Según se puede comprobar, toda esta historia proviene únicamente de dos referencias que, en su momento, indujeron al personal a dar por hecho de que era algo habitual o hecho ex-profeso. Una, la más antigua, proviene de Polibio que, en el Libro VI de sus "Historias", al referirse a las moharras de los VERVTI usados por los VELITES dice que "...esta punta es tan afilada y aguzada, que al primer choque se tuerce y el enemigo no puede dispararla; sin esto la jabalina serviría a los dos ejércitos". La otra, más explícita quizás, proviene de César que, en el capítulo XXIV del Libro I de su "Guerra de las Galias" explica que "sucedíales a los galos una cosa de sumo embarazo en el combate, y era que tal vez un dardo de los nuestros atravesaba de un golpe varias de sus rodelas, las cuales, ensartadas en el astil y lengüeta del dardo retorcido, ni podían desprenderlas, ni pelear sin mucha incomodidad, teniendo sin juego la izquierda, de suerte, que muchos, después de repetidos inútiles esfuerzos, se reducían a soltar el broquel y pelear a cuerpo descubierto".
Esas son, como digo, las únicas referencias que hay al respecto. Pero si analizamos sin prejuicios ambas citas, vemos que pueden ser interpretadas de otra forma. Veamos...
La de Polibio, de entrada, no menciona al PILVM, sino al VERVTVM, un arma mucho más ligera, corta y, por ende, con un hierro más delgado que el de la jabalina pesada, lo que obviamente restaría solidez a la moharra. Pero la cuestión es que Polibio dice que "al primer choque se tuerce", no que se tuerza al clavarse. O sea, que el hierro del VERVTVM es tan delgado que se tuerce en caso de no poder atravesar el escudo enemigo si, por ejemplo, impacta contra el umbo. Porque el hecho es que, caso de clavarse, no podría ser reutilizado por la sencilla razón de que era muy difícil extraerlo, y menos aún en plena batalla. A mi entender, lo que Polibio quería decir era que, caso de que el tiro errase y no pudiera atravesar el escudo, o bien que impactase contra el suelo, quedaría inutilizado y los enemigos no podrían devolverlo, como era habitual en las batallas de todas las épocas. Y, ojo, torcerse no implica necesariamente que quede como un sacacorchos, sino simplemente que sufre una deformación que lo hace inservible.
Veamos ahora la cita de César, que en este caso sí especifica que los PILA se deformaban ya clavados. Dice que "un dardo de los nuestros atravesaba de un golpe varias de sus rodelas, las cuales, ensartadas en el astil y lengüeta del dardo retorcido, ni podían desprenderlas". Vale, correcto. Pero, ¿cómo es que solo se retorcía después de atravesar varios escudos enemigos y no tras atravesar el primero? ¿Era un retorcimiento con efecto retroactivo acaso? ¿No querría decir que, precisamente por el empeño de los enemigos por desprender el PILVM acabaron retorciéndolo para, finalmente, darlo por imposible y soltar los escudos afectados? Porque sí ya era de por sí difícil extraer un PILVM de un escudo, hacerlo de varios sería imposible si no se disponía del tiempo necesario para ello, cosa imposible en una batalla. Además, si el hierro se deformaba nada más atravesar el primer escudo, ¿cómo podía atravesar más a continuación? Y por último: ¿cómo es que César solo hace referencia a ese detalle en toda su obra sólo en una ocasión? Recordemos que dice "...era que tal vez un dardo de los nuestros...", es decir, se refiere a ese hecho como algo esporádico, cuando no meramente fortuito ya que, como es lógico, el hecho de atravesar varios escudos a la vez no debía ser frecuente.
La cuestión es que incluso se ha dado por sentado que el insigne dictador mandó destemplar los PILA de su ejército a base de ponerlos al rojo en hogueras para, posteriormente, dejarlos enfriar a temperatura ambiente. Eso es completamente absurdo ya que sería lo mismo que mandar embotar las espadas, ¿no? De hecho, Quesada menciona que el malentendido procede al parecer, según Keppie, de una serie de deducciones sin corroboración alguna en base a que César ordenó que se fabricasen los hierros de los PILA de su ejército con hierro dulce para que se doblasen. Pero la cuestión es que las FABRICÆ ya hacían eso por meras cuestiones de economía y facilidad para la producción en masa ya que, por razones obvias, el proceso de forja y posterior templado encarecería bastante cada pieza. O sea, que si los PILA usados por los romanos en las guerras de las Galias se doblaban era simplemente porque sus niveles de calidad eran más bien pobretones, pero para convertir a un galo y su escudo en una brocheta tampoco hacía falta usar una punta de tungsteno. En todo caso, el hecho de que un hierro de PILVM se doblase al impactar contra el escudo debería ser considerado como un defecto de construcción, no como un proceso de fabricación adaptado a esa finalidad.
Así pues, lo que tenemos al respecto son dos referencias que, como hemos visto, pueden interpretarse de forma opuesta a la común creencia y, lo más determinante tal vez, es el hecho de que en ninguna fuente de la época se hace mención a un sistema constructivo destinado a una finalidad tan extravagante. Esto no es una cuestión baladí ya que, como hemos visto en la monografía sobre los escudos, los romanos no tenían problemas a la hora de contar con pelos y señales todo lo referente a su armamento y su manufactura, así que si no mencionaron para nada que los hierros de sus jabalinas se fabricaban de forma que se doblasen es que no lo hacían, por lo que menciones como las de César hacían referencia a algo meramente circunstancial.
Dicho esto, veamos ahora la única referencia conocida de un método destinado ex-profeso a inutilizar el PILVM como consecuencia del impacto contra el escudo enemigo y que, ciertamente, no era precisamente buscar la deformación del hierro. La mención procede de Plutarco, el cual narra como Gaio Mario, tío político de César, ordenó que uno de los dos pasadores de hierro que unían la moharra al asta fuera sustituido por uno de madera, de forma que al impactar se partiera. De ese modo, la moharra giraría sobre el pasador de hierro, que habría quedado indemne, arrastrando por el suelo el asta con la incomodidad que ello suponía ya que, como hemos mencionado varias veces, intentar extraer la jabalina en pleno combate era casi imposible. En la ilustración superior podemos ver el efecto que, en teoría, pretendía el gran Mario con su idea. Sin embargo, la cosa no debió funcionar o, al menos, no todo lo bien que suponía ya que no se vuelve a hacer mención de la misma, ni tampoco se convirtió en una práctica generalizada en el ejército romano. En definitiva, un churro de invento. ¿Que por qué? Pues lo explico...
Sírvanse vuecedes observar el gráfico de la izquierda. La figura A nos muestra el hierro de un PILVM de lengüeta ya que los de cubo de enmangue no se prestan al invento de Mario. Como vemos, tiene dos orificios por donde será fijado al asta mediante los dos pasadores remachados convencionales. La figura B presenta el conjunto de hierro más asta. Dicho hierro está embutido en la misma mediante una acanaladura donde entra cuasi a presión para que la unión sea lo más sólida posible y no se mueva a causa de las holguras que adquiere la madera como consecuencia de los cambios de temperatura y/o humedad ambiental. Bien, pues si sustituimos uno de los dos pasadores por uno de madera, ¿qué pasaría? Nada. El impacto lo dejaría tal cual porque la lengüeta no se movería ya que haría tope con el fondo de la acanaladura. Los pasadores, en este caso, no ejercen ni sufren ningún tipo de esfuerzo. O sea, que para que el invento funcione, la lengüeta debería retroceder al menos la misma longitud que el diámetro del pasador de madera para que, de ese modo, lo cizalle. Observemos la figura C, donde lo veremos más claramente. Hemos alargado los orificios de la lengüeta para que esta pueda moverse de adelante hacia atrás, y hemos colocado el pasador de hierro en el círculo rojo, mientras que el de madera está en el amarillo. Con esa disposición, la moharra quedaría totalmente inmóvil y no podría moverse de ninguna manera bajo una manipulación normal del arma. Pero para que el hierro pueda desplazarse en el momento del impacto, hemos alargado la acanaladura según vemos en la figura D, señalando en rojo el añadido extra. Con esa nueva configuración, cuando la punta del PILVM impacte contra el escudo del enemigo y lo atraviese, al retroceder a través de la acanaladura cortará el pasador de madera, y la moharra quedará unida al asta solo por el de hierro, logrando así el efecto que hemos visto en la ilustración del párrafo anterior. Por lo demás, el arma en sí no quedaría inutilizada, y tras la batalla podrían ser recuperados los PILA prendidos a los escudos enemigos y repararlos colocando el hierro en su sitio, fijándolo añadiendo un pasador nuevo.
Se desconoce si Mario ordenó llevar a cabo semejante reforma ya que supondría tener que modificar miles de PILA de su ejército, por lo que los armeros no darían abasto para algo tan perentorio, así que solo cabe suponer que, en todo caso, se limitaron a trocar uno de los remaches sin más, por lo que la eficacia del invento sería muy limitada por no decir nula. De hecho, sabemos de sobra que los romanos eran gente práctica que no dudaban en adoptar cualquier tipo de mejora en su armamento, de modo que si lo del pasador de madera no trascendió fue porque no sirvió de nada. Así pues, y a la vista de lo visto, podemos llegar a las siguientes conclusiones:
1. Los PILA hallados hasta la fecha no muestran nunca deformaciones propias de una intencionalidad salvo los que han aparecido formando parte de ajuares funerarios- recordemos que se inutilizaban para que no fueran saqueadas las tumbas en busca de armas-. Y no solo hablamos de ejemplares extraídos en zonas donde hubo asentamientos militares, sino de campos de batalla conocidos, donde en teoría debería haber aparecido algún ejemplar dañado a causa del impacto.
Dos réplicas modernas de moharras de PILVM. Viendo su sólida apariencia se llega a cuestionar seriamente que, aún siendo de simple hierro dulce, se puedan doblar con facilidad |
2. El PILVM, como es de todos sabido, era muy difícil de extraer. Tanto si armaba una punta barbada como piramidal, el esponjamiento de la madera al ser perforada- recordemos ese detalle mencionado en la monografía sobre los SCVTA- hacía que el orificio se cerrase sobre el hierro, quedando de ese modo sólidamente hincado en el escudo enemigo. Por otro lado, la longitud de dicho hierro impedía eliminar la jabalina cortando el asta de un tajo, y caso de hacerlo aún quedaban varios centímetros de moharra clavados en la madera. O sea, que el simple hecho de clavar el PILVM ya suponía un inconveniente al portador del escudo, que tendría que deshacerse de él para poder seguir luchando con un mínimo de libertad de movimientos. Basta una ejemplo chorra para aclarar el tema de la extracción: si no somos capaces de sacar una puntilla medio clavada en un tablón como no sea con unas tenazas, ¿cómo desclavar un hierro rematado por una punta piramidal o barbada de un escudo de al menos 1,5 cm. de grosor?
3. El hecho de que en algún momento una de estas jabalinas se doblara al impactar sobre una superficie dura era consecuencia del material usado para su fabricación, pero no de un acto premeditado para que actuase de ese modo. La cosa es que, de ser así, esa costumbre hubiese trascendido y habría llegado a nosotros a través de las crónicas de la época que, por otro lado, nos informaron de multitud de detalles sin mencionar para nada este.
Así pues, podemos colegir que todo se resume a la enésima leyenda que, a base de repetirla durante siglos, ha llegado a ser completamente cierta sin que nadie se preocupara en su momento de rebatirla. En definitiva: los cuñados mienten como bellacos.
Hale, he dicho
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