Puede que más de uno y más de dos se hayan preguntado alguna vez como se fabricaba la vaina de una espada o una daga, o como eran las hebillas o los terminales de las correas de las guarniciones al uso en la Edad Media. Así pues, vamos a darles un repaso. Es más que probable que muchos de los que me leen lo sepan sobradamente, pero como también habrá quien no tenga ni idea, pues lo explico. Al tema pues...
Empecemos con la sacrosanta espada, como está mandado. El uso de hebillas para el ceñidor del que pendía la espada no se generalizó hasta los comienzos del siglo XIV. Hasta ese momento, como se ve en la ilustración, el cierre se realizaba mediante dos tiras de uno de los extremos, como si de una lengua bífida se tratase, introducidas por los ojales del otro extremo y anudándolas sin más. Para ello, obviamente, era preciso mantener siempre el cuero bien adobado a fin de mantenerlo flexible, cosa que se hacía untándolo con grasa de cerdo. La vaina iba fijada al mismo, tal como se ve en el dibujo, de la siguiente forma: un extremo del ceñidor la rodeaba por la parte más inferior, mientras el otro, formado en tiras, la abrazaba por la parte superior hasta el brocal. De esa forma, se le daba el ángulo de caída que cada cual prefería. La forma de anudar el ceñidor a la vaina era de lo más variada, con más o menos tiras dependiendo de los gustos de cada uno. Hay que tener en cuenta una cosa, y es que este cinturón era solo para sujetar la espada. Para ceñir el sayo de armas, el perpunte o la loriga se usaba otro. Esa es la típica imagen que se ve de los hombres de armas de la época, que no es que parezca que llevan dos cinturones, es que los llevan de verdad.
En cuanto a la elaboración de la vaina, era bien simple. Tomaban dos listones de madera (tilo, castaño...) y en el centro se vaciaba con la forma de la hoja, tal como vemos en la parte superior del dibujo, dándole ciertas tolerancias a fin de que, si con la humedad se hinchaba la madera, no impidiese extraer el arma. Se pegaban ambas mitades y se forraban de cuero, quedando la costura por detrás. Este cuero podía ir liso o repujado, en función de los gustos o poder adquisitivo de cada cual.
Finalmente, se le podía añadir una contera para reforzar la punta e impedir deterioros producidos por golpes, etc. El brocal metálico es muy posterior, de modo que ese ruidillo metálico y siniestro que sale en las películas cuando los caballeros de esta época desenvainan el arma es un mero efecto de sonido. Al sacar una de estas espadas de su vaina no hacía el más mínimo ruido En cuanto a las conteras, eran un verdadero mundo. Cada época tuvo su moda y estilo propios, y los aficionados a coleccionar estas cosas se juntan con montones de ellas debido al gran número de variantes que se hicieron. En cualquier caso, su uso empezó a proliferar a partir del siglo XIV. Ojo, las conteras que muestro a continuación son válidos tanto para vainas de espada como de daga, y cada modelo presentado tuvo muchas variantes en cuanto a decoración o acabados. Esta muestra es para orientar básicamente sobre cada tipología . Veamos los más significativos usados en la Península:
Esta contera de bronce pertenece al estilo mudéjar, tipo arco de herradura. Se trata de un modelo específico de la Península, derivado de posiblemente de tipos tardo-romanos y visigodos. Su aparición tuvo lugar hacia mediados del siglo XIV, estando en uso hasta el siglo XV, cuando aparecieron las conteras de estilo gótico procedentes de Europa central.
Como se puede deducir por su morfología, iba engastada en la vaina de una espada bastante puntiaguda (véase las entradas sobre la espada). Lleva una decoración a base de grabados bastante sencillos.
Esta otra es estilo gótico, concretamente el "tipo uña". Se trata de una pieza bastante simple, fabricada con hierro o bronce, y cuya característica común es la decoración trilobulada que vemos en el centro de la pieza. Estas conteras aparecieron a finales del siglo XIV o principios del XV.
La protuberancia que aparece en la parte superior era, digamos, optativa. Otro rasgo común en estas conteras era el botón terminal de las mismas
Este otro tipo, contemporáneo a los dos anteriores, es una fusión de los mismos, dando lugar a un estilo gótico-mudéjar. Como se ve, consta de elementos de los dos estilos arriba mencionados.
Está fabricada en bronce, con elementos decorativos florares típicos del estilo mudéjar. Sin embargo, su parte inferior lleva la impronta aportada por el estilo gótico, con el botón terminal.
Como ya se podrá suponer, la elaboración de estas piezas era mediante fundición en dos mitades que, posteriormente, eran soldadas. Tanto en este como en los demás tipos que estamos viendo, no se aprecian taladros ni nada que haga suponer que la fijación a las vainas era de otra forma que embutidas a presión, con quizás la adición de algún tipo de pegamento para asegurar la unión.
Este tipo pertenece a un estilo gótico renacentista, datable entre finales del siglo XV y principios de XVI. En ella persisten los típicos elementos góticos que vimos en la segunda pieza, como son la forma de uña de su embocadura y el botón terminal. Sin embargo, es este tipo desaparece la decoración trilobulada y entra un nuevo estilo en forma de lágrima o de corazón, con una escotadura horizontal superior en este caso, si bien también llevaban perforaciones arriba y debajo del motivo principal.
Está fabricada con hierro. Podemos observar su estrechez, obviamente destinada a una espada tipo "estoque" al uso en la época (de esas espadas aún no hemos hablado, tranquilos que ya llegará)
Finalmente, tenemos este tipo, datable desde el siglo XV a finales del XVI. Se trata de una contera estilo renacentista muy popular en la Península, concretamente en España, debido a su decoración que, como se ve, tiene en su parte inferior un estriado en forma una concha. Recordemos que Santiago es el patrón de España y tal, de ahí la difusión de este estilo decorativo.
La pieza está fabricada con bronce, y conserva aún rasgos de las conteras góticas que le precedieron, como la embocadura en forma de uña y el botón terminal.
Para concluir esta entrada, porque aún queda bastante por hablar en lo referente a guarniciones, veremos los pinjantes. Estas eran unas piezas metálicas con las más variadas formas que adornaban los arreos de los caballos, concretamente el petral, que es la correa que pasa por delante del pecho del caballo y va fijada en sus extremos a la silla. Generalmente, los pinjantes solían ir colgados, bien en el centro del petral, o bien llevar varios repartidos en su longitud. Esta pieza estuvo en uso durante toda la baja Edad Media, e incluso en el Renacimiento. En sí, no era más que un elemento decorativo a los que eran tan aficionados los caballeros y nobles de la época, siempre deseosos de darse lustre y de hacer saber a todo el mundo que eran de buena sangre, y no plebeyos birriosos.
En su decoración, de lo más variopinta, la más común era el blasón del propietario del caballo, si bien también podían llevar motivos geométricos, florales, religiosos, o incluso invocaciones al santo de turno. Dicha decoración podía ir grabada o esmaltada y su material, prácticamente en todos los casos, era el bronce, nada susceptible a la oxidación, como le sucedía al hierro. Esto no precisa de más explicación, así que concluyo con unas imágenes de pinjantes de diversos tipos y formas. Hale, he dicho...
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