Fortaleza medieval, mal preparada para albergar artillería de gran tamaño |
Castillo de Grajal, provisto de cubos con buzones para el uso de artillería |
Duelo entre la artillería de sitio y la de plaza durante el asedio de Rouen, en 1418 |
Bien, ahí tenemos un primer ejemplo. La clave la tenemos básicamente en que estas piezas estaban montadas en afustes o bases de pequeño tamaño, fáciles de emplazar en cualquier sitio dentro de un castillo medieval. En cuanto a la boca de fuego, se trata de una pequeña bombarda o un morterete capaz de disparar un bolaño o una pelota de hierro y hacer verdadera pupa a los servidores de la artillería enemiga que se parapetaban tras los cestones y los manteletes. Así mismo y, quizás más importante, cargados con esquirlas de pedernal, ferralla o incluso abrojos podían perpetrar severas escabechinas entre la infantería atacante cuando se iniciase el asalto. Para aumentar el grado de depresión de la pieza vemos el regulador situado sobre ella, el cual le permitía disparar casi en vertical y, además, este afuste en concreto tiene capacidad para girar sobre sí mismo gracias al pivote que emerge de la base.
El mango de madera que emerge de la culata de la cerbatana facilitaba el manejo de la misma, sobre todo cuando se calentaba más de la cuenta. El bloqueo se llevaba a cabo con un pasador de hierro. |
Ahí tenemos otro diseño muy adecuado para su emplazamiento en un adarve. En este caso, la parte delantera queda apoyada en la almena mientras que las argollas que vemos en el poste permitirían asegurar la pieza a la muralla mediante sogas a fin de impedir que el retroceso pudiera lanzarla hacia atrás. No hace falta echarle imaginación para hacernos una idea de los efectos de un disparo de esa pieza contra los asaltantes que se dispusieran a escalar la muralla, así como los que esperaban su turno al pie de la misma. Una andanada de pedernales podría aliñar allí mismo a varias decenas de ellos ya que las aglomeraciones de enemigos junto a las murallas eran habituales durante los asaltos. Para instalar estas piezas en los adarves bastaba con subirlas por piezas sin mucho esfuerzo. Los carpinteros que construían los afustes ya se preocupaban de fabricarlos con técnicas de carpintería de armar, lo que permitía montarlos y desmontarlos sin problemas. De ese modo se podían mantener los cañones almacenados a buen recaudo para no exponerlos a las inclemencias del tiempo, y emplazarlos en cuestión de pocas horas en caso de necesidad.
Para terminar, a la izquierda vemos un diseño más, montado en esta ocasión sobre una cureña rodante válida para un caso como el del párrafo anterior o incluso pequeñas plataformas artilleras ubicadas detrás de muros diafragmas o lizas, lugares por lo general con mucho más espacio disponible. De ahí quizás dotar el afuste con ruedas, ya que así podrían desplazar la pieza donde fuese necesario según las necesidades del momento. Desearía reparar en el detalle del regulador para el ángulo de tiro, pieza formada por un amplio arco de madera provisto de numerosos orificios en los que se acoplaban los pasadores que bloqueaban la rabera de la pieza. Por lo general, estos arcos estaban reforzados mediante tirantes de hierro, uno a cada lado, ya que estos arcos, como salta a la vista, solo estaban fijados a la cureña por su base. Sin embargo, debían soportar una parte del peso de la boca de fuego cuando se fijaba el ángulo de tiro.
En fin, espero que con estas aportaciones puedan vuecedes hacerse una idea de cómo debió ser la primera artillería de plaza, que no pudo equipararse en tamaño y potencia a la artillería de sitio hasta que las fortalezas de transición dispusieron de plataformas de tiro lo suficientemente amplias como para emplazar artillería de más porte.
En fin, ya proseguiremos con este tema artillero, que da para mucho.
Hale, he dicho...
Plaza de armas de un castillo en pleno asedio. En el grabado podemos ver diversos tipos de piezas junto a un fundíbulo |
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