viernes, 13 de marzo de 2015

Sistemas defensivos. Torres-puerta 1ª parte


Vista de la torre-puerta de la ciudadela de Alepo en una fotografía de finales del siglo XIX. Esta puerta es lo que
podríamos considerar como la quintaesencia de esta tipología. Su intrincada estructura interna, así como los
dispositivos de tiro vertical que la defendían, la convertían en inviolable. Sus dimensiones son de por sí similares
a las de un pequeño castillo de planta rectangular con sus aproximadamente 1.500 m² de superficie

Las torres-puerta, o puertas-torre, como prefiramos, fue un recurso defensivo bastante difundido en los castillos y cercas urbanas peninsulares, especialmente los desarrollados por los andalusíes. Pero, ante todo, conviene hacer una aclaración, y es que no es lo mismo esta estructura defensiva que el hecho de abrir el vano de una puerta en un lienzo de muralla defendida por dos torres aunque dicha puerta se encontrase literalmente embutida entre ambas. Eso no es una torre-puerta, sino una puerta defendida por dos torres. Esta aclaración es especialmente digna de ser tenida en cuenta ya que veremos cantidad de puertas magníficamente defendidas que podrían dar lugar a error a la hora de clasificarlas, como ocurriría en el caso que vemos en la imagen derecha, correspondiente al castillo de Lanhoso (Portugal). Como vemos, su apariencia podría dar a entender que se trata de una puerta torre. Sin embargo, y a pesar de que el vano se abre en un espacio tan angosto que no permite el paso de tres hombres juntos, la puerta se abre en una cortina de la muralla sin más. De hecho, el adarve de dicha cortina es el que permite el acceso a las torres de flanqueo, y la puerta no cuenta con ninguna otra defensa que la que le proporcionan las torres si bien, que todo hay que decirlo, no era fácil acercarse siquiera a esa puerta tanto por la amenaza que suponían las torres como por el hecho de que se encuentra al final de una tosca escalinata labrada en la misma piedra sobre la que se asienta el castillo. Casos como este podremos ver con bastante frecuencia, por lo que no debe dar lugar a engaño y debemos saber observar cuidadosamente cada estructura ya que podemos ver algunas que nos harían dudar o, simplemente equivocarnos.

Las empinadas escaleras o rampas eran un elemento defensivo 
añadido ya que, por razones obvias, dificultaba la aproximación 
de las máquinas de asedio de la época.
La imagen izquierda nos muestra una de las puertas de la cerca urbana de Marchena (Sevilla), en concreto la Puerta de la Rosa. Como vemos, la configuración es la misma que la del castillo de Lanhoso: un vano que se abre al final de una escalera y embutido entre dos potentes torres de flanqueo. Pero, no obstante y a pesar de sus evidentes similitudes, la Puerta de la Rosa sí es una torre-puerta. Basta cruzarla, avanzar unos metros y girarse para ver su aspecto interior (foto derecha). Resulta que, en efecto, no se trataba de una puerta defendida por dos torres de flanqueo, sino que es una torre-puerta que, para mejorar su capacidad defensiva, fue diseñada de forma que la misma torre se convertía en elemento flanqueante de sí misma. Ciertamente, el alarife al que se le ocurrió la idea era un verdadero portento, y supo aprovechar un zigzagueo en la muralla para colocar esa torre que, además de su uso como puerta, más que flanquear enfilaba toda la cortina que se extendía ante ella. Aclarada pues esta puntualización, pasemos a estudiar esta tipología de torres-o de puertas- más a fondo.

Torres puerta de pasadizo o acceso directo

Es evidente que, desde que se creó el primer recinto fortificado, fue necesario favorecer como fuese la defensa de los accesos al mismo. De poco o nada sirve una fortaleza provista de grandes murallas y potentes torres si cualquiera podía vulnerar fácilmente la puerta. Esto, que puede parecer una perogrullada, no lo tenían en cuenta en muchas ocasiones en las que vemos vanos en cortinas que no tenían ni una mala torre de flanqueo, ni siquiera una ladronera desde la que hostigar a posibles asaltantes de modo que, como vemos, no por ser algo obvio era tenido en consideración por alarifes y constructores que, bien por falta de conocimientos poliorcéticos, bien por simple economía o falta de medios, optaban por lo más fácil. Pero la tónica general era, desde siempre, proveer los accesos de las mejores defensas posibles,  y uno de ellos fue la torre-puerta ya que encomendar la entrada a un recinto fortificado a la estructura mejor concebida para la defensa era, a todas luces, la opción más acertada. 

El uso de este tipo de elementos defensivos no era ninguna novedad. La foto derecha, tomada por Félix Bonfils hacia 1880, muestra la torre puerta que daba acceso a la barbacana que defendía el paso al palacio de Herodes el Grande en Jerusalén. No se trataba precisamente de una torre excepcionalmente fuerte, pero  sí lo suficiente como para dar cabida a un pasadizo que favoreciera la inclusión de estructuras defensivas más persuasivas que una simple puerta, para cuya instalación no era precisa ninguna torre sino que bastaba la muralla. En cualquier caso, queda claro que, hace dos mil años, las torres-puerta estaban contempladas por los ingenieros militares de la época. Pero estas torres podían dar mucho más de sí. Bastaba darles el tamaño adecuado para construir en ellas estructuras que aumentasen notablemente las dificultades a la hora de intentar hacerse con el control de las mismas.

En el gráfico inferior tenemos un ejemplo de torre-puerta de pasadizo peninsular, correspondiente al castillo de Fregenal de la Sierra (Badajoz), cuya tenencia fue concedida a la orden del Temple por el rey Alfonso X, quedando de ese modo incorporado a la encomienda de Xerez de Badajoz, hoy día Jerez de los Caballeros.




A. Vista en sección de la torre en la que podemos ver la distribución de los diferentes elementos defensivos emplazados en la cámara baja. En primer lugar hay una puerta, la cual era defendida por la ladronera que vemos en la cámara superior. Tras dicha puerta se encontraba un rastrillo con una buhedera sobre el mismo, el cual daba paso a un zaguán donde, posiblemente, se instalaba el cuerpo de guardia. Finalmente otra puerta completaba las defensas de la entrada, a lo que habría que unir varias aspilleras abiertas en la fachada a nivel de la cámara superior.

B. Planta de la cámara superior en la que vemos las dos aspilleras que flanquean la ladronera para enfilar el espacio situado ante la torre-puerta. Hacia la parte interior del recinto se abren dos ventanas geminadas de fábrica bastante burda. La escalera de caracol labrada en el muro daba acceso a la azotea ya que el de esta cámara era por el adarve, según vemos en las puertas que permitían cerrar el paso del mismo en caso de verlo en manos del enemigo. Para acceder al adarve hay una escalera de piedra adosada a la muralla.

C. Planta de la cámara superior en la que vemos la distribución de las puertas y el rastrillo, así como el zaguán. Es digno de reseñar el considerable grosor de los muros de esta torre.

Con más o menos estructuras defensivas, este ejemplo mostrado nos resulta totalmente válido para conocer la morfología de las torres-puerta en pasadizo las cuales, por cierto, tuvieron gran difusión en Europa, donde se llegaron a construir puertas de una complejidad cuasi diabólica por la gran cantidad de dispositivos emplazados en las mismas. Básicamente una de las mayores diferencias respecto a las torres-puerta peninsulares sería la profusión de puentes levadizos sobre fosos que, gracias a la abundancia de cursos fluviales, podían ser inundados, aumentado de ese modo las dificultades a posibles sitiadores a la hora de intentar vulnerar estas intrincadas y poderosas torres-puerta. Un ejemplo podemos verlo en el grabado inferior, correspondiente a la Puerta de San Lázaro, de la cerca urbana de Avignon. Esta puerta, que resultó destruida por una tremenda inundación provocada por el río Durance en 1358, fue mandada reconstruir por el papa Urbano V hacia 1364. 



Como vemos en el grabado de la izquierda, la puerta se abría entre dos salientes rematados por un matacán entre los que se alojaban los cigoñales de la pasarela que daba acceso a la puerta. En el plano de sección se puede ver que el puente no era el único obstáculo que debían cruzar los hipotéticos asaltantes ya que, a continuación, se toparían con un rastrillo seguido de una buhedera y una puerta. A todo ello hay que añadirle el foso que separaba la torre-puerta de la barbacana que la precedía. Como vemos, plantearse franquear esa amplia colección de elementos defensivos no era precisamente moco de pavo, y los que lo intentaban solían ser bonitamente escabechados ante la muralla salvo que lograran abrir una brecha en la misma, porque atacar a pelo una puerta de este tipo era la forma más fácil de causar baja definitiva en la milicia.

Bueno, ya seguiremos, que los viernes no conviene estrujarse mucho el magín. 

Hale, he dicho

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