sábado, 18 de junio de 2011

Partes del fuerte: Las puertas II


En la entrada anterior sobre este elemento de las fortificaciones no se mencionaron más que de pasada de las barreras con las que contaban para impedir o dificultar el paso por las mismas. Así pues, y para completar el tema de las puertas, se estudiarán con más detenimiento las dos elementos más importantes, a saber: los rastrillos y los puentes.

Básicamente, había dos tipos de rastrillos: los órganos y los peines. En la ilustración de la izquierda podemos ver el primero de ellos. Se trataba de gruesos barrotes, por lo general de madera, aunque también de hierro, que descendían independientes unos de otros a través de unos orificios practicados en la bóveda de la puerta, quedando empotrados en el suelo. Esto hacía que el pasadizo fuese totalmente infranqueable, siendo necesario destruirlo a cañonazos para intentar abrir el paso. La ventaja que tenía éste sistema era que, en caso de que se consiguiera romper uno de los barrotes, el tramo que quedaba arriba podía liberarse y cerrar de nuevo el paso.


La foto de la derecha muestra las aberturas de uno de los órganos del fuerte de Graça, en Elvas. En este caso, eran barrotes de hierro romboidales de unos 10 cm. de lado, lo que lo hacía aún más difícil de romper al ofrecer al enemigo , no una cara plana, sino un ángulo. Además, siendo de hierro, era necesario dispararle con un cañón para intentar, sino destruirlo, al menos desempotrarlo. Obsérvese que la distancia entre barrotes apenas permite el paso de un brazo. Tanto las aberturas del arco como las del suelo están labradas en sillería, lo que lo hace aún más resistente. En una cámara superior estaba instalado el torno que lo accionaba.


El otro tipo de rastrillo usado era el peine, el cual podemos ver en la ilustración de la izquierda. En este caso, los barrotes están unidos por travesaños, formando una especie de parrilla. Por lo general, en caso de ser de madera, las puntas iban o forradas de metal, o eran enteramente metálicas. Esto podemos hacerlo extensivo también a las de los órganos.
Los laterales del peine se deslizaban por unas acanaladuras abiertas en las jambas de sillería de las puertas, quedando así literalmente empotrado por sus cuatro lados. Curiosamente, y a pesar de que, según los tratadistas de la época, el órgano era más efectivo, solo lo he visto en el fuerte de Graça mencionado antes. En el resto de los fuertes que he visitado se usaba el peine que, además, tenía el inconveniente de ser más complicado de reparar en caso de sufrir daños, mientras que en el órgano bastaba con sustituir el barrote dañado por otro nuevo.


En cuanto a los puentes, como ya se comentó, podían ser de torno o por contrapeso. El puente de torno, más antiguo, era más lento de manipular. En la foto izquierda podemos ver el de la torre de Belem, en Lisboa. La tronera que aparece en la lado izquierdo de la imagen era para hostigar a posibles atacantes a cañonazos.
Obsérvese el sillar sobre el que se asienta el eje de la pasarela, que lo envuelve por completo para impedir que fuera desmontado de un disparo de cañón contra la pasarela estando elevada. El torno que lo accionaba se encuentra en la batería superior de la torre, siendo necesario para su manejo la fuerza de varios hombres. Esto hacía, como ya he dicho, muy lento de mover, por lo que este tipo de puente dio paso al de contrapeso, mucho más rápido de manejar y que solo requería dos hombres para ello, o incluso uno si la pasarela estaba perfectamente contrapesada.


En la lámina de la derecha podemos ver en qué consistían este tipo de puentes. La pasarela, que reposa sobre un estribo en el durmiente del puente, está suspendida por dos cadenas de dos vigas o ramales que, por la parte interior, forman una estructura de madera de la que penden otras dos cadenas de las que se tiraba para subir dicha pasarela. Para impedir que desde dentro pudiesen ser manipuladas, estas cadenas eran fijadas a unos cierres empotrados en las paredes del pasadizo. De ese modo, nadie salvo la guardia de esa puerta podía subir o bajar la pasarela. Como se puede suponer, el peso de los ramales y su estructura trasera debía ser similar al de la pasarela ya que, en caso contrario, podría ser muy difícil o imposible levantarla.

En la foto de la izquierda podemos ver el alojamiento del eje de la pasarela del fuerte de San Felipe, en Setúbal. Este sistema permitía una más fácil sustitución en caso de resultar dañada, ya que bastaba con sacarla de su mortaja y hacer las reparaciones pertinentes. Eso sí, considerando que una de estas pasarelas podía muy bien superar la tonelada de peso.
Bueno, con esto creo que queda claro todo lo referente a las puertas de los fuertes. En cualquier caso, si alguien quiere saber algo más, que pregunte. He dicho.

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