Esta
tipología, que podemos ver en algunas fortificaciones musulmanas de origen
almohade o bien reformadas por ellos, eran una verdadera trampa mortal a todo
aquel invasor que se aventurara en su interior. Hemos visto como las puertas en
pasadizo suponían un freno al avance de atacantes que lograban vulnerar la
primera puerta ya que a continuación había más obstáculos pero, en este caso,
la estructura de la torre no solo ponía ante los enemigos una segunda o una
tercera puerta o rastrillo, sino que los introducía en un pequeño patio rodeado
de un elevado muro provisto de un parapeto desde el cual los defensores podían
aniquilar literalmente al grupo de asaltantes que se viera dentro del mismo,
sin poder avanzar porque una segunda puerta se lo impedía, y sin poder dar
marcha atrás y salir de allí porque sus compañeros, ignorantes de la trampa, los
empujaban hacia adelante.
La foto de la derecha nos muestra un ejemplo de este tipo de puerta-torre. Se trata de la puerta de acceso a lo que era el primer recinto del alcázar de Arriba, en Carmona (Sevilla). Su apariencia es la de una torre-puerta de pasadizo convencional: puerta frontal que tienen en primer lugar un rastrillo tras el que se encuentra una puerta. Para su defensa, un matacán ocupa todo el frontal de la fachada, y no dispone de torres de flanqueo cercanas ya que el antemuro en el que se encuentra esta torre está rodeado de un foso de dimensiones respetables. Así pues, una tropa decidida y provista de un ariete podía adosarlo a la puerta protegido por una tortuga, echarla abajo en poco rato y, de ese modo, invadir el interior del recinto. Pero era precisamente cuando echaban el rastrillo y la primera puerta abajo e invadían en tropel el interior de la torre cuando se encontraban con la trampa fatal.
El
gráfico de la izquierda nos lo muestra perfectamente. En el plano en sección vemos
que la torre cuenta con un rastrillo y una puerta en primer lugar y, en el otro
extremo de la misma, una segunda puerta. La fachada principal tiene un parapeto
que queda escondido tras el que en su día coronaba el matacán, lo que indica
que esta estructura debió ser un añadido posterior a la construcción de la
torre. Esto forma una pequeña azotea en la que los defensores maniobraban mientras
el enemigo aún no había logrado franquear la primera puerta. Pero, según vemos
en el gráfico inferior que nos muestra la planta de la torre, el pequeño patio
descubierto que hay dentro de la misma está totalmente rodeado por un parapeto
desde el cual los defensores podían hostigar y masacrar a su placer a las
tropas enemigas atrapadas dentro del recinto. Veamos la distribución de la
torre.
A. Patio interior, en el que
posiblemente habría una pequeña dependencia usada como cuerpo de guardia
B. Muro de la torre sobre el cual se
desarrolla el adarve que permite a los defensores moverse alrededor del mismo.
A este adarve se accedía mediante una escalera en la parte interior del
antemuro.
C. Azotea delantera en la que, además,
estaba emplazado el torno del rastrillo, cuya ranura aparece en el plano
marcada en rojo
D.
Parapeto de esta azotea.
Y
todo este dispositivo era solo para dar paso a un gran patio de armas que es
donde actualmente se encuentra el Parador Nacional de Turismo porque, para
entrar en el alcázar, era necesario franquear una puerta de triple recodo cuya
tipología detallaremos más abajo. Así pues, como vemos, estas torres con
patios interiores eran aún más letales que las que tenían el techo cerrado por
una bóveda con una buhedera desde donde se hostigaba al invasor. En este caso,
los defensores no se veían limitados por el angosto espacio de la buhedera,
sino que tenían a su disposición todo el perímetro interior de la torre para
dispararles desde todas las direcciones posibles. Así pues, las puertas con patio interior, aunque con menor difusión que
otras tipologías, estuvieron en uso en diversas zonas peninsulares por parte
tanto de andalusíes como de hispanos, alcanzando épocas bastante tardías como
la que vemos a la derecha, construida en el siglo XV en la cerca urbana de Alcalá de Guadaíra si bien en este caso el patio estaba situado delante de la puerta que vemos en la foto y que desapareció hace ya mucho tiempo debido a que, a lo largo del siglo XX, se permitió la construcción de viviendas adosadas a la muralla en lo que actualmente es el arrabal de San Miguel.
Torres-puerta en recodo
La puerta en recodo simple surgió en Oriente Medio, concretamente en la recién creada Madīnat as-Salam, la Ciudad de la Paz fundada hacia el 762 por el segundo califa de la dinastía abasí Abu Ja’far Abd-Allah ibn Muhammad al-Mansur. Esta ciudad palaciega, similar a la Madīnat al-Zahrā’ cordobesa, fue el germen de donde surgió posteriormente la ciudad de Bagdad.
Torres-puerta en recodo
La puerta en recodo simple surgió en Oriente Medio, concretamente en la recién creada Madīnat as-Salam, la Ciudad de la Paz fundada hacia el 762 por el segundo califa de la dinastía abasí Abu Ja’far Abd-Allah ibn Muhammad al-Mansur. Esta ciudad palaciega, similar a la Madīnat al-Zahrā’ cordobesa, fue el germen de donde surgió posteriormente la ciudad de Bagdad.
La
imagen izquierda nos muestra la típica puerta en recodo simple, concretamente la
denominada Puerta del Buey, perteneciente a la cerca urbana de Niebla (Huelva).
Según Torres Balbás, esta tipología fue introducida en la Península procedente
del Magreb hacia el siglo XI, concretamente de la mano de la dinastía zirí,
fundadores de la taifa granadina en 1013. Según Balbás, las primeras
puertas en recodo fueron las de Monaita y la de Las Pesas, ambas en la cerca
urbana de Granada. A partir de ese momento, esta tipología fue evolucionando en
complejidad hasta alcanzar su máximo esplendor bajo la dinastía nazarí, la
última poseedora de territorios en la Península antes de la caída de Granada en
1492.
Pero
antes de proseguir, convendría explicar qué ventajas tácticas ofrecían este
tipo de puertas ya que, como hemos comentado, gozaron de gran difusión en la
Península y fueron ganando complejidad con el paso de los años. Para ello,
veamos el gráfico de la derecha, en el que se muestra una muralla provista de una puerta en recodo convencional. La puerta,
situada junto a la muralla, obliga a los atacantes a avanzar ofreciendo su
flanco izquierdo a los defensores. Por otro lado, tenemos una torre de flanqueo
situada a unos 20 metros de distancia de la torre-puerta. ¿Qué pasaría si los
atacantes representados con la flecha azul deciden intentar asaltar la
torre-puerta con, por ejemplo, una máquina de batir? Independientemente de las
bajas sufridas durante el avance hacia la muralla, cuando logran acercarse a la
misma reciben una lluvia de virotes marrones procedentes de la muralla que
merman aún más sus efectivos. Para batir la puerta tienen que colocarse pegados
a la muralla, donde los virotes marrones dejan de tener efectividad
por perder el ángulo de tiro. En ese momento, los asaltantes están en un ángulo
muerto respecto a la muralla. Pero
en ese instante es cuando entran en acción los ocupantes de la torre-puerta y la
torre de flanqueo. Estos últimos hostigan por la zaga al enemigo lanzándoles
flechas naranjas mientras estos poco pueden hacer para defenderse ya que si se cuelgan
los escudos a la espalda, quedan expuestos a las flechas amarillas que parten
de las aspilleras de la torre-puerta y las verdes que les arrojan desde la
azotea de la misma. Y mientras tanto, los que han logrado acercarse a la puerta
y comienzan a batirla con el ariete, ven caer sobre ellos brea, vinagre o arena
a una temperatura que les obliga a desistir si no quieren morir achicharrados
allí mismo.
Por
todo lo dicho, muchos atacantes podían ser literalmente frenados en seco en su
avance o incluso rechazados por un número de defensores significativamente
inferior sin que estos sufran una sola pérdida. Es pues evidente que este tipo
de estructura defensiva era más eficaz que las puertas convencionales abiertas
sin más en una muralla aunque estuvieran defendidas por ladroneras o por las
torres de flanqueo cercanas. Con todo, puede que alguno se diga que, al cabo,
la diferencia en cuestión de efectividad entre una torre-puerta como la
mostrada y una puerta embutida entre dos torres, como vimos en la entrada anterior, es prácticamente inexistente, y que la puerta de Lanhoso que vimos
en la misma podía ser defendida igual de bien que las puertas-torre en recodo
como la que acabamos de estudiar. Ante eso, diría que ciertamente tienen su
parte de razón los que así piensen pero, ¿qué ocurriría si el enemigo logra
franquear la puerta? Eso lo vemos en el gráfico superior, en el que podemos ver la planta y el alzado de una torre-puerta en recodo que nos
permitirán estudiar su interior. Y es precisamente ahí donde está la verdadera diferencia entre una torre-puerta y una puerta normal aunque esté defendida por
cien torres. En ese caso, una vez que el enemigo logra franquear la puerta, una
tromba de asaltantes se interna sin más obstáculos en el patio de armas y
lograría seguramente reducir a la guarnición ya que la diferencia de efectivos
era siempre notable, y siempre a favor de los asaltantes. Sin embargo, si estos
lograban vulnerar la puerta de la torre, solo habían logrado avanzar un paso.
Plano de la Puerta de la Justicia, de la Alhambra de Granada. Esta puerta es un buen ejemplo de como esta tipología se puede hacer cada vez más compleja hasta convertirlas en una ratonera |
Y ello era debido a que la vanguardia de los atacantes se veían de repente encajonada literalmente en un
espacio angosto, con el paso cerrado por otra puerta o un rastrillo, o ambas
cosas, mientras que sus compañeros empujan con fuerza hacia dentro porque
mientras no lograsen introducirse en la torre-puerta los defensores seguirían
diezmándolos de la misma forma que vimos anteriormente. Pero la vanguardia no
puede avanzar un paso más: el ariete no cabe en un lugar tan reducido, donde no
disponen de espacio ni para balancearlo. De hecho, ni siquiera ellos mismos
pueden apenas moverse debido al empuje de los que esperan fuera y, para colmo,
desde una buhedera situada en el intradós de la bóveda empieza a llover sobre ellos brea
hirviendo que los defensores han tenido la precaución de poner a calentar en un
enorme caldero situado en la cámara superior. Solo han tenido que volcarlo a
través de la buhedera para, a continuación, arrojar unos trapos empapados en
aceite ardiendo para convertir la cámara inferior de la torre-puerta en un
horno crematorio del que no pueden salir hasta que sus compañeros se den cuenta
de que se están quemando vivos. O puede incluso que los defensores hayan
aprovechado parte de la brea para lanzarla una vez más por la ladronera,
calcinando así a todo aquel que se encontraba bajo la misma empujando hacia
dentro. En definitiva, una experiencia muy desagradable, de esas de las que los salen vivos obtienen una baja por depresión de las gordas.
En fin, básicamente, ya no hay nada más que contar sobre este tema.
Hale, he dicho
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