En mis años mozos y no tan mozos tenía cierta afición a auparme en esos cuadrúpedos. Es de todos sabido que en la Andalucía hay mucha afición a ello, y sobran las romerías, ferias y demás jolgorios populares en los que el personal gusta de hacer alarde de buena montura y mejor monta. Pero había una cosa que siempre me intrigó, y que nadie, incluido mi profesor de equitación cuando era crío, supo responderme: ¿Por qué hay que montar apoyando el pie izquierdo en el estribo, cuando el derecho (salvo zurdos) tiene más potencia? Es la tradición, la norma, me respondían, pero sin explicar de donde provenía.
La respuesta surgió un buen día viendo una película de samurai (esto me ha venido al hilo de la entrada anterior), concretamente "Ran", una verdadera obra maestra de Kurosawa, en la que veía como los samurai en cuestión lo hacían al revés que los occidentales, o sea, por el lado derecho del caballo. Y la cosa es de una simplicidad asombrosa: por la espada. Pero empecemos por el principio, como está mandado. Los romanos montaban por la derecha porque, inicialmente, tenían la misma norma que la infantería: la espada pendía del costado derecho salvo en los centuriones y mandos superiores. El motivo de esta costumbre tenía su explicación, como todo en esta vida: el escudo se llevaba en la mano izquierda, y en caso de verse en un maremagno contra el enemigo con el escudo pegado al cuerpo tendrían muy difícil desenvainar la espada si la llevaban en el costado izquierdo, así que se la ponían en el lado opuesto para tener más libertad de movimientos. Posteriormente se traspasó la espada al costado izquierdo, pero no pendía de un cinturón, sino de un tahalí que permitía desplazarla hacia atrás al montar, por lo que podían seguir aupándose por el lado derecho del caballo sin problemas tal como vemos en la ilustración de la derecha. Aparte de eso, al carecer de estribos los jinetes romanos se aupaban dando un salto pasando la pierna izquierda por encima del lomo de sus pencos, y salta a la vista que la espada no les molesta para nada al montar.
De hecho, en el ejército se daba una importancia capital a la habilidad para montar ya que debían hacerlo cargados con sus armas y equipo, y además debían estar perfectamente entrenados para recuperar sus caballos y volver a montar en ellos con la máxima presteza en caso de ser descabalgados en combate por lo que adiestraban al personal como vemos en la ilustración de la izquierda: con un armazón similar a los modernos potros gimnásticos que hacía las veces de caballo provisto de la típica silla de cuernos romana, donde se tiraban horas y horas al día montando y desmontando hasta cogerles el tranquillo. Al parecer, no era fácil en principio tomar el impulso adecuado para caer justo encima de la silla, y o bien se quedaban cortos y resbalaban o se pasaban, volteando por encima del falso caballo dándose 37 costaladas seguidas ante el enojo del centurión de turno, que no dudaría en estimular las habilidades hípicas del personal moliéndoles los lomos a golpe de VITIS.
De hecho, en el ejército se daba una importancia capital a la habilidad para montar ya que debían hacerlo cargados con sus armas y equipo, y además debían estar perfectamente entrenados para recuperar sus caballos y volver a montar en ellos con la máxima presteza en caso de ser descabalgados en combate por lo que adiestraban al personal como vemos en la ilustración de la izquierda: con un armazón similar a los modernos potros gimnásticos que hacía las veces de caballo provisto de la típica silla de cuernos romana, donde se tiraban horas y horas al día montando y desmontando hasta cogerles el tranquillo. Al parecer, no era fácil en principio tomar el impulso adecuado para caer justo encima de la silla, y o bien se quedaban cortos y resbalaban o se pasaban, volteando por encima del falso caballo dándose 37 costaladas seguidas ante el enojo del centurión de turno, que no dudaría en estimular las habilidades hípicas del personal moliéndoles los lomos a golpe de VITIS.
Sin embargo, cuando se empezó tomar la norma de colgar la espada del costado izquierdo mediante un ceñidor, lo que ya se mantuvo para siempre en Occidente, la cosa variaba. ¿Y cómo se lleva la espada? Colgando paralela al cuerpo. Así pues, si apoyamos el pie derecho en el estribo y nos aupamos en el caballo, al voltear la pierna izquierda sobre el animal la espada nos estorbará y, posiblemente, se nos trabará en alguna parte. Así pues, es más fácil hacerlo al revés: apoyamos el pie izquierdo en el estribo y volteamos la pierna derecha, sobre la cual no llevamos nada o, si acaso, un puñal que no estorba en absoluto. ¿Ven vuecedes la foto de la derecha, no? Pues ahí queda claramente explicado el motivo. El jinete de la ilustración incluso puede ayudarse a subir al caballo apoyando la mano en la lanza que sostiene con la mano derecha. Seguro que más de uno no había caído en esto.
Sin embargo, a los samurai no les estorbaba la espada porque, aunque también la llevaban en el costado izquierdo, no la portaban paralela el cuerpo, sino perpendicular, bien metida en la faja, o bien colgando de unas correas que la mantenían en esa posición. A ellos no les dificultaba para nada a la hora de subirse al caballo por el costado derecho, que es como lo hacían según vemos en la foto de la izquierda. Pero no solo su forma de montar era la lógica para todo aquel que no sea zurdo, es que sus estribos también estaban ideados para, caso de caer del caballo, no quedarse estribados y arrastrados por el caballo, como vemos que sale en tantas pelis. Los de ellos eran unas plataformas que, en caso de caer, era imposible que atrapasen el pie o el tobillo, como se puede apreciar en la foto inferior.
Y un detalle más: la peculiar forma asimétrica de sus arcos estaba ideada también con el mismo fin: poder disparar a caballo sin por ello tener que usar un arco más corto (como el caso del arco turco), sin perder potencia. Y como es sábado y no tengo muchas ganas de enrollarme, pues con esto queda narrada esta curiosidad.
Hale, he dicho
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