viernes, 20 de agosto de 2021

RANGERS DE TEXAS. ORIGEN

 

Postal que muestra a un grupo de rangers en la época en que
a los criminales se les daban solo dos opciones: ser
abrasados a 
tiros o acabar colgando del pescuezo

Hace solo año y medio (sí, el tiempo fugaz y blablabla...) se publicó un artículo sobre el origen de los Rangers, la famosa unidad militar que tanta guerra llevan dando desde su creación por los british (Dios maldiga a Nelson) allá por el siglo XVIII. Al final del mismo se especificó que no debían ser confundidos con los Rangers de Texas, una unidad policial también sobradamente conocida de la que se han hecho tropocientas pelis, nutrida por ciudadanos más correosos que una cincha mulera y de los que encienden una cerilla frotándola enérgicamente en sus curtidas jetas. Ya hemos tenido algún contacto con esos eficientes policías cuando dimos pelos y señales de la caza y ejecución extra-judicial de los malvados Bonnie Parker y Clyde Barrow a manos de Frank Hamer, Manny Gault y la entusiasta colaboración totalmente desinteresada del sheriff de Bienville Parish y uno de sus ayudantes más otros dos probos homicidas recomendados por el sheriff del condado de Dallas. Pero, como suele pasar, hasta los cuñados saben de este tipo de unidades policiales o militares porque siempre pescan algún documental que narra algunos de sus hechos más sonados. Sin embargo, sus orígenes ya son harina de otro costal porque, en muchos casos, no están directamente relacionados con la evolución que han ido teniendo a lo largo de los años. En fin, en el mentado artículo anuncié que "más adelante"- en mi caso, período de duración indeterminado que va desde un par de días a varios años como ya saben mis lectores más veteranos- hablaría de los Rangers de Texas por lo que hacerlo con una demora de solo año y medio no solo es un logro, es un milagro, qué carajo...

Stephen Austin (1793-1836)

Bien, en el caso de los Rangers de Texas nos encontramos también un origen bastante alejado de los implacables defensores de la ley que acribillan a balazos sin ningún tipo de complejos a nocivos criminales o que dan caña sin descanso a los narcotraficantes mejicanos. La creación de esta unidad policial tuvo unas motivaciones mucho más siniestras y bastante alejadas del concepto policial dedicado a mantener el orden y preservar la ley, siendo en realidad originada simple y llanamente para exterminar a las poblaciones de indígenas que llevaban por aquellos lares desde tiempos de Adán pero que, según dijo Stephen Fuller Austin, considerado como el "Padre de Texas"- el padre anglosajón, porque antes de la llegada de los yankees Tejas había pertenecido a España-, refiriéndose a los karankawa, sus más enconados enemigos, "no habrá forma de someterlos salvo mediante el exterminio". Como vemos, Austin era un fiel seguidor de la doctrina anglosajona de acabar con todo bicho viviente que pudiera siquiera intentar convivir con ellos, justo lo opuesto al comportamiento de la vapuleada España que, desde siempre, promovía el mestizaje y la inclusión de los indígenas bajo sus normas, parte de nuestra historia ocultada por la leyenda negra que, últimamente, por fortuna está saliendo a relucir, que ya cansa ser por norma los malos de la película mientras que los anglosajones aún son los buenos a pesar de haber exterminado naciones enteras de indígenas, que ya sabemos que los yankees no buscaban otra cosa que quedarse con sus tierras a cualquier precio, como han hecho siempre. Dicho esto, ¿cómo pues llegaron los yankees a Texas, un territorio que en aquel momento aún pertenecía a la corona española? Pues a ello vamos...

El inmenso Virreinato de Nueva España a finales del siglo
XVIII. Los yankees acabaron robándole a Méjico todo el tercio
norte, mientras que América central se fragmentó en pequeños
países. Como se ve en el detalle, abarcaba hasta las Filipinas
Texas no era precisamente el paraíso terrenal. Desde siempre había sido un territorio al que España no había prestado especial atención por la escasez de recursos (lo del petróleo aún no estaba de moda), y en la época que nos ocupa solo había tres poblaciones en todo el territorio: San Antonio de Béjar, Nacogdoches y Bahía del Espíritu Santo, luego rebautizada por los herejes anglosajones como Goliad. A principios del siglo XVIII se enviaron varios frailes para intentar civilizar un poco a los nativos, pero la peligrosidad del territorio y la hostilidad de sus habitantes los hizo desistir. En 1765, el mariscal de campo Cayetano Pignatelli y Rubí, III marqués de Rubí, fue nombrado por Carlos III inspector de los presidios de las fronteras del virreinato de Nueva España, un inmenso territorio que ocupaba la actual América central, Méjico, las islas del Caribe y las dos terceras partes de lo que hoy son los Estados Unidos (Dios maldiga a Hearst), y cuando visitó Texas un año más tarde se limitó a afirmar que "el país debería devolverse a la naturaleza y a los indios", por lo que es obvio que no le pareció nada provechosa la permanencia española en aquella tierra hostil cuya posesión solo costaba dinero y medios. Los pobladores eran ciudadanos-indígenas sumamente sensibles a la presencia del "ojo blanco": comanche, kiowa, cherokee, tawakoni, waco, tonkawa, delaware, caddo entre otros, más los karankawa antes mencionados que, según las malas lenguas, eran poco más que animales, que devoraban a otros ciudadanos y que para hablar se limitaban a emitir gruñidos que les salían del estómago, sin llegar en realidad a articular palabras con la boca. Obviamente, esas afirmaciones eran producto de los prejuicios de los colonos llegados de las antiguas colonias británicas, y el canibalismo ya sabemos que ha sido siempre un ritual seguido por muchas culturas, pero no como una forma de nutrirse sino para apoderarse de las virtudes y la fuerza de los enemigos vencidos en combate
.

Moses Austin (1761-1821)
Ese era el panorama cuando, en 1820, un ambicioso emprendedor natural de Durham (Connecticut), llamado Moses Austin se presentó en el presidio de San Antonio de Béjar y solicitó al coronel Antonio Martínez, último gobernador español del territorio, colonizar Texas con 300 familias procedentes de los flamantes Estados Unidos. Apenas un año más tarde, Méjico se independizó de España, y el tema de la colonización estaba aún pendiente de solventar, haciéndose cargo del asunto José Félix Trespalacios, el nuevo gobernador mejicano de Coahuila y Texas, que acordó con Austin el traslado de los colonos porque, como había ocurrido durante el dominio español, aquel territorio no era precisamente el edén. El acuerdo obligaba a los colonos a abrazar la religión católica y acatar las leyes mejicanas. A cambio, se les concedían 20.000 acres (8.093 Ha.) que los mayores de 21 años podían adquirir a un precio irrisorio ya que una familia con dos críos podía comprar hasta 1.280 acres (520 Ha.) a un precio de 12,6 centavos por acre. A modo comparativo, con lo que costaban 80 acres (32 Ha.) en su tierra de origen se podían comprar más de 4.000 (1.619 Ha.) en Texas, lo que permitiría pasar de ser un propietario de chichinabo a un terrateniente de medio pelo.

Poblado karankawa en la costa de Texas
Muy contentito por el éxito obtenido, Austin volvió a Missouri para organizar el cotarro, reunir a las 300 familias y preparar el viaje. Sin embargo se le debió indigestar el logro obtenido porque palmó en junio de aquel mismo año. Pero los dados ya estaban lanzados, así que el proyecto siguió adelante bajo la dirección de su hijo Stephen, que empezó a reclutar personal para largarse a la tierra prometida a pesar de que la promesa que les esperaba no era precisamente unas vacaciones en una colonia rural de lujo. Mientras se iban ultimando los preparativos, Austin hijo decidió llevar a cabo un viaje de inspección para ir reconociendo el terreno. Apenas dejó a su progenitor acomodado en la fosa se puso en camino acompañado de una docena de hombres que, durante dos meses, se dieron unas caminatas antológicas hasta dar con una zona situada al este de Texas que, por su clima suave y sus lluvias moderadas prometían ser la tierra ideal donde empezar su nueva vida. Fue en ese viaje, concretamente el 17 se septiembre, cuando Austin entró en contacto por primera vez con los karankawa.

Territorio ocupado por los karankawa. Esta nación fue, como muchas
otras, exterminada por completo por los yankees sin que nadie hasta
ahora les haya pedido cuentas por semejante abominación

Una quincena de ellos les salió al encuentro, y su aspecto formidable acojonó bastante a los exploradores. Muy altos (medían metro ochenta como poco), musculosos y cubiertos de tatuajes, ofrecían una apariencia bastante intimidante. Sin embargo, no solo no se mostraron hostiles, sino que incluso les ofrecieron llevarlos a su campamento, cosa que rechazó Austin porque había oído historias sobre estos ciudadanos-indígenas nada tranquilizadoras. No obstante, acabaron yendo con ellos y hasta les explicaron- en español por cierto- cómo moverse por aquel intrincado territorio, a cambio de lo cual y en un arrebato de generosidad anglosajona, Austin les regaló un poco de tabaco y una sartén. Sin embargo, cuando se marcharon del campamento de los karankawa ya tenía metido en la cabeza que eran más animales que humanos, y que "...estos indios pueden ser llamados enemigos universales del hombre". Menos mal que los recibieron de buen grado al ingrato de los cojones este...

En cuanto al nuevo gobierno de Méjico, como suele ser habitual en estos casos, andaban muy entretenidos peleándose por el poder así que vieron la colonización como una forma de quitarse el mochuelo de tener que andar controlando las andanzas de los belicosos ciudadanos-indígenas, de los que se harían cargo los colonos si querían vivir en paz. Pero ese fue el primer gran error del nuevo país, porque abrir la puerta a los anglosajones les costó al cabo del tiempo ver su nación de nuevo cuño, cuya frontera norte llegaba al Canadá, reducida a la mitad, fagocitado por los anglosajones cuando les arrebataron inicialmente su tierra de adopción y, posteriormente, la zona central y occidental del norte del antiguo Virreinato. A la izquierda hemos sobrepuesto sobre el territorio que abarcaba el Virreinato de Nueva España lo que quedó de Méjico tras permitir la tóxica infiltración de los anglosajones. Es lo que tiene salirse de un imperio para ser..."libres". Abro un paréntesis para comentar un detalle curioso: los indigenistas que últimamente derriban las estatuas de los hombres que los liberaron de la tiranía azteca, les dieron una lengua común, una civilización moderna, infraestructuras, universidades y ciudades, jamás abren el pico contra sus vecinos del norte que, no solo les robaron la mitad del país, sino que los persiguen como alimañas cuando tratan de cruzar la frontera que, para colmo, el ciudadano Trumpeta ha blindado como los rusos hicieron con Berlín. Paradójico, pero cierto. Cierro el paréntesis.

En rojo aparece el territorio donde se asentaron los primeros
colonos, en las fértiles tierras situadas entre los ríos Brazos y
Colorado

Una vez inspeccionado el territorio, los colonos se pusieron en camino. Procedían mayoritariamente de los estados de Alabama, Arkansas, Missouri, Luisiana y Tennessee, instituyéndose Austin como el "empresario" (en español), a modo de título que le confería un liderazgo nominal ya que en Texas, de facto, no había nadie que se molestara en imponer orden, ni había ningún tipo de milicia o policía enviada por el gobierno mejicano que, cómo no, seguía a la gresca por ver quién mandaba más. Y como ya podrán imaginar, los "intercambios culturales" entre los ciudadanos-indígenas y los colonos no tardaron en celebrarse. Los anglosajones daban por sentado que los indios eran por sistema unos salvajes cuya principal ocupación era robar, y si bien es cierto que se llevaron a cabo incursiones contra los colonos para trincar caballos y, en ocasiones, mujeres y crías, también es cierto que hubo otros muchos casos en que simples aproximaciones sin intenciones hostiles fueron rechazadas de forma muy violenta. Y, de hecho, todos los robos o intentos de los mismos llevados a cabo por las tribus de la zona fueron seguidos por represalias absolutamente contundentes. 

Austin en plena disertación didáctica para hacer ver
a sus paisanos que los ciudadanos-indígenas no eran
unos sujetos recomendables, y que lo más sensato era
no dejar ni uno vivo. De forma unánime, todos estuvieron
de acuerdo con su líder

Un ejemplo muy ilustrativo los tenemos en un tal Abraham Alley, un fulano de origen gabacho que narraba como varios indios waco y tawakonis se acercaron a pie a un asentamiento a orillas del Colorado. Aunque sus intenciones eran pacíficas, el hecho de ir a pie ya les hizo sospechar que a lo que iban era a inspeccionar si los colonos disponían de caballos para robárselos. Tras marcharse pacíficamente, Alley y varios hombres más fueron aquella misma noche en su busca, dieron con el campamento y, sin más historias, abrieron fuego contra ellos. A los indios solo les quedó la opción de largarse a toda velocidad, si bien los colonos no dejaron de disparar hasta que literalmente quedaron fuera del alcance de sus largos rifles Kentucky y Pensilvania con que solían ir armados y con los que tenían una precisión mortífera.

Un episodio similar lo protagonizó otro colono llamado John Fenn que, según aseguró, vio cómo los karankawa habían matado a una niña secuestrada para, a continuación, comérsela tras cuartearla. Aquella noche atacaron el poblado, matando a todos sus habitantes excepto a una mujer y dos críos que pudieron escapar. Pero estos desdichados no se iban a escapar de la venganza, ya que fueron rastreados hasta dar con ellos escondidos bajo un árbol. Tras discutirr qué hacer con ellos, finalmente "...decidieron que era mejor exterminar a esa raza" (Fenn dixit). Es más que probable que muchos de estos relatos sobre las atrocidades de los indios fueran exagerados o, simplemente inventados para promover un invencible odio hacia ellos y que nadie pusiera en tela de juicio que exterminar sin más a toda una tribu estaba feo, y más si era para apoderarse de las pequeñas parcelas de terreno que ocupaban porque, como sabemos, estos ciudadanos-indígenas vivían principalmente de la caza y la pesca, y solo la que necesitaban para su sustento.

Negros dando el callo en un asentamiento. Muchos intentaron
escapar a Méjico cuándo este país abolió la esclavitud en 1829

En fin, broncas aparte, la cuestión es que la colonización se desarrolló tal como estaba planeado. Austin trincó una inmensa extensión de ubérrimas tierras a lo largo de los ríos Colorado, Brazos, San Jacinto y San Bernardo donde, como está mandado, introdujo esclavos traídos del norte, abominable costumbre que siguieron los "Antiguos Trescientos", como llamaban a los primeros colonos, porque eso de la mano de obra gratis permite obtener suculentos beneficios. Por otro lado, la colonización fue muy bien aceptada por la escasa población mejicana de la zona, apenas unas 2.500 almas, que se vieron menos desamparadas ante la hostilidad de los indios a la vista de que el gobierno mejicano pasaba olímpicamente de velar por la seguridad de los vecinos. Con todo, las escaramuzas no cesaron y este continuo estado de guerra a pequeña escala, con represalias de la represalia de la represalia que, sin solución de continuidad iban teniendo lugar sin prisa pero sin pausa, fue lo que dio lugar a la formación de los Rangers de Texas.

Ilustración británica de la época que muestra el aspecto de
los primeros Rangers

El 7 de enero de 1823, John Tumlinson, alcalde del distrito de Colorado, y Robert Kuykendall, comandante de la milicia del distrito, enviaron al gobernador Trespalacios una solicitud para formar una pequeña compañía de milicianos para proteger los asentamientos de los colonos que vivían en la parte baja de los ríos Colorado y Brazos. Trespalacios debió ver el cielo abierto, porque esa milicia urbana le liberaba de los quebraderos de cabeza de los puñeteros indios, así que no dudó en autorizar la formación de la misma el 5 de mayo siguiente. Sin más demora se procedió a reclutar un ínfimo pelotón formado por apenas diez hombres. Al mando pusieron a un antiguo teniente del ejército llamado Moses Morrison, un enérgico veterano de 30 años con conocimientos militares para acometer exitosamente el encargo recibido. Su contingente era lo mínimo que se despachaba: Pumpry Burnett, John Smith, Samuel Sims, William Kingston, Caleb Boswick, John McCroscky, Jessie Robinson, John Frazer y Aron Linville. Y se acabo. Nueve fulanos al mando de un teniente para controlar un territorio un poco bastante extenso. Todos tenían entre veintitantos y treinta y pocos años excepto Frazer y Linville, que ya eran cuarentones. En cuanto al equipo, se lo tuvieron que buscar ellos mismos. A sus armas de caza añadieron un penco para cada uno excepto Smith, que ya tenía uno propio, y ni siquiera les facilitaron un uniforme ni tampoco un estipendio a cambio de sus servicios si bien es posible que Austin se hiciera cargo de gratificarles de alguna forma. Resumiendo, estos fueron los primeros diez Rangers de Texas de la historia, y el germen de una de las unidades policiales más famosas del mundo gracias ante todo al cine, que se ha preocupado de divulgar sus hazañas.

Comanche a caballo. De todas las tribus que se movían por Texas,
estos ciudadanos-indígenas eran con diferencia los más belicosos,
y desde la llegada de los españoles ya habían dejado muy claro que
no tenían el más mínimo interés en realizar intercambios culturales

Su misión inicial era construir una pequeña línea de blocaos en la desembocadura del río Colorado, pero al cabo de dos meses habían sido incapaces de construir uno solo ya que tenían que dedicar la mayor parte del tiempo en cazar o pescar para poder comer, y el gasto de munición menguó de tal forma que decidieron volver porque, caso de ser atacados, se verían con los cráneos pelados en un periquete. Sus comienzos no fueron pues especialmente brillantes, y menos cuando tuvieron noticia de que al alcalde John Tumlinson, que se dirigía a San Antonio a adquirir munición, le echaron el guante unos wacos y lo filetearon como si tal cosa. Kuykendall, el jefe de la milicia, no corrió mejor suerte. Un karankawa le asestó tal golpe en la cabeza con una clava que lo dejó ciego y paralizado, casi seguramente a causa de la compresión que ejercería en el cerebro los fragmentos de cráneo roto. Un matasanos se atrevió a hacerle una trepanación para extraerle los cachos y aliviar la presión sobre la sesera, pero con tanto éxito que el bueno Kuykendall no vivió para contarlo.

Rangers atacando un poblado indio. El acoso al que
sometieron a las tribus asentadas en el territorio desde
hacía siglos y siglos fue implacable

Austin no era capaz de digerir aquello, y menos si tenemos en cuenta su animadversión contra los ciudadanos-indígenas. Tras el fiasco de la unidad de Morrisson se organizaron otros pelotones que tampoco fueron capaces de impedir los ataques de los indios, que campaban a sus anchas por meras cuestiones numéricas. Ellos eran muchos y los Rangers eran literalmente cuatro gatos, y encima colonos sin preparación militar que lo único que sabían hacer era disparar razonablemente bien, pero poco más. La mezcla de miedo y odio hacia los karankawa llegó a tales extremos que los colonos abrían fuego contra ellos solo con echarles la vista encima, sin pararse a preguntarles qué querían o a dónde se dirigían, así que los indios accedieron, con la mediación de un cura mejicano, a abandonar sus tierras junto a los ríos Brazos, Lavaca y Colorado para cedérselas a los siempre ávidos colonos. No pasó mucho tiempo hasta que se dieron cuenta de que les habían tomado el pelo porque esas tierras eran lo mejorcito del territorio, así que sin dudarlo mucho volvieron a recuperarlas. Los colonos, muy cabreados, pusieron sobre aviso a Austin, que a su vez envió una misiva al gobernador quejándose de la situación de peligro que vivían por culpa de los malvados karankawa, que habían roto el tratado. Pero a Austin no le hacía falta el beneplácito del gobierno mejicano para atajar el problema, advirtiendo en la carta que "...en vista de la seguridad de nuestra gente, me he visto obligado a dar la orden al teniente de la milicia de perseguir y matar a todos esos indios dondequiera que se encuentren". Eso, hoy día, es genocidio de manual, pero los malos seguimos siendo los españoles, ya ven qué tontería...

De izda. a dcha., un tawakoni y un tonkawa. En esta ocasión, los
colonos aprovecharon las disputas tribales para acabar con todos

Pero el exterminio de los karankawa no puso ni remotamente punto y final a los conflictos. Austin estaba decidido a acabar con todos como fuera y agarrándose a cualquier excusa. En 1826, un grupo de 16 tawakoni se introdujeron en las tierras de Austin para perseguir a sus enemigos de toda la vida, los tonkawas. Los tawakoni tenían la fea costumbre de, aprovechando cualquier movida, trincar todos los caballos que se les ponían a tiro. La represalia no se hizo esperar. En abril de aquel año, una milicia de 31 hombres al mando del capitán James Ross atacó el campamento tawakoni, liquidando allí mismo a ocho de ellos e hiriendo a otros cinco. 

Indios de la tribu waco
Austin había planeado llevar a cabo otra acción punitiva contra los waco formando una milicia apoyada por indios aliados que, obviamente, eran enemigos de los waco, en este caso cherokee, shawnee y delaware, pero el gobernador militar mejicano, que ya empezaba a mosquearse con la libertad con que los colonos actuaban por su cuenta, ordenó demorar la incursión hasta disponer de tropas regulares que la llevaran a cabo. Los indios aprovecharon el retraso para seguir haciendo de las suyas, robando caballos y matando algún que otro colono que les hacía frente. Visto lo visto, Austin reunió a los representantes de las seis milicias en activo en aquel momento para formar una fuerza permanente de entre 20 y 30 hombres, acordando que cada colono debía servir durante un mes por cada media legua de tierra que poseyera. Cómo vemos, la lejanía de los órganos de poder estatal, así como el escaso interés por intervenir en la zona permitió a los colonos actuar cada vez más por su cuenta, habituándose a tomar sus propias decisiones y a dar explicaciones, si se las pedían, a hechos consumados. Más aún, de su juramento de seguir la religión católica y acatar la ley mejicana se olvidaron en cuanto vieron que nadie iba a ir allí a ponerles las peras a cuarto. Incluso habiendo sido abolida oficialmente la esclavitud en 1829, los colonos hicieron caso omiso y siguieron con sus negros traídos de los mercados de Galveston y de Cuba mediante traficantes british o yankees.

Anastasio Bustamante (1780-1853). Sus leyes para
atajar las libertades que los colonos se tomaban sin
tener en cuenta al gobierno fueron la excusa perfecta
para empezar a tramar la forma de separarse del
país que los había acogido de buen grado

En 1830, la población de Texas había aumentado considerablemente. De ser cuatro gatos, por aquellas fechas el número de tejanos nativos se había duplicado hasta los 5.000 vecinos, a los que había que añadir 11.000 anglosajones y 3.000 eslavos. Entre eso y su actitud tendente a hacer lo que les daba la gana, el mosqueo en el gobierno mejicano aumentó notablemente porque veían que aquella tierra se iba a acabar convirtiendo en un cortijo yankee. El 6 de abril de 1830, el presidente Anastasio Bustamante prohibió la inmigración de más yankees al territorio tejano, así como a comerciar y a no recibir ningún tipo de subvención, la importación de esclavos y, para vigilar que todo se cumplía, ordenó el envío de un contingente del ejército regular. Como pueden imaginar, esto sentó como una patada en la boca del estómago a los colonos que tantos desvelos llevaban pasados en aquellos años para lograr alejar la amenaza de los indios, así que el camino a la rebelión estaba ya marcado. Como comentamos al principio, la permisividad de Méjico al ceder tierras a los yankees fue abrir la puerta a la mayor raza de mangantes del planeta, y una vez dentro no se iban a achantar como si tal cosa. Los colonos solicitaron una autonomía para hacer y deshacer en su territorio si bien no exigían la independencia de Méjico, pero el gobierno dio por sentado que darles la autonomía se vería seguida en no mucho tiempo de, o bien una secesión o, peor aún, una anexión con los Estados Unidos, cómo sí acabó sucediendo. La chispa ya había prendido, y los Rangers formarían las milicias para ayudar a los colonos a mandar a hacer puñetas a los mejicanos, pero eso ya es otra historia. Hoy tocaba narrar su origen, y con lo contado ya creo que ha quedado bastante claro.

Como hemos visto, los Rangers surgieron como una fuerza represiva que, más que mantener la paz en el territorio, se dedicó a practicar una guerra sin cuartel contra las tribus que lo habitaban, de forma que acabaran exterminados u optaran por largarse bien lejos. Austin, el "Padre de Texas", nunca ocultó su odio a muerte contra los ciudadanos-indígenas, y menos aún se privó de fomentar la más enconada persecución contra ellos, pasando de la legítima defensa al acoso más despiadado. Una vez obtenida la independencia de Méjico, los Rangers siguieron siendo la principal herramienta para rematar el trabajo de exterminio iniciado contra los karankawa. Como colofón, comentar que los actualmente celebrados agentes de la ley tuvieron un origen tan tenebroso como los Einsatzgruppen tedescos, cuya misión era buscar y exterminar a todo aquel que no perteneciera a su raza elegida. Así actuaron los "líderes del mundo libre" que van dando lecciones de ética y democracia por todo el planeta. Para mear y no echar gota, vaya...

Bueno, s'acabó lo que se daba. De la posterior evolución de estos probos exterminadores ya hablaremos...más adelante.

Hale, he dicho

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Los "Diablos Tejanos" entrando en una población mejicana durante la guerra con sus antiguos anfitriones. Nunca pudieron imaginar qué clase de bichos permitieron asentarse en su territorio, porque la broma les salió carísima. Ya saben la fábula del escorpión y la rana, ¿no? Te pico porque es mi naturaleza...

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