Hace algún tiempo, en mis interminables bicheos en la red en busca de información, di con un libro que, en su momento, me llamó poderosamente la atención. Sin embargo, con tantos temas como llevo por delante en el blog, no me acordé del mismo hasta que confeccioné la entrada anterior, en la que mencionaba los manuales de esgrima que surgieron a raíz de la aparición de la espada ropera. Así pues, eché mano a la memoria externa donde tengo acumulados qué se yo la de libros y artículos para rescatarlo. Va, como su nombre indica, de artes marciales.
Antes de entrar a fondo en el tema, una breve reflexión: los occidentales somos asaz cretinos. Extremadamente cretinos diría yo. Sí, dilectos lectores. Nuestras bibliotecas albergan fabulosos tratados de artes marciales para aprender a combatir de diversas formas: con daga, con espada, con mandoble, hachas, martillos, lanzas, a caballo, a pié... y con palos y hasta con las manos. Y a esto último quería referirme, ya que vemos cantidades ingentes de academias dedicadas a las artes marciales orientales y, curiosamente, ni una sola que propale las enjundiosas enseñanzas de estos manuales que, hace siglos, salvaron las vidas de los que se molestaron en aprender de ellos. En definitiva, mucho kung-fú, mucho taekwondo, mucho judo, y resulta que tenemos métodos de lucha propios que, según verán vuecedes en las ilustraciones que vienen a continuación, no tienen nada que envidiarles en eficacia.
Cegados por las virguerías coreográficas del cine oriental, desde el extinto Bruce Lee al inefable Jackie Chan con sus piruetas, grititos y eso de echar por tierra a docenas de enemigos sin despeinarse, el personal se cautivó allá por los 70 de ese tipo de lucha, sin saber siquiera que teníamos la nuestra propia. En fin, dicho esto, vamos al grano...
Hay varios de estos manuales que han llegado a nuestros días. Por un lado, tenemos el Royal Armouries Ms. I33, comúnmente conocido como "el manuscrito de la Torre" (ilustración de la derecha) debido a que se conservó en la Torre de Londres durante un tiempo. Es el más antiguo que se conoce, ya que fue escrito hacia 1290-1300 en Franconia, donde permaneció en un monasterio hasta el siglo XVI. Es un texto de 64 páginas escrito en latín y con anotaciones en alemán en el que el maestro o sacerdos (sacerdote en latín) enseña a su pupilo o scholaris (estudiante) diversas técnicas de esgrima, tanto ofensivas como defensivas, con espada y broquel. Curiosamente, en las dos últimas páginas del manual el scholaris es sustituido por una mujer llamada Walpurgis.
Por otro lado, tenemos el denominado como Nürnberger Handschrift GNM 3227a, un curioso compendio de 169 páginas escrito en latín y un dialecto alemán de las cosas más variopintas, desde tratados para fuegos artificiales a fórmulas de alquimia y técnicas de esgrima, defensa personal, técnicas de combate a caballo, etc. Está datado hacia finales del siglo XIV. Además, hay diversas obras, anónimas por lo general, sobre el combate con armas específicas, como martillos de dos manos, mandobles, etc.
Finalmente, tenemos el objeto de esta entrada. Se trata de un manual escrito en 1409 por un italiano llamado Fiore dei Liberi y titulado "La Flor de las Batallas" (Flos Duellatorum en el original), una verdadera obra maestra compuesta por ilustraciones que muestran cada movimiento acompañado de una rima que explica el objeto y desarrollo del mismo. Está escrito en italiano, y ocupa diversas formas de combatir, desde el pugilato a la daga, la espada, el mandoble, cayado contra lanza, espada contra daga, e incluso como hacer frente a un enemigo estando desarmado. El autor, en el prólogo de la obra, especifica que sus conocimientos son el fruto de décadas dedicadas a la guerra y de las enseñanzas recibidas a lo largo de su vida por diversos maestros. El comienzo de la obra lo dedica precisamente al pugilato, o lucha con las manos, y a la vista de las llaves y golpes que muestra, coligo que debían ser de una eficacia demoledora. Veamos algunos ejemplos:
Con la boca te haré besar el suelo O te trabaré con la llave siguiente |
En esa ilustración, cuya traducción del movimiento podemos ver a pie de foto, tenemos una llave para deshacernos del típico adversario que inicia la lucha con un empujón en el hombro o que nos quiere agarrar del cuello. Si una vez trabado el brazo del enemigo dejamos caer todo nuestro peso sobre el mismo, se producirá una dolorosa dislocación en el hombro que, aparte de hacer soltar un grandioso berrido al adversario, lo dejará fuera de combate nada más empezar la lucha.
Usando mi mano para aplastar tu cara Te mostraré algunos otros agarres |
En ésta podemos ver como ver como anular a un enemigo pegajoso. Ante un adversario que intenta abrazarse para derribarnos, bastaría con empujarle la cara hacia atrás y aplastarle la nariz. O, mejor aún, golpear con fuerza con la parte inferior de la palma de la mano la ternilla de la nariz, lo que hará que, aparte de sentir un dolor bestial, se le inunden los ojos de lágrimas y quede cegado y, por ello, a nuestra merced.
Por el dedo con que te aprieto bajo la oreja izquierda Hago que la fuerza de tu agarre desaparezca |
Aquí vemos otra forma de anular a un enemigo mediante algo tan simple como presionar bajo el lóbulo de la oreja. Doy fe de que es extremadamente doloroso. Basta clavar el pulgar con fuerza en semejante lugar para que el enemigo vea literalmente las estrellas e intente soltarse de la presa como sea.
Golpearé tu ingle tan fuerte Que perderás toda tu fuerza |
Esta otra es de una eficacia incuestionable. Ante un enemigo que nos intenta agarrar para derribarnos, nada mejor que un rodillazo en las partes pudendas, vulgo cojones. Todos los que me leen, salvo las pertenecientes al sexo femenino, saben de que va la cosa y lo que duele. De ahí la famosa frase "duele de cojones", supongo.
Le daré tanto dolor y sufrimiento a tu nariz Que querrás escapar tan pronto como puedas |
Este golpe puede resultar mortal. Es similar en sus efectos al que hemos visto en segundo lugar: se trata de golpear la nariz de forma tan violenta que quede totalmente aplastada. Y digo que puede ser mortal porque, cuando estaba en el ejército, un instructor de defensa personal que teníamos me comentó que al golpear de esa forma pueden salir despedidos hacia el cerebro fragmentos de hueso, o incluso reventar un globo ocular.
Con tus manos en mi cara me molestas Como contrario yo te molesto aún más en el ojo |
Pero ante un enemigo que quiera hacer eso mismo con nosotros, el manual te da la forma de impedirlo. Y lo hace de una forma asaz expeditiva y determinante: simplemente, te meten un dedo por el ojo hasta el nudillo. Es más que evidente que, aparte de dejar al adversario tuerto, nos soltará a una velocidad asombrosa. Da repeluco incluso, ¿no?
Con gran astucia me agarraste por detrás pero con éste agarre seguro que te tiraré al suelo |
Pero no solo podremos ver en el manual golpes dolorosos para deshacernos del enemigo, sino también llaves para derribarlo al suelo. Ésta es una de ellas, ideada para abatir a un enemigo alevoso que nos ataca por la espalda. Con el brazo derecho (o izquierdo, dependiendo del lado de donde provenga el ataque) alrededor del cuello del enemigo, lo empujamos sobre nuestra pierna y lo derribaremos sin problema. Incluso podemos aprovechar la fuerza de la caída para asestarle un golpe con el codo en la garganta, que debe ser sumamente persuasivo.
Agarrándote por arriba y por abajo te romperé la cabeza contra el suelo |
Ésta otra llave es bastante resolutiva. Como vemos, aprovechando una presa del enemigo lo sujetamos por la cintura y el cuello para, a continuación, empujarlo tirando de la cintura de forma que caiga golpeando la cabeza contra el suelo, golpe que se verá agravado ya que, además, empujamos la cabeza del adversario.
En fin, creo que con éste breve resumen ya se habrán percatado vuecedes de que hace seis siglos ya sabían como zafarse con sus propias manos de un adversario o incluso matarlo. De hecho, es posible que si alguno de los que me leen ha practicado defensa personal le sonarán algunas de las llaves y agarres mostrados. Así pues, conviene ir desterrando la idea de que, en aquellos tiempos, la lucha cuerpo a cuerpo desarmado era una vorágine de golpes dados de cualquier forma, mordiscos, patadas o lo que fuera. Como ha quedado patente, un guerrero experimentado en este tipo de defensa podía acabar con un energúmeno sin problemas en menos de un minuto.
Para los amantes del combate y la esgrima antigua, recomiendo vos bicheen en la red. Ésta joya se puede descargar en pdf y no solo disfrutar como un enano con su contemplación, sino que incluso pueden poner en práctica sus enseñanzas si damos con algún pardillo que se preste a que, por un mal golpe, le partamos la crisma. Antes de concluir, quede patente que declino toda responsabilidad sobre posibles dislocaciones, fracturas o incluso el deceso del pardillo de marras.
Ya seguiremos con éste tema, que es bastante apasionante.
Hale, he dicho...
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