Reducto de São Pedro, en Elvas. Esta pequeña fortificación formaba parte del sistema defensivo que protegía el sur de la población junto a los de São Mamede y Santo Domingos |
Hace ya qué sé yo la de tiempo que hace que no se habla de fortificaciones pirobalísticas, así que mataremos dos pájaros de un tiro actualizando este artículo de cuando Noé aún estaba empezando el curso de carpintería básica. Como vemos, habla de reductos y baterías, unas pequeñas fortificaciones conocidas generalmente como fortines y destinadas a las más variopintas misiones, desde cubrir ángulos muertos, padrastros o desenfiladas de fuertes y plazas de guerra a defender pasos, estuarios o cursos fluviales, playas susceptibles de convertirse en coladeros de enemigos o, en resumen, de cualquier sitio donde conviniera situar medios lo bastante persuasivos como para quitar al invasor las ganas de pasar por allí.
En el plano en sección podemos estudiar la morfología de un reducto, por decirlo de algún modo, estándar: como se ve, consta de un foso precedido por un pequeño talud a fin de dificultar la aproximación del enemigo. Este foso, para complicar aún más un posible asalto, podía estar sembrado de abrojos de hierro o de estacas. Tras el foso, un parapeto cuyo grosor iba en función de la protección que se quería dar a su guarnición. Ello dependía del tipo de agresión que se esperaba, ya que si se suponía que sería atacado por fusileros, no se le daba un espesor mayor de unos 60 cm., suficientes para detener una bala de fusil. Si por el contrario esperaban ser atacados con artillería, se aumentaba hasta los dos metros aproximadamente. Como es lógico, no se pretendía que tuviesen la misma resistencia que un fuerte en toda regla. La altura del parapeto debía tener al menos unos 180 cm. de alto, a fin de que la guarnición quedara a cubierto de los disparos del enemigo. Para hacer fuego disponían de una banqueta, como aparece en el plano, para tirar a pecho cubierto. En todo caso, no convenía excederse en la altura del mismo, ya que ello restaría ángulo de tiro inferior a los fusileros.
Para acceder al reducto se emplazaba una pasarela levadiza la cual, una vez elevada, lo cerraba. Si el reducto estaba destinado solo a fusileros, el acceso apenas tenía poco más de unos 50 ó 60 cm. de ancho, lo suficiente para que pasase un hombre. Si por el contrario se quería emplazar artillería, lógicamente debía tener la anchura necesaria para poder pasar el o los cañones de dotación. Por lo general, los reductos solían tener los parapetos a barbeta, o sea, sin cañoneras, de forma que podían emplazar las bocas de fuego en el sitio más ventajoso en cada momento. Si se trataba de reductos de fábrica, destinados a formar parte de un sistema defensivo permanente más complejo y considerando que no eran obras de circunstancias, se fabricaban cañoneras en unos parapetos de mayor grosor.
En el plano de planta podemos ver un hipotético reducto dotado con tres bocas de fuego y parapeto a barbeta. En el mismo podemos ver la pasarela levadiza, la cual podía ser de tracción manual o, caso de ser de mayores proporciones, de contrapeso como aparece en la figura superior. Pintados en gris se pueden ver dos traveses de fábrica. Eran unas barreras de alrededor de 150/200 cm. de grosor por unos 2,5 metros de alto, destinadas a proteger a los servidores de las piezas en caso de que una granada o una bomba alcanzase el interior del reducto. Considerando sus pequeñas dimensiones, caso de estar totalmente diáfano, una sola bomba podría aniquilar a toda su guarnición. Caso de tratarse de un reducto permanente, contaba con su correspondiente pañol a prueba de bomba, como ya se puede suponer. De lo contrario, se instalaba un repuesto adecuadamente protegido para proveer las bocas de fuego en servicio. Por lo general, los repuestos solían contar con munición para dos días, tras los cuales se reponían siempre y cuando fuese posible. Si quedaban cercados, pues se acabó la fiesta.
En primer término vemos un pañol de munición. Por lo general, por dentro eran un semi-sótano, mientras que bajo la techumbre había una bóveda de medio punto a prueba de bomba |
Bueno, explicado queda lo que eran los reductos o fortines. Cierro esta entrada con una imagen que muestra, señalados con una flecha roja, los tres traveses del reducto de Santo Domingos antes mencionado para que se puedan hacer una idea más clara de en qué consistían estas defensas interiores. En este caso, hay un través por cada dos bocas de fuego, lo que impediría que, caso de caer una bomba en el terraplén, se llevase por delante a todos los ocupantes del mismo. Para entendernos, estos traveses actuaban como parapeto para que no palmara toda la guarnición de un solo bombazo. En todo caso, en el enlace que verán más abajo podrán ilustrarse largo y tendido sobre este tipo de obras defensivas.
En fin, ya está...
Hale, he dicho
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