Tiempo ha que no se dedica una entrada a la tormentaria medieval, así que hoy estudiaremos unos curiosos chismes que ya aparecen en tratados del siglo XIV si bien Flavio Vegecio Renato ya hace referencia a los mismos en su obra EPITOMA INSTITVTORVM REI MILITARIS. Pero bueno, vayamos por partes que nos liamos...
Ya en en Mundo Antiguo se usaban con profusión torres de asalto provistas tanto de arietes como de maquinaria con las que hostigar a los defensores hasta que llegaba el momento supremo en que, una vez adosada a la muralla, dejaban caer la sambuca sobre el parapeto para invadir el adarve. Sin embargo, estas enormes y pesadas torres permitían a la guarnición prever el lugar exacto donde se intentaría el asalto, y siendo su avance muy lento podían llevar a cabo un recrecido de la muralla a base de estructuras lígneas o incluso de mampostería si daba tiempo para ello. Recordemos que estos artefactos solían construirse a la vista de los defensores, por lo que disponían de varios días o incluso semanas antes de que la torre se pusiera en marcha. Así pues, y teniendo en cuenta que lo más importante en una torre de asalto era que su altura superase a la de la muralla que debía atacar, los defensores calculaban cuánto debían recrecer sus defensas para anular la máquina, impidiendo de ese modo que tuviera lugar el asalto.
Sin embargo, Vegecio aportó una ingeniosa treta para confundir a los defensores: una torre con el cuerpo superior embutido en el interior de la estructura, de forma que cuando llegase el momento de llevar a cabo el asalto se elevase a base de poleas, quedando a un nivel superior al del parapeto y dejando a la guarnición con un palmo de narices por verse superados sin saber como. El primer autor que rescató este peculiar invento, según los tratados que han llegado a nuestros días, fue Guido de Vigevano (c. 1280-c. 1349), un sesudo italiano que nos legó el THEXAVRVS REGIS FRANCIÆ, una obra escrita hacia 1335 en la que aparecen multitud de diseños de máquinas de todo tipo. En dicha obra aparecen dos de estas torres o DOMVS INCASTELLATA (casa fortificada), una de las cuales la podemos estudiar en la ilustración superior. Como vemos, se trata de una plataforma sobre la que se erigen dos postes rematados con sendas poleas. Rodeando los postes tenemos una pequeña casamata de madera que ascenderá cuando dos de sus ocupantes tiren de las sogas que vemos en el dibujo, elevando la estructura hasta la altura deseada.
El otro diseño es básicamente el mismo, pero con un añadido en forma de travesaño que permitiría a otros dos operarios ayudar a subir la plataforma tirando desde el suelo. Podemos imaginar que, en este caso, la idea era elevar una estructura más grande y pesada. Sin embargo, estas dos torres no se adaptan al concepto plasmado por Vegecio ya que en ningún caso se prestan a engañar a los defensores. Como es obvio, la altura máxima de la máquina será la que le permitan los postes, por lo que no cabe la posibilidad de usarlas como un ardid. De ahí que, a mi modo de ver, en estos casos Vigevano tomó la idea de Vegecio, pero no para diseñar una torre de asalto, sino como una fortificación portátil con dos posibles usos: como una torre desde donde hostigar a los defensores durante el cerco, o bien formando parte de las fortificaciones construidas por los sitiadores para impedir salidas en espolonada o la entrada de vituallas, tropas de ayuda, etc. Por otro lado, la ausencia de ruedas en los planos originales refuerza mi teoría de que se trata de fortificaciones fijas, no de torres móviles. Sea como fuere, Vigevano insiste en la gran ventaja que suponía para un ejército disponer de este tipo de artefactos, ya que podían ser transportadas fácilmente, desmontadas y cargadas en carros. Según el autor, bastaban quince hombres para poner la DOMVS a punto en poco tiempo, lo que ayudaría a incrementar el factor sorpresa de cara a los defensores.
Es en el BELLIFORTIS de Konrad Kyeser cuando ya podemos ver diseños de torres con tres cuerpos embutidos unos dentro de otros, y con un mecanismo de elevación a base de un tornillo sin fin que, accionado desde la base de la DOMUVS, hacía subir los dos segundos cuerpos. A la derecha podemos ver uno de dichos diseños y su aspecto exterior e interior. Sin embargo, esta máquina tampoco era válida para llevar a cabo un asalto ya que carecía de sambuca, por lo que podríamos asegurar que, aunque Kyeser también rescató la idea de Vegecio, no la adaptó como una torre de asalto, sino como una mera torre portátil con unos usos similares a las diseñadas por Vigevano.
A la izquierda tenemos la DOMVS que aparece en el DE RE MILITARI de Valturio, a la cual no da ningún tipo de nombre que la diferencie de otros diseños de torres. Simplemente se limita a especificar bajo el grabado que se trata de una TVRRIS IN SVBLIME DVCTILIS, lo que podríamos traducir como una torre con la parte superior movible. Con todo, su diseño es básicamente el mismo que el de Kyeser, si bien explica que ese artefacto, de una altura superior a la de las murallas de la fortaleza asediada, permitiría despejar el adarve de defensores gracias a la artillería instalada en la parte superior de la DOMVS. En este caso vemos también que el autor no la diseñó como torre de asalto, sino para hostigar a la guarnición aprovechando su altura superior.
Por último, a la derecha podemos ver el diseño realizado por Mariano di Jacopo, "il Taccola" (1352-1453), otro polifacético italiano que nos legó en sus obras DE MACHINIS y DE INGENEIS multitud de artilugios de lo más dispares incluyendo motores y maquinaria hidráulica. Esta DOMVS, que es similar a las de Kyeser y Valturio, está formada por un cuerpo principal provisto de dos tornillos sin fin que elevan a un segundo cuerpo el cual transcurre por unas guías situadas en sus costados. A diferencia de las anteriores, esta va provista de una techumbre que aumentaría su capacidad defensiva y, como todas las que hemos estudiado hoy, tampoco parece estar concebida como una torre de asalto ya que no vemos por ninguna parte la sambuca propia de dichas máquinas. En este caso he añadido unas pieles crudas en la parte superior ya que, como podemos suponer, este tipo de chismes enteramente fabricados de madera eran fácilmente inflamables si los defensores las alcanzaban con faláricas o cualquier otro tipo de proyectil incendiario, por lo que estarían enteramente cubiertas con pieles para impedir que fueran destruidas por el fuego.
Para concluir, señalar que una de estas DOMVS podía albergar no solo a ballesteros o arqueros, sino también balistas, escorpiones o, en definitiva, cualquier máquina que dejara claro a los defensores que los atacantes no estaban por la labor de permitirles circular tan campantes por el adarve. Aunque no tengamos constancia de que hayan sido usadas, es indudable que estos artefactos podían ser especialmente eficaces a la hora de hostigar sin descanso a los defensores desde una posición elevada mientras que el resto del ejército sitiador podía dedicarse a machacar el recinto con fundíbulos, manganas, etc. o, en definitiva, a preparar cualquier otro tipo de acción que les permitiese abrir una brecha en las defensas.
En fin, hora de merendar.
Hale, he dicho
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