Puede que muchos se hayan preguntado donde se llevaban a cabo las necesidades fisiológicas en los castillos. Pero, como las cuestiones de tipo escatológico parece que dan al personal como un poco de repeluco hablar, pues no es un tema que suela salir a colación. Sin embargo, hoy día la gente se gasta un pastón en poner los cuartos de baño que parecen salas de reuniones de consejos de administración, con montones de virguerías para mayor comodidad de los habitantes de la casa y envidia de las visitas que ven, llenos de frustración, el magnífico jacuzzi o el inodoro con hilo musical incluido.
Naturalmente, está de más decir que ningunas de esas monadas estaban en uso en la Edad Media, pero la gente tenía las mismas necesidades que nosotros en esas cuestiones. Cierto es, por otro lado, que no es una instalación frecuente de ver. De hecho, en la mayoría de los castillos que visitaremos no habrá nada que indique que no había otro sitio que las cuadras, o un rincón discreto en el patio de armas, y en realidad era así. Si acaso, el tenente o su familia, que para eso eran gente de postín, disponían de un orinal o uno de aquellos tronos de madera con el asiento abatible. No era plan bajar al galope las angostas escaleras de la torre del homenaje como consecuencia de un apretón, ya que el riesgo de partirse el cuello era mayor incluso que ensuciarse encima.
Pero en otros castillos sí eran más previsores y, teniendo en cuenta lo delicado de ciertas circunstancias, optaban por instalar austeras pero eficaces letrinas que veremos a continuación. Helas ahí...
Ahí tenemos la letrina del castillo de Loarre. Sí, la letrina, en singular, porque a pesar de lo grande que es ese castillo monasterio, solo hay una, ubicada en la torre del homenaje. Como se ve, dispone de un cómodo asiento de madera, que evita el frío contacto de la piedra en un sitio con inviernos tan crudos como es Huesca.
Aparte de eso, dispone de buena ventilación, que siempre viene bien para tal menester. Si alguno se pregunta donde desagua esta letrina, pues decir que a través de un orificio que da al exterior, sin más. Un tanto irritante si alguien pasaba por debajo, pero era lo que había. Esta letrina es una minúscula cámara situada en la primera planta de la torre, aneja a la cámara principal.
Ahí vemos la del castillo de Peñafiel. En este caso, también está ubicada en la torre del homenaje, pero en un descansillo de la angosta escalera. En el suelo podemos observar el canalón de piedra que, atravesando el grueso muro, daba directamente al exterior, sobresaliendo cosa de medio metro para que los excrementos caigan directamente al suelo, sin manchar la piedra de la torre, cosa que quedaría bastante fea e incluso impropia de los blasones que luce en la fachada.
Esta letrina desagua en el patio de armas, como en el caso anterior. Cabe suponer que algún criado se dedicaría a quitar los restos, o a cubrirlos con tierra por razones obvias. También podemos ver que el poyete de piedra debía sustentar un asiento de madera, hoy desaparecido. Por cierto que esta letrina carece de ventilación, y que en su interior se pueden ver las gozneleras para cerrarla con un alamud, como si de la puerta principal del castillo se tratara. Se nota que debían ser sumamente pudorosos...
La que vemos a la izquierda corresponde al castillo de Belmez. Es similar a la de Loarre en el sentido de que se encuentra aneja a una cámara, pero carece de ventilación. En este caso, además, el poyete hace prescindible el asiento de madera. Pero, como en las demás, desagua también en el patio de armas. Este castillo fue restaurado hace pocos años, pero la letrina en cuestión parece conservar su morfología original.
Sin embargo, no en todas estaban fabricadas de forma que el personal que circulaba por los patios de armas corriese el riesgo de verse bañado por la caquita del tenente. La que vemos a la arriba, perteneciente al castillo de Santa María da Feira, en Portugal, desaguaba fuera del recinto de la fortaleza. Esta en concreto es quizás una de las más curiosas letrinas que he visto. No pude sacarla entera por lo reducido del espacio, así que hay que hacer un pequeño ejercicio mental. La foto superior izquierda muestra el separador de piedra, ya que esta letrina era biplaza, lo que estaba muy bien porque así no había que esperar salvo que fuesen más de dos. Además, podemos ver en la toma de la derecha que dispone incluso de una tronera de cruz y orbe. Alguno se preguntará si podía ser preciso disparar con el arcabuz mientras que se hacía uso de la letrina, pero no es exactamente eso. Es que, vista desde el exterior, tiene la forma de un matacán cubierto. Así, el enemigo no podía imaginar que, en realidad, el falso matacán formaba parte de las instalaciones sanitarias del castillo. Solo canta un poco el hecho de que ese supuesto matacán no defiende nada. O sea, bajo él no hay ninguna puerta que defender. En la foto de la izquierda podemos ver su apariencia, sumamente convicente, todo hay que decirlo. Añadir que a esta letrina se accede desde la liza que rodea la torre del homenaje.
El diseño tuvo tanto éxito y demostró tan sobradamente su eficacia que, pasados los siglos, aún perduraba. Ahí tenemos un ejemplo: es la letrina del fuerte de San Jorge de Oitavos, la cual está ubicada en un nicho del parapeto que mira al mar, de forma que las bravas aguas del Atlántico puedan hacer limpieza diaria. En otros fuertes las situaban en una garita. Observad que si alguna de ellas se sustenta sobre ménsulas en vez de sobre lámparas, seguro que era la letrina. Generalmente estará, como en este caso, en alguna de las que miren hacia el mar. El tema de la higiene ya se tenía más en cuenta que en la Edad Media como se puede ver.
Solo he visto una fortificación en la que el desagüe vertía hacia un pozo negro, y es en el fuerte de Nossa Senhora de Graça. En el reducto central, junto a las puertas, hay una especie de urinarios que podían ser usados por los ocupantes de esa zona del recinto. Obviamente, no debía ser muy gratificante circular por ahí, y eso que era paso obligado para las zonas vitales del fuerte, como los pañoles principales, las cocinas, los comedores de tropa e incluso la capilla.
Concluir comentando que, no por el hecho de que un castillo sea más lujoso o más palaciego, contaban necesariamente con letrinas. De hecho, y como hemos visto, el invento era potestad del que entendía era un accesorio necesario, independientemente de que la torre fuera ocupada por un tenente de baja nobleza o por un duque y familia. En fin, creo que con lo explicado habrán quedado aclaradas las dudas que sobre temas sanitarios pudiese tener el personal.
Hale, he dicho...
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