El comportamiento habitual de los primates contiene una serie de gestos que, si uno se detiene a analizarlos con la mente adecuadamente fresquita, podrá comprobar que, no solo carecen de utilidad, sino que incluso a veces son absolutamente repulsivos si nos atenemos a su vertiente higiénica. Sin embargo, el hecho de que se practiquen a diario y a que están incrustados en nuestra memoria genética desde hace miles de generaciones, hacen que no reparemos en ellos y que formen parte de nuestras atribuladas existencias sin detenernos ni medio nanosegundo en preguntarnos por qué los hacemos.
Así pues, y aprovechando que la malvada que habita sobre mis hombros lleva unos días amotinada y los ataques con guerra química no acaban de derrotarla, pues pasaré el rato escribiendo esta gilipollez que, por otro lado, creo que hará pensar a más de uno que, en efecto, nuestra vida está plagada de gestos totalmente absurdos, inútiles e incluso nocivos. Procedamos...
DAR LA MANO
¿A que imbécil se le ocurrió eso? ¿Qué carajo significa? ¿Por qué tengo que tocar la mano de otro primate con la cual quizás se haya limpiado el culo o se haya sacudido el churro para soltar la gota postrera y no se las ha lavado? ¿Por qué tengo que tocar la mano de un fulano que igual tiene la gripe caucásica, ha tosido largamente cinco minutos antes y se ha llenado la mano de gérmenes? Es obvio que lo más sensato es lo que hacen los orientales: una somera inclinación de cabeza y punto. Contacto cero.
Pero la cuestión principal es lo primero que dije: ¿a quién se le ocurrió y con qué significado? Ya sabemos que los primates en general somos bastante dados al roce, pero eso de saludar estrechando la mano solo se da en las culturas occidentales que yo sepa. ¿Qué impelió al inventor del apretón de manos a apretar manos? Imposible de saber. Lo único cierto es que ese contacto anti-higénico y totalmente prescindible solo sirve para sentir asco cuando te dan una mano blanducha, fofa, de esas que solo te agarran los dedos; o apretar demasiado como muestra de poderío y dominación y que el otro se sienta molesto; o a la inversa, que un fulano te joda los escafoides.
El culmen del gesto es agarrar con la mano libre las dos que se estrechan, lo que se interpreta como un gesto de afecto superlativo, como queriendo dar a entender que el otro te cae muy bien aunque estés deseando acudir a su entierro para, cuando se larguen los dolientes, mearte en su tumba y soltar un escupitajo sobre ella. Sea como fuere, los psicólogos, esos licenciados totalmente prescindibles y cuyo único cometido es el de auditores de miserias y complejos del personal, han asacado diversas explicaciones a las diversas formas de dar la mano: si la pones con la palma hacia abajo, eres dominante. Si la pones hacia arriba, eres sumiso. Si aprietas mucho, eres, además de un animal, uno que va por la vida de machito alfa. Si eres de mano fofa, eres un gilipollas, etc. etc. El caso es justificar su licenciatura buscando memeces para salir en las noticias de corta-pega en los diarios digitales que no leen ni los cuñados de los becarios que las editan.
Ah, y ojo con pasarse con el apretón al hembrerío, que tardan 0'2" en tacharte de machista hetropatriarca que le acabas de oprimir la mano. Se planta en el hospital diciendo que le duele la manita, se da un mes de baja porque no se le quita el dolor de manita y te busca una ruina por opresor de manitas. A las hembras, un somero y muy breve gesto de salutación con la cabeza y punto, que son capaces de rebuscar la ofensa más pintoresca para joderte la existencia. Ya saben que el solo hecho de ser hombres no convierte en todo lo malo en potencia.
APLAUDIR
Hasta los macacos aplauden, es curioso. Cuando parece que están contentitos palmotean el suelo o, a veces, la manos, si bien de una forma poco coordinada. Es evidente que nuestro cerebro, más... ¿desarrollado?, nos permite hacerlo de forma más rítmica y uniforme. Pero, al igual que estrechar la mano, ¿a qué primate se le ocurrió palmotear para mostrar satisfacción? ¿Nunca se han parado en analizar fríamente lo ridículo que es ver a cientos de homínidos chocando las palmas de las manos y, por ende, produciendo un sonido seco y bastante molesto? Sería más lógico, digo yo, hacer uso del lenguaje, habilidad única en nuestra especie. Se podría decir "¡Me ha gustado!", o "¡Muy bien!", por ejemplo, y ya está. No tirarse cinco o diez minutos palmoteando como una foca a la que han obsequiado con un arenque, cosa que, por otro lado, acaba resultando bastante agotadora. ¿Qué mecanismo cerebral impulsó a los primates a chocar las manos como muestra de que algo les ha gustado? Misterio misterioso... pero no por ello menos absurdo, inútil e incluso grotesco.
BAILAR
Juro por mis muelas del juicio que jamás he visto algo más incoherente, grotesco y ridículo que bailar. Ojo, bailar lo que sea, no solo las convulsiones que practican el personal en las discotecas esas, antros especializados en aniquilar los huesecillos del oído medio, desempolvarse el hígado trasegando porquerías y respirando un aire más nocivo que el de una trinchera bien regada con fosgeno. ¿No han reparado en lo risible y ridículo que es ver a una fulana dando saltitos sobre las puntas de los pies, lo que con el tiempo les producirá deformaciones en los dedos, dolores, molestias de todo tipo, etc.? ¿Y un vals? Una pareja de primates agarrados y dando vueltas como peonzas al ritmo de una música bastante empalagosa. Y por no hablar de esos bailes procedentes de nuestras posesiones de Ultramar que parecen cuasi coitos sin penetración. Esos tangos en los que la hembra se retuerce y envuelve al varón como si sus piernas fueran culebras. Y, como es lógico, volvemos a la misma pregunta. ¿A qué chalado neolítico se le ocurrió ponerse a dar saltos mientras su cuñado aporreaba un tronco con una estaca? En resumen, es una acción similar al aplauso: totalmente inútil, no reporta nada y, peor aún, debe cansar una burrada, porque tirarse un rato haciendo el mono solo es apto para los monos.
BESAR
Este es sin duda el atavismo más incomprensible de todos. Consiste en apretar los labios y extenderlos a modo de trompita, acercarlos a alguien, generalmente a su jeta, y a continuación absorber un poco, lo que produce una especie de chasquido. Que sí, es que una muestra de afecto- a veces- pero, ¿por qué ese intrincado movimiento bucal con banda sonora incluida? ¿Quién lo inventaría? Con todo, debemos diferenciar entre tres clases de besos, a saber...
1. El beso afectuoso. Es el que solemos dar a seres más o menos queridos. Se suele dar en la cara, y es especialmente regalado a los cachorros de la especie. Hasta yo mismo, que nunca he sido besucón, me ha gustado besuquear los suaves, gorditos y tiernos mofletes de mi progenie cuando eran pequeños. Supongo que ellos a mí no tanto porque les picaría mi pelambre facial, pero bueno... Ahora, su pelambre pica más que la mía. Combinamos el beso afectuoso con achuchones y tal, pero los achuchones sí tienen una explicación lógica: es una muestra de protección hacia nuestros cachorros. Los protegemos con nuestros cuerpos de cualquier daño, del frío o los consolamos cuando, no se sabe por qué, berrean incansablemente como demonios desollados sacados del abismo. Sin embargo, el beso queda en el espacio dedicado a los actos absurdos. No tienen una explicación lógica, como una hostia a mano vuelta si un imbécil se pone chulo.
2. El beso de salutación. Muy habitual en España y extremadamente raro en otros países salvo entre familiares o personas muy cercanas. Aquí no. Aquí, cualquier desconocido/a te estampa dos besos en la jeta sin saber si tienes moquillo o algo supercontagioso. A veces, muchos limitan ese gesto a un pseudo-beso ya que hacen el amago, pero no lo culminan, como los dos primates de la foto de la derecha, en donde vemos que se limitan a juntar las jetas y punto. En todo caso, volvemos al punto inicial: ¿no basta con una mera inclinación de cabeza o, más lógico aún, a saludar de palabra? Yo he detestado siempre esta abominable costumbre, y cuando me han presentado alguna hembra he tendido la mano para cerrarle el paso y darle a entender que no tengo interés en que me deje medio kilo de afeites pringándome el careto. Sin embargo, algunas te agarran la mano y, encima, se te tiran encima a cumplir con la ridícula salutación besuquera. Es una costumbre que, aparte de incomprensible y absurda, se me antoja irritante tanto en cuando invaden tu espacio vital.
3. El beso erótico. Es, sin ningún género de dudas, el acto más antihigiénico, repulsivo y asqueroso que se pueda concebir, y reconozco que nunca he sido precisamente un mojigato y he tenido bastantes lances con el hembrerío. Demasiados, quizás. Sin embargo, al día de hoy y analizando mis actos del ayer, puedo asegurar y aseguro que es algo que no volveré a hacer en mi vida. Solo pensarlo me produce náuseas, lo juro. Coges a una persona que conoces hace apenas media hora y, sin más, le plantas el morro en el suyo. Se produce un lengüeteo interno con el consiguiente intercambio de babas, bacterias y porquerías de todo tipo que, naturalmente, aterrizarán en tu estómago. Y no sabes, o esa persona no sabe, si la boca opuesta está infestada de caries, si no se cepilla los dientes hace un mes, si tiene cualquier enfermedad de transmisión por la saliva... ¿No se dan cuenta de que es algo rotundamente repugnante? De todo lo mencionado hasta ahora, esto se me antoja como lo más absurdo, aparte de abominable. Que sí, que si las terminaciones nerviosas, que si las feromonas, y blablabla... pero eso no quita que el intercambio de gérmenes sea galopante. Es simple y llanamente una porquería insana.
Bueno, vale por hoy. Tengo un dolor de cabeza fastuoso, como es habitual en mí, y solo tengo ganas de que el chute de química haga efecto de un puta vez.
Hale, he dicho
CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM
ATQVE SINISTRA DELENDA EST IN VNIVERSA TERRA
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