Reconstrucción de una loriga tipo Corbridge B que, según los restos originales en que se basa, no deja de ser un alarde de imaginación |
Recreación de un guerrero micénico armado con la armadura de Dendra |
Pero hay más referencias acerca de armaduras segmentadas. Tácito cita las empleadas por los jinetes sármatas que atacaron Roma cruzando el Danubio en el 68 d.C. como TEGINEM LAMINIS AVT PRÆDVRO CORIO CONSERTVM (completamente cubiertos con láminas de hierro o piel endurecida) y que, como vimos en la entrada anterior, aparecen en la Columna de Trajano. En resumen, la cuestión es que, como tantas otras piezas del armamento romano, fue copiada o inspirada en las usadas por otros pueblos mientras que ellos se limitaron a lo sumo a adaptarlas a su forma de combatir. Veamos en este caso cómo estaban concebidas, si bien las descripciones que haremos de cada pieza son genéricas ya que hay diferencias entre cada tipología en cuanto a forma, tamaño, sistemas de cierre, etc.
Vista de la mitad izquierda de las cinchas del abdomen y el detalle de su morfología individual |
Vista interior de un conjunto de hombreras con peto y espaldar. Este último es el conjunto de tres piezas que se ve en la parte superior izquierda |
A la derecha tenemos un peto, concretamente el derecho, de una loriga tipo Corbridge. Recordemos que según la tipología las dimensiones de estas piezas variaban de forma ostensible. La placa, levemente combada para adaptarse a la forma del cuerpo, está unida a la hombrera superior mediante una bisagra lobulada fabricada con oricalco, y unidas mediante su correspondiente pasador. La flecha marca el acabado tanto de la placa pectoral como la del cuello, con la chapa doblada sobre sí misma para formar un reborde redondeado. El sistema de cierre en este caso se compone de dos bisagras remachadas a las placas que fijan sendas correas: la inferior se abrochará a las cinchas que rodean el abdomen, mientras que la superior cerrará el peto al unirse con la hebilla de la placa izquierda. El tachón que vemos bajo ellas era una pieza muy habitual en las armaduras de este tipo tanto con fines decorativos como para reforzar la cabeza del remache. Por último, añadir que la hombrera superior tiene en su parte trasera otra bisagra para unirse al espaldar.
Veamos la misma en el gráfico de la derecha. Arriba tenemos la parte trasera de la hombrera superior que une peto y espaldar con su media bisagra lobulada. Dicho espaldar se compone en este caso de tres placas colocadas en sentido horizontal unidas unas a otras mediante correas fijadas directamente a las mismas. La hebilla que vemos en la placa superior es para abrochar las dos mitades del espaldar de la misma forma que vimos antes con el peto. Por último, añadir que la sujeción a las cinchas abdominales también variaban según la tipología, pudiendo ser mediante presillas, correas, ganchos, etc. De esta forma, las cinchas quedaban suspendidas del tercio superior de la armadura formado por peto y espaldar, y pudiendo desmontarse en un periquete para su almacenaje, transporte o para facilitar la reparación o sustitución de cualquier pieza dañada en combate, lo que obviamente sería una tarea cuasi cotidiana para lo armeros que acompañaban a cada legión.
Y, por último, veamos las hombreras, que en este caso también han sido recreadas partiendo del tipo Corbridge. Esta tipología constaba de cinco launas colocadas de mayor a menor y unidas mediante correas interiores. Como ya avanzamos anteriormente, la superior estaba formada a su vez por tres piezas unidas mediante bisagras. Estas hombreras permitían realizar cualquier tipo de movimiento sin ningún problema, tanto hacia los lados como de arriba abajo. En el detalle vemos cómo eran los tachones de los remaches y su fijación a la pieza. El remache entraba por el orificio central, atravesaba por la placa y la correa de cuero interna que, para impedir su deterioro, era reforzada por una arandela, generalmente cuadrangular. Por lo demás, las hombreras eran las piezas de más grosor de toda la armadura ya que estaban concebidas para detener o desviar golpes de arriba abajo, llegando a tener entre 1 y 3 mm. de grueso. Algunas fuentes apuntan que fueron las temibles hoces dacias las que hicieron necesaria esta configuración ya que a terrible energía que podían acumular estas armas en el momento del golpe podía hendir sin problemas más de 15 o 20 cm. del escudo, más de 1,5 mm. de acero dulce o incluso cercenar una cota de malla convencional.
Vista interior de una LORICA SEGMENTATA que nos permite apreciar la distribución de las correas que sustentaban las cinchas |
Aspecto de dos posibles configuraciones de un SVBARMALIS. Obsérvese el ejemplar de la derecha, provisto de un relleno que mantiene los hombros totalmente rectos para asentar adecuadamente la armadura |
En cuanto a la forma de vestir estas corazas, la opinión más generalizada es que se colocaban como si fuera un chaleco, sin precisar de la ayuda de ningún compañero ya que, por otro lado, su peso, de alrededor de los 9-11 kilos, no la hacían especialmente engorrosa. Como vemos en la secuencia de la derecha, los cierres y correas traseros permanecían abrochados en todo momento por lo que podía abrirse por delante todo lo necesario para introducir el cuerpo. Una vez colocada bastaba abrochar las cinchas y las dos mitades del peto.
Para su almacenaje, embalaje, etc., bastaba desabrochar las dos mitades de la parte abdominal y desengancharlas del tercio superior, quedando reducida a cuatro piezas que se colocaban una dentro de otra como vemos en la foto de la derecha. Del mismo modo, esta facilidad para desmontarla facilitaba enormemente la sustitución de piezas rotas o incluso su mantenimiento ya que, en base al desgaste observado en las réplicas usadas por los probos ciudadanos recreacionistas, una LORICA SEGMENTATA requería de una atención constante. Por un lado, las correas de cuero que mantenían la estructura de todo el conjunto debían tener en todo momento un punto óptimo de lubricación a base de grasa animal. Si se pasaban el cuero cedería, dejando "caer" las cinchas por ser demasiado flexible. Si el engrasado era escaso, el cuero se resecaba, se agrietaba y, finalmente, se rompía. En cuanto a las piezas ferrosas, no hay constancia de que se las sometiera a algún tipo de tratamiento protector como el pavonado en caliente sumergiendo las piezas en aceite o la aplicación de algún tipo de pintura. La humedad, tanto ambiental como la producida por el sudor del usuario, debían obligar a una constante atención para secar y aceitar el hierro para impedir la aparición del óxido y, caso de ocurrir, verse obligados a eliminarlo frotando con arena fina. En todo caso, el VITIS del centurión sería un acicate lo suficientemente persuasivo para que todo el personal se preocupara de mantener su armadura en perfecto estado de revista.
Bueno, criaturas, con todo lo dicho imagino que ya no tendrán ninguna duda acerca de la composición de estas peculiares armaduras. De las características de cada tipología ya hablaremos en otra entrada, pero no olvidemos que la estructura y la morfología eran siempre las mismas salvo por el número de piezas y su distribución.
Hora de merendar. Me piro.
Hale, he dicho
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