sábado, 14 de diciembre de 2019

LORICA SEGMENTATA. Partes y morfología


Probos ciudadanos recreacionistas luciendo sus mejores galas, en este caso el tipo Cordbridge

Reconstrucción de una loriga tipo Corbridge
B que, según los restos originales en que se
basa, no deja de ser un alarde de imaginación
Bueno, ya vimos en el artículo anterior que esta peculiar coraza tan representativa del ejército romano es el componente más misterioso de la panoplia de los legionarios, y que lo que sabemos de ellas se basa en fragmentos devorados por el óxido que conforman un inextricable puzzle. Al día de hoy, y conforme a los hallazgos disponibles, las reconstrucciones que se consideran como válidas son las que realizó en su día el eximio historiador, dibujante y divulgador Peter Connolly, con cuyas obras muchos nos iniciamos en el apasionante mundo del armamento y la forma de vida de los ejércitos del mundo antiguo. No obstante, nada está cerrado. Aún pueden aparecer piezas que echen por tierra las teorías de Connolly y Russell Robinson o, por el contrario, que las reafirmen. Sea como fuere, lo que tenemos es lo que hay, y mientras no salga a relucir una LORICA SEGMENTATA flamante con el manual de instrucciones me temo que no habrá muchas variaciones. Bien, este artículo lo dedicaremos a estudiar el concepto de la LORICA como parte del armamento defensivo del legionario. De sus diversas tipologías y tal lo haremos en otra ocasión porque, como ya saben, no me gusta elaborar entradas interminables que hacen que el personal caiga en brazos de Morfeo (o Morfea, naturalmente) en dos minutos de modo que, sin más dilación, vamos al grano que para luego es tarde.


Recreación de un guerrero micénico armado con la
armadura de Dendra
En primer lugar debemos tener claro que, como prácticamente toda la panoplia romana salvo el PILVM, la LORICA SEGMENTATA fue una adaptación de una armadura foránea. De hecho, las corazas formadas por placas, segmentos o láminas ya estaban más que inventadas hacía la torta de años. Todos conocemos, al menos de oídas, la famosa armadura de Dendra, un enorme armatoste de bronce que, como vemos en la imagen de la derecha, se componía de una serie de piezas de bronce que cubrían el cuerpo, el cuello, los hombros y las piernas del combatiente hasta la altura de las rodillas. Esta armadura está datada hacia el siglo XV a.C., y las teorías acerca de la capacidad de movimiento que este chisme permitía a su portador no son unánimes, como no podía ser menos, y ni siquiera se sabe si era un tipo de armadura que gozase de cierta difusión o si, por el contrario, se trataba de una tipología reservada a personaje de cierto rango o régulos tribales ya que, hasta ahora, no ha aparecido ningún otro ejemplar completo. La osamenta del probo ciudadano que la usó en su día denota que era un sujeto alto, de alrededor de 1,75 metros y enjuto, por lo que se presupone que no le debía resultar fácil moverse con esa cosa de 18 kilos de peso más el enorme escudo de ocho o de torre por un campo de batalla, así que la teoría más aceptada es que se trataba de una armadura ideada para combatir desde un carro de guerra. Además, si observan la disposición de las placas es justamente la opuesta a las de una LORICA SEGMENTATA ya que las inferiores se superponen a las superiores. ¿Qué significa esto? Pues más o menos que la armadura de Dendra estaba concebida para defenderse de armas de empuje- lanzas, espadas de hoja recta, puñales- y no de armas destinadas a herir golpeando de arriba abajo, que quedarían trabadas entre las placas. En cualquier caso, hablamos de un tipo de armadura creada unos 1.400 años antes de que las lorigas segmentadas romanas hicieran su aparición, por lo que podemos asegurar que ese concepto de protección corporal estaba ya más que inventado.

Pero hay más referencias acerca de armaduras segmentadas. Tácito cita las empleadas por los jinetes sármatas que atacaron Roma cruzando el Danubio en el 68 d.C. como TEGINEM LAMINIS AVT PRÆDVRO CORIO CONSERTVM (completamente cubiertos con láminas de hierro o piel endurecida) y que, como vimos en la entrada anterior, aparecen en la Columna de Trajano. En resumen, la cuestión es que, como tantas otras piezas del armamento romano, fue copiada o inspirada en las usadas por otros pueblos mientras que ellos se limitaron a lo sumo a adaptarlas a su forma de combatir. Veamos en este caso cómo estaban concebidas, si bien las descripciones que haremos de cada pieza son genéricas ya que hay diferencias entre cada tipología en cuanto a forma, tamaño, sistemas de cierre, etc.


Vista de la mitad izquierda de las cinchas del abdomen y
el detalle de su morfología individual
Veamos el gráfico de la derecha. Básicamente, la LORICA SEGMENTATA estaba formada por cuatro partes: dos mitades que cubrían el abdomen- costados izquierdo y derecho- y dos que cubrían tórax, parte superior de la espalda y los hombros. Las piezas abdominales estaban compuestas por siete u ocho segmentos o láminas superpuestos de arriba abajo de alrededor de 50-60 mm. de ancho (las medidas podían ser incluso un poco mayores dependiendo del modelo) y unos 0,7 mm. de espesor. La de abajo tenía el borde inferior rebordeado o rematado por una pieza en forma de U de oricalco, una aleación formada por entre un 80/85% de cobre y un 20/15% de cinc con que se fabricaban todas las guarniciones- hebillas, bisagras, pasadores, presillas, etc.-. de estas armaduras. Esta pieza era colocada a presión y, tanto en este caso como en el rebordeado, su cometido era evitar roces y cortes en la zona baja del abdomen. Del mismo modo, la lámina superior tenía un estrechamiento por la zona que coincidía con las axilas para evitar roces e, igualmente, estaba rebordeada. Como vemos, los segmentos se unían por delante y detrás, variando el sistema de cierre de una a otra tipología si bien, de forma invariable, las dos últimas láminas carecían de piezas para abrocharlas, considerándose que eran prescindibles ya que quedarían cerradas mediante el cinturón. Estas láminas estaban unidas y, a su vez, articuladas, por la parte interna mediante seis tiras de cuero (tres en cada mitad) remachadas directamente en cada segmento, lo que daba al conjunto un elevado grado de flexibilidad. 


Vista interior de un conjunto de hombreras con peto y
espaldar. Este último es el conjunto de tres piezas que
se ve en la parte superior izquierda
La parte superior del tronco estaba protegida por dos placas pectorales levemente combadas, mientras que la espalda, dependiendo de la tipología, quedaba cubierta por dos parejas de tres placas horizontales (en los tipos Kalkriese y Corbridge), o dos placas como las pectorales en el caso del tipo Newstead. En todos los casos, las placas delanteras eran unidas a las traseras mediante una lámina curvada, siendo cada conjunto unido por bisagras de oricalco. Cada pareja de peto-espaldar era a su vez unida a su correspondiente hombrera, formada por cinco láminas curvadas: la superior constaba de tres partes unidas mediante bisagras, mientras que las cuatro restantes eran de una sola pieza y reduciéndose progresivamente su tamaño conforme se posicionaban de arriba abajo. Estaban unidas por tres tiras de cuero de la siguiente forma (véase foto de la derecha): las de los extremos unían las hombreras al peto y el espaldar mientras que la central solo unía las láminas de cada hombrera. Estas correas estaban remachadas usando tachones decorativos de oricalco ya que, según parece, a estos probos latinos les molaba una burrada eso de la decoración abigarrada bicolor, o sea, la combinación del tono gris del hierro con el dorado del oricalco. Veamos cada pieza con más detalle...


A la derecha tenemos un peto, concretamente el derecho, de una loriga tipo Corbridge. Recordemos que según la tipología las dimensiones de estas piezas variaban de forma ostensible. La placa, levemente combada para adaptarse a la forma del cuerpo, está unida a la hombrera superior mediante una bisagra lobulada fabricada con oricalco, y unidas mediante su correspondiente pasador. La flecha marca el acabado tanto de la placa pectoral como la del cuello, con la chapa doblada sobre sí misma para formar un reborde redondeado. El sistema de cierre en este caso se compone de dos bisagras remachadas a las placas que fijan sendas correas: la inferior se abrochará a las cinchas que rodean el abdomen, mientras que la superior cerrará el peto al unirse con la hebilla de la placa izquierda. El tachón que vemos bajo ellas era una pieza muy habitual en las armaduras de este tipo tanto con fines decorativos como para reforzar la cabeza del remache. Por último, añadir que la hombrera superior tiene en su parte trasera otra bisagra para unirse al espaldar. 


Veamos la misma en el gráfico de la derecha. Arriba tenemos la parte trasera de la hombrera superior que une peto y espaldar con su media bisagra lobulada. Dicho espaldar se compone en este caso de tres placas colocadas en sentido horizontal unidas unas a otras mediante correas fijadas directamente a las mismas. La hebilla que vemos en la placa superior es para abrochar las dos mitades del espaldar de la misma forma que vimos antes con el peto. Por último, añadir que la sujeción a las cinchas abdominales también variaban según la tipología, pudiendo ser mediante presillas, correas, ganchos, etc. De esta forma, las cinchas quedaban suspendidas del tercio superior de la armadura formado por peto y espaldar, y pudiendo desmontarse en un periquete para su almacenaje, transporte o para facilitar la reparación o sustitución de cualquier pieza dañada en combate, lo que obviamente sería una tarea cuasi cotidiana para lo armeros que acompañaban a cada legión.


Y, por último, veamos las hombreras, que en este caso también han sido recreadas partiendo del tipo Corbridge. Esta tipología constaba de cinco launas colocadas de mayor a menor y unidas mediante correas interiores. Como ya avanzamos anteriormente, la superior estaba formada a su vez por tres piezas unidas mediante bisagras. Estas hombreras permitían realizar cualquier tipo de movimiento sin ningún problema, tanto hacia los lados como de arriba abajo. En el detalle vemos cómo eran los tachones de los remaches y su fijación a la pieza. El remache entraba por el orificio central, atravesaba por la placa y la correa de cuero interna que, para impedir su deterioro, era reforzada por una arandela, generalmente cuadrangular. Por lo demás, las hombreras eran las piezas de más grosor de toda la armadura ya que estaban concebidas para detener o desviar golpes de arriba abajo, llegando a tener entre 1 y 3 mm. de grueso. Algunas fuentes apuntan que fueron las temibles hoces dacias las que hicieron necesaria esta configuración ya que a terrible energía que podían acumular estas armas en el momento del golpe podía hendir sin problemas más de 15 o 20 cm. del escudo, más de 1,5 mm. de acero dulce o incluso cercenar una cota de malla convencional.


Vista interior de una LORICA SEGMENTATA que nos
permite apreciar la distribución de las correas que
sustentaban las cinchas
Bien, así eran grosso modo las piezas de que se componía una de estas armaduras que, dependiendo de la tipología, podían oscilar entre las 40 de una Kalriese a las 32 de una Newstead sin incluir guarniciones, remaches, tachones y demás quincalla. Con todo, la LORICA SEGMENTATA era un tipo de armadura concebida para ser producida en masa debido a que los lotes de piezas eran siempre los mismos, por lo que bastaba un armero para darles forma y una serie de auxiliares para montarlas con la colaboración de los talabarteros que elaboraban las correas. Parece ser que los acabados eran más bien mediocres, conformándose con que la solidez del conjunto cumpliese los baremos establecidos. Por otro lado, como ya se comentó en la entrada anterior, el tema de las reparaciones lo solventaban por la vía rápida: canibalizaban piezas de armaduras de desecho, por lo que una loriga podía contener bisagras y/o tachones diferentes debido a las composturas llevadas a cabo a lo largo de su vida operativa. 


Aspecto de dos posibles configuraciones de un SVBARMALIS. Obsérvese el
ejemplar de la derecha, provisto de un relleno que mantiene los hombros
totalmente rectos para asentar adecuadamente la armadura
Por otro lado, se desconoce si existía algún sistema de tallaje. No hay de momento constancia de que se fabricasen de distintos tamaños, por lo que las conjeturas al respecto pueden ser de lo más diversas e igualmente válidas. En lo que a mí respecta y considerando que el ejército romano de la época exigía una talla mínima y una constitución fibrosa casi podríamos asegurar que eran todas iguales, siendo solo necesario eliminar una cincha para adaptar la armadura a la altura concreta del legionario y ceñir más o menos el cierre de las cinchas ya que permitían un solapamiento de unos 4 cm. entre ellas. Las posibles holguras se podrían solventar con un SVBARMALIS que, por otro lado, era obligado vestir sobre la túnica. La necesidad de usar este tipo de prenda era ante todo debida a que las hombreras debían quedar rectas, sin la inclinación propia de los hombros de un hombre ya que, de lo contrario, abriría el espacio del cuello y los petos y espaldares se cruzarían por la parte inferior, dejando espacios libres por donde herir. Para impedirlo, el SVBARMALIS dispondría de un acolchado en los hombros que hicieran de relleno y, además, servirían para absorber la conmoción producida por los golpes de las armas enemigas. 


En cuanto a la forma de vestir estas corazas, la opinión más generalizada es que se colocaban como si fuera un chaleco, sin precisar de la ayuda de ningún compañero ya que, por otro lado, su peso, de alrededor de los 9-11 kilos, no la hacían especialmente engorrosa. Como vemos en la secuencia de la derecha, los cierres y correas traseros permanecían abrochados en todo momento por lo que podía abrirse por delante todo lo necesario para introducir el cuerpo. Una vez colocada bastaba abrochar las cinchas y las dos mitades del peto.


Para su almacenaje, embalaje, etc., bastaba desabrochar las dos mitades de la parte abdominal y desengancharlas del tercio superior, quedando reducida a cuatro piezas que se colocaban una dentro de otra como vemos en la foto de la derecha. Del mismo modo, esta facilidad para desmontarla facilitaba enormemente la sustitución de piezas rotas o incluso su mantenimiento ya que, en base al desgaste observado en las réplicas usadas por los probos ciudadanos recreacionistas, una LORICA SEGMENTATA requería de una atención constante. Por un lado, las correas de cuero que mantenían la estructura de todo el conjunto debían tener en todo momento un punto óptimo de lubricación a base de grasa animal. Si se pasaban el cuero cedería, dejando "caer" las cinchas por ser demasiado flexible. Si el engrasado era escaso, el cuero se resecaba, se agrietaba y, finalmente, se rompía. En cuanto a las piezas ferrosas, no hay constancia de que se las sometiera a algún tipo de tratamiento protector como el pavonado en caliente sumergiendo las piezas en aceite o la aplicación de algún tipo de pintura. La humedad, tanto ambiental como la producida por el sudor del usuario, debían obligar a una constante atención para secar y aceitar el hierro para impedir la aparición del óxido y, caso de ocurrir, verse obligados a eliminarlo frotando con arena fina. En todo caso, el VITIS del centurión sería un acicate lo suficientemente persuasivo para que todo el personal se preocupara de mantener su armadura en perfecto estado de revista.

Bueno, criaturas, con todo lo dicho imagino que ya no tendrán ninguna duda acerca de la composición de estas peculiares armaduras. De las características de cada tipología ya hablaremos en otra entrada, pero no olvidemos que la estructura y la morfología eran siempre las mismas salvo por el número de piezas y su distribución.

Hora de merendar. Me piro.

Hale, he dicho

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