viernes, 25 de diciembre de 2020

Misterios misteriosos: LINOTÓRAX

 

Fotograma de la cinta "Alejandro Magno", dirigida por Oliver Stone en 2004. En la imagen vemos al desmedido macedonio rodeado por sus diádocos armados con distintos tipos de linothoraces, sus augures y demás figurones de su todopoderosa falange

Estas son las imágenes más representativas del linotórax. Sin
embargo, como iremos viendo, no eran tan básicos como parecen

Sí, el linotorax es otro misterio, y en este caso aún más misterioso que el de la LORICA SEGMENTATA que vimos hace ahora justamente...un año (ca-ra-jo con el tiempo). Esta coraza, que es quizás la más representativa del mundo griego, es un verdadero arcano ya que solo disponemos de representaciones artísticas de la época y vagas descripciones procedentes de autores clásicos para tener una idea de su aspecto, pero nada más. Los materiales con que eran fabricadas, más perecederos que la moralidad y la decencia de un ciudadano en el momento en que se mete a político, no han permitido que llegue a nosotros el más mínimo rastro de ellas, por lo que solo podemos movernos en el proceloso mundo de la conjetura. Y en este caso me temo que por los siglos de los siglos ya que, mientras que siempre cabe la posibilidad de que aparezca una LORICA SEGMENTATA en mejor estado que los cachos medio podridos del cofre de Corbridge, un ejemplar de una coraza fabricada con tela o cuero se me antoja cuasi imposible. Por lo tanto, nos ceñiremos a los testimonios gráficos de que disponemos, así como a las pruebas que se han llevado a cabo que, aunque orientativas, en modo alguno pueden considerarse irrefutables por la sencilla razón de que no hay un solo autor de la época que se haya molestado en dar pelos y señales de con qué y cómo se fabricaban.

Así pues, vayamos reconstruyendo poco a poco cómo surgió el linotórax (en griego λινοθώρακας, linotórakas, literalmente cofre de lino), así como su evolución a lo largo del tiempo con los datos de que disponemos y las teorías que se han formado al respecto.

La antecesora directa del linotórax era un θώραξ (tórax) o coraza fabricada enteramente de bronce y que por su morfología denominamos actualmente "de campana". Se trataba de un coselete compuesto por peto y espaldar unidos por los costados con sendos pasadores y los hombros con unos pequeños petos o tetones para ajustar su elevado cuello, que ofrecía una protección similar a la de las gorgueras medievales para impedir que un xhiphos o un kopis enemigo aterrizase en el pescuezo con las consecuencias que podemos imaginar. Como vemos en la foto de la derecha, estas armaduras de campana mostraban una serie de repujados que imitaban de forma esquemática la musculatura del cuerpo, marcando los pectorales y abdominales. Pero lo más significativo, y al mismo tiempo lo que le ha dado el nombre "de campana", es la amplia ala que surgía de la parte inferior de la pieza, destinada a detener golpes descendentes o proyectiles que al impactar contra la coraza salieran desviados hacia abajo, produciendo heridas de gravedad, cuando no fatales, en ingles, testículos o zona superior de los muslos, todas ellas muy vascularizadas y por donde transcurren importantes vasos sanguíneos que, caso de ser interesados, escabechaban al sujeto en pocos segundos a causa de la intensa hemorragia.

Hay que tener en cuenta que los hoplitas no llevaban debajo de la coraza más que un quitón (χιτών) o un exomis (εξώμης), simples túnicas cortas que no ofrecían la más mínima protección salvo para impedir que los roces con el metal les produjesen irritantes erupciones en la piel. Por ese motivo, se añadió una pieza suplementaria en la parte inferior del peto, el mitre, una placa suspendida del mismo por unas argollas y que cubrían la zona púbica. Debemos tener en cuenta que estas corazas no llegaban más abajo del ombligo ya que, de lo contrario, impedirían movimientos tan básicos como agacharse o inclinar el cuerpo hacia adelante. De ahí que tanto la zona púbica como la parte inferior del abdomen quedaran desprotegidas. En la foto de la izquierda hemos realizado una reconstrucción de un tórax con su mitre, que podía estar formado por una sola pieza o, como en este caso, dos partes unidas mediante bisagras y un pasador de lado a lado. Algunos autores sugieren que, en lugar del mitre, algunos hoplitas optasen por un perizoma, una especie de falda o delantal fabricado con una tela gruesa, quizás de lino, cuya finalidad era exactamente la misma: proteger las zonas púbica y abdominal del combatiente.

La coraza de campana evolucionó estéticamente, abandonando sus formas básicas para adoptar un complejo repujado que imitaba fielmente la musculatura del tronco, lo que nos ha hecho llamarlas "corazas musculadas" en un alarde de ingenio. En la ilustración de la derecha podemos ver el aspecto de ambas tipologías que, aunque ofrecían un nivel de protección similar, las segundas eran obviamente mucho más complejas de elaborar, ergo mucho más caras. No se sabe con certeza el motivo de la adopción de este tipo de coraza, y por lo general se piensa que ante todo tenían una finalidad estética o una especie de recreación de la fortaleza física de su portador. Sea como fuere, lo cierto es que precisamente porque debían adaptarse a la fisonomía de su usuario habría que fabricarlas prácticamente a medida, encareciendo aún más el producto.  Por lo demás, el mitre usado en las corazas de campana desapareció, así como la característica ala destinada a proteger los bajos de la armadura. Esto dio paso a las pteryges que vemos en el hoplita de la derecha. Las pteryges eran unas tiras de textil o cuero colocadas en dos filas superpuestas de forma que en cualquier postura siempre había varias protegiendo las zonas expuestas. En algunos casos podrían estar reforzadas con escamas de bronce, aumentando así su resistencia.

Hoplitas armados tanto con linotórax como con corazas
musculadas. Cabe suponer que el nivel de protección debía
ser similar en ambas ya que, de lo contrario, habría sido
absurdo abandonar las corazas de bronce por las de lino
Bien, así era el armamento corporal del hoplita hasta que, aproximadamente en el siglo VI a.C., apareció una coraza totalmente novedosa que dejaba atrás las caras y pesadas corazas broncíneas si bien, como es habitual cada vez que se introduce alguna innovación, ambas coexistieron durante un tiempo hasta la extinción de las corazas musculadas. Era el linotórax, que es mencionado por primera vez por Homero en el Canto II de la "Ilíada" cuando cita a dos guerreros con 
λινοθώρηκες, "acorazados de lino". La primera referencia la tenemos en el versículo 527, donde dice que "...el ágil Ajax Oileida acaudillaba a los locrienos. Aunque tenía mucha menos estatura que Ajax de Telamon y su coraza era de sencillo lino, excedía en el manejo de la lanza a los helenos y acayos". La otra la tenemos en el versículo 828: "Y los que habitaban en Andrestia, y en Apeso, y en Pitia y en las alturas de Terea estaban acaudillados por Adresto y Anfio, el de la coraza de lino". Sin embargo, estas corazas no era patrimonio exclusivo de los melenudos acayos ya que, según las fuentes de la época, también eran utilizadas por algunos pueblos de Oriente Próximo. 

De hecho, Alceo de Mitilene, un poeta que sirvió como mercenario con los egipcios hacia el siglo VII a.C. mencionaba "corazas blancas de lino nuevo" colgadas de una pared junto a otras armas. A este testimonio podemos añadir el de
 Herodoto, que comentaba en el siglo VI a.C. que el faraón Amasis dedicó una elaborada coraza de lino al templo de Atenea en Lindos y envió otra a Esparta, así como que los sirios también usaban corazas de lino. Los persas también hicieron uso del linotórax, haciéndose referencia al ejemplar del rey  Abrádates de Susa, las que armaban a las tropas de Jerjes o incluso la que usaba el macedonio Alejandro, que según Plutarco era un trofeo de guerra ganado a los persas en la batalla de Gaugamela contra el rey Darío. En resumen, ya vemos que el linotórax gozó de bastante popularidad ya que su empleo se extendió hasta la península Itálica de la mano de los etruscos, que nos legaron algunos testimonios gráficos que no dejan lugar a dudas. Uno de ellos es la decoración del llamado Sarcófago del Sacerdote de Tarquinia, datado hacia el 350 a.C. y donde aparecen escenas en las que se sacrifica a prisioneros troyanos. Otro testimonio similar nos lo ofrece el Sarcófago de las Amazonas (foto superior derecha), datado en la misma época que el anterior y que muestra escenas de estas bravas hembras luchando con hoplitas griegos.

Básicamente, el linotórax era un coselete formado por tres piezas: una destinada a envolver el tronco desde la parte superior del pecho hasta la cintura; otra, las pteryges con la misma misión que en las corazas musculadas, proteger la parte baja del abdomen y la zona púbica; y otra, las hombreras o epomides, una pieza que, como vemos en la ilustración de la izquierda, era lo bastante flexible como para permitir adaptarla al contorno del hombro y unir ambos extremos al peto mediante botones o anillas. Además, para proteger la nuca tenía un saliente que quedaba rígido y por encima del borde inferior del yelmo, dejando así cubierta una zona muy vulnerable sin que por ello supusiera un impedimento en la movilidad del hoplita. La abundante presencia de estas corazas en la cerámica griega, donde aparece en todo tipo de situaciones, permitió hacer conjeturas quizás excesivamente básicas entre los estudiosos del tema.

El primero en sugerir la consistencia de estas armaduras fue Peter Connolly, que tuvo claro desde el primer momento que el linotórax estaba fabricado con varias capas de lino encoladas hasta alcanzar un grosor de unos 5 mm. La pieza resultante tenía un peso de solo 3,6 kilos, muy lejos de los 15 que alcanzaba un tórax de bronce, y suponía que no solo protegía contra las armas de filo, sino también de flechas e incluso podía amortiguar los golpes de armas contundentes. Pero lo que se le escapó al sesudo Connolly es que la coraza imaginada por él se convertiría en un pingajo al primer chaparrón, o incluso como consecuencia de una constante exposición a la humedad producida por el sudor del hoplita que la llevara puesta. Las capas de lino unidas con cola de conejo o pegamentos similares eran rígidas y consistentes cuando estaban secas, pero si se mojaban adiós muy buenas. Estudios más actualizados dan por sentado que, caso de ser ese el proceso de fabricación que, como sabemos, al día de hoy es un misterio, la pieza debía ser impermeabilizada de algún modo a base de algún tipo de resina, aceites o cera. Con todo, lo que sí estaba claro a la vista de las representaciones artísticas de la época es que el linotórax era mucho más práctico y fácil de vestir que una coraza de bronce. En la recreación de la derecha, obra del mismo Connolly, vemos a un hoplita abrochando su armadura que, salvo algunos ejemplos que creo son más bien un error del artista, se cerraba por norma en el costado izquierdo. El motivo es bastante obvio: era el lado del cuerpo protegido por el aspis

Otrosí, en algunas representaciones artísticas se aprecia que el costado derecho podía estar reforzado con escamas de bronce como el que vemos a la izquierda. En este caso podemos también apreciar claramente hasta donde llegaba la protección de las pteryges ya que se atisban perfectamente bajo el fino tejido del quitón las partes pudendas del hoplita, de modo que es fácil calcular hasta dónde llegaba el borde inferior del linotórax. Por otro lado, permitía desabrocharla para facilitar la entrada de aire durante las marchas. Una armadura formada por varias capas textiles serían igual de asfixiantes que un chaleco balístico de kevlar, y más caminando a pleno sol durante el estío de Oriente Próximo. Así, el hoplita podría desabrocharse la armadura y la hombrera derecha, quedando totalmente suelta y permitiendo la circulación de aire. En caso de necesidad solo tenía que abrochar la hombrera y la coraza, lo que le llevaría escasos segundos. En el ejemplo de la ilustración que mostramos, ambas epomides se abrochaban en una anilla o botón situado en el centro del pecho si bien parece que era más habitual que cada epomidio tuviera su propio cierre situado a cada lado del peto.

Bien, retomando la teoría de Connolly acerca de la construcción de este tipo de coraza, no pasó mucho tiempo hasta que diversos estudiosos vieron con claridad que la cosa no era tan simple e incluso, a la vista de los testimonios gráficos de la época, se cuestionaba si en efecto estaban fabricadas por norma con lino o bien eran armaduras compuestas con zonas reforzadas con escamas de metal o cuero. Basta ver esta famosa pieza en la que el peleida Aquiles cura el brazo de su compañero Patroclo para comprobar que, en efecto, sus corazas no son de lino o, al menos, este estaría enteramente recubierto de escamas de bronce o cuero en el caso de Aquiles y lo mismo en la de Patroclo, si bien en su caso serían solo las epomides y la mitad inferior de la pieza. Se conservan bastantes ejemplares de cerámica en los que veremos casos similares, así que es lógico pensar que no se trata de licencias artísticas.

Por otro lado surge también la duda de la blancura inmaculada atribuida al linotórax. El color natural del lino es un crudo más bien oscuro, y es una fibra muy difícil de teñir por lo que se sugieren dos métodos: uno, un decolorado que lo aclarase ya que dicho proceso es más fácil que el teñido y, de hecho, se obtiene un color blanco bastante luminoso; el otro, posiblemente más aproximado a la realidad, consistiría en recubrir la coraza con caolín, una arcilla blanca de dónde se obtiene la porcelana y que fue muy usada por los griegos. En el proceso de fabricación, el caolín se extendería muy diluido sobre la pieza, y podría incluso usarse para unir unas capas con otras. Al secarse, este material tiene la peculiaridad de que si se le empuja lentamente es flexible, pero si se le golpea con gran velocidad se muestra bastante rígido. Gracias a esas propiedades, el linotórax sería razonablemente flexible ante los movimientos del hoplita, mientras que resistiría sin ceder ante un golpe propinado por un arma o un proyectil. Por otro lado, también se sugiere que los bordes generalmente rojos de las epomides podrían ser en realidad ribetes de cuero de ese color, material este que podría seguramente usarse como soporte para las zonas reforzadas con escamas como la que vemos en la ilustración de la izquierda. Más aún, incluso el interior de las epomides podrían contener piezas de cuero o láminas de bronce para resistir los tajos que, dirigidos a la cabeza o el cuello, aterrizaban en los hombros del hoplita.

Dos hoplitas armándose. La ilustración nos permite apreciar
las diferencias entre un linotórax fabricado enteramente de
lino y otro con refuerzos metálicos
Por otro lado están los partidarios de que el linotórax estaría fabricado con cuero, pero esta teoría se me antoja absurda ya que entonces no hablaríamos de una coraza de lino. En todo caso, sí podría tener una capa final de este material que, dependiendo del animal de procedencia, sería más o menos fácil de blanquear. Al parecer, el método de curtido más favorable sería a base de alumbre o una combinación de este método con un curtido vegetal previo para darle flexibilidad ya que el alumbre produce un acabado muy blanco, pero excesivamente rígido y quebradizo.  Y por añadir una teoría más, en este caso tratándose de uso exclusivo de lino, Plinio el Viejo mencionaba que los galos y los partos usaban una mezcla de vinagre y sal para endurecer la lana, método que se seguía empleando en la Edad Media y que bien podría haber servido a los griegos para darle a sus corazas la rigidez necesaria. En resumen, ya vemos que hay teorías para dar y tomar pero, en todo caso, son eso, teorías.

En cuanto a la elaboración a base exclusivamente de lino también se aventura que podría usarse un tejido más denso para evitar superponer demasiadas capas, de forma que entrasen dos hilos en vez vez de uno en cada urdimbre, y que en vez de pegar las capas estas fuesen unidas mediante un cosido formando cuadrados, si bien también es posible que se tratara de piezas superpuestas de metal o cuero. En fin, volvemos a lo de siempre: conjeturas más o menos acertadas basadas en lo que vemos en la cerámica griega, pero nada que sea irrefutable. Lo único que sí está claro es que el linotórax era una coraza dotada de cierta rigidez, y eso lo atestiguan la gran cantidad de representaciones artísticas que muestran hoplitas en el momento de armarse como el que vemos a la izquierda. Mientras se ajusta el coselete al cuerpo se ven claramente las epomides bien tiesas, ergo era un material duro pero flexible. Ante él, su paidiskos se limita a sujetar la dory y el aspis, lo que indica que el hoplita no necesitaba ayuda de nadie para, como se comentó anteriormente, colocarse su propia coraza. Por lo demás, los adornos geométricos tanto en las epomides como las franjas geométricas que circunvalaban la coraza sí parece que se pueda afirmar que eran pintadas.

Bueno, grosso modo esto es lo que se puede decir sobre el linotórax. Sabemos que existió, conocemos a la perfección su morfología, su forma de colocarlo en el cuerpo e incluso los distintos sistemas para abrochar las epomides. Pero lo más importante no tenemos ni idea: cómo y con qué estaban fabricados. Para tener una idea, se han realizado pruebas elaborando corazas con distintos materiales y métodos para, al menos, intentar dilucidar hasta cierto punto su resistencia ante las armas enemigas. Las más enjundiosas son quizás las llevadas a cabo durante la primera década de este siglo por el profesor Gregory Aldrete, de la Universidad de Wisconsin-Green Bay. Este probo ciudadano dedicó varios años a realizar todo tipo de pruebas con la ayuda de Scott Bartell y Alicia Aldrete, presentando las conclusiones de las mismas a partir de 2009, estando parte de ellas reflejadas en lo que hemos detallado hasta ahora. 

El heroico Bartell, que no tuvo inconveniente en hacer de
blanco humano para probar la eficacia del linotórax
Pero la madre del cordero no estaba en la teoría, sino en la práctica, así que se dedicaron a confeccionar piezas en las que el único componente era el lino para calibrar su resistencia. Así pues, se fabricaron rectángulos de 4, 8, 12, 16 y 20 capas de lino pegadas unas a otras, y se colocaron sobre dianas de foam para tiro con arco. Las aporrearon con todo lo que tenían a mano: mazas, hachas bipene, espadas y, por supuesto, les dispararon mogollón de flechas con un arco recurvado de 30 libras a una distancia de apenas 2 metros y en ángulo recto, lo que supone una mayor posibilidad de penetración que un proyectil que impacta tras una trayectoria parabólica. Las pruebas fueron bastante significativas aunque no cien por cien reales porque no usaron puntas de bronce similares a las de la época, sino puntas de caza modernas provistas de unos filos con los que literalmente puedes afeitarte (doy fe). Así pues, los parches de 2 y 8 capas fueron atravesados sin problemas, y al decir atravesados significa que la totalidad de la punta atravesó la pieza, por lo que habría producido una herida grave o la muerte. En el parche de 12 capas solo asomó la punta a través de la capa interior, y en este caso solo habría producido una pequeña herida superficial. En los parches de 16 y 20 capas no pudo penetrar, y es el ejemplo que vemos en la foto superior izquierda. Esto podemos traducirlo en que con puntas de bronce y a distancias de combate de 30 o 40 metros, el linotórax más delgado podría incluso resistir sin problemas el impacto, y los más gruesos hasta un tajo o una estocada no excesivamente potente. En cuanto a los parches tratados con caolín, solo en el de dos capas se produjo una penetración completa. En el de 8, que por cierto tenía un grosor de 5 mm. similar al propuesto por Connolly, la punta de la flecha ya no pudo llegar a la última capa, lo que ayudaría a admitir la posibilidad del uso de esta arcilla como refuerzo, aparte de como mero blanqueante.

En fin, poco más podemos añadir porque, como vemos, incluso las pruebas que se han ido realizando tampoco pueden ofrecer una fiabilidad absoluta. Si desconocemos la composición exacta del linotórax no podemos conocer su resistencia ante las armas con que se tenía que enfrentar y, a mi entender, el hecho de disparar con un arco de 30 libras- una potencia más bien escasa ya que los arcos modernos de competición oscilan entre las 20 y las 60 libras- no es en modo alguno una prueba rotunda. Y de las puntas usadas, mejor no hablar. A la derecha vemos una palmela de bronce y una punta de caza moderna con dos filos. Pretender establecer comparaciones usando la segunda en vez de la primera se me antoja una chorrada y, francamente, no sé por qué motivo no mandaron fabricar flechas con palmelas que se pueden obtener fácilmente. En resumen, bajo mi opinión estas pruebas solo arañan la superficie, pero en modo alguno demuestran nada remotamente concluyente. En todo caso, se han seguido efectuando pruebas con arcos de diversas potencias, hasta un máximo de 65 libras, pero por muchos experimentos que se hagan no creo que se pueda llegar más que a una conclusión: la réplica que he fabricado conforme a mis teorías resiste tal potencia a tal distancia, pero como no sabemos cómo era en realidad un linotórax todas las pruebas que hagamos no sirven para averiguar la verdadera naturaleza de estas corazas, sino solo la de sus réplicas que se basan únicamente en dibujos realizados en cerámica. De momento no hay más de donde sacar.

Bueno, criaturas, ya tienen un misterio misterioso más para devanarse la sesera, que es un sano ejercicio para prevenir reblandecimientos cerebrales precoces.

Hale, he dicho

Otro fotograma de "Alejandro Magno" en el que aparece el macedonio con su linotórax inspirado en el del mosaico de Issos. Tras él, uno de sus diádocos aún viste una armadura musculada que no eran precisamente las más cómodas para montar a caballo. El linotórax vio su final con la aparición de las lorigas de malla en la Península Itálica


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