jueves, 28 de marzo de 2013

Colaboraciones: Pero Niño, espejo de caballeros 2ª parte


Dilectos lectores, he aquí la segunda parte de las andanzas del bravo Pero Niño con que gentilmente solaza nuestro ánimo el Sr. Mario Goñi. En esta entrega veremos como nuestro héroe justa en tierra de galos y derrota bonitamente a todos sus oponentes, ya sean tedescos, borgoñones o incluso gabachos y, naturalmente, se lleva de calle al hembrerío que presencia el evento, faltaría más. Lean, lean...


Escena de la Guerra de los Cien Años
La guerra de los Cien Años (que ni duró cien ni todos los años hubo guerra), se había reanudado entre los Reinos de Francia e Inglaterra. Los combates no eran todavía totales, y no queriendo mostrar los jugadores todas sus cartas (y teniendo los franceses un rey que a veces pensaba que era de frágil cristal), se dedicaban a piratear el comercio y las costas respectivas y a luchar en escenarios secundarios (podría decirse que fue la primera guerra total europea, ya que casi todos los países participaron de una forma u otra). Estamos en el año de Nuestro Señor de 1405, y el Rey de Castilla Enrique el Doliente ha enviado al ya capitán de galeras Pero Niño al canal de la Mancha en ayuda del reino de Francia en su lucha contra los ingleses, que llevaban ya unos tres años atacando costas cántabras y francesas, interceptando envíos de mercaderías a Flandes y todas esas acciones bélicas en las que son tan gustosos. Después del ataque conjunto a la Isla de Portland, que quizás se cuente en otro momento, la expedición se queda ayuna de dineros, y resueltamente Pero Niño decide remontar el Sena para ir a París y pedir dinero al consejo de regencia que gobierna Francia ya que, como hemos dicho, el rey no estaba muy cuerdo y la labor de gobierno la llevaban a cabo por los duques de Borgoña y Orleans, que se llevaban, por decirlo suavemente, muy mal.



Justa medieval
A Pero Niño le estaban dando largas con el tema monetario, y estaba comenzando a impacientarse. Para tratar de apaciguarlo, organizaron unas justas, pasatiempo guerrero que tanto gustaba a gentilhombres, hidalgos y demás, entre ellos Pero Niño y su cronista/amigo/alférez/admirador Gutiérrez Díaz de Games.

Así que en la plaza de “Petite-Bretagne”, que debía estar cerca del Palacio del Louvre, se aparejó para la justa. Aquí nos cuenta cómo justaban los Franceses:

“Los franceses justan de otra manera que no hacen es España, justan sin tela(aclaro, se refiere a que no ponían una tela a modo de separación entre los dos justadores, y que se sustituyó muy tardíamente por la cerca que todos seguramente visualicéis), justan sin tela, a manera de guerra, por el topar. Arman a los caballos con testera y pecheras, que son unas armas de cuero muy fuertes, y las sillas muy fuertes, que cubren la pierna hasta cerca del pie.
Acontece muchas veces que se topan un caballo con otro, y caen ambos dos, o cae uno o ambos. Es muy peligrosa justa, no la hacen todos los hombres, sino sólo los hombres diestros y los muy cabalgadores...”.



Justando a la usanza francesa
Además el modo en el que se sale a la lid, no es el que tenemos visto en películas y novelas, con ministriles, reyes de armas dando a conocer a los oponentes etc. sino que:
No hay allí mantenedor, ni justa uno con otro señaladamente sino quien más se atiene. Se ponen a la una parte diez, o veinte , o treinta o más, y tantos de la otra. Y tomando uno la vara, ya el otro tiene la suya, y no solamente sale uno, sino que con la codicia acontece que salen dos, y aún tres[-] así que es menester que el que allí justare, que sea fuerte, o acostumbrado o gran cabalgador”.

Vamos, que en estos lances nuestro ¿héroe? se encontraba como gorrín en maizal. ese día:
Hizo allí muchas carreras con recios caballeros, y quebró muchas varas. Tanta hera la codicia que habían los franceses con el que una vez salieron dos caballeros a la par, y ambos dos encontraron con él, y Pero Niño estuvo tan firme que no lo removieron, ni hubo reveses, ni hizo mala contenencia. Aquel día se encontraron el Conde de Claramonte y un caballero con los cuerpos de los caballos, y cayeron los caballos, y murieron los dos, de tal forma que quedaron trastornados y fue menester ayudarles”.


Arnés de justa de Carlos I
En esos días , se casaba una hija de un mayordomo del Rey, y al evento confluyeron toda la nobleza de Francia. Guitérrez Díaz queda felizmente sorprendido por el tamaño del sarao:

“Vinieron a ellas duques y Condes y grandes señores, y caballeros y gentilhombres de la Corte, y las grandes señoras, damas y damiselas. Fueron las salas muy ricamente aparejadas, y las tablas (mesas) muy ordenadas, cada uno en su lugar. Las vajillas muy grandes y muy ricas, de oro y plata, manjares adobados muchos y de diversas maneras. Las gentes allí eran tantas, que de juglares había un pueblo, que tañían instrumentos de diversas maneras[-] “

Después de una semana de bodas (cómo se divertían estos medievales) las damas y damiselas y ricas señoras de la corte se reunieron y decidieron que como amor hacia ellas hicieran una gran fiesta de justas. (Uno de los pasatiempos preferidos de las mujeres nobles de la época era ver como sus contrapartidas masculinas se daban de oxtias, cada uno pensará el porqué de esto :D  …).

Así que Pero Niño apareció en estas justas con dos fuertes caballos y un yelmo que le había dado una dama que conoció en la ribera del Sena. Por supuesto, llegó con el yelmo puesto para que nadie le reconociera, ya que el combatiente anónimo era muy celebrado en estos menesteres, casi tanto como los justadores vestidos de mujer (no es broma).

Dejemos que Gutiérrez Díaz nos cuente cómo se desenvolvía su señor:

“Los que traían voluntad de justar con él, a unos arrancaba los yelmos, y a otros arrancaba sus escudos o piezas de armadura, y a otros enviaba colgados de sus caballos. Quebraban en él muchas varas. Tanto duraba Pero Niño en la justa, y tanto hacía en ella, que la fama iba por toda la ciudad hablando de un Español, que andaba en la justa tan maravilloso caballero, y tanta valentía hacía.

Pasados muchas lances, aparece un gigante para justar con Pero Niño:

“Enviaron un caballero de gran cuenta y grande de cuerpo, que llamaban Juan de One (seguramente Jean d`Ony, escudero del duque de Borgoña). Vino con un caballo muy grande , y parecía hombre espantable en armas. [-]Juan de One vió que Pero Niño era tan fuerte caballero y tan diestro que no podía en el mellar. Hizo una carrera en la que venía todo cerrado contra él, pensando en topar con el caballo, como hacen ellos, más el buen caballero.entendido de otras carreras lo que le buscaban hacer, frenó un poco al caballo y queriendo igualar con él , puso las espuelas al caballo y lo encontró en mitad del escudo, y tan pronto como quebró en él la vara, tan pronto se encontraron los cuerpos de los caballos, y derrocó a él y al caballo en tierra, De aquella caída se le desencajó el brazo, y anduvo lisiado muchos días.



Baúl de justa
Poco más tarde, Pero Niño se enfrenta con un caballero alemán , que al contrario que Juan de One, tiene más maña que fuerza:

“Caballero Alemán llamado Sinque, hombre famoso en armas y muy buen cabalgador, armado de justa. Hizo muchas carreras con Pero Niño, todas con mañas, nunca el Alemán esperaba a encontrarse, más hacía muchas maneras con las riendas del caballo, que lo sabía bien hacer. Rehuía el encuentro, y lo dejaba pasar para luego dar la vuelta para darle con la vara por donde pudiese, o tomarle a través con los pechos del caballo..”

Después de arrinconarlo en una esquina donde no podía huir, Pero Niño hace que el Alemán tome las de Villadiego y escape por unos de las puertas de París, tanto miedo le tenía.

Se va haciendo de noche y se traen antorchas  para iluminar la calle. Poco a poco van quedando menos justadores ya que Pero Niño los está venciendo a todos. Después de derrocar en la segunda carrera a un “galán enamorado”, se declara vencedor de la justa a Pero Niño, ya que siendo mantenedor , nadie más queda que quiera desafiarle:

“Las gentes cogieron cuantas varas yacían quebradas en los campos. Entraron en la ciudad. Los franceses son muy corteses: loan a la gente que algún bien hace. La gente era tanta a mirar que no podía hombre ir por las calles. Sacaban de las casas antorchas y candelas, tantas que parecía claro como el día. El ruido de ministreles, y trompetas y tamborinos era tanto, que no podía un hombre oír palabra a otro. Y Pero Niño nunca tiró el yelmo de la cabeza desde que primeramente se lo puso hasta que entró en su cámara. La prisa era tanta cuando se hubo de quitar el yelmo, que duró el ir y venir de gente a mirarle hasta la media noche”

Como colofón, decir que los gajes de la gente de las armas de las galeras de Pero Niño, fueron pagados tarde y mal, pero por lo menos había tenido un R&R provechoso.



Arneses de justa a la usanza tedesca


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