Bueno, comenzaremos por lo que tengo más a mano, que son las iglesias y monasterios de la ciudad que me vio nacer hace ya algún tiempo. Por desgracia, en el sur de España no podemos disfrutar de la austera armonía del románico, pero tenemos bastantes ejemplos del gótico o de uno de creación propia: el gótico mudéjar.
Así pues, vamos a tomar como primer objeto de estudio una de las iglesias más antiguas de la población tras serle arrebatada a la morisma por Fernando III (alabada sea por siempre su memoria) en noviembre de 1248: la iglesia de San Marcos. Este templo, situado en la calle San Luis, en pleno centro de la población y arteria principal de la Ixbiliya andalusí, fue una de las 24 parroquias en que se dividió la ciudad tras su reconquista. Y fue arteria principal porque la calle san Luis parte de la Puerta de la Macarena hacia el interior de la urbe, de lo que se deduce su importancia.
Antes de ir al grano, un poco de su agitada historia. Y digo agitada porque lo que vemos hoy es cuasi fruto de la fortuna debido a la cantidad de avatares por las que pasó. De entrada, el templo original fue arrasado por el terremoto de 1356 que fue tan potente que echó por tierra el yamur que, originalmente, daba remate a la Giralda. Su reconstrucción fue ordenada por el vesánico rey don Pedro, el cual dispuso que, como otros muchos, fuera edificado según los cánones del gótico mudéjar. Esto dio lugar a un templo de tres naves con una torre de 22 metros de altura similar a la de los minaretes árabes , a la cual se le añadió el campanario en 1603, obra de Vermondo Resta. En 1470, las luchas nobiliarias entre los Ponce de León y los Guzmán produjeron un incendio, desastre éste que volvió a vivir el 18 de julio de 1936 cuando, a raíz del alzamiento militar, elementos de izquierdas optaron por meterle fuego a varios templos hispalenses, como si eso solucionara algo. En la foto superior se puede ver el estado en que quedó. El caso es que esta iglesia, convertida en una ruina, se mantuvo en ese estado durante muchos años hasta que fue restaurada y abierta de nuevo al culto en 1987. Afortunadamente, aunque su interior fue literalmente arrasado, la fachada conserva prácticamente todos sus elementos originales, que serán el objeto de estudio de esta entrada. Así pues, hecha esta breve reseña histórica, vamos al grano.
LA PORTADA.
Data del siglo XV. Consta de una puerta ojival con nueve arquivoltas con la siguiente decoración: en la primera, tenemos diamantes. En la segunda, ondas. Y en la novena, pirámides. Los arcos se sustentan sobre capiteles con decoración vegetal en forma de hojas de parra.
A ambos lados se pueden ver dos imágenes sobre pedestales sustentados por ménsulas en forma de cabeza de león: a la izquierda, tenemos el arcángel Gabriel y a la derecha la Virgen María, ambas cubiertas por doseletes. Sobre la puerta, una imagen de Dios sobre una peana con motivos vegetales y que sostiene en su mano izquierda el orbe terráqueo. Estas tres imágenes datan del siglo XVIII, ya que las originales estaban en un avanzado grado de deterioro. De hecho, tras las actuales se observan aún el alojamiento de las antiguas. Entre las tres figuras tenemos una franja decorada con sebka sobre falsas ventanas, elemento típico tanto de la arquitectura árabe como de la gótico mudéjar, y, rematando el conjunto, un tejaroz sustentado por doce ménsulas con forma de cabeza de león.
Para los que desconozcan la terminología de los diferentes elementos, a continuación podemos ver una imagen frontal de la portada con los nombres de cada parte y así vamos aprendiendo un poco sobre esto, ya que conviene familiarizarse con ellas. Conviene aclarar un término que a más de uno le sonará a chino o, mejor dicho, a árabe: sebka. La sebka es un elemento decorativo de origen almohade de forma rombidal entrecruzada. Al parecer, pretenden representar las formas de sal cristalizada propias de ciertos desiertos que en tiempos remotos estuvieron cubiertos de lagos salados y que, al secarse, dieron pie a esta peculiar forma geométrica. Como recuerdo de su tierra originaria, los almohades lo usaron con gran profusión, siendo quizás el ejemplo más conocido el sebka que decora la Giralda.
Aclarado estos puntos, vamos a estudiar la simbología que podemos encontrar en la portada:
Los leones de las ménsulas: Aunque el león, en éste caso en concreto, pueda dar que pensar que representa al evangelista San Marcos, dudo mucho que los que presenta la portada hagan referencia al mismo porque las mismas representaciones se repiten en otros templos cercanos. Así pues, sólo cabe aplicarlos como símbolo de Jesucristo, hijo de María que, al igual que el león es el que domina a los demás animales, Él es el rey de todas las criaturas. Conviene concretar que, de los doce que aparecen en el tejaroz, no hay dos iguales. Los que flanquean a la imagen de Dios miran hacia el lado opuesto, como si no se atrevieran a depositar sus ojos en el Creador. En la foto inferior podemos ver una vista completa del tejaroz con la distribución de cada ménsula:
Añadir solo un detalle, y es la parte central rota que vemos en el tejaroz, posiblemente consecuencia de que la anterior imagen de Dios era de mayor tamaño y de ahí que el friso esté incompleto en esa zona.
El arcángel Gabriel: Es el mensajero enviado por Dios a la Virgen para anuciarle la buena nueva. Como símbolo de pureza porta en la mano varios lirios. La mano derecha la apoya en el pecho, lo que no es la representación habitual ya que se le suele presentar con el dedo extendido en actitud dialogante para comunicar el mensaje divino. El lirio, o el lys heráldico, ha representado desde siempre la pureza. En su vertiente heráldica, la formas dos hojas laterales que se enrollan sobre sí mismas y una tercera, en el centro, que apunta al cielo. Además de lo dicho, simbolizaba en la Edad Media la iluminación y el atributo divino.
La Virgen María: Aparece en la típica pose con los brazos cruzados sobre el pecho, en actitud sumisa y obediente ante el enviado divino y su mandato. Por lo demás, su posición en la fachada obedece al simbolismo habitual: los varones a la derecha y las hembras a la izquierda. Obviamente, esta posición hay que considerarla de espaldas a la fachada. En caso de ser nosotros los que contemplamos la escena la veremos al revés. En la simbología cristiana, la diestra representa un sentido activo, propio de los varones, mientras que la siniestra es lo contrario, la pasividad, propia de las hembras. (Y que las feministas no me lapiden, porque esto no lo digo yo, lo decían hace siglos, que conste).
Dios: Aparece en el centro de la escena y a un nivel superior, ya que es el centro del universo y está por encima de todos. En su mano izquierda sujeta un orbe como representación del Universo por Él creado. Su mano derecha, inexistente, debía estar en actitud de bendecir por la posición de la toga que viste.
Sobre su cabeza vemos, fabricado con bronce, el triángulo que simboliza la Trinidad. En este caso, la peana sobre la que se sustenta la imagen no son leones, que como hemos dicho representan a Jesucristo, sino motivos florales que son símbolo de fecundidad y abundancia.
Las arquivoltas: Como se ha dicho, tenemos tres símbolos diferentes. Empecemos por la interior, en forma de pirámides. Esta figura geométrica contiene dos significados: por un lado, tenemos la dualidad de vida y muerte. Por otro, su base cuadrada simboliza la tierra, mientras el vértice, que mira al cielo, es el punto de partida y llegada de todo. Sus caras, de forma triangular, representan al mismo tiempo la Trinidad. Así pues, la pirámide representa la totalidad de la obra creadora del cielo y la tierra.
En las exteriores tenemos otros dos símbolos: el diamante y las ondas. Empecemos por la más externa de todas, el diamante. Esta palabra es de origen sánscrito, concretamente del término dyu, que significa ser brillante, por lo que es aplicable a la divinidad. Es pues el símbolo de la luz y el resplandor que emana de Dios y, además, como todas las piedras preciosas, es símbolo de conocimientos morales e intelectuales de los que Dios es la quintaesencia. Pero además, su disposición en la arquivolta exterior puede obedecer además al hecho de que el diamante se asimila a la clave de bóveda, o sea, la piedra que da término a una construcción. De ahí quizás colocarla en la parte externa, que es la última que se fabrica de una puerta.
La segunda arquivolta podría representar una versión estilizada del símbolo románico del agua, basado en un zig-zag que, en este caso, se transforman en ondas. El agua, como creo que es de todos sabido, representa la fertilidad, así como la purificación. Es un elemento muy ligado al cristianismo y a otras religiones: bautismo, abluciones, etc.
Los capiteles: Como ya se comentó anteriormente, las arquivoltas se sustentan sobre unos capiteles decorados con hojas de vid o parra. Es uno de los más importantes símbolos cristianos tanto en cuanto su fruto es la Sangre de Cristo. Además, es símbolo de fecundidad y renovación, así como de la vida eterna. De hecho, las hojas de vid son uno de los símbolos más frecuentes en el cristianismo debido a que, además de lo mencionado, es el símbolo de la Eucaristía, siendo Jesucristo la verdadera cepa.
Bueno, puede que, tras la lectura de esta entrada, más de uno mire con otros ojos este tipo de monumentos. Como hemos ido viendo, todos y cada uno de los elementos que componen la portada obedecen a una simbología muy concreta, no representando en ningún momento unas meras formas decorativas producto del capricho del que la diseñó, o que buscaban una simple armonía de formas geométricas para que quedase bonita sin más. Nada quedaba al azar, y en todo momento se buscaba, mediante los símbolos que hemos ido estudiando, dejar patente las incuestionables virtudes de la divinidad y de la depositaria de Su palabra, en este caso, la Iglesia. Pero además, hemos visto que prácticamente toda esta simbología es de un origen muchísimo más antiguo, y ya era usada por culturas y civilizaciones desde siglos y siglos antes de la aparición del cristianismo. Al cabo, la mística de egipcios, babilonios, etc. fue heredada por el cristianismo. Quizás ello fuera debido a que Dios, al fin y al cabo, y lo adorase quien lo adorase y tuviera el nombre que tuviera, siempre ha sido Dios, y siempre ha sido representado con los mismos atributos.
En fin, para la siguiente entrada estudiaremos la torre, que nos mostrará una vertiente distinta a lo que hemos visto hoy. En la torre hay más advertencias que glorificación.
Hale, he dicho...
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