Bueno, al hilo de la entrada de ayer, creo que no estaría de más añadir algunas curiosidades curiosas sobre aquella sangrienta jornada a fin de apabullar a los cuñados más remisos a reconocer que uno es "un hombre curto de verdá", y no un cantamañanas que solo se sabe de memoria la talla de calzoncillos de todos los jugadores de primera división. Veamos pues...
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Asalto a Jerusalén representado en una miniatura. El rey que aparece en la torre es Godofredo, y la torre se supone que la máquina que usaron para dicho asalto |
1. El duque de Lorena estuvo a punto de tener una muerte gloriosa el día del asalto final. Mientras aguardaba a que su torre de asalto fuera adosada a la muralla, un bolaño lanzado por uno de los fundíbulos emplazados en la muralla norte alcanzó en la cabeza a un cruzado que estaba justo a su lado. Por pocos centímetros no cambió la historia.
2. Los caudillos de la cruzada ofrecieron a Godofredo la corona de Jerusalén, a lo que se negó en redondo alegando que jamás portaría una corona de oro donde Jesucristo llevó una de espinas. Así pues, se limitó a aceptar el titulo de ADVOCATVS SANCTI SEPVLCHRI o lo que es lo mismo, Defensor del Santo Sepulcro. No pudo el buen duque volver a su verde Francia ya que palmó justamente un año después del nombramiento, el 18 de julio de 1100. Su hermano, Balduino de Boulogne, fue declarado sucesor del duque y en este caso no tuvo el más mínimo reparo en aceptar la corona. Por cierto que actualmente el título de rey de Jerusalén lo ostentan los monarcas españoles.
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Otra visión del asalto. Obsérvese el fundíbulo que aparece a la derecha |
3. Según vimos en la entrada anterior, los dos primeros cruzados en entrar en Jerusalén fueron los hermanos Lethold y Engilbert de Tournai. Pero, curiosamente, eso no provocó una instantánea avalancha masiva de combatientes sobre la sambuca, sino que tuvo lugar uno de esos hechos extraños que a veces ocurren en las batallas, en los que parece que se detiene el tiempo y todo el mundo se queda pasmado sin reaccionar. Por lo visto, los defensores habían colgado fardos de lana y paja en las murallas para amortiguar los embates de los arietes de que iban provistas las torres y que ardían una cosa mala debido a las flechas incendiarias con que los acribillaron. El humo y la lluvia de proyectiles procedente de la torre obligó a retroceder a la guarnición, quedando el adarve vacío momentáneamente como ya comentamos ayer. Nadie se movió, nadie hizo nada hasta que Engilbert de Tournai quitó las pieles que protegían de la nafta y las faláricas a la torre y, junto a su hermano Lethold, abatieron la sambuca sobre el parapeto. Tras ellos fue un caballero normando llamado Bernardo. En aquel instante, solo había tres cruzados dentro de la ciudad. Los hermanos Tournai avanzaron por el adarve hacia el lado izquierdo, mientras que Bernardo lo hacía por el lado opuesto. Los defensores, asombrados, intentaron hacerles frente pero un tajo de espada decapitó al primer musulmán que tuvieron a mano, tirando su cabeza desde lo alto de la muralla de una patada. En ese momento el duque de Lorena salió de su estupor inicial y ordenó iniciar el asalto. Comenzaba la fiesta.
4. Como es de todos sabido, los árabes hacen uso de motes además del tradicional patronímico. En el caso del gobernador de Jerusalén, Iftihkar al-Dawla, significaba "orgullo de la nación" nada menos. Eso sí, al orgullo de la nación le faltó tiempo para comprar su vida a Raimundo de Saint-Gilles cuando la cosa se puso verdaderamente chunga y largarse con viento fresco de allí. Con todo, estaba considerado como un militar muy capacitado. De no ser así no se le habría confiado la custodia de semejante ciudad.
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Cúpula de la Roca hoy día |
5. Como vimos en la entrada anterior, Tancredo de Hauteville fue el primero en llegar al Monte del Templo donde, según comentamos, aceptó rescates por las vidas de los atribulados musulmanes refugiados allí aunque eso no les salvó de la masacre. Pero la verdadera razón por la que el normando tenía tanta prisa por ser el primero en llegar a ese lugar era porque, mientras duraba el asedio, había obtenido valiosa información de los cristianos expulsados de la ciudad por Iftikhar. Además, le habían puesto en contacto con dos musulmanes prófugos que, a cambio de sus vidas, dieron pelos y señales de los valiosos tesoros que había en la Cúpula de la Roca. Con semejantes informes, en cuanto Tancredo pudo entrar en la ciudad junto a Gastón de Bearn y setenta caballeros de su confianza, salieron echando leches hacia el Monte del Templo para llegar los primeros y apoderarse de todo. Según los usos de la guerra, lo que uno trincaba durante un saqueo no se le podía disputar, de ahí las premuras. O sea, como un político cualquiera, vaya...
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Mezquita de al-Aqsa |
6. Y no se equivocó Tancredo buscando su tesoro en vez de perder el tiempo matando gente. Cuando entró en la Cúpula de la Roca se le debió descolgar la mandíbula al ver lo que contenía: del centro del techo, colgando de cadenas de plata, había un recipiente de oro que pesaba 44 rutl (50 kilos). A eso, había que añadir cuarenta candelabros de plata de 3.600 drams de peso cada uno, unos 10 kilos, así como otros 150 candelabros de plata y 20 de oro de menor tamaño. Y como colofón a semejante fortuna, un friso de plata de un codo (unos 45 cm.) de ancho y el grosor de un dedo pulgar que circunvalaba todo el recinto, el cual fue arrancado y fundido en lingotes dando un peso de nada menos que 25 toneladas. Finalmente, se apoderó también de numerosas piedras de valor que había incrustadas en las paredes, así como de grandes cantidades de telas de precio. Salvo el friso, que no pudo ser trasladado en aquel momento, el resto fue llevado a toda prisa al campamento a lomos de seis camellos y puesto a buen recaudo. Tancredo y Gastón salieron de Jerusalén más ricos que un político tras 20 años de poltrona. Le dieron una pequeña parte a Godofredo para callarle la boca (el 3% IVA incluido, ya saben), otra parte la donaron como limosna y el resto se lo embolsaron bonitamente. Hicieron bien, qué carajo...
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La batalla de Las Navas (1212) obtuvo bula de cruzada del papa Inocencio III |
7. Aunque se suele pensar que en la Cruzada solo participaron francos, a la misma se sumaron tanto nobles como plebeyos de todas partes: italianos, germanos, ingleses y, faltaría más, hispanos. Tanto de los reinos de Aragón como de Castilla, Navarra y Portugal marcharon a liberar los Santos Lugares de los infieles. Algunos no volvieron, pero otros pudieron retornar al terruño para proseguir con nuestra cruzada particular. En todo caso, la presencia de hispanos fue cuasi testimonial ya que, como digo, en la Península ya tenían para entretenerse escabechando moros. Por otro lado, los monarcas castellanos sobre todo obtuvieron más de una y más de dos bulas de cruzada en las que los pontífices concedían a los combatientes los mismos beneficios espirituales que si te ibas a matar moros a Palestina, y encima se ahorraba uno el largo viaje, el desierto y la caló.
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Indudablemente, sin la presencia de clérigos que acojonaran al personal con la condenación eterna si flaqueaban los ánimos, Jerusalén no habría sido tomada jamás |
8. Y el clero, que no falte. Uno de los primeros en entrar en Jerusalén por el lado sur fue Pedro de Narbona, nombrado a la sazón obispo de Albara y siendo así el primer obispo latino de Oriente. Junto a él iban Isoard de Die, Raimundo de Pilet y William de Sabran, los cuales se entregaron con gran dedicación y denuedo a liberar de sus envolturas carnales a los judíos a los que pudieron echar el guante. Recordemos que la hueste de Saint-Gilles, a la que ellos pertenecían, atacó por el sector que correspondía al barrio judío de la ciudad. Está de más decir que el obispo no entró en la ciudad repartiendo bendiciones precisamente, sino más bien espadazos a mansalva. Yahvéh se olvidó de su pueblo elegido aquel día.
9. Saint-Gilles, a pesar de tener casi 60 años, lo que podía considerarse como un anciano en toda regla en aquellos tiempos, tenía un vigor y un empuje envidiables. Seguido por los caballeros mencionados en el punto anterior, los acuciaba gritándoles:
-¿Por qué vais tan lentos? ¡Mirad! ¡Los demás francos están ya dentro de la ciudad!
Pero Saint-Gilles no tenía prisa por trincar pasta, como su colega Tancredo, sino por ocupar la ciudadela, el punto estratégico más importante. Aunque hoy día estas actitudes nos puedan resultar desmedidas o extremadamente fieras, conviene tener en cuenta la mentalidad de la época. De hecho, Saint-Gilles era un hombre profundamente religioso que, a pesar de su avanzada edad, no dudó en dejar su vidorra en Tolosa, donde era un poderosísimo señor forrado literalmente de pasta gansa y con unas rentas más cuantiosas que las del mismo rey de Francia, para ir a jugarse el pellejo a aquel desierto lleno de alacranes, serpientes venenosas y profetas mugrientos y peludos de todo tipo. Murió en 1105 en Tierra Santa, como había sido su deseo.
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Una torre de asalto adosada a la muralla tras haber rellenado el foso. Observense las pieles que la protegen del fuego enemigo. |
10. La construcción de las torres tuvieron también sus más y sus menos. Gastón de Bearn fue el encargado de construir la destinada al sector norte, la cual no tenía lo que se dice un acabado decente ya que Gastón tenía experiencia militar (incluso había combatido en la Península en 1087), pero de ingeniería no andaba muy puesto que digamos. La mejor era la del sector sur, construida por Guillermo Embriaco el cual, además de ser experto en la materia, contaba con la ayuda de los carpinteros navales que iban en sus naves y que dominaban mucho mejor el oficio que los carpinteros de secano. La caterva de civiles que acompañaban a la hueste -estaban acampados en Belén, a 9 km. al sur de Jerusalén- colaboró de forma importante en la construcción de los ingenios acarreando cantidades enormes de ramas y madera menuda para la fabricación de las cubiertas de las torres y de manteletes tras los que protegerse las tropas en el momento de la aproximación a las murallas. Las máquinas, de más de 15 metros de altura, fueron además un notable revulsivo contra la baja moral de los cruzados, que empezaban a dudar del éxito de la empresa.
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Fundíbulo de tracción manual, llamado por los árabes al-majaniq. Este tipo de máquina sería con seguridad la usada por los defensores ya que, aunque con menos alcance que los de contrapeso, cabían en las azoteas de las torres y, de todas formas, eran suficientes para batir las torres de asalto de los francos |
11. Los cristianos expulsados de la ciudad por Iftikhar informaron que la guarnición estaba preparando grandes cantidades de nafta, mixtura incendiaria que, como ya vimos en la entrada dedicada a estas fórmulas diabólicas, era aún desconocida en Occidente y, por ende, los medios para mitigar sus efectos. Así pues, les indicaron que debían hacer gran provisión de vinagre ya que era lo único que podría apagar las llamas, y que ni se les ocurriera usar agua porque esta volvía el fuego aún más virulento. Así pues, gracias a la valiosa información de los cristianos de Jerusalén las torres no fueron pasto de las llamas nada más ponerse a tiro de los fundíbulos de los defensores. Para prevenir incendios, las pieles con que fueron recubiertas las torres fueron previamente empapadas en vinagre, y se dispusieron barriles del mismo dentro de las torres como si de extintores modernos se tratase.
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Aspecto aproximado de Jerusalén en 1099. La panorámica correspondería a la que se podría divisar precisamente desde el Monte Sión, donde concluyó la procesión |
12. Es de todos sabido que la chulería no lleva a nada bueno, y la guarnición se pasó tres pueblos con los cruzados cuando estos procesionaban solemnemente según lo indicado por el fantasma de Ademaro que, según recordaremos, habló por boca del visionario Pedro Desiderio, que tenía línea directa con el Más Allá. Los musulmanes se dedicaron a construir cruces las cuales mostraban desde lo alto de las murallas a los francos, y entre risas y cachondeo las rompían, escupían sobre ellas y hasta se meaban encima de lo que los cruzados consideraban su símbolo más sagrado. "¿Qué es lo que tienen estas cruces de maravilloso?", les gritaban en plan borde y sin darse cuenta de que esa se la estaban guardando para hacérselo pagar con creces. Para rematar la cosa, cuando la procesión llegó al Monte Sión para escuchar las prédicas de los picos de oro de la hueste, la guarnición comenzó a disparar flechas, una de las cuales acertó de lleno en la cabeza a uno de los frailes. Es más que probable que la rabia acumulada por las burlas de los sarracenos y las profanaciones de la cruz, así como el innecesario asesinato del fraile fuera un suma y sigue a lo que ya tenían acumulado en su lista de agravios, de la que como ya hemos visto pasaron factura con intereses y a lo bestia.
Bueno, creo que con esta docenilla de curiosidades curiosas van vuecedes aviados. Pero antes de largar mi coletilla final, una reflexión: Jerusalén, la ciudad santa para las tres religiones más extendidas del orbe, lleva siglos costando ríos de sangre. El judaísmo, el cristianismo y el Islam tienen el mismo Dios, ya se llame Yahvéh, Dios o Alláh, y la figura de Jesucristo y la Virgen María es respetada por los musulmanes. A Él como profeta y a Ella como madre del mismo. ¿Cómo es posible que aún la gente se mate por pertenecer a una u otra religión en pleno siglo XXI? Siempre que esos paranoicos de al-Qaeda o los talibanes perpetran cualquier bestialidad pienso lo mismo: ¿por qué no se harán budistas, que esos jamás han matado a nadie por ser de otra religión? En fin, lo dicho: jamás habrá paz en el mundo mientras haya gente anclada en la Edad Media y alimenten los odios de sus tataratataratataratatarabuelos.
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Jerusalén en la actualidad. En primer término se ve la muralla. Detrás aparece la explanada de las mezquitas, donde destaca la Cúpula de la Roca que hizo ricos a Tancredo de Hauteville y Gastón de Bearn |
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