcionamiento era como el de cualquier granada convencional: se extraía el pasador de seguridad, se arrojaba, saltaba la palanca que activaba el multiplicador e iniciaba la mezcla de combustión. Se fabricó una versión especial con un retardo de 8 a 12 segundos, la M226, ideada para arrojarla desde helicópteros y dar tiempo a que tocaran tierra antes de empezar a arder. En cuanto al ejemplar de la derecha es una M25A2, una granada con forma de pelota de béisbol con cuerpo de plástico y un contenido de 227 gramos de CS en forma de aerogel de sílice para extender mejor el contenido. Tenía un pequeño retardo de entre 1,4 y 3 segundos antes de empezar a soltar porquería.  Pero estas granadas solo valían para túneles cortos con una o dos cámaras laterales. Si el rata se encontraba con algo de más envergadura hacía falta algo más contundente y capaz de llevar el CS a todos los recovecos.


Para eso tenía que actuar el Mity Mite, capaz de mover unos 13 m³ de aire por minuto. El proceso para inundar el complejo tanto de humo como de CS podemos verlo en la secuencia de fotos de superior.

A: En función del tamaño se arrojaban los botes de humo necesarios y, tras detectar las salidas secundarias y respiraderos, se sellaban con tierra, barro, sacos terreros o lo que hubiera a mano. A continuación se vertía CS en la entrada principal en la cantidad que se estimaba oportuna, bien como aparece en la foto o bien directamente desde el depósito del Mity Mite. 

B: En esta secuencia vemos el sellado de la entrada principal, para lo que se usaba un simple poncho. El tubo corrugado del ventilador se introducía por la abertura de la capucha, se ajustaba con el cordón y, si la había disponible, se sellaba con cinta aislante o cinta americana. Los bordes del poncho se cubrían con tierra para impedir fugas.

C: En esta foto vemos con detalle el tubo introducido por la capucha del poncho. Recordemos que tanto el humo como el CS expulsaban el aire del interior del complejo, por lo que los vietcongs que pudiera haber dentro no solucionaban nada aunque tuviesen máscaras antigás. Estas protegen de las porquerías, pero si no hay oxígeno palmas asfixiado sí o sí.

D: Una vez preparado todo el dispositivo, se ponía en marcha el ventilador, que generalmente solía necesitar una hora para inundar el complejo. Obviamente, a más grande más tiempo. Una vez que se consideraba que el CS había llegado hasta a los confines de los hormigueros  se removían los sellados y se insuflaba aire para limpiar el interior y permitir a los ratas hacer su trabajo, lo cual solía llevarse otra hora como mínimo.


Por lo general, estos solían colocarse la máscara M17 para curarse en salud por si había quedado alguna bolsa de CS o la limpieza no había sido lo suficientemente satisfactoria. Para asegurarse de que estaba bien colocada se procedía como vemos en las fotos de la derecha. En la foto A vemos al yankee tapando el emisor de voz mientras aspira para comprobar que no entra aire. En la foto B tapa con ambas manos los filtros laterales exhalando con fuerza, obligando a que el poco aire que haya dentro de la máscara salga despedido por el borde inferior. De ese modo, la siguiente bocanada de aire que tomase estaría debidamente filtrado. Esto tenía como finalidad impedir que, caso de verse repentinamente bajo la acción de un agente químico, ser afectado por el que hubiese quedado dentro de la máscara mientras se la colocaba. De no tomar esta precaución, podría bastar el poco gas atrapado en el interior para hacer su efecto. Con el CS, aunque no era letal en ningún modo, había que tomar todas las precauciones posibles, porque verse dentro de un hoyo donde apenas se puede uno mover y que de repente empiecen a picar los ojos, a llorar y moquear y sin saber donde estás debe ser una experiencia increíblemente siniestra.


Con todo, los charlies aprendieron rápidamente como impedir el avance del humo o el CS en sus complejos de túneles. No les resultó nada complicado. Bastaba con distribuir a los largo de los túneles sifones o esclusas que, una vez inundados de agua, impedían el paso de cualquier substancia ya fuera gaseosa, como el humo de colores, o el micropolvo del CS. Otra solución consistía en sellar estas esclusas con esteras de palma o bambú (flechas rojas) y sellarlas con barro o incluso con plásticos procedentes de los despojos yankees a los que tanto provecho les sacaban. Tal como vemos en el gráfico de la izquierda, todo el personal que evacuase el túnel y se colocara a continuación del sifón de agua o de la esclusa sellada no sentiría los efectos del gaseado y, obviamente, tampoco serían delatadas las salidas y respiraderos situados a partir de esa zona.


Otra solución para, por ejemplo, túneles que solo disponían de una única salida auxiliar consistía, si estaban cerca de un río o un canal, abrir dicha salida por debajo del nivel del agua. De ese modo no solo se impedía que el humo inyectado delatase su presencia, sino que sería materialmente imposible de localizar salvo que el nivel del agua descendiera. Como vemos, estos canijos no tenían un pelo de tontos, y con unos medios propios de la Edad de Piedra si los comparamos con los de los yankees, ya vemos como fueron capaces de evitar ser vilmente gaseados en muchas ocasiones.  


En fin, como vemos los líderes del mundo libre gastaron cantidades industriales de CS para desalojar los puñeteros túneles, lo que conseguían siempre y cuando los fanáticos canijos comunistas no hubiesen puesto en marcha algunos de sus básicos pero eficaces métodos de sellado. Con todo, de poco servía evitar ser gaseado si no se ponía tierra de por medio para escapar de lo que venía detrás: decenas de kilos de C4 que convertirían el complejo en una tumba una vez que se colapsaban todas las entradas. Si para un rata la perspectiva de palmarla enterrado en vida era terrorífica, para un vietcong tampoco debía ser nada atrayente, y más si tenemos en cuenta que en sus redes de túneles tenían hospitales y escuelas con heridos, enfermos, mujeres y críos. Un ejemplo lo tenemos a la izquierda, donde podemos ver un...¿hospital? junto a un lote de suministros médicos incautados por los ratas de túnel durante la operación Junction City, entre febrero y mayo de 1967. Lo de Vietnam fue una guerra bastante asquerosilla, para qué negarlo...

Bueno, vale por hoy.

Hale, he dicho

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