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Grupos de VELITES infiltrándose entre los paquidermos enemigos, a los que hostigan arrojándole sus aguzadas jabalinas para cabrearlos y romper la formación |
Hace ya varios cientos de lustros virtuales publicamos un articulillo sobre los VELITES, la infantería ligera del ejército romano durante la República. Como recordarán, y si no lo recuerdan echen un vistazo al mismo pinchando en el enlace, estos probos homicidas eran los ciudadanos-soldados con menos poder adquisitivo de la augusta Roma. Como ya se explicó en su día, en aquellos tiempos, la aspirante a capital del imperio carecía de ejército profesional, por lo que cada ciudadano acudía a la llamada de las armas pagándose su panoplia de su bolsillo y, por ende, era destinado a una unidad conforme a las características del mismo. El ejército se dividía en HASTATI, PRINCIPES y TRIARII, que conformaban la infantería pesada, más los EQVITES pertenecientes a las clases más pudientes ya que podían pagarse un penco para no tener que caminar mucho. Los menos pudientes eran los VELITES (hagan el favor de pronunciar "uelites", con U), que nutrían la infantería ligera y que, por la misma razón, eran los menos pudientes de todos.
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VELES dispuesto para el combate. Su mínimo armamento defensivo, limitado a la PARMA, le permitía más agilidad y velocidad que sus compañeros de la infantería pesada |
Cada legión contaba entre sus efectivos con 1.200 VELITES cuya misión era mucho más importante de lo que se suele pensar, siendo generalmente más tenida en cuenta la infantería pesada que se movía por el campo de batalla conforme al despliegue táctico propio de los helenos, la falange, pero sin el apoyo de los VELITES podían tenerlo bastante crudo. Estos hombres, generalmente los más jóvenes del ejército- de ahí por lo general sus escasos medios económicos-, podían ofrecer dos ventajas innegables: una, su juventud y agilidad les permitían moverse rápidamente donde su presencia era requerida; y dos, su escaso armamento les facilitaba esa rapidez para desplegarse, si bien no por ello ofrecían una capacidad ofensiva despreciable. Como ya vimos en su momento, su panoplia defensiva se limitaba a un casco baratucho de bronce o, simplemente, nada, y a una PARMA, una rodela mucho más liviana y manejable que el SCVTVM de la infantería pesada. En cuando a las arma ofensivas, solo portaban un gladio o un puñal y tres o cuatro HASTÆ VELITARIS, unos dardos de pequeño tamaño que eran la base de su panoplia y con los que hacían mucho más daño de lo que imaginan. Sin embargo, poco se habla de esas armas que, a lo tonto, eran capaces de deshacer una carga de caballería, de elefantes o de diezmar un cuadro de infantería enemiga, tras lo cual salían echando leches a sus líneas en busca de la protección que les brindaban sus compañeros de armas. El gladio quedaba relegado a las escasas ocasiones en las que se veían obligados a llegar al cuerpo a cuerpo, por lo que su arma principal era el HASTA VELITARIS o VERUTVM, un chisme bastante ignorado y que, por ello, será el protagonista de este articulillo. Bueno, al grano...
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Ojo, que eso de la infantería ligera tampoco lo inventaron los romanos. Ahí ven a un peltasta tracio dando guerra en tiempos del macedonio Alejandro, allá por el 300 a.C. Como se puede comprobar, su panoplia es idéntica a la romana |
Ante todo, debemos tener en cuenta algunos detalles que se suelen pasar por alto. Como ya saben, la infantería pesada procedía al lanzamiento de sus PILA tras el IMPETVS contra la formación enemiga. Al marchar en filas compactas, las probabilidades de herir o matar a un enemigo eran bastante grandes, por lo que el infante no tenía que ser un fenómeno a la hora de buscar precisión en sus lanzamientos. Con ser capaz de cubrir la distancia habitual ya había cumplido. Su PILVM, provisto de una enorme capacidad de penetración, atravesaría el escudo de cualquier cuñado con la energía suficiente para herirlo o, en el peor de los casos, obligarle a soltar el escudo porque el peso de la lanza lo hacía inmanejable, y pretender arrancarlo en plena fiesta era misión imposible. Sin embargo, el VELES se veía obligado a tener una precisión mucho mayor tanto en cuanto no solía arrojar sus HASTÆ VELITARIS contra una masa compacta, sino contra objetivos mucho más dispersos: infantería ligera enemiga durante una escaramuza, caballería que se cruzaba con ellos a toda velocidad o incluso diez o doce elefantes que, aunque lentos y torpones, iban tripulados por uno o dos arqueros que podían mantener a distancia a los VELITES antes de que estos pudieran ofenderlos. Por lo tanto, tenían que tener una destreza notable en el lanzamiento de sus dardos, y no le quedaba otra que aprovechar cada uno de ellos si no querían verse "sin munición" en plena movida. Luego hablaremos con detalle de la dotación de VERVTI de la que disponían. Como es obvio, lograr esa destreza en un ejército profesional en el que se podían pasar horas practicando no tenía ningún misterio, pero cuando se era el ciudadano panadero, el ciudadano curtidor o el ciudadano albañil que acudían a la llamadas de las armas de higos a brevas, la cosa ya no era tan fácil. Un currante tenía que calentar el puchero a diario, y no tenía mucho interés y aún menos tiempo para irse a un descampado a hacer prácticas.
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VELITES cabreando seriamente a los cartagineses que tripulan un elefante un poco pasado de tamaño para los que se usaban en realidad. En todo caso, un grupo de estos infantes podía convertir al paquidermo en un acerico en un periquete, matándolo por la abundante hemorragia producida por las HASTÆ VELITARIS que penetraban hasta sus entrañas |
Y no solo tenían que adquirir la destreza necesaria para acertar en el blanco, sino también la potencia mínima para lograr el máximo alcance posible con la suficiente energía como para ofender a los enemigos. Como ya sabemos, la energía cinética se obtiene de la masa y la velocidad del proyectil, por lo que un dardo ligero, pero muy rápido o pesado pero muy ligero o lento no tenían la efectividad que lograba una combinación de ambos factores- velocidad y masa- capaz de perforar un escudo o una coraza enemigos y, además, hacer carne y penetrar en el cuerpo produciendo una herida grave o mortal. Y, por otro lado, cuanto más alcance se lograse, más fácil era mantener alejados a los enemigos ávidos de devorar sus vísceras bien regadas con GARVM. En resumen, ser destinado como VELES no era precisamente ningún chollo, y más si consideramos que eran los primeros en empezar a establecer escaramuzas con el enemigo, acudir con presteza como apoyo al lugar del campo de batalla donde hicieran falta refuerzos o adelantarse al ejército para realizar o prevenir emboscadas o divisar los movimientos enemigos. ¿Qué cómo sabemos si estos ciudadanos eran capaces de alcanzar la destreza necesaria para el desempeño de sus funciones? Pues esa es la cosa, que no lo sabemos. Nadie ha dejado constancia de las actividades del personal cuando no estaban sujetos a filas y se dedicaban a sus oficios, de modo que, lo más que podemos hacer es suponer que, en efecto, dedicarían parte de su tiempo a ir adquiriendo cada vez más destreza en el manejo de las armas, entre otras cosas porque les iba la vida en ello.
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VELES con su panoplia al completo. Obsérvense los distintos yelmos que solían emplear. Los tres superiores son del tipo Montefortino galo que fue adoptado por todo el ejército romano |
Bien, la cosa es que no han llegado a nosotros testimonios gráficos de los VELITES, ni en forma escultórica ni pictórica. Supongo que nadie mandaría decorar su TABLINVM (el despacho del PATER FAMILIAS) o el ATRIVM con las tropas más pobretonas del ejército, prefiriendo poner al peleida Aquiles dándole estopa al priamida Héctor ante los muros de Troya o, mejor aún, a Vercingétorix humillado ante Roma. Sin embargo, afortunadamente, sí disponemos de fuentes históricas solventes con las que reconstruir de forma bastante aproximada el aspecto de estos inopes homicidas. La más detallada procede de Polibio, el cual fue enviado como rehén a Roma en 167 a.C. tras la batalla de Pidna y tuvo ocasión de empaparse a fondo acerca del universo de los futuros amos del mundo. En su Libro VI de "Historias" nos dice que a los VELITES "...se les ordena llevar una espada, jabalinas y un escudo, el cual es fuerte y lo suficientemente grande como para brindar protección, es circular y mide tres pies de diámetro (1 metro). También usan un casco sencillo, y a veces lo cubren con una piel de lobo o algo similar para protegerse y actuar como un distintivo por el cual sus jefes pueden reconocerlos y juzgar si luchan con valentía o no".
Y de la misma forma que nos describió a los VELITES, Polibio también se tomó la molestia de legarnos en aspecto de su arma principal, la HASTA VELITARIS. Con todo, debemos tener en cuenta un detalle, y es que no había una estandarización en lo referente a su longitud y tipo de moharra. Al cabo, los PILA de la infantería pesada tampoco observaban una uniformidad determinada, y en ambos casos podemos decir que, partiendo de un patrón básico, cada unidad o en cada provincia se fabricaban de una forma u otra, quizás considerando el enemigo a batir. No era lo mismo tener que vulnerar la gruesa piel de un elefante que el fino pellejo de un nubio, por poner un ejemplo.
Bien, según el probo Polibio, la HASTA VELITARIS tenía un asta de dos codos de longitud (90 cm.), y estaba armada con una moharra de alrededor de un palmo, uséase, unos 20 cm. si bien en este detalle nos extenderemos un poco más adelante. Su morfología era más básica que la sesera de un alcalde de pueblo: un cubo de enmangue del que emergía una larga pica cuadrangular que se iba afilando hacia la punta hasta convertirla literalmente en una aguja o bien en una mínima pirámide, también cuadrangular, lo que aumentaba enormemente su poder de penetración. El grosor del asta, en base a los ejemplares que se han hallado, oscilaba entre los 17 y los 19 mm., y se solían usar maderas muy densas para aumentar el peso de estas armas y dar, en lo posible, más estabilidad a su vuelo. Generalmente se recurría al fresno o al cornejo, un arbusto que produce gran cantidad de ramas bastante derechitas y que, como su nombre genérico indica, era duro como un cuerno (CORNVS, de donde proviene el término cornejo). Esto no era óbice para que se emplearan otros tipos de madera en caso de no disponer de las mencionadas, como haya, castaño, etc. En la ilustración de la izquierda hemos recreado las moharras más generalizadas de estos chismes. En A podemos ver una cuyo proceso de forjado está casi concluido. Tras dar forma a la moharra, se bate el extremo inferior hasta convertirlo en una lámina, la cual será enrollada para formar el cubo de enmangue tal como vemos en B. El cubo no se soldaba, sino que ambos extremos de la chapa se solapaban sin más. Al ser unida la moharra al asta mediante un pasador remachado, el conjunto era lo bastante sólido. En C tenemos otra tipología, en este caso la descrita por Polibio: un hierro aguzado de sección cuadrangular sin más y el cubo de enmangue.
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Varias moharras procedentes del yacimiento de Šmihel, en Eslovenia. Se pueden apreciar los diversos grados de deformación de las mismas |
Estas moharras se deformaban fácilmente tanto al impactar contra un escudo enemigo como si se clavaban en el suelo. ¿Recuerdan la famosa polémica acerca de este efecto provocado en los PILA? Bueno, pues aquí no hay polémicas ni leches. Esos hierros tan finos se doblaban una cosa mala, y se tiene constancia de ello gracias a la cantidad de ejemplares hallados en contextos que no dejan lugar a dudas. Más aún, al clavarse en un escudo, lo habitual era que se deformasen aún más si se intentaba extraer, por lo que tenía lugar el archimanido efecto que obligaba al dueño del escudo a deshacerse de él por razones obvias, dejándolo descubierto ante sus enemigos. Siendo la dotación de HASTÆ VELITARIS más bien escasita- tres o, a lo sumo, cuatro unidades-, y considerando que en una simple escaramuza inicial podían agotarlos, parece ser que los reparaban en plena batalla. Marco Anneo Lucano lo explica claramente cuando dice que "...TVNC OMNIS LANCEA SAXO ERIGITVR" (... luego, las lanzas se enderezaban con una piedra), lo que nos induce a pensar que, tras un choque inicial y como era norma en los VELITES, estos se retiraban tras los HASTATI hasta que llegase el momento de actuar nuevamente, momento que aprovecharían para, tras recoger las HASTÆ tiradas por el suelo, enderezar en lo posible las moharras golpeándolas con una piedra. No debía ser muy complicado tanto en cuando no estaban templadas. Aún más, al final de la batalla se podrían recoger y ponerlas en manos de los herreros de la legión, que las repararían a base de forja o, llegado el caso, cortarían la parte deteriorada y las afilarían de nuevo, lo que explicaría la diferencia de longitudes entre moharras.
Pero este diseño no era precisamente óptimo, especialmente en lo tocante a la precisión. Su corta asta y su escaso peso le daban una trayectoria bastante errática, de forma que más allá de los 15 o 20 metros a lo sumo era francamente difícil acertar a un blanco con forma y tamaño de primate. A todo ello contribuía el mínimo diámetro del asta, que impedía un agarre capaz de impulsar el arma aprovechando al máximo la fuerza del tirador, como ocurría con el PILVM. Observen la foto de la izquierda, donde podemos apreciar el agarre de una jabalina. Un asta de 15 o 20 mm. de diámetro se pierde en la mano, que cuando más grande sea peor lo tiene para obtener un buen lanzamiento. Si alguna vez han jugado a las batallitas, quizás recuerden que el impulso lo da solo la base del dedo índice, desaprovechando el potencial que proporciona el conjunto de la mano y la muñeca. Para remediarlo, los VELITES equipaban sus HASTÆ con un mínimo accesorio más antiguo que la tos, que como está mandado tampoco inventaron ellos y que les permitía mejorar notablemente el rendimiento del arma: el AMENTVM.
El AMENTVM era algo tan simple como una lazada hecha con una tira de cuero de unos 8 o 10 mm. de ancho que ya usaban tanto los guerreros como los atletas griegos en sus juegos olímpicos. De hecho, hay mogollón de testimonios gráficos de la época en los que aparecen probos lanzadores arrojando sus jabalinas provistos de este accesorio. En lo tocante a nuestros imperialistas, Polibio no hizo mención al mismo cuando describió a los VELITES, pero sabemos que lo usaban gracias a Cicerón, que menciona las HASTÆ VELITIBVS AMENTATÆ, uséase, las jabalinas de VELITES provistas de AMENTVM. AMENTVM es un palabro que no tiene traducción a otros idiomas actuales, y en sus Etimologías, mi paisano Isidoro se limita a decir que "... es una correa que se adapta a la parte central del asta de las armas arrojadizas. Y se denomina AMENTVM porque, atada en medio de la lanza, facilita su lanzamiento." Esta lazada birriosa era la clave para convertir una jabalina poco eficiente en un arma absolutamente temible ya que, además de impulsarla con más fuerza y velocidad, lo que aumentaba su energía cinética, le proporcionaba una trayectoria mucho más estable, tensa y, por ende más precisa. Un VELES bien adiestrado en su manejo pasaba de ser una simple mosca cojonera a un tábano que, si te picaba con su VERVTVM, te podía pasar de lado a lado como sardinilla malagueña en espeto. Pero no crean que el AMENTVM era una simple tira de cuero que se ponía en cualquier sitio y santas pascuas. Antes al contrario, su manejo requería una depurada técnica, y en función de las circunstancias se podía recurrir a más de una forma de uso.
Ante todo, el VELES debía estar muy familiarizado con sus armas y conocer el punto exacto del centro de gravedad, donde debía empuñarla. Hacerlo más adelante o más atrás darían como resultado un lanzamiento pésimo y, peor aún, con un alcance mínimo. El método de lanzamiento más habitual lo vemos en las fotos de la izquierda, por el que el asta se apoyaba en la mano siendo sujetada por los dedos meñique, anular y pulgar. El AMENTVM, de unos 20-25 cm. de largo, debía situarse de forma que el bucle quedara justo en el centro de gravedad del arma para obtener las mejores prestaciones. Dicho centro de gravedad lo hemos marcado de rojo en ambas astas. En cuanto a la forma de fijar el AMENTVM, tenemos dos, cada cual a elegir por su usuario. En A vemos un AMENTVM unido al asta mediante un nudo que podía incluso reforzarse con un pequeño clavo. Como es obvio, era la unión más sólida ya que impedía que la tira de cuero se deslizase por el asta en el momento del lanzamiento pero, por contra, si el AMENTVM se alargaba por el uso o una humedad excesiva, podía variar por completo las prestaciones del lanzamiento. En B tenemos otra forma, basada simplemente en un bucle (Fig. B') que se desliza hasta que el AMENTVM quede a la distancia exacta, dando así a más opciones según las circunstancias. Sea como fuere, en ambos casos el lanzamiento se realiza impulsando el arma con los dedos más potentes de la mano, el índice y el corazón.
A la derecha tenemos otra forma de colocar el AMENTVM. En este caso, y con la correa fijada de las dos maneras que ya hemos visto, se le da una vuelta alrededor del asta con la finalidad de imprimir al arma una rotación similar a la de un proyectil moderno. La idea era, como ya podrán imaginar, mejorar la estabilidad del vuelo hacia el objetivo. No obstante, había que calcular bien la porción de correa que envolvía el asta ya que, caso de darle más de una vuelta, el giro resultante hacía que a, a partir de los 15 metros aproximadamente, el arma girase en sentido lateral, impactando de lado y no de punta ya que al dar más vueltas al AMENTVM, este se aleja del centro de gravedad del arma, empeorando en lanzamiento. Todas estas experiencias son resultado, como ya supondrán, de pruebas llevadas a cabo actualmente con réplicas basadas en la descripción de Polibio, que dan como resultado una HASTA VELITARIS de aproximadamente 500 gramos de peso incluyendo el de una moharra de 210 gramos y una longitud total de 115 cm.
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VELES en plena acción. Observen cómo empuña su VERVTVM, y los dedos índice y corazón metidos en el AMENTVM |
En cuanto a las prestaciones obtenidas, la diferencia entre usar o no el AMENTVM es notable. Lanzándolo sin el mismo, la distancia obtenida oscila entre los 30-35 metros si el lanzamiento se realizaba en una posición estática. Si por el contrario se efectúa tras una carrera previa, se puede alargar hasta los 35-37 metros. Sin embargo, con el AMENTVM usado de la forma más habitual, que es la que vimos en primer lugar, el alcance se alarga hasta los 50-55 metros tanto si se lanza en posición estática como con carrera previa. Con el AMENTVM enrollado en el asta, la distancia se reducía un poco, alrededor de los 45-50 metros como máximo. No obstante, esto supone alrededor de un 40-50% más de alcance que sin el AMENTVM. En lo tocante a la capacidad de penetración sobre una coraza o peto de bronce, con el blanco a 15 metros o menos, sin AMENTVM se obtienen unos 11 mm., suficientes para provocar al menos una herida superficial. Curiosamente, a distancias cortas el rendimiento del AMENTVM es inferior, alcanzando solo 90 mm. Pero a 25 metros los resultados se invierten, logrando 60 mm. sin AMENTVM y 70 con el mismo. Obviamente, si el enemigo era alcanzado en una zona de su anatomía sin protección ya podía encomendarse a los dioses y tal, porque quedaba listo de papeles en un periquete.
Y para concluir, la enésima duda que devana las seseras de los aficionados a estos temas. ¿Cuál era la dotación de VERVTI de los VELITES? Livio menciona que el número de jabalinas era de siete por hombre, y ciertamente hay testimonio de ello. En la foto de la derecha podemos ver el monumento funerario datado en el siglo III d.C. de un tal Aurelio Muciano, que en su mano derecha empuña una especie de carcaj con al menos seis HASTÆ (puede que sean más). Sin embargo, salta a la vista que tantas astas, por finas que fuesen, no cabrían en una mano que, además, tenía que empuñar la manija del escudo. Por otro lado, no parece lógico que unas tropas a las que ante todo se les exigía movilidad y rapidez se vieran entorpecidos por ese chisme colgando de la espalda. Así pues, en lo que a mí respecta, solo caben dos opciones partiendo de la base que cada VELES no portaba en combate más de tres.
Opción 1: Cabe la posibilidad de que llevasen encima HASTÆ con distintos tipos de moharra, según el enemigo batir. Antes de entrar en combate, se extraían del carcaj las más adecuadas, quedando el resto depositadas en el suelo a la espera del regreso de sus dueños.
Opción 2: Eran todas iguales, pero como solo podía llevar tres o, si acaso, cuatro si el VELES tenía una manaza importante, pues permanecían de reserva. De ese modo, tras volver de un primer choque con el enemigo podían reponer las HASTÆ perdidas o inutilizadas independientemente de que pudieran enderezar las que tenían tiempo de recoger durante su retirada.
Bien, con todo lo dicho colijo que ya saben algo sobre unas armas de las que sabían más bien poco o nada, de modo que ya tienen otra herramienta más para chinchar a sus miserables cuñados. Y tras varios meses de sequía, esperemos que con la llegada de la joía caló la musa de los cojones no vuelva a tomar la de Villadiego, que estas últimas vacaciones han sido más bien un año sabático, qué carajo.
CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM
Hale, he dicho
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Los VELITES se reagrupan tras los HASTATI tras una escaramuza inicial contra los elefantes púnicos, algunos de los cuales vemos en franca huida ya que sus conductores han palmado o se ven sin el combatiente que les acompañaba |
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