Una gasolinera en mitad de la nada. De estos humildes establecimientos sacaban estos degenerados el picoteo diario |
El cine, como suele pasar, ha sido el fautor de la mitificación de estos dos malvados de manual. La conocida película dirigida en 1967 por Arthur Penn presentó a unos simpáticos, románticos y alocados Bonnie y Clyde protagonizados por Warren Beatty y Faye Dunaway formando una parejita guay que poco menos que robaba a los ricos para dárselo a los pobres cuando, en realidad, robaban a todo el mundo y si no robaban a los pobres es porque no tenían nada que robarles. Además, a causa de las habituales "licencias artísticas" del cine yankee, presenta la emboscada final como una especie de venganza personal del capitán Hamer por haberle secuestrado (falso) y humillado (aún más falso). La realidad es que Hamer solo conocía las jetas de estos dos prendas por fotos, porque solo los vio en persona el día en que los escabecharon bonitamente y para entonces no se parecían en nada a las fotos porque estaban en un estado lamentable.
En fin, aunque hay bastante información sobre este tema suele ser bastante generalista y, como suele pasar, plasmada a base de los copia-pega habituales. Por lo tanto, colijo que no está de más añadir algo más enjundioso para darle un disgusto a algún cuñado de esos que admiran a los bandidos y se saben de memoria la vida y milagros tanto de los forajidos patrios como de los foráneos, desde el legendario Pasos Largos a Bin Laden, el primero merecedor del dudoso honor de ser el último bandolero tradicional, puesto ocupado por los políticos poco después, y el segundo el penúltimo hijo de la grandísima puta orbitario que así arda en lo más profundo de la sima infernal, amén de los amenes. Bien, no vamos a hacer un compendio de las andanzas de Bonnie Elizabeth Parker, alias Bonnie, y Clyde Champion Barrow, alias Clyde, porque entonces esto no sería un artículo bloguero, sino una enciclopedia del crimen derivado de la Gran Depresión, así que nos limitaremos a dar cuenta de como se gestó la celada que puso término a sus miserables existencias el 23 de mayo de 1934, cuando apenas contaban con 23 y 25 años respectivamente y tras una breve pero intensa carrera profesional de apenas dos años de duración.
Por cierto, una puntualización acerca del segundo nombre de Barrow: aunque aparece en algunas fuentes como Chesnut, en toda la documentación de los archivos del FBI y en fichas policiales figura como Champion. Obviamente, me creo más lo que diga un documento oficial de la todopoderosa organización del aún más todopoderoso J. E. Hoover que lo que pueda afirmar cualquier otro.
En fin, aunque hay bastante información sobre este tema suele ser bastante generalista y, como suele pasar, plasmada a base de los copia-pega habituales. Por lo tanto, colijo que no está de más añadir algo más enjundioso para darle un disgusto a algún cuñado de esos que admiran a los bandidos y se saben de memoria la vida y milagros tanto de los forajidos patrios como de los foráneos, desde el legendario Pasos Largos a Bin Laden, el primero merecedor del dudoso honor de ser el último bandolero tradicional, puesto ocupado por los políticos poco después, y el segundo el penúltimo hijo de la grandísima puta orbitario que así arda en lo más profundo de la sima infernal, amén de los amenes. Bien, no vamos a hacer un compendio de las andanzas de Bonnie Elizabeth Parker, alias Bonnie, y Clyde Champion Barrow, alias Clyde, porque entonces esto no sería un artículo bloguero, sino una enciclopedia del crimen derivado de la Gran Depresión, así que nos limitaremos a dar cuenta de como se gestó la celada que puso término a sus miserables existencias el 23 de mayo de 1934, cuando apenas contaban con 23 y 25 años respectivamente y tras una breve pero intensa carrera profesional de apenas dos años de duración.
Bonnie Parker, siempre bien vestida, coqueta y más peligrosa que una mamba con paperas |
Alguien, quizás un miembro de su banda, escribió con letra infantil en la foto "Bonnie y Clyde robaron este coche para mí en 1933" |
Bien, ese era el modus operandi de la banda: cometían un atraco y huían a toda velocidad al estado vecino, pasando horas sin dejar de conducir para no dar tregua a sus perseguidores. Si les surgía algún problema o la policía lograba interceptarlos, no dudaban un instante en abrir fuego y liquidarlos. Iban literalmente armados hasta los dientes con pistolas, revólveres, escopetas e incluso armas largas automáticas, concretamente el BAR modelo 1918 de calibre 30-06, un arma del ejército que con el selector en tiro automático se convertía en una ametralladora capaz de parar en seco a los perseguidores más contumaces. Disponían de al menos cuatro de estos fusiles. Uno había sido robado en la armería de la Guardia Nacional de Oklahoma en julio de 1933, y otros tres más en un arsenal de Illinois en el mes siguiente. El BAR era capaz de atravesar de lado a lado las carrocerías de los coches de aquella época que, como decíamos anteriormente, estaban fabricados con una chapa fastuosa. De hecho, en un tiroteo que tuvieron con la policía del condado de Dallas cerca de Sowers, en Texas, los agentes usaron exclusivamente subfusiles Thomson sin que su munición de calibre .45 ACP pudiera atravesar la carrocería del vehículo en el que huían Barrow y el resto del personal, mientras que su BAR dejo hecho una birria el vehículo policial lo que, al menos, sirvió para tener claro que si querían acabar con esta gentuza lo suyo era proveerse de armamento militar y dejarse de chorradas.
La gota que colmó el vaso tuvo lugar el 16 de enero de 1934, cuando Barrow decidió llevar a cabo una audaz operación para permitir la fuga de varios de sus compinches, condenados a trabajos forzados en la prisión de Eastham, en el condado de Houston, Texas. Aprovechando la salida de los presos para sus labores cotidianas facilitaron la huida de Raymond Hamilton, Hilton Bybee, Joseph Palmer y Henry Methvin, que según algunos autores en realidad no pertenecía a su banda, pero aprovechó la coyuntura para largarse de allí. Barrow había estado preso en Eastham, una cárcel que no era como las de ahora, con tele, gimnasio, piscina, etc., sino un antro donde los guardias estaban seleccionados entre los más sádicos del cuerpo de prisiones del estado. Al parecer, el grado de desesperación de Barrow debido a los malos tratos y a la extenuación por las condiciones de trabajo llegó a tal extremo que llegó a cortarse el pulgar y parte del índice del pie izquierdo con tal de que lo dieran de baja, motivo este por lo que algunos autores toman este suceso como una especie de venganza contra sus antiguos carceleros. En realidad diría que eso era irrelevante en este caso ya que Barrow fue a Eastham porque sus colegas estaban allí, y si hubiesen estado en otra prisión habría actuado exactamente igual.
Lee Simmons (1873-1957) |
Mientras la banda retomaba sus andanzas, Simmons aprovechó el clamor popular para convertir la persecución de estos chorizos en un asunto de primera magnitud, logrando que las autoridades estatales le dieran poco menos que carta blanca para acabar con ellos como fuera. Para perseguirlos buscó y convenció a Frank Hamer, un capitán retirado de la Texas Highway Patrol (Patrulla de Carreteras de Texas). Había solicitado el retiro en 1932 tras salir elegida por segunda vez Miriam Amanda Ferguson como gobernadora del estado, lo que por lo visto no hizo nada de gracia ni a él ni a 40 colegas que también se largaron del cuerpo porque las relaciones del mismo con este personaje no eran precisamente cordiales debido al apoyo que la mayor parte de los Rangers manifestaron al rival de Ferguson, Ross Sterling. Hamer, que en aquel momento tenía 50 años, fue reincorporado al servicio agregado a las autoridades penitenciarias del estado como investigador especial con una asignación de 180 dólares mensuales aparte de su pensión y el derecho de apropiarse de cualquiera de las pertenencias de la banda cuando los arrestase. Lo del arresto era en realidad un eufemismo porque Simmons lo que quería eran las cabezas de Barrow y Parker, y desde el primer momento le dejó muy claro a Hamer que él no se entrometería en la forma de cumplir su misión, limitándose a sugerirle que "los pusiese en su lugar" y que "disparase a todos los que se le pusieran a tiro". Aquello era obviamente una ejecución extrajudicial en toda regla que, aparte de eliminar a esos dos seres tóxicos, impediría convertirlos en un fenómeno de masas gracias a un juicio mediático que acapararía los titulares de la prensa durante semanas o meses. Muerto el perro se acabó la rabia, debió pensar Simmons, y después de un par de semanas nadie recordaría al gang de Barrow. Está de más decir que Hamer no dijo ni pío, y que en ningún momento cuestionó la "sutil" sugerencia del cabreadísimo alcaide de Eastham.
Manny Gault ejerciendo como ranger. Es lo que tienen los yankees: solo allí un simple lechero puede acabar de policía sin pasar por una academia, y encima hacerlo bien |
Por otro lado, Hamer, con datos aportados por el FBI, que no serían tan sagaces pero disponían de unos medios que ya quisiera cualquier policía de la época, investigó los movimientos de los familiares de la banda por si aparecían por sus domicilios. Los encargados de vigilar la granja de Irvin Methvin fueron Robert Alcorn y Theodore Hinton, Bob y Ted para los amigos y compadres, seleccionados por el sheriff del condado de Dallas, Richard Allen "Smoot" Schmid. Alcorn y Hinton empezaron a merodear por la zona pidiendo además la ayuda de Henderson Jordan, el sheriff de Bienville Parish, y a mediados de febrero de 1934, apenas un mes después de la sonada fuga, ya pudieron constatar la presencia de Barrow en la comarca junto a Bonnie y Henry Methvin. Hamer, al que no se le escapaba ni una hormiga coja en mitad de un hormiguero, pudo corroborar que, en efecto, sus presas no estaban lejos gracias a los rastros que iban dejando durante sus paradas: colillas de Camel de Bonnie o de Bull Durham de Clyde, restos de bocadillos y, quizás lo más relevante, trozos de lechuga con que ella alimentaba a un conejo blanco que llevaba consigo como mascota. Como es evidente, nadie se pasea por el mundo con un conejo a cuestas, así que ese detalle era especialmente revelador.
Así se publicó la noticia del doble asesinato en Grapeville. Pinchar en la imagen para verla bien grande |
"Cal" Campbell, la última víctima de esta alevosa pareja |
Este sujeto, cuyo nombre no he tenido forma de localizar, fue detenido por Clint Peoples, ayudante del sheriff de Conroe, Texas. Cuando estaba ya enjaulado le espetó a Peoples:
-¿Quiere atrapar a alguien que buscan y que son realmente malos, Clyde y Bonnie?
El 19 de mayo, casi a medianoche, Hamer, Gault, Hinton y Alcorn llegaron en dos coches a la ciudad de Shreveport, en Luisiana, más quemados que el cenicero de un bingo tras varios días dando vueltas de un lado a otro sin parar de conducir, turnándose para dormir mientras el otro manejaba el volante y comiendo a base de bocadillos. Tomaron dos habitaciones en un hotel que disponía de aparcamiento junto a las mismas de forma que podían salir a toda velocidad en caso de necesidad. Dejaron sus respectivos arsenales en los asientos traseros cubiertos por sendas mantas y se fueron a descansar. El día 20, domingo, lo dedicaron a recuperar fuerzas y al día siguiente Hamer recibió una llamada del sheriff local pidiéndole que se pasara por su oficina para darle una noticia importante. Hamer no tardó ni dos minutos en personarse en la misma, y lo que le contó el sheriff debió ponerlo extremadamente contentito. La noche anterior, un coche patrulla había detectado la presencia de la pareja junto a una tercera persona que fue identificada como Henry Methvin en el aparcamiento del Café Majestic. Barrow optó por arrancar y salir a toda velocidad mientras que Methvin, que estaba llegando al coche con unos bocadillos y unos refrescos, se subió al vehículo y se esfumaron en la noche. Esto dejó claro a Hamer que el trío estaba de visita en la granja de Methvin padre, que estaría del hijo y sus invitados forzosos hasta las gónadas, y que había llegado el momento de buscar un sitio adecuado para interceptarlos cuando se dirigieran a la granja familiar.
Henderson Jordan, sheriff de Bienville Parish. Palmó en un accidente de tráfico en Lincoln Parish con apenas 61 años en junio de 1958. En la foto tenía solo 33 años |
Fotograma de "The Highwaymen" que muestra de forma bastante realista el aspecto que debía presentar la camioneta de Irvin Methvin mientras que a lo lejos se ve como se aproxima el Ford V8 de Barrow |
Los seis policías se había pertrechado del mejor armamento posible para no dar la más mínima oportunidad a Barrow y su compañera, y más sabiendo que no dudaban en enfrentarse a quien fuera con armas procedentes de sus rapiñas en las armerías de la Guardia Nacional. Hamer estaba armado con un rifle semiautomático Remington modelo 8 en calibre .35 Remington (foto 1). Era una versión para uso policial modificada para acoger cargadores de 20 cartuchos adquirida en una armería de Saint Joseph, en Misouri. Además llevaba su inseparable Colt 1873 de calibre .45 Long Colt adquirido cuando era marshal en Navasota, Texas, y al que apodaba "Old Lucky". Jordan y Alcorn llevaban armas similares con cargadores para 15 cartuchos compradas en Austin, Texas. Además se usaron dos Colt Monitor en calibre 30-06 (foto 2), una versión del BAR fabricada por la Colt que se diferenciaba del original en que estaba provisto de empuñadura de pistola, un guardamanos sobredimensionado para facilitar el agarre disparando a ráfagas y un enorme freno de boca para controlarlo mejor. Gault y Oackley estaban armados con este poderoso fusil. Por último, el BAR 1918 de Hinton (foto 3), también en calibre 30-06. Como debían sentirse desprotegidos, cada hombre añadió también una escopeta Remington semiautomática modelo 11 (foto 4) de calibre 12 más las armas cortas de cada uno de ellos. En resumen, aquellos seis probos homicidas estatales podían desplegar más potencia de fuego que una sección de infantería durante la Gran Guerra.
Gault muestra a la cámara la escopeta recortada Remington y el BAR de Barrow. En camisa vemos a Hamer, que debía fumar como un carretero porque rara es la foto en la que no aparece con un cigarrillo |
A las 09:15 hizo por fin acto de presencia el Ford V8 en la carretera mientras Irvin Methvin no paraba de berrear esposado al árbol afirmando por enésima vez que estaban violando sus derechos civiles y blablabla. Pero la atención de los seis policías estaba ya volcada al 200% en el automóvil gris que avanzaba a toda velocidad por aquella carretera polvorienta en dirección a Gibsland para reunirse con Henry. Bonnie se estaba comiendo un bocadillo y llevaba en el regazo un mapa de Luisiana y una revista que acababa de comprar. Era muy presumida y siempre iba bien vestida y peinada. Aquel día llevaba un vistoso traje rojo con zapatos del mismo color, y su pelo cobrizo perfectamente arreglado y perfumado. Barrow vestía un traje de rayas y, según era costumbre en él, conducía sin zapatos. Las gafas de sol que solía usar no las llevaba puestas porque el sol matinal lo tenía a la espalda. En el asiento trasero llevaba todo su arsenal perfectamente limpio y dispuesto para la acción tapado con una manta.
Prentiss Oakley, el hombre que mató a Clyde Barrow posando con la colección de 15 matrículas que hallaron bajo el asiento del V8 de la pareja |
Barrow, que había dejado metida la primera velocidad, soltó el pedal del embrague al palmarla, por lo que el Ford empezó a rodar lentamente hacia el carril izquierdo para, tras recorrer unos 45 metros, quedar detenido en la cuneta. Pero sus ejecutores no dejaron de disparar a pesar de que el coche estaba ya como un queso de Gruyere. Una vez vaciados los cargadores de los fusiles echaron mano a las escopetas, cargadas cada una con cinco cartuchos de postas y, finalmente, aún sacaron sus armas cortas para vaciarlas en los cuerpos acribillados de Barrow y Parker. Cuando se detuvo el tiroteo, Hinton se acercó a la puerta del conductor, pero no pudo abrirla porque el talud de la cuneta se lo impedía. Barrow tenía la cabeza destrozada y volcada hacia atrás. Dio la vuelta rodeando el coche y abrió la otra puerta para ver a Bonnie Parker tumbada hacia un lado en dirección a su compinche/amante. La incorporó para comprobar que, en efecto, estaba más muerta que Carracuca y la dejó de espaldas contra el asiento. Con todo, la puñetera arpía aún había tenido tiempo de empuñar su pequeño Colt si bien no pudo llegar a dispararlo.
Así quedó Clyde Barrow. La mancha oscura en el ojo izquierdo no se debe a un disparo, sino que es solo una mancha de sangre de la herida en la cabeza |
El vehículo tras el tiroteo. En el asiento delantero se ve el cadáver de Parker |
Una vez calmados los ánimos se procedió a registrar el coche y el personal se quedó alucinado al ver el arsenal que llevaban encima. En la foto podemos ver parte del mismo, porque no coincide con lo que se ve en imágenes sacadas durante el registro efectuado en la misma carretera. Salieron a relucir tres BAR 1918, un fusil de cerrojo Krag-Jorgensen, un subfusil Thomson, dos escopetas Remington modelo 11, tres pistolas Colt modelo 1902, el revólver que se ve en la funda y que no se aprecia modelo ni marca, y además el Colt Detective de Parker y la Colt 1911 de Barrow. A todo ello y como se ve en la foto, sumarle cantidades ingentes de munición para todas las armas incluyendo nada menos que cien cargadores de 20 cartuchos para los BAR, lo que suponía 2.000 cartuchos del 30-06 para repartir estopa a base de bien, e incluso encontraron bajo el asiento delantero quince placas de matrículas para ir dando el cambiazo cada vez que cometían una fechoría. En cuanto a los impactos recibidos por el coche y sus ocupantes, hay división de opiniones, como no podía ser menos.
definitivamente muertos y, como ya comentamos, no convenía dar una impresión negativa ante la opinión pública. Lo cierto es que, al parecer, el embalsamador las pasó canutas para recomponer las maltrechas envolturas carnales de ambos difuntos ya que estaban literalmente hechas puré a balazos.
Hinton, a la izquierda, ya en su vejez contemplando el "Coche de la Muerte" en alguna feria donde se permitía verlo por 25 centavos. A la izquierda hay un letrero de aviso prohibiendo sacar fotos |
Ah, se me olvidaba. Una curiosidad curiosa de regalo que apostaría mis excelsas barbas a que no hay cuñado que la conozca: el Remington modelo 8 de calibre .35 Rem. que usó Hamer era el arma de caza preferida del general Gonzalo Queipo de Llano, pero en su versión deportiva con capacidad para solo cinco cartuchos. La munición, un calibre que apenas tenía demanda en España, la fabricaron a partir de 1945 en la Pirotecnia de Sevilla y en honor a su introductor y casi único usuario era denominada como .35 Don Gonzalo. Con esto fijo que empujan a un rápida y eficiente autolisis al cuñado que se ha visto todos los documentales que hay en Youtube sobre Bonnie y Clyde.
Bueno, ahí queda eso.
Hale, he dicho
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