En mayo de 2011 (carajo, como pasa el tiempo, etc.) se publicó el primer artículo dedicado a armamento. Hasta entonces, solo se hablaba de cuestiones castellológicas pero, como se ha visto a lo largo de estos años (como pasa el tiempo, carajo, etc.), hemos ido ampliando poco a poco la temática del blog. Igual un día de estos abrimos una nueva etiqueta dedicada a la lucha contra los marcianos, quién sabe... Bueno, la cosa es que aquella primigenia entrada ballestera necesita una actualización como un político trincar cacho, así que nos ponemos a ello. De hecho, hace ya algún tiempo que vengo dándole vueltas a la mollera, pero por una cosa o por otra se ha ido dilatando. En todo caso, ya es tiempo de acometer la tarea yendo más allá de lo que se habló en su día: los distintos tipos de ballesta al uso en la Edad Media y sus proyectiles. Luego se han añadido un par de artículos sobre algunas tipologías más que se citan al final del texto, pero la madre del cordero es la ballesta medieval pura y dura, esas que atravesaban de lado a lado a cuatro cuñados sin darles tiempo ni a que te hicieran una postrera peineta. Sin embargo, nunca se ha mencionado el origen de estas polémicas armas que hasta cuentan en su haber el cuestionable honor de haber sido excomulgadas por el vicario de Cristo en la Tierra alegando que eran unos chismes diabólicos, siendo solo permisible usarlas contra los malditos agarenos adoradores del falso profeta Mahoma y la familia política. Contra los políticos aún no porque todavía no se habían inventado los miserables trepas de nuestros días, pero bueno... En fin, vamos a lo que vamos, que para luego es tarde.
En la parte superior vemos las piezas sueltas de un mecanismo de disparo, y debajo todo el conjunto montado en su carcasa |
Bueno, la cuestión es que la inventaron los chinos. Sí, puede que esta afirmación eche por tierra los esquemas a más de uno, pero la que quizás sea el arma más emblemática del medioevo europeo es un invento chino al igual que los lollitos de plimavela, el aloz tles delicias y las toltulas chinas para cuñados cansinos. Y no solo la inventaron estos prolíficos orientales (en sentido literal, porque hay chinos por todas partes), sino que son más antiguas que la tos. Curiosamente, lo que ha permitido conocer su origen, así como su datación, no ha sido ninguna estatua, ni ningún escrito o representación artística, ni siquiera un ejemplar procedente de algún templo, sino su mecanismo de disparo, bastante más sofisticado por cierto que los de sus homólogas occidentales fabricadas siglos después. O sea, que es más que probable que el invento fuese anterior al año 650 a.C. en que se dataron los mecanismos citados que, al ser de bronce, aparecieron en perfecto estado de conservación. Puede que en épocas anteriores se usara madera, hueso o cualquier otro material perecedero, así que estamos ante un arma que, como mínimo, tiene unos 2.750 años de antigüedad, y aún sigue en uso, que ya tiene su mérito.
Los dos métodos de carga: con un cordón actuando como estribo o sentado y empujando con los pies en los modelos más potentes |
Al día de hoy se desconoce quién y por qué un buen día a un probo súbdito del Ser Divino de Arriba, pomposo nombre con que estos orientales se referían a sus monarcas, se le ocurrió amarrar un arco a un palo, pero colijo que no sería una insensatez seguir un razonamiento bastante básico: para tensar el arco hay que tener un mínimo de fuera física y los dedos de la mano en un estado razonablemente bueno. Además, hay que invertir un tiempo en armar el arco con una flecha- tiempo este que puede ser vital ante el inopinado ataque de un animal o un enemigo-, y apuntar, lo que precisa de un entrenamiento adecuado para tener posibilidades de impactar en el objetivo. Por el contrario, la ballesta, aunque es más lenta para recargarla, se puede llevar ya cargada y armada con un virote, por lo que el tiempo de reacción es mucho más rápido. Para cargarla se pueden usar pies y manos, por lo que se requiere menos fuerza y no hacen falta todos los dedos, y para acertar en el blanco no es necesaria la destreza que requiere un arquero. Además, si se usa para cazar el armado del arco puede espantar a la pieza, mientras que la ballesta solo requiere aproximarse lo más sigilosamente posible y disparar sin más. En resumen, creo que no ando marrado cuando afirmo que este artefacto surgió de una necesidad, quizás de alguien birriosillo que no era capaz de tensar el arco, o quizás de uno al que su suegra, en un avenate homicida, le arrancó de una dentellada los dedos de la mano o, en definitiva, de cualquier ciudadano que no andaba diestro en el tema de la arquería.
Los tres componentes principales de una ballesta china: mecanismo de disparo, culata y pala, que en este caso es la misma cosa que un arco compuesto |
Ante estas afirmaciones, más de uno me replicará que las ballestas no eran nada fáciles de cargar, y que su enorme potencia requería incluso de útiles más o menos sofisticados para ayudarse ya que, de lo contrario, sería imposible tensar la verga. Cierto, pero ese fue el caso de las ballestas europeas. Las chinas tenían un arco mucho mayor, lo que no precisaba de tanto esfuerzo. Más aún, si observamos los ejemplares que se conservan de la Edad Media veremos que su morfología no tiene nada que ver con las gruesas palas de las ballestas europeas y, de hecho, podía incluso usarse un arco compuesto para sustituir al de la ballesta en caso de rotura. Pero si alguien piensa que por este motivo estas armas eran menos potentes o tenían menos alcance, se equivoca por una mera cuestión física. Cuanto más se curva un arco más recorrido tiene la cuerda. Esto supone que el proyectil estará más tiempo recibiendo la energía que lo impulsa. Un efecto similar lo tenemos en las armas de fuego: cuando más largo es el cañón, más tiempo está la bala bajo los efectos de los gases de la combustión de la pólvora, ergo su velocidad de salida será mayor que si usamos un arma con el cañón más corto aunque el cartucho sea el mismo.
Ballesta de la Dinastía Qin. Obsérvese su generosa pala, así como los mecanismos situados al final de la culata. El guardamonte actúa como una pequeña empuñadura |
Para lograr este efecto, la ballesta china no solo tiene una pala más larga que permite un tensado de más longitud, sino que sus mecanismos estaban por lo general situados al final de la culata. En las europeas, las palas eran por norma más cortas y sus mecanismos se colocaban aproximadamente en el centro de la culata. Resultado: la tensión de una ballesta china llegaba hasta aproximadamente los 50 cm., mientras que la de su homóloga europea no iba más allá de los 12 o 15 cm. Para compensar el escaso recorrido de la verga, la ballesta europea requería de palas muy potentes- de acero en muchos casos-, mientras que las chinas se fabricaban por lo general con el mismo método que los arcos compuestos a base de tendones, madera y asta. A esto debemos añadir que, debido a un mayor recorrido de la cuerda, es preciso usar un proyectil de mayor longitud, o sea, una flecha, mientras que las ballestas europeas usaban uno más corto y pesado, el virote, capaz de resistir el brutal empuje inicial al ser disparado. Pero la flecha, al tener un coeficiente balístico mayor tiene más alcance a igualdad de potencia y más precisión, así que nadie piense que las ballestas chinas eran un churro porque no tenían el masivo aspecto o la descomunal potencia de sus colegas occidentales.
Li Quan |
Bien, estos son grosso modo los entresijos de las ballestas primigenias si bien a lo largo del tiempo fueron surgiendo variantes e incluso se redactaron manuales para su fabricación y empleo táctico. Las primeras representaciones gráficas detalladas de estas armas datan de la dinastía Tang (618-907), cuando un mandamás de su ejército llamado Li Quan redactó hacia el año 759 un manual con la descripción y el uso en combate de las ballestas, así como instrucciones detalladas para su fabricación. Anteriormente, más que cuestiones concretas sobre estas armas lo que ha llegado a nosotros son referencias de su uso en determinadas batallas a través de los "Recuerdos del Gran Historiador", un compendio de historia de la Dinastía Han obra de Sima Qian datada entre los años 109 y 9o a.C. En dicha obra ya da buena cuenta del empleo de la ballesta durante las guerras de Han-Xiongnu o la victoria infligida por Sun Bin a Pang Juan gracias a su cuerpo de ballesteros en la batalla de Maling, librada en 342 a.C. en el contexto de los Reinos Combatientes (los períodos históricos de esta gente son la pera, lo juro). En dicha batalla, Sun Bin colocó a 10.000 ballesteros ocultos en un desfiladero donde esperaron a sus enemigos. Atravesando el sendero dejaron un árbol talado en cuyo tronco mandó escribir "Pang Juan morirá junto a este árbol", y dio instrucciones a su gente de que disparasen en cuanto vieran un fuego encendido. Cuando Pang llegó al desfiladero era ya de noche, y al ver el árbol observó que había algo escrito, pero no podía leerlo por la falta de luz, así que mandó encender unas antorchas. Esa fue la señal para que los ballesteros de Sun Bin convirtieran a los enemigos y a su caudillo en puñeteros acericos. Hay que ver lo sibilinos que son estos puñeteros orientales, carajo...
Por esta misma época surgió una peculiar ballesta de repetición cuyo exponente más antiguo está datado hacia el siglo IV a.C. lo que, como ya hemos sugerido anteriormente con otros modelos, no quiere decir que no pueda haber sido creada anteriormente, sino que el ejemplar más antiguo que se conoce data de esa fecha. El chisme en cuestión podemos verlo a la izquierda. Consta de una pala con su correspondiente culata, pero carece de mecanismos de disparo convencionales. Sobre el armazón hay un depósito con capacidad para varios dardos (podían ser 10, 15 o incluso 20) con una tapa de corredera y una palanca que, en sí, no es un mecanismo de disparo, sino el mecanismo de repetición como la palanca de un rifle de ídem. El arma se apoyaba en la cadera y se sujetaba con la mano izquierda por la parte inferior del armazón- al parecer algunas llevaban una empuñadura de pistolete-, mientras que la mano derecha accionaba la palanca. Veamos su funcionamiento en el siguiente gráfico:
En el mismo tenemos las tres fases en que se dividiría el ciclo de disparo. En la figura A vemos la palanca de carga en su posición más avanzada. En ese momento, la verga se introduce en una muesca situada al final del carril que se abre en la base del depósito y un dardo cae en el canal de disparo. En transparencia vemos como se apilan en el interior del depósito y podemos observar que, para evitar interrupciones, carecen de estabilizadores, o sea, se componen del astil y una punta cónica sin más. En la figura B estamos llevando la palanca de carga hacia atrás. La verga se va tensando, y no saltará hasta que dicha palanca baje por completo. Lo vemos mejor en el detalle: una pieza metálica en forma de T actúa como empujador. No lleva resortes de ningún tipo, simplemente baja por gravedad cuando subimos la palanca y sube cuando la empujan al hacer bajar el depósito contra la culata. Finalmente, en la figura C es cuando dicha pieza, empujada hacia arriba, eleva la verga, liberándola de su alojamiento en la muesca trasera y disparando el dardo.
A la izquierda tenemos un ejemplar de la época de los Reinos Combatientes hallada en una tumba en el antiguo estado de Zhūgě que dio nombre a estos curiosos artefactos: Zhūgě nŭ, ballesta de Zhūgě, que asimilando fonéticamente a una lengua inteligible suena como chu-ko-nu. Nŭ es un palabro que en chino suena igual que "furia", y la explicación la da Li Quan afirmando que "...los clásicos dicen que la ballesta es furia. Se dice que su ruido es tan poderoso que suena como furia, y es por eso que la llamaron así." Bueno, pues la "furia" que vemos, que no es otra que el ejemplar hallado en Zhūgě, carece de armazón para apoyarlo en la cadera, así que el agarre se hacía en esa especie de gancho que vemos delante. Estas armas, tanto por el tipo de proyectil que disparaban como por su escasa potencia, tenían un alcance más bien escaso. La falta de estabilizadores le daban un vuelo errático, así que solo se podían usar de cerca. Eran tan flojitas que incluso se decía que podían ser usadas por las mujeres para defender el sacrosanto hogar, así que para hacerlas más letales les untaban en la punta "veneno para tigres", un tósigo a base a acónito que, eso sí, para que surtiese efecto "tenía que hacer sangre". Por lo demás, había máquinas de este tipo que disparaban parejas de dardos e incluso había quien las usaba para cazar aves acuáticas gracias a su elevada cadencia de tiro, tan rápida como fuese uno capaz de accionar la palanca. No obstante, convenía hacerla funcionar de forma suave y acompasada para tener un mínimo de precisión. Aparte de eso, la elevada cadencia de tiro desgastaba con bastante rapidez las vergas, por lo que se les añadían tramos muy pulidos del cañón de una pluma de ganso en el lugar donde golpeaba al dardo para protegerla del roce. Al parecer, aún se usaban en China allá por los años 30 del siglo pasado, de modo que ya salieron buenas.
Pero chismes exóticos aparte, en lo tocante a ballestas convencionales de esa misma época solo disponemos de alguna que otra representación artística en grabados de bronce que tampoco permiten apreciar con detalle el aspecto de estas armas. A la derecha podemos ver un ejemplo junto a una recreación obra de Angus McBride con la que podremos hacernos una idea más clara. Como se puede apreciar, consta de un armazón y un arco compuesto cuya verga se tensaba apoyando uno o dos pies en la pala, bien formada por un arco compuesto o quizás de madera de morera. Por cierto que este sistema no era viable en época de lluvias o en zonas húmedas ya que con el esfuerzo se hundía el arma en el suelo, lo que obligaba a sentarse. En cuanto a los mecanismos, están colocados al final del armazón para permitir el máximo tensado posible y sacar de ese modo el mayor partido a la potencia del arco. En todo caso, lo cierto es que este tipo de armas alcanzó una gran popularidad durante el período Han, combinando tanto unidades de ballesteros a pie como a caballo, estos últimos para hacer frente a los hunos ya que estos eran mucho más diestros tirando con arco a caballo.
Con todo, hoy sabemos que se usaban también ballestas de gran tamaño. En febrero de 2014, en el pozo nº 1 del descomunal mausoleo del emperador Qin Shu Huang- el de los guerreros de terracota, para que nos entendamos-, apareció una ballesta en un estado de conservación que, al menos, permitió establecer una reconstrucción adecuada. Se trataba de un arma provista de una enorme pala de 140 cm. de longitud y una verga de alrededor de 120 cm posiblemente fabricada con tendones. En el detalle podemos ver los restos de la ballesta, que es probable que aún tarden unos añitos en extraer y adecentar. En cuanto a la recreación que hemos hecho, vemos su aspecto aproximado cuando salió de fábrica con el sello de homologación y tal. Esas dos piezas de madera que vemos bajo la pala eran una especie de hormas denominadas qing, destinadas a impedir que la madera se deformase durante los traslados o a causa de algún golpe. De ese modo mantenían la forma y la tensión adecuados. Obviamente, antes de entrar en combate se desmontaban, y con toda seguridad el hombre que la manejaba debería sentarse en el suelo para tensarla. Por cierto que en el mausoleo han aparecido ya casi 300 mecanismos de disparo de ballesta- el resto de sus componentes obviamente se ha pulverizado con el paso de los siglos-, lo que indica que estas armas tenían bastante relevancia en los ejércitos de la época.
Sin embargo, tras la Dinastía Han (206 a.C.-220 d.C), sucesora de la Qin, la ballesta empezó a caer en el olvido a pesar de sus indudables ventajas y los éxitos alcanzados gracias a ellas, siendo sustituidas por el arco. Por otro lado, sufrieron ciertos cambios en la fabricación de sus palas, sustituyendo los arcos compuestos iniciales por tiras de bambú que les restaban tanto potencia como alcance. De este modo se abarataba considerablemente su costo y facilitaba su producción. Una teoría sugiere que dicho cambio podría haber sido motivado por la escasa fuerza física del personal, individuos pequeñajos y un tanto birriosos con menos masa muscular que una lombriz a los que les costaría bastante trabajo tensar sus armas por el sistema tradicional de ellos, o sea, sentado en el suelo y agarrando la verga con la mano o un gancho sujeto a la cintura e impulsándola con los pies apoyados en la pala. En la ilustración de la derecha tenemos una recreación de una de estas ballestas. Como vemos, la pala estaba formada por cinco tiras de bambú unidas mediante un fuerte encordado, quedando los extremos de las tres tiras exteriores aseguradas con la lazada de la verga. El cordel que aparece en la culata tenía dos usos: uno, para llevarla colgando a la espalda durante las marchas, y otro, para usarlo como un proto-estribo, apoyando el pie al tensar el arco sin necesidad de sentarse en el suelo. La menor potencia de la pala permitiría hacerlo de pie con este simple accesorio.
Con el advenimiento de la Dinastía Tang (618-907) la ballesta tuvo un notable renacimiento, especialmente de la mano de Li Quan y su manual en el que detalla, como ya avanzamos, su uso táctico que veremos en el próximo artículo. En todo caso, su nivel de popularidad no fue constante a lo largo del tiempo ya que dinastías posteriores a los Tang, como los Yuan (1271-1368), al ser de origen mongol favorecieron el uso del arco sobre la ballesta, mientras que durante la Dinastía Ming (1368-1644) se hizo un intenso uso de las mismas. La que vemos a la izquierda es una creación del maestro Cheng Zong You, formada por seis tiras de bambú unidas de forma similar al ejemplar que vimos anteriormente, pero con un añadido: la cuña que vemos en la parte trasera de la pala para ajustarla a la culata. Sin embargo, era muchísimo más potente ya que tenía una potencia de unos 18o kilos, por lo que para cargarla se usaba el cordel que vemos en el gráfico a modo de estribo y un gancho en el cinturón. Al parecer, la elección de bambú en vez de los arcos compuestos tradicionales no solo se debía a su menor precio y más facilidad de fabricación, sino a que soportaban más tiempo estando cargadas sin perder potencia a causa del uso.
También de la Dinastía Ming data el enorme ejemplar que vemos a la derecha, un tipo de ballesta originaria del pueblo Miao, una etnia del sudoeste de China que desde muy antiguo hacían uso de esos enormes chismes si bien de un tamaño más reducido para poderlas manejar un solo hombre. Este que vemos precisaba de tres probos orientales para los más de 350 kilos de empuje necesarios para tensar la verga. Por lo general, suelen aparecer dos lanceros en las ilustraciones que muestran este tipo de arma, por lo que cabe suponer que estarían asignados a proteger a los servidores de la misma aunque, como vemos en el que está más a la derecha, lleva su propia espada por si eran desbordados por los enemigos. No he podido encontrar datos sobre sus prestaciones, pero comparándolas con otros tipos de tamaño más reducido este modelo podría superar sin problemas los 400 metros, que no es moco de pavo. Serían sumamente eficaces para, por ejemplo, ir aclarando las filas de la caballería enemiga cuando cargase contra ellos.
Para concluir, comentar que durante la Dinastía Ming se modificaron las ballestas de repetición haciéndolas más grandes, con capacidad para disparar dos proyectiles al mismo tiempo y destinadas a proteger fortificaciones y para armar naves. En estos supuestos no haría falta un arma especialmente precisa ya que la distancia al enemigo sería muy corta, y descargar sobre ellos una lluvia literal de dardos sería extremadamente persuasivo a la hora de plantearse dar media vuelta y largarse con viento fresco. En la ilustración de la izquierda podemos ver una recreación de este tipo de armas, que al parecer entraban en acción en los momentos previos a un abordaje para disminuir la nómina de la tripulación enemiga. Varios de esos artefactos disparando al unísono y recargados constantemente por varios miembros de su dotación serían una pseudo-ametralladora bastante eficiente.
Bueno, grosso modo este es el origen de la ballesta. En la próxima entrada daremos pelos y señales de los proyectiles que usaban, funcionamiento así como de su uso táctico que, ciertamente, en eso también tomaron la delantera a los occidentales.
En fin, s'acabó lo que se daba, amén.
Hale, he dicho
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