Las torres-puerta, o puertas-torre, como
prefiramos, fue un recurso defensivo bastante difundido en los castillos y
cercas urbanas peninsulares, especialmente los desarrollados por los
andalusíes. Pero, ante todo, conviene hacer una aclaración, y es que no es lo
mismo esta estructura defensiva que el hecho de abrir el vano de una puerta en
un lienzo de muralla defendida por dos torres aunque dicha puerta se encontrase
literalmente embutida entre ambas. Eso no es una torre-puerta, sino una puerta
defendida por dos torres. Esta aclaración es especialmente digna de ser tenida
en cuenta ya que veremos cantidad de puertas magníficamente defendidas que
podrían dar lugar a error a la hora de clasificarlas, como ocurriría en el caso
que vemos en la imagen derecha, correspondiente al castillo de Lanhoso
(Portugal). Como vemos, su apariencia podría dar a entender que se trata
de una puerta torre. Sin embargo, y a pesar de que el vano se abre en un
espacio tan angosto que no permite el paso de tres hombres juntos, la puerta se
abre en una cortina de la muralla sin más. De hecho, el adarve de dicha cortina
es el que permite el acceso a las torres de flanqueo, y la puerta no cuenta con
ninguna otra defensa que la que le proporcionan las torres si bien, que todo
hay que decirlo, no era fácil acercarse siquiera a esa puerta tanto por la
amenaza que suponían las torres como por el hecho de que se encuentra al
final de una tosca escalinata labrada en la misma piedra sobre la que se
asienta el castillo. Casos como este podremos ver con bastante frecuencia, por
lo que no debe dar lugar a engaño y debemos saber observar cuidadosamente cada
estructura ya que podemos ver algunas que nos harían dudar o, simplemente
equivocarnos.
Las empinadas escaleras o rampas eran un
elemento defensivo
añadido ya que, por razones obvias, dificultaba la aproximación de las máquinas de asedio de la época. |
La imagen izquierda nos muestra una de las
puertas de la cerca urbana de Marchena (Sevilla), en concreto la Puerta de la
Rosa. Como vemos, la configuración es la misma que la del castillo de Lanhoso:
un vano que se abre al final de una escalera y embutido entre dos potentes
torres de flanqueo. Pero, no obstante y a pesar de sus evidentes similitudes,
la Puerta de la Rosa sí es una torre-puerta. Basta cruzarla, avanzar unos
metros y girarse para ver su aspecto interior (foto derecha). Resulta que, en
efecto, no se trataba de una puerta defendida por dos torres de flanqueo, sino
que es una torre-puerta que, para mejorar su capacidad defensiva, fue diseñada
de forma que la misma torre se convertía en elemento flanqueante de sí misma.
Ciertamente, el alarife al que se le ocurrió la idea era un verdadero portento,
y supo aprovechar un zigzagueo en la muralla para colocar esa torre que, además
de su uso como puerta, más que flanquear enfilaba toda la cortina que se
extendía ante ella. Aclarada pues esta puntualización, pasemos a estudiar
esta tipología de torres-o de puertas- más a fondo.
Torres puerta de
pasadizo o acceso directo
Es evidente que, desde que se creó el
primer recinto fortificado, fue necesario favorecer como fuese la defensa de
los accesos al mismo. De poco o nada sirve una fortaleza provista de grandes
murallas y potentes torres si cualquiera podía vulnerar fácilmente la puerta.
Esto, que puede parecer una perogrullada, no lo tenían en cuenta en muchas
ocasiones en las que vemos vanos en cortinas que no tenían ni una mala torre de
flanqueo, ni siquiera una ladronera desde la que hostigar a posibles asaltantes
de modo que, como vemos, no por ser algo obvio era tenido en consideración por
alarifes y constructores que, bien por falta de conocimientos poliorcéticos,
bien por simple economía o falta de medios, optaban por lo más fácil. Pero la
tónica general era, desde siempre, proveer los accesos de las mejores defensas
posibles, y uno de ellos fue la torre-puerta ya que encomendar la
entrada a un recinto fortificado a la estructura mejor concebida para la
defensa era, a todas luces, la opción más acertada.
El uso de este tipo de elementos defensivos
no era ninguna novedad. La foto derecha, tomada por Félix Bonfils hacia 1880,
muestra la torre puerta que daba acceso a la barbacana que defendía el paso al
palacio de Herodes el Grande en Jerusalén. No se trataba precisamente de
una torre excepcionalmente fuerte, pero sí lo suficiente como para dar
cabida a un pasadizo que favoreciera la inclusión de estructuras defensivas más
persuasivas que una simple puerta, para cuya instalación no era precisa ninguna
torre sino que bastaba la muralla. En cualquier caso, queda claro que, hace dos
mil años, las torres-puerta estaban contempladas por los ingenieros militares
de la época. Pero estas torres podían dar mucho más de sí. Bastaba darles el
tamaño adecuado para construir en ellas estructuras que aumentasen notablemente
las dificultades a la hora de intentar hacerse con el control de las mismas.
En el gráfico inferior tenemos un ejemplo
de torre-puerta de pasadizo peninsular, correspondiente al castillo de Fregenal
de la Sierra (Badajoz), cuya tenencia fue concedida a la orden del Temple por
el rey Alfonso X, quedando de ese modo incorporado a la encomienda de Xerez de Badajoz, hoy día Jerez de
los Caballeros.
A. Vista en sección de la torre en la que
podemos ver la distribución de los diferentes elementos defensivos emplazados
en la cámara baja. En primer lugar hay una puerta, la cual era defendida
por la ladronera que vemos en la cámara superior. Tras dicha puerta se
encontraba un rastrillo con una buhedera sobre el mismo, el cual daba paso a un
zaguán donde, posiblemente, se instalaba el cuerpo de guardia. Finalmente otra
puerta completaba las defensas de la entrada, a lo que habría que unir varias
aspilleras abiertas en la fachada a nivel de la cámara superior.
B. Planta de la cámara superior en la que
vemos las dos aspilleras que flanquean la ladronera para enfilar el espacio
situado ante la torre-puerta. Hacia la parte interior del recinto se abren dos
ventanas geminadas de fábrica bastante burda. La escalera de caracol labrada en
el muro daba acceso a la azotea ya que el de esta cámara era por el adarve,
según vemos en las puertas que permitían cerrar el paso del mismo en caso de
verlo en manos del enemigo. Para acceder al adarve hay una escalera de piedra
adosada a la muralla.
C. Planta de la cámara superior en la que
vemos la distribución de las puertas y el rastrillo, así como el zaguán. Es
digno de reseñar el considerable grosor de los muros de esta torre.
Con más o menos estructuras defensivas,
este ejemplo mostrado nos resulta totalmente válido para conocer la morfología
de las torres-puerta en pasadizo las cuales, por cierto, tuvieron gran difusión
en Europa, donde se llegaron a construir puertas de una complejidad cuasi
diabólica por la gran cantidad de dispositivos emplazados en las mismas.
Básicamente una de las mayores diferencias respecto a las torres-puerta
peninsulares sería la profusión de puentes levadizos sobre fosos que, gracias a
la abundancia de cursos fluviales, podían ser inundados, aumentado de ese modo
las dificultades a posibles sitiadores a la hora de intentar vulnerar estas
intrincadas y poderosas torres-puerta. Un ejemplo podemos verlo en el grabado
inferior, correspondiente a la Puerta de San Lázaro, de la cerca urbana de
Avignon. Esta puerta, que resultó destruida por una tremenda inundación
provocada por el río Durance en 1358, fue mandada reconstruir por el papa
Urbano V hacia 1364.
Como vemos en el grabado de la izquierda,
la puerta se abría entre dos salientes rematados por un matacán entre los que
se alojaban los cigoñales de la pasarela que daba acceso a la puerta. En el
plano de sección se puede ver que el puente no era el único obstáculo que
debían cruzar los hipotéticos asaltantes ya que, a continuación, se toparían
con un rastrillo seguido de una buhedera y una puerta. A todo ello hay que
añadirle el foso que separaba la torre-puerta de la barbacana que la precedía.
Como vemos, plantearse franquear esa amplia colección de elementos defensivos
no era precisamente moco de pavo, y los que lo intentaban solían ser
bonitamente escabechados ante la muralla salvo que lograran abrir una brecha en
la misma, porque atacar a pelo una puerta de este tipo era la forma más fácil
de causar baja definitiva en la milicia.
Bueno, ya seguiremos, que los viernes no
conviene estrujarse mucho el magín.
Hale, he dicho
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