lunes, 14 de enero de 2019

Curiosidades: la logística de las legiones romanas


Esta es la imagen que se nos suele venir a la cabeza cuando hablamos del ejército romano en marcha: estandartes, insignias,
músicos y una interminable formación que se pierde en la lejanía. Sin embargo, nunca tenemos en consideración la
IMPEDIMENTA que, de por sí, suponía cientos de animales y carros para transportar todo lo necesario, desde víveres y
agua a máquinas de guerra


Escena de la Columna de Trajano que muestra a las tropas
cargando naves para aprovisionar al ejército imperial
por el Danubio
Por lo general, cuando sale a relucir el tema de las legiones en sus diversas facetas, solemos omitir la que quizás sea una de las más importantes: la logística. Sí, esa cosa que aunque es más antigua que la tos no ha sido hasta los tiempos modernos cuando se le ha dado la relevancia que merece. Porque si un ejército no dispone de vituallas ni le reponen todos los bastimentos que se van deteriorando a lo largo de una campaña tiene la derrota asegurada. Un ejército hambriento rinde menos que una linterna sin pilas, y más en una época en que las tropas debían acarrear todo su equipo durante interminables etapas a lo largo de varios días, lo que como es lógico requería un aporte de calorías más que notable. Así pues, en las charlas con que los cuñados intentan apabullarnos con sus conocimientos adquiridos en los pésimos documentales de Canal Historia, se habla de las legiones en orden de combate, las legiones en marcha, las legiones acantonadas, los campamentos de las legiones e incluso lo cojonudas que eran las letrinas de los CASTRA, donde podían hacer caquita apaciblemente mientras ponían a caldo al legado, al tribuno, al centurión, al mismo césar y, por supuesto, al colega al que le prestaron 20 denarios hacía dos años y no había forma de recuperarlos. 

La imagen nos da una idea de los chismes que tenían que cargar los
legionarios, a los que había que añadir sus raciones para los días que
durase la campaña
Solemos tener más o menos claro cómo se distribuían las tropas en cada marcha (de todas formas ya hablaremos de este tema más detenidamente), o de la dieta habitual de estos probos imperialistas. Sin embargo, el tema de la logística es quizás una de las temáticas más desconocidas porque, como no tienen mucho de heroico en apariencia, pues no se le da importancia. Pero la tenía de la misma forma que actualmente un ejército no podría pasar más de 3 ó 4 días sin sus raciones de combate porque, simplemente caerían redondos al suelo con una hipoglucemia o deshidratados como un tuareg que perdió el camello en mitad del desierto a 1.500 km. del oasis más cercano. Un imperio que cada vez se extendía más y con unas fronteras cada vez más lejanas de la metrópoli tuvo que dar forma a un complejo sistema logístico para poder suministrar a sus ejércitos, bien llevándoles provisiones, bien recurriendo a la población local o, ya puestos, ponerse en plan borde y requisar todo lo habido y por haber aún a costa de dejar a los civiles sin una migaja que llevarse a la boca. 

Partida de forrajeadores haciendo acopio de condumio para los animales
de la legión. Harían falta cientos de kilos solo para saciarlos apenas un día
Por lo tanto, en esta entrada veremos cómo y de qué forma fueron mejorando su red logística que, aunque sin la meticulosidad romana, podemos aplicar incluso a los ejércitos medievales ya que durante siglos el tema de los suministros a los ejércitos en campaña permaneció prácticamente invariable por una cuestión bastante simple: las guerras, aunque durasen años, en realidad se limitaban a largas épocas de inactividad intercaladas con alguna que otra batalla o incursión. Así se podían tirar décadas enteras cuando la realidad era que si se eliminaba dicho tiempo de inactividad duraban unos días, o sea, los invertidos en librar las tres o cuatro batallas de turno hasta que uno de los contendientes optaba por rendirse o por dar término a su invasión. 


En este fragmento de la Columna de Trajano podemos ver
a la izquierda una gran cantidad de madera apilada preparada
para su transporte. A lo largo de la espiral de la columna
aparecen varias más
Cuando llegaba la primavera empezaban a prepararse, a comienzos del verano se ponían en movimiento, y en cuanto el otoño hacía acto de presencia daban media vuelta y se largaban cada cual por donde habían venido. Solo en casos de asedios extremadamente largos en los que las tropas sitiadoras tenían asegurado el sustento durante el otoño y el invierno se optaba por mantener el cerco para no dejar al enemigo recuperarse, perdiendo así el tiempo y los medios ya invertidos durante meses. Pero, fuera aparte de estos casos excepcionales, las campañas se limitaban por lo general a breves y violentos encuentros tras los cuales podían ocurrir dos cosas: una, que ambos ejércitos retornaran a su lugar de origen, uno victorioso y el otro derrotado; y dos, que el victorioso decidiera ocupar el terreno que dejaba libre el derrotado, lo que solo se podía llevar a cabo si se tenían aseguradas las vías de suministro para pasar la invernada ya que, de no ser así, acantonarse o prolongar la ocupación militar era simplemente imposible, y más estando rodeados por una población hostil y restos del ejército vencido deseosos de tomarse cumplida venganza fileteando a los merodeadores, forrajeadores, exploradores y, en definitiva, a cualquiera que saliera del campamento. En resumidas cuentas, que no era ni remotamente tan fácil de imaginar lo complejo y lo costoso que era solo el hecho de poner en marcha una legión de cinco o seis mil hombres más los 300 jinetes y sus respectivos pencos, o sea, lo mínimo que se despachaba para una campaña normal y corriente tanto de agresión como defensiva. Así pues y hecho el introito vamos al meollo de la cuestión.


Legionario cargando la acémila de su CONTVBERNIVM. En el serón se aprecian
los chismes que transportaban, en este caso utensilios de cocina
Es más que probable que muchos que me leen no hayan caído en un detalle cuando en las pelis salen esas interminables columnas de combatientes caminando por mitad de la nada, y es que esos miles de hombres necesitaban diariamente unas cuantas toneladas de grano, varios cientos de kilos de legumbres y carne o pescado, miles de litros de agua y cientos de litros de vinagre. A eso, debemos añadir el consumo de los cientos de acémilas que acompañaban a una legión. ¿Cómo dice? ¿Que acaso las acémilas no podían alimentarse del pasto del campo? Si lo había sí, pero si no había pasto, ¿qué? Además, un mulo, caballo, asno o buey que llega al final de la jornada agotado de cargar con unos 150 kilos de peso o tirar de un carro cargado hasta las trancas necesita forraje de calidad, grano y pasto fresco para recuperar las energías además de grandes cantidades de agua. A título orientativo, un mulo o un caballo precisa de unos 25 litros de agua al día, y un hombre cargado con su equipo y armas en un clima medianamente cálido al menos 3 litros. Pero eso no es todo. Esos cinco o seis mil hombres tienen que hacer fuego para cocinar y/o calentarse, y puede que no haya un puñetero leño seco en kilómetros a la redonda. No vale ponerse a talar porque la madera verde arde muy mal- si es que logran que prenda- y, lo que es peor, levanta grandes humaredas que delatan su presencia a grandes distancias. No hablamos de una fogatita, sino de una hoguera por CONTVBERNIVM, 8 hombres, así que los fuegos de campamento de una legión podían superar los 65o como mínimo. Y para eso había que añadir a la IMPEDIMENTA grandes cantidades de leña seca en prevención de que durante el camino no encontraran ninguna. 


Carro cruzando un vado con la ayuda de varios legionarios. Estos lugares
se convertían en lodazales intransitables tras ser pateados por miles de
hombres y animales
Como ya podemos imaginar, ningún militar razonablemente competente se plantearía arriesgarse a partir sin, por ejemplo, una provisión adecuada de agua porque no tenía ni puñetera idea de si había cursos fluviales o fuentes donde proveerse o, caso de haberlos, si estaban secos ya que las campañas, como se ha dicho, se iniciaban en época seca. Pero es que, además, el malvado enemigo, sabedor de que el ejército debía cruzar por tal río en tal sitio porque era el único vado posible en muchísimos kilómetros, podía envenenar las aguas arrojando cadáveres de animales o de cuñados corriente arriba, lo que anulaba en un periquete la combatividad de los cinco mil probos invasores por haber bebido agua contaminada. Así pues, debía salir de casa con miles de litros de agua para que la campaña, por lo general de solo unos días de duración, no se fuera al garete por morirse de sed media legión. Para hacernos una idea, solo a razón de dos litros diarios por hombre (eran más, más lo que necesitaban para las bestias) eran precisos 10.000 litros, que multiplicados por diez días de campaña ascendían a 100.000 litros o, lo que es lo mismo, 100 m². Por si alguien no se hace una idea de cuánto volumen supone eso, sería el de una piscina de 10 metros de largo, 5 de ancho y 2 de profundo, o sea, una piscina cojonuda para rodearla con una concertina y minas anti-persona no sea que un cuñado se presente con sus pequeños orcos a llenarla de meados y hongos un domingo cualquiera. El agua, al igual que el vino y el vinagre, solía transportarse en odres para evitar roturas y ahorrar peso. Un odre de piel de cabra tenía una capacidad relativa en base al tamaño del animal, pero si le damos una media de 30 litros por odre harían falta 3.333 unidades solo para esos 100.000 litros, que ya hemos dicho que en realidad eran más, y eso solo para cinco días de ida y cinco de vuelta y sin saber dónde podrían reponer el agua consumida, más el tiempo que llevaba rellenar miles de odres. En fin, nos movemos en cifras que, seguramente, muchos ni se han planteado en la vida, pero sirva este ejemplo para darnos cuenta del enorme gasto y previsión necesarios para poner la máquina en marcha. Dicho esto, veamos con más detalle estas cuestiones.


Escena de la Columna de Marco Aurelio. En este caso presenta un carro
cargado con armas y pertrechos
Por regla general, la RES FRVMENTARIA, o sea, los suministros de víveres para hombres y animales que el ejército romano solía llevar consigo, oscilaban entre los 15 y los 30 días, dependiendo de la distancia del destino. Ojo, cuando hablamos de raciones para 15 o 30 días significa que la distancia máxima a recorrer era de entre 7 y 15 días, porque luego había que desandar los andado. Ya hemos visto que la distancia que se recorría en una etapa normal era de 20 millas romanas (29 km.), por lo que la distancia máxima prevista podría ser en este caso de unos 200-250 km. a lo sumo desde el punto de partida más otros tantos de vuelta. Si se disponía de vías de suministro seguras (muchas de las carreteras romanas abiertas por su imperio surgieron precisamente como vías de suministro para el ejército), siempre cabía la posibilidad de hacerles llegar víveres en caso de que la campaña se prolongase más de la cuenta o, caso de no estar en territorio hostil, adquirir suministros en las poblaciones que les pillaban de paso. Si por el contrario se movían por territorio enemigo ya no era tan fácil, porque los convoyes de víveres eran atacados a pesar de ir protegidos, y la población civil optaba por la añeja táctica de la tierra quemada, o sea, meter fuego al grano y llevarse al ganado o matarlo de no ser posible trasladarlo, no dejando nada aprovechable al invasor. 


Típico carromato romano de cuatro ruedas tirado por una yunta de bueyes,
en este caso cargado de toneles. Entre la IMPEDIMENTA de una legión
figuraban decenas de vehículos de este tipo solo para el transporte
de víveres y agua
Generalmente, cuando se iniciaban campañas de larga duración que suponían además la ocupación de territorio enemigo como parte de la política expansionista del imperio, se estudiaba la posibilidad de usar puertos marítimos o las vías fluviales para hacer llegar víveres y bastimentos a unos ejércitos que ya no estaban formados por una mísera legión, sino por varias, por lo que hablamos de veinte o treinta mil hombres a los que había que llenar el buche a diario. De no ser posible hacer uso de las vías fluviales, como por ejemplo hicieron Adriano con el Danubio o Tiberio con el Elba, había que recurrir al transporte terrestre, mucho más arriesgado como ya hemos dicho. No obstante, a medida que el imperio se extendía se iban estableciendo puestos y depósitos de aprovisionamiento que llegaban hasta el LIMES, las fronteras del imperio, por lo que el punto de partida del ejército no era la metrópoli, sino un CASTRVM estable situado a cientos o miles de kilómetros cuya guarnición obtenía sus vituallas de esos depósitos. 


Legionario cargado como una mula: armas, ropa de abrigo,
una muda, utensilios de cocina y sus "raciones de combate"
empacadas en la SARCINA, la tatarabuela de la actual
mochila militar
Otra cuestión era el transporte de las vituallas. Antes del Principado, lo habitual era disponer de dos acémilas por CONTVBERNIVM de ocho hombres más dos servidores no combatientes en las que se cargaba la pesada tienda de campaña de cuero, las herramientas, el pequeño molino de mano, el CIBVS CASTRENSIS (las raciones de campaña) y el forraje para las dos bestias. Dos mulas por CONTVBERNIVM suponían nada menos que 1.250 animales para una legión de 5.000 hombres, a las que había que sumar las destinadas a los carros para el agua, vinagre, vino, los pabellones de los oficiales y, en un momento dado, incluso máquinas con sus respectivos proyectiles. Estas se solían transportar desmontadas. Y, un añadido más, las herramientas y útiles de carpinteros y herreros que debían acompañar al ejército para montar las máquinas, repararlas llegado el caso, herrar bestias, reparar armas, etc. Esta enorme cantidad de animales, aparte del gasto que acarreaban al erario público, suponían una rémora en la movilidad de las tropas y, por ende, un retraso a la hora de alcanzar los objetivos marcados, por lo que Gaio Mario, en sus reformas del ejército, decidió que se suprimieran parte de los animales para el bagaje, teniendo que llevar cada legionario sus propias raciones para los días que durase la campaña, lo que suponía una media de 20 kilos extra según Vegecio, a los que había que añadir los otros 20 de las armas y el equipo individual transportado en las típicas FVRCÆ que nos resultan tan familiares y que fueron implantadas precisamente a raíz de estas reformas que convirtieron a los legionarios en las famosas "mulas de Mario". Así, cada hombre se veía paseando por su enorme imperio con unos 40 kilos de carga (más que un soldado moderno armado hasta los dientes), quedando un solo animal para el CONTVBERNIVM y las herramientas comunes, o bien transportar los de varios CONTVBERNIA en un carro en común. Los carros, recordémoslo, eran un grave problema si había que cruzar cursos fluviales, por lo que se prefería prescindir de ellos. 


Un descanso y un sorbo de tinto para recuperar
fuerzas. Era increíble la resistencia que tenían estos
incombustibles ciudadanos
Así pues, aquí tenemos que a la magnificente legión de probos imperialistas los acompañaba una columna de cientos de acémilas que debían ir fuertemente protegidas si no querían verlas en manos de guerrilleros enemigos, y eran distribuidas en la formación en base a determinados factores como, por ejemplo, la dirección desde donde podría atacar el enemigo, o bien si avanzaban o se retiraban o incluso en función del terreno por donde se movían. Aparte de eso, si se terminaba el forraje debían detener la marcha y designar hombres para forrajear, teniendo que desplazarse la distancia necesaria para recolectar los cientos de kilos necesarios para alimentar a las bestias mientras que otro grupo de escolta vigilaba celosamente por si aparecían enemigos dispuestos a darles las del tigre. Si regresaban sin forraje o les mataban las mulas ya sabían que deberían abandonar parte de la IMPEDIMENTA con lo que ello suponía. De ahí el interés cada vez mayor en reducir al máximo el número de animales por legión ya que el imperio crecía cada vez más, las distancias a recorrer eran mayores, y ya no se trataba, como en tiempos de la República, de campañas de una semana donde importaba poco perder toda la IMPEDIMENTA porque estaban como mucho a tres o cuatro días de casa.

Otra cuestión era el tipo de víveres que el legionario llevaba encima, lo que se dirimía en base a la hipotética duración de la campaña, así como el terreno donde se llevaría a cabo. Veamos dos opciones básicas, porque lógicamente podían ser muchas debido al mogollón de factores que eran tenidos en cuenta por el legado, que al cabo era el que debía organizar el cotarro con la ayuda del PRÆFECTVS ANNONÆ, que era el encargado de los suministros.


Moliendo la ración de trigo para 8 hombres,
operación cotidiana que, además de ser un
coñazo, debía suponer una larga espera hasta
tener el pan listo para consumir
Opción 1. Para una campaña breve se prefería llevar encima harina ya molida o BVCCELLATVM (galleta). La primera no tenía tiempo de estropearse, y la segunda no precisaba cocción ya que estaba preparada. Para su consumo, como ya se explicó en su momento, era preciso remojarla porque estaba dura como un cuerno. La ración media diaria (según qué autor, porque hay varias hipótesis) oscilaba por los 850 gramos de grano/harina o de 650 de galleta, menos densa y pesada por contener menos humedad. La harina tenía además la ventaja de que, caso de no disponer de tiempo para cocer el pan, se mezclaba con agua obteniendo PVLTIS, las gachas a las que los romanos eran muy aficionados. La grasa alimenticia la llevaban en forma de aceite envasado en ánforas u odres y carne de cerdo en salazón, y como complementos se recurría, como es lógico, a cosas que no se echaran a perder rápidamente como aceitunas, quesos y, caso de disponer de ellos, huevos e higos y frutos secos que aportaban gran cantidad de calorías. Como vemos, la realidad es que era una dieta muy rica en hidratos, grasas y proteínas, todos ellos necesarios para que un sufrido imperialista fuese capaz de pasearse 30 ó 40 km. sin caer reventado.


Odres. Valían para cualquier líquido y duraban años y años
Opción 2. La logística para campañas largas era obviamente más complicada de organizar. De entrada, se prescindía de la harina porque se estropeaba con rapidez- sobre todo en zonas húmedas-, prefiriéndose el grano. Ello suponía que cada CONTVBERNIVM debía molerse su ración diaria de unos 7 kilos de grano, preparar la masa y cocerla como ya se explicó en su momento (véase la entrada relacionada al final del texto). También se solía cambiar el aceite por LARDVM, manteca de cerdo que servía para cocinar, freír o comerla sin más. Su envasado era más cómodo que el aceite, que debía transportarse en ánforas u odres, y solo en caso de que no se dispusiera de ganado porcino se sustituía por mantequilla obtenida de la leche. El resto de vituallas eran básicamente las mismas ya que un queso o un tonel de aceitunas duraban bastante tiempo, a lo que podemos añadir las legumbres que se consumían hervidas. Como es lógico, si podían echar el guante a cualquier cosa comestible que les sacara de la monotonía de siempre era bien recibida, como verduras, carne o pescado frescos, mariscos, moluscos tanto marinos como fluviales, etc. No obstante, un legado podía ordenar reducir el surtido de víveres si quería aligerar al máximo el peso de las vituallas para una acción rápida, limitándolas a grano o BVCCELLATVM, manteca de cerdo y queso.


CONTVBERNIVM, la pesada tienda de campaña de cuero
para 8 hombres. Era de las pocas cosas que tuvieron que
seguir siendo transportadas por acémilas o carros
En cuanto a los líquidos, aparte de la imprescindible agua, se transportaba ACETVM (vinagre), que como ya se contó en su momento se podía consumir mezclado con agua (POSCA) o a pelo si se veía que las fuerzas flaqueaban. En ocasiones excepcionales el legado podía permitir la distribución de vino, como en la víspera de la batalla o para celebrar cualquier efemérides. Aparte de eso, recordemos que el vinagre tenía propiedades antisépticas, por lo que era bastante eficaz para lavar heridas, tenía diversas propiedades curativas y prevenía el temible escorbuto por su contenido en vitamina C. Según Catón, durante las marchas únicamente se debía permitir saciar la sed con agua, y solo cuando los síntomas de cansancio empezaban a hacerse notar entre el personal era cuando se permitía beber POSCA si bien, como es lógico, cada legado adoptaba la norma que le daba la gana. No obstante, el vinagre sin diluir podía producir una fastuosa borrachera así que convenía vigilar al personal no fuesen a beber, en vez de agua con vinagre, vinagre con agua, ya me entienden. Por regla general, los líquidos eran transportados en odres o toneles, dejando de lado las ánforas siempre que fuera posible por su fragilidad y su elevado peso. 


Legionarios haciendo acopio de ganado procedente de un saqueo.
Como es obvio, siempre que era posible se echaba mano a los
recursos del enemigo, práctica que aún perdura si bien ahora en vez
de cabras o grano se prefiere el petróleo o los minerales
Una vez que la estructura del imperio estuvo sólidamente consolidada se hizo necesario establecer una red de comunicaciones en las vías que habían trazado por todo el territorio. Estas comunicaciones eran vitales en muchos aspectos ya que era necesario hacer llegar a Roma correos urgentes con información acerca de lo que ocurría en las fronteras, así como las órdenes de los emperadores al respecto. Del mismo modo, se estableció un servicio de correos por el que las mismas tropas podían contactar con sus seres queridos y, aprovechando la misiva, pedirles dinero porque se habían jugado la paga a los dados o se la habían gastado en putas y juergas y, por supuesto, para que los legados pudieran enviar solicitudes de vituallas a destacamentos o CASTRA en el LIMES cuando determinadas reservas empezaban a menguar. Este servicio de correos estaba formado por STATIONES VIARVM que ya empezaron a funcionar en tiempos de Augusto organizadas por el indudable talento militar de Marco Vipsanio Agripa, su hombre de confianza, y básicamente eran lo mismo que las casas de postas que estuvieron en funcionamiento hasta que desaparecieron las diligencias, pero en este caso destinadas exclusivamente para uso militar. Eran usadas por jinetes que se iban relevando a cada tramo para el correo urgente, o bien por carromatos a los que se reponían los tiros por animales de refresco. La complejidad que alcanzó este sistema obligó- según las fuentes a consultar en tiempos que iban desde Clau-Clau-Claudio a Adriano- a la creación de un funcionario responsable del buen funcionamiento de las STATIONES y todo lo que ello suponía.


Cargando un bote con toneles. El suministro por vía fluvial no solo era más
barato, sino también más rápido y seguro. Los bastimentos proceden del
depósito fortificado que aparece a la derecha de la imagen
Se trataba del PRÆFECTVS VEHICVLORVM, cargo de gran responsabilidad desempeñado por un EQVITE y que no se ponía en manos de cualquier cuñado o compadre, sino de hombres de probada experiencia en temas administrativos y de transporte. Estos funcionarios se encargaron además de facilitar carros y animales para el ejército cuando se solicitaban para formar un convoy de aprovisionamiento en lugares fuera de las STATIONES. Por poner un ejemplo, el legado Fulanus había adquirido una determinada cantidad de grano para su legión acantonada en el LIMES y precisaba de vehículos de transporte. Pues enviaba al PRÆFECTVS VEHICVLORVM un mensaje en el que le requería los vehículos y acémilas necesarias para transportarlas al CASTRVM (recordemos que no hablamos de unas decenas de sacos, sino cientos y cientos conteniendo toneladas de trigo para alimentar a miles de hombres durante meses o incluso un año entero).


Probo ciudadano recreacionista empacando su SARCINA. A su
considerable peso habría que añadir alrededor de 1,2 kilos por cada
ración extra en caso de tener que partir con más víveres de lo habitual
en prevención de una campaña un poco más larga
Como vemos, la complejidad de la intendencia romana no tenía nada que envidiar a la de cualquier ejército actual y, al igual que ocurre en tiempos modernos, solo en caso de que fuera imposible cumplimentar la petición del legado Fulanus, este se vería obligado a requisar los vehículos y animales necesarios a la población civil, bien pagando un estipendio en concepto de alquiler o compra si estaban en territorio amigo o, si se terciaba o estaban en territorio hostil, pues se lo llevaban por la cara, todo ello ante el obvio cabreo de los propietarios que se veían sin su mula para poder arar el campo o su carro para transportar sus productos a los mercados. El PRÆFECTVS VEHICVLORVM debía actuar en perfecta coordinación con el encargado de los suministros de víveres de las legiones de cada provincia, el PRÆFECTVS ANNONÆ o, en su defecto, el PROCVRATOR, a los que, como se ha dicho, debía facilitar el transporte de las vituallas necesarias, especialmente cuando se preveía una campaña y había que disponer de todo lo necesario antes de ponerse en marcha. 


Carrobalista transportada sobre un carro.
De la misma forma se podía llevar un onagro, una enorme
balista o incluso un ariete y su tortuga
En fin, con lo expuesto creo que ya podemos hacernos una idea bastante clara de que la logística, esa organización tan desconocida y tratada a lo sumo muy por encima cuando se habla de estos temas, no es que fuera importante, es que era vital para iniciar cualquier campaña. No hablamos de llenar unas cuantas cantimploras y cargar un carro con media docena de quesos y un par de sacos de trigo, sino de hacer acopio de miles de litros de agua, vinagre y vino, de decenas de toneladas de grano (unos 4.25o kilos diarios para una legión de 5.ooo hombres), de legumbres, toneles de higos secos, de quesos, de aceitunas e incluso de madera seca y forraje y grano para los animales, además de juntar cientos de acémilas y carros para transportarlo todo, miles de odres, de toneles, etc. Me apuesto mis augustas barbas a que más de uno y más de dos de los que me leen no han caído nunca en estos detalles. 

Bueno, hasta aquí hemos llegado por hoy.

Hale, he dicho

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