jueves, 7 de marzo de 2013

10 curiosidades curiosas andalusíes






Bueno, acabo de darme cuenta de que nunca he mencionado nada relacionado con los andalusíes, o sea, los moros que poblaron la Península durante un tiempo más largo del recomendable. Así pues y antes de entrar en cuestiones más enjundiosas sobre esta gente, ahí van estas diez curiosidades curiosas como aperivo y aquí paz y después gloria, amén de los amenes...

1. Es de casi todos sabido que el patronímico de los árabes es el término "ibn", que significa "hijo de...". O sea, que un moro por nombre Yusuf ibn Suleiman significa Yusuf (que por cierto es lo mismo que José) hijo de Suleiman. Pero las mujeres no usan el "ibn", sino "bint", "hija de...". La hermana de Yusuf sería pues Fátima bint Suleiman.

2. Muchos habrán visto que mucho moro se "apellida" al-Loquesea. Al-Barbar, al-Rundí, etc. Ese apellido en realidad no es tal como nosotros lo concebimos, sino un mote por el estilo del cognomen usado por los romanos. Dicho mote podía ser propio de la familia o, por el motivo que fuere, ser apodado por algún hecho o circunstancia personal.

3. El maravedí, moneda que estuvo oficialmente en uso hasta la introducción de la peseta en el siglo XIX, era en realidad de origen andalusí. El término es la corrupción fonética de al-muräbitï, una moneda de oro introducida por los almorávides.

4. Era costumbre en los andalusíes irse de ligoteo a los cementerios, lugares en los que solían pulular las rameras en busca de clientes. Aunque los alfaquíes protestaban constantemente por semejante escándalo, los almotacenes no lograron erradicar esta peculiar costumbre. Y no solo fornicaban impunemente sobre las tumbas, sino que incluso había afluencia de vendedores ambulantes, cuenta cuentos y adivinos, lo que también se intentaba evitar. Las horas de mayor afluencia para estos fines lascivos no era la noche ni nada de eso, sino durante la siesta, que es al parecer cuando los cementerios se quedaban desiertos.

5. No se consideraba apropiado que las mujeres recurrieran a abogados (jasm en árabe) debido a que se daba por sentado que estos tendrían que visitarla en su casa y, naturalmente, intentarían seducirlas y alargar los procesos para seguir disfrutando de la coyunda. Que angustia, vivir siempre con el temor de que la parienta de la pegue con el primero que se cruce, ¿no?

6. Los reos de robo, por cuyo delito la pena era la amputación de la mano derecha, no eran encarcelados sino que, una vez cumplida la sentencia, eran expulsados de las ciudades. Por esa causa debían vivir a costa de la caridad del personal, ya que no se les permitía volver hasta que se les curase el muñón.

7. En las mezquitas no estaba permitido comer ni dormir, así como entrar armado. Tampoco estaba permitido leer otra cosa que no fuera el Corán. Así mismo, estaba prohibido a los mendigos pedir dentro del recinto los viernes, día sagrado musulmán, o hacerlo en voz alta en el atrio de la mezquita si el imäm ya había empezado la oración. De incumplir estas normas, el castigo era darle unos cuantos de palos para que se enterara de lo que valía un peine. 

8. Los encargados de comprobar que los pesos y medidas de los mercados eran correctos eran los alamines. Estos funcionarios iban provistos de medidas contrastadas para corroborar que los tenderos no daban gato por liebre comprobando las balanzas y las medidas de grano, imponiendo severas multas a los infractores. Las pesas, obligatoriamente, debían ser de cristal o de hierro, e ir punzonadas con la marca de conformidad del alamín. A los infractores se les requisaban las pesas o medidas trucadas, las cuales eran colgadas en las mezquitas junto con el nombre del defraudador para mayor escarnio del pícaro y para que todo el mundo supiese que no era su sujeto de fiar.

9. Aunque el Corán prohíbe el consumo de vino, en el Andalus se generalizó la costumbre de beberlo aún siendo una falta grave y tal. A fin de intentar limitar su consumo, se prohibía a vidrieros y alfareros fabricar copas para vino, así como vender grandes cantidades de uvas a los sospechosos de usarlas para elaborarlo. Obviamente, las prohibiciones no sirvieron de nada. Un tintito en las comidas siempre es gratificante, incluso para los moros.

10. Los baños públicos eran usados indistintamente por hombres y mujeres, si bien con horarios diferentes. Las mañanas eran para los clientes masculinos, mientras que las tardes estaban destinadas a las féminas. Si un cristiano o un judío hacia uso de dichos baños, no podían ser masajeados por un musulmán por ser considerados por ellos como gentes viles. O sea, que se bañaban, pero nada de masajes ni afeitados. Para que luego digan que los que discriminamos somos los cristianos.

En fin, ahí queda eso.

Hale, he dicho

Heridas de guerra 2. Rematando a los caídos






Al hilo de la entrada dedicada anteriormente a los terribles efectos de las armas medievales, esta estará dedicada a un detalle que, aunque escabroso, no deja de resultar de interés. Me refiero a los restos humanos encontrados que, por la marca indeleble de las heridas recibidas, muestran que fueron rematados tras caer, bien como consecuencia de una herida, bien por haber simplemente perdido el equilibrio o tropezado durante el combate y haber quedado a merced de sus enemigos, o bien tras la batalla, cuando se procedía a aliviar de sus miserias a los heridos del bando derrotado y aliñarlos de un certero golpe para que dejasen de berrear.

Como cabe suponer, el golpe fatal se propinaba en la cabeza y con armas sumamente contundentes. Los ejemplos que veremos a continuación no dejarán lugar a dudas: los que los recibieron fueron escabechados en un santiamén, lo cual no dejaba de tener sus ventajas en una época en que la curación de las heridas era poco menos que milagrosa, y la agonía a la que se veían abocados sumamente espantosa, entre tremendos dolores y viendo como el miembro herido se gangrenaba en cuestión de pocas horas, aspirando el hedor de la propia carne ya en putrefacción. Qué desagradable, ¿no? Bueno, vamos al grano...



Ahí tenemos el primer ejemplo, que corresponde a un difunto pasaportado al más allá como consecuencia de un hachazo que le ha partido la cabeza en dos. Los restos pertenecen a la colección de osamentas procedentes de Visby (1361), en donde tuvieron especial protagonismo las hachas danesas, una de las cuales fue casi con seguridad la causante de tanto destrozo. Por el ángulo del corte, casi perpendicular al cuerpo, podemos deducir que la víctima debía estar en el suelo cuando lo recibió. Con un hacha danesa, que obligatoriamente había que manejar con ambas manos debido a su tamaño y peso, si se golpeaba a un enemigo en pie se hacía de arriba abajo, o bien volteándola. En ese caso, la herida sería perpendicular, pero estaría localizada en el lado izquierdo del cuerpo caso de ser un diestro el que manejaba el hacha (véase imagen de cabecera). 



En la imagen del detalle se puede ver el cráneo frontalmente, con lo que se aprecia con claridad la mayor profundidad de la herida por el lado izquierdo del mismo, lo que indicaría igualmente que el caído estaba en el suelo ya que en esa posición la parte superior del filo del hacha tiene un ángulo más acusado que el filo inferior. Si observamos la imagen de la izquierda quizás se entienda mejor. Resumiendo: el primer lugar donde golpeó el arma fue en el pómulo izquierdo para, a continuación, hendir el lateral del mismo lado y después el pómulo derecho hasta detenerse. Finalmente, concretar que el cráneo aún conserva al almófar de malla, el cual le debió resbalar hacia atrás al caer al suelo o recibir el brutal golpe que finiquitó a su dueño el cual, por su buena dentadura, podemos deducir que debía ser un hombre joven.



Aquí tenemos otro similar al anterior. Fue hallado en Inglaterra, y posiblemente perteneciera a un vikingo de los que se divertían llevando a cabo incursiones en las poblaciones costeras de la isla para saquear y violar bonitamente al personal. A este no debió irle bien del todo, porque acabó tal como lo vemos en su tumba cerca de Tammaskirk. El golpe que lo acabó fue también propinado con un hacha de grandes dimensiones que le cercenó medio cráneo. No deja de ser relevante el hecho de que, al igual que en el ejemplo anterior, dicho golpe no fuera dirigido a la zona frontal del cráneo, sino en mitad de la cara. Cabe suponer que era debido a que la cabeza, al estar protegida por el yelmo, solo dejaba el rostro a merced del enemigo. En cualquier caso, una herida en esa zona debía producir una muerte prácticamente instantánea.



Y ni siquiera los monarcas se libraban de ser víctimas del remate. Aquí podemos ver la parte trasera del cráneo de Ricardo III que tanto ha dado que hablar en estos días atrás, cuando apareció en un lugar tan poco digno de la realeza y tan peculiar como el subsuelo de un aparcamiento público. Ricardo III, el cual fue jubilado anticipadamente del dulce peso de la corona en la batalla de Bosworth (1485), fue herido en combate por sir William Stanley tras lo cual fue rodeado y recibió varias heridas más que acabaron con él. Una de ellas, posiblemente la definitiva, es la que vemos en la foto: un enorme agujero en la zona occipital que casi llega al foramen magnum y que, con seguridad, fue propinado con una maza o un martillo de dos manos. Esa zona es prácticamente imposible de alcanzar en un hombre que combate en pié y que, además, lleva la cabeza cubierta por una celada gótica, yelmo muy al uso en aquella época en Inglaterra y provista de una amplia ala que cubría enteramente la nuca. Así pues, solo cabe una interpretación: el golpe fue asestado con el rey postrado en el suelo y con la cabeza descubierta, ya que con la celada era imposible infligir una herida semejante. Resumiendo: fue rematado como un villano cualquiera. 

En fin, como vemos era una costumbre bastante extendida eso de rematar al personal. Cierto es que no hay mejor enemigo que el enemigo muerto, y así se evitaba que el caído, en un postrero arrebato de furia, decidiese vender cara su vida y, haciendo acopio de sus últimas fuerzas, se fuera a la tumba llevándose a alguien por delante. No se andaban con bromas esta gente.

Bueno, ya vale por hoy.