martes, 25 de diciembre de 2012

Las dagas de mano izquierda 1: tridentes y parte-espadas


Al hilo de la entrada dedicada a las espadas roperas, conviene estudiar también las que eran su complemento casi indispensable: las dagas de mano izquierda o, mejor dicho, dagas de detener, que era el nombre que recibían en España ya que lo de "mano izquierda"(1) es un galicismo procedente de la denominación francesa para éste tipo de armas, main gauche. Como ya se comentó en dicha entrada, la proliferación de manuales de esgrima a partir del Renacimiento, supuso la creación del combate a armas dobles, por lo que los maestros espaderos de la época diseñaron diversos tipos de dagas para éste tipo de esgrima. En su momento ya se estudiaron las españolísimas dagas de vela, las cuales fueron y son todo un símbolo de las dagas de detener. Sin embargo, se desarrollaron otra serie de diseños los cuales serán los protagonistas de estas entradas. Empezaremos por dos de los más peculiares: las dagas tridentes y las parte-espadas o rompe-puntas. Vamos a ello...

A la derecha tenemos un ejemplar de daga de tridente. Estas dagas, de origen posiblemente italiano o alemán, surgieron hacia mediados del siglo XVI. Como se ve a la izquierda de la imagen, su apariencia era la de una daga de detener convencional, con su arriaz muy curvado y su anilla para proteger el dedo pulgar. Sin embargo, albergaba en sus mecanismos interiores una desagradable sorpresa para el adversario. Como vemos en el círculo rojo, un botón liberaba un resorte que hacía que la hoja se abriese en tres partes, lo que facilitaba el bloqueo de la espada del enemigo y, en un momento dado, la ruptura de la hoja. El mecanismo era básicamente similar al de las actuales navajas automáticas: en la parte central de la hoja, obviamente más gruesa que la de una daga convencional, se alojaban dos muelles de pletina y el retén para los filos. Al apretar el botón, éstos se liberaban dando una irritante sorpresa al contrincante, que posiblemente no esperaba esa artimaña.

En función del diseño de las guarniciones, podían atrapar la hoja de varias formas. A la izquierda tenemos un ejemplar que podríamos considerar como más básico: va provisto de un simple arriaz curvado y la hoja, una vez abierta, sólo permitiría trabar la hoja enemiga con el tridente. Quizás sería difícil romperla sin dañar la hoja de la propia daga ya que, como vemos, sus partes son de muy escasa anchura. Por otro lado, podemos observar que, una vez abierta, sigue manteniendo sus propiedades ofensivas ya que queda un buen tramo de hoja disponible para dar un puntazo de varios centímetros de profundidad en el estómago o el cuello del enemigo.

Aquí tenemos un ejemplar más sofisticado. En el círculo negro se aprecia la muesca que encaja en el retén alojado en la parte central de la hoja. El óvalo azul sería la anilla que protege el dedo pulgar, pero lo más interesante lo tenemos en el círculo rojo, donde se aprecia perfectamente que la aleta que se abre queda alojada en una muesca del botón terminal del arriaz. Esto le da una mayor robustez al conjunto, que en caso de trabar la hoja enemiga con el tridente podría partirla con más facilidad. Y aún más si la hoja de la espada queda trabada en el hueco que queda entre el arriaz y la hoja, que como se ve está cerrado por completo. En caso de atrapar la hoja en esa zona, bastaría un golpe seco de muñeca para partirla.

Veamos uno más. Éste ejemplar, provisto de una hoja más corta y robusta que los anteriores, tiene un arriaz curvado hacia afuera, en vez de hacia abajo y, además, dos patillas que tienen dos finalidades: una, trabar la hoja entre ellas y el arriaz. Y la otra, atrapar la hoja enemiga entre dichas patillas y la parte abierta de la hoja. Sin embargo, a diferencia con las dos piezas mostradas más arriba, una vez abierta carece de capacidad ofensiva, ya que la parte central es tan larga como las laterales. En todo caso, su robustez le permitiría partir una hoja de espada quizás con más facilidad. Finalmente, conviene observar la generosa anilla que protege el pulgar.

Como hemos visto, el mismo tipo de daga podía dar bastante de sí en función del ingenio de su constructor. Pero, cuestiones ingeniosas aparte, de forma genérica eran armas cuyas hojas oscilaban entre los 20 y los 35 cm. de largo, y todas iban provistas de su anilla guardadedos y unos generosos pomos que, además de facilitar el agarre, permitían propinar contundentes golpes en el cráneo del enemigo. Está de más decir que, aunque su finalidad primigenia era trabar la espada del contrincante, eran perfectamente válidas para apuñalarlo con saña bíblica caso de tener oportunidad para ello. Finalmente, concretar que éste tipo de armas no debió proliferar en España, ya que no me consta que se conserven ejemplares fabricados en otro sitio que no fuera Italia o Alemania. Igual no consideraban como digno de caballeros usar estas armas con trampa, quién sabe. Su uso perduró hasta bien avanzado el siglo XVII.

En cuanto a las dagas parte-espadas, eran unas armas cuyas hojas llevaban a lo largo del lomo un calado que le daba aspecto de sierra, ideado para atrapar la hoja enemiga y partirla. Al parecer, éste diseño permitía romper cualquier tipo de hoja, por bien templada que estuviera. Veamos algunos ejemplares:

Ahí tenemos el primero. Se trata de una daga fabricada en Italia hacia 1620. Su hoja mide 37 cm. de largo, y el peso total del arma es de 1,24 Kg., o sea, más pesada que la propia espada, lo que nos da una idea del grosor que debía tener la hoja. Su arriaz se curva en forma de S, de forma que la parte inferior sirva para detener y/o trabar y la superior para proteger la mano. Si observamos su peculiar hoja levemente curvada, los dientes van provistos de unas entalladuras que impedirían sacar la hoja atrapada en uno de ellos. Una vez sucedido ésto, bastaba girar la muñeca para dejar al enemigo con un palmo de narices y prácticamente a nuestra merced. 

A la izquierda tenemos otro. El arriaz es recto, como en la mayoría de éste tipo de dagas ya que lo que buscaban era trabar con la sierra, no con el arriaz, el cual mide unos 23 cm. Su hoja de 35 cm. va provista de unos dientes terminados en puntas triangulares, ideados para no dejar escapar la hoja enemiga. Si ampliamos la foto, podremos observar que, en el fondo de cada diente, hay unas entalladuras destinadas a facilitar la ruptura de la hoja o, en el peor de los casos, mellarla solamente. Este ejemplar lleva además el recazo decorado con incrustaciones en un metal dorado. 

Finalmente,  a la derecha tenemos una pieza similar a la anterior, si bien en éste caso las guarniciones son de bronce y la empuñadura de hueso o marfil. Como hemos visto en las tres dagas, sus hojas son las que comúnmente se conocen como tipo Bowie, o sea, hojas de un solo filo y con contrafilo. Aunque es más que evidente que no estaban diseñadas para clavar no quiere decir que, caso de penetrar en una zona blanda del cuerpo como el abdomen, podrían infligir heridas terroríficas debido a los dientes de sierra del lomo, los cuales producirían tremendos desgarros tanto al clavar como al extraer la hoja. En todo caso, su uso más viable, aparte de como rompe-espadas, era herir de filo. Un buen tajo en el cuello con una hoja tan pesada y robusta podría degollar a cualquiera sin problemas. 

Bueno, creo que no olvido nada relevante. Para la próxima hablaremos de las dagas de detener más convencionales.

Hale, he dicho...

(1). Conste que he titulado la entrada como "Dagas de mano izquierda" porque es, actualmente, el término más conocido, facilitando así la búsqueda en San Google a los profanos en la materia. 


Continuación de la entrada pinchando aquí




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