miércoles, 23 de octubre de 2019

EL ORIGEN DE LA BALLESTA, 2ª parte


Fotograma de la película "Hero" dirigida en 2002 por Zhang Yimou donde podemos flipar con batallitas chulas, hábiles
espadachines que flotan mientras se dan estopa y todo ello en plan poético y tal. Recomendable para los amantes del
cine épico y, además, para hacernos una idea de la magnitud que podía alcanzar un ejército chino. La imagen nos
muestra una escena en la que tropocientos ballesteros están cargando sus armas según su peculiar método

Bien, ya hemos visto como estos ingeniosos orientales, que a pesar de inventarlo casi todo hoy día lo copian todo, idearon las mortíferas y eficaces ballestas. Y no solo las inventaron, sino que encima desarrollaron un empleo táctico que tardó siglos en implantarse en Europa y unos mecanismos tan sofisticados que ni siquiera llegaron a implantarse en Europa, de lo que podemos deducir que en Europa no sabíamos un carajo de nada aunque me pese reconocerlo. Bueno, no me enrollo más. Comencemos...

LOS MECANISMOS

Mecanismos de disparo de una ballesta de la Dinastía Han
(206 a.C.-220 d.C.)
Ayer presentamos una imagen de los mecanismos de una ballesta aunque sin dar más explicaciones sobre ellos porque no es un tema que se solvente con dos renglones ya que son más complejos de lo que parece a la vista de sus escasas piezas, apenas seis si incluimos la carcasa y los pasadores. Según los hallazgos más antiguos, los mecanismos de estas armas se instalaban directamente en la culata, o sea, igual que se hacía en las ballestas europeas siglos más tarde. Esto tenía dos inconvenientes, a saber: en primer lugar, dificultaba el proceso de instalación ya que había que vaciar y dar forma a la culata para alojar los mecanismos, y en segundo lugar, estos ejercían fuertes tensiones sobre un material más blando, la madera en este caso. Este efecto se veía agravado por el hecho de que los chinos elaboraban las piezas con bronce, así que su presión sobre la madera hacía que esta sufriera aún más el desgaste.

La solución a este problema surgió en tiempos de la Dinastía Han, y consistió en algo tan fácil como colocar las piezas en una carcasa de bronce como la que vemos en la ilustración de la izquierda, por lo que el desgaste en la madera quedaba eliminado. Y, tanto o más importante aún, el proceso de fabricación de las armas se agilizaba enormemente ya que solo había que vaciar el espacio para la carcasa, algo mucho más fácil que tener que estar ajustando el eje de la nuez, el disparador, etc. Para fijar el conjunto a la culata solo había que colocar dos pasadores, también de bronce, lo que permitía extraer los mecanismos fácilmente para su reparación o sustitución.

Las piezas eran siempre las mismas, y salvo pequeñas variaciones en su forma permanecieron inalterables durante siglos. Veamos cuáles eran y para qué servían. La A es el gatillo, en el que vemos una muesca que bloqueaba al fiador B. Este, a su vez, fijaba la nuez C una vez que la verga alcanzaba su máxima flexión y era sujetada por las dos uñas de que disponía esta pieza. El saliente trasero servía precisamente para que la verga empujase hacia atrás la nuez hasta que era enganchada por el fiador. Resumiendo el proceso, la nuez retrocedía, el fiador la bloqueaba y el gatillo a su vez bloqueaba al fiador. Era un proceso consecutivo. Por último, los dos pasadores D fijaban la carcasa a la culata y, al mismo tiempo, el trasero hacía lo propio con el gatillo y la nuez y el delantero con el fiador. Básico y simple a más no poder, sin necesidad de resortes de ningún tipo, pero en Europa nunca se llegó a emplear este conjunto de piezas que permitía usar palas de más potencia y una fabricación en masa. Por cierto, ¿se han dado cuenta de que básicamente son los mismos mecanismos de disparo una pistola? Gatillo = gatillo, fiador = fiador, y nuez = martillo. Solo falta los muelles del fiador y el martillo. Curioso, ¿que no?

En cuanto a la secuencia de carga y disparo podemos verla en el gráfico de la derecha, donde las transparencias nos permitirán apreciar el proceso con más claridad. La figura A muestra los mecanismos en posición de reposo, esperando a que el ballestero tense la verga. Observemos que la nuez tiene un tetón que es el que acciona el fiador. En la figura B la verga ya ha sido tensada. Ha empujado la nuez, que ha retrocedido cuando esta ha hecho tope con el saliente trasero y ha quedado fijada con las dos uñas. Al mismo tiempo, el fiador ha sido bloqueado por el gatillo. Las flechas señalan el sentido en que actúa en cada pieza la tensión que ejerce la verga. Por último, en la figura C vemos el momento del disparo. El gatillo libera al fiador, y este a su vez a la nuez. Al avanzar la verga esta hará pivotar hacia adelanta a la nuez, que hará girar hacia abajo el fiador. Por si alguno no se ha percatado y aún no ha caído en la cuenta cuando al principio mencionábamos que estos mecanismos carecían de resortes, la explicación es que es la verga la que hace esa función. Su empuje hacia adelante es lo que mantiene todas las piezas enganchadas unas a otras. ¿Tá claro o noh'tá claro? Espero que sí. Bueno, prosigamos...

LOS PROYECTILES

Veamos ahora el tipo de proyectil que usaban estas armas, cuya elaboración también tenía sus peculiaridades. De izquierda a derecha tenemos en primer lugar el astil, elaborado por sistema con bambú, una planta que proporciona varas rectas, flexibles y muy resistentes por lo que su proceso de fabricación se reducía a cortarlas con la longitud deseada. En el extremo inferior vemos el emplumado, que en esto no había variaciones con el resto de la galaxia. En el centro, en la parte inferior, vemos de cerca una punta, toda ella de bronce obtenida mediante fundición. La parte A es la punta en sí, una pieza con forma de pirámide triangular que se asemejaría a los cuadrillos occidentales. Sus medidas oscilaban por los 3 cm. de largo y 1 cm. de ancho. Bajo la pirámide tenemos un casquillo (todo obtenido en una sola pieza) en cuya base se hacía un orificio para alojar la espiga. B es una finísima chapa de bronce o cobre que se usaba en caso de que hubiese algo de holgura entre el orificio de la punta y la espiga que vemos marcada como C. La espiga no se soldaba a la punta, sino que se introducía a presión. De ahí que a veces fuera preciso calzarla con la chapa B para lograr una unión sólida. Estas espigas medían entre 7 y 15 cm. de largo y tenían un grosor de unos 5 mm. La longitud total del proyectil, dependiendo del tamaño de la pala, oscilaba por los 60 cm., o sea, alrededor del doble de un virote europeo. Aunque básicamente este fue el proyectil estándar para estas armas durante su dilatada existencia, la panoplia de proyectiles tanto para ballesta como para arco de estos devoradores de rollitos de primavera era sumamente extensa, por lo que las dejaremos de reserva para otro artículo. Con todo, algunas crónicas permiten suponer que, al menos en sus primeros tiempos, las ballestas también usaron proyectiles esféricos aunque no conocemos con qué material estaban construidos, si bien no sería raro que fuesen algo similar a los bodoques de barro cocido usados en Occidente y que podían partir el cráneo al más pintado.

Por los ejemplares hallados, se dan casos que muestran un corte en el extremo exterior, lo que indica que la pieza era obtenida de una varilla más larga que se iba cortando a golpe de cortafrío, mientras que en otros casos se puede ver que estaban fundidas una a una con la longitud deseada. Una vez terminada la punta (figura central izquierda) había que ajustarla al astil de bambú que, como sabemos, era hueco. Para ello envolvían la espiga con hilo de lino (figura central derecha) hasta que quedase firmemente embutida. A la derecha vemos el dardo terminado. En el extremo hemos añadido un mecanismo de disparo que recrea algunos que se han hallado procedentes de la Dinastía Han y que, como vemos, en el saliente trasero presenta una escala que servía como referencia para apuntar. Imagino que harían coincidir la marca con la punta del proyectil o algo similar ya que estas armas carecían de punto de mira. A la derecha vemos a un honolable guelelo del Sel Divino de Aliba apuntando su ballesta. Por cierto, recordemos que los dardos de las ballestas de repetición eran diferentes, sin estabilizadores y con las puntas cónicas u ojivales. En cuanto a la dotación de proyectiles que llevaban los ballesteros en sus aljabas, cabe suponer que no había una cifra fija. La única referencia que se ha presentado hasta ahora procede de haces hallados junto a los guerreros de terracota con 100 unidades cada uno, lo que se me antoja una cifra un tanto elevada pero, en fin, ya sabemos que los baremos de los occidentales no tienen nada que ver con los orientales.

USO TÁCTICO

Carro de guerra chino de la época de los Reinos Combatientes (475-221 a.C.)
El tripulante de la izquierda está armado con una ji
Parece ser que fue el emperador Qin Shi Huang (259-210 a.C.), el del ejército de terracota, el primero que vio el enorme potencial de la ballesta, especialmente a la hora de usarlas contra los carros enemigos. Este probo Hijo del Cielo se tuvo que ver las caras con infinidad de nobles que no estaban por la labor de verlo convertido en el unificador de la China, así que no le quedó otro remedio que hacer uso de todo tipo de medios para someterlos. El carro de guerra, como hemos visto en otras entradas dedicadas a estos chismes, ejercían un efecto psicológico devastador sobre la infantería que veía como en breve serían arrollados bonitamente, así que se asustaban mucho y decidían dar la espalda al enemigo y largarse sin más historias. Qin, que debía ser un sujeto inteligente, llegó a la conclusión de que lanzar una andanada tras otra sobre los carros enemigos era la mejor, por no decir la única, forma de detenerlos. La ballesta permitía hostigarlos desde varios cientos de metros antes del contacto, y sus tripulantes se pensarían dos veces seguir avanzando al ver caer como moscas tanto a sus colegas como a los pencos que tiraban de los vehículos. Estos carros solían estar dotados por tres hombres: el conductor, un arquero y un lancero armado con una ji, una parienta oriental de la alabarda de unos 2,5 metros provista de pica, una cuchilla curvada a un lado y un pequeño gancho en el otro. Así, mientras el arquero disparaba contra los infantes enemigos, el rongyou, el fulano que estaba armado con la ji, alejaba con su arma a los que intentasen acercarse al vehículo. 

Carro de la Dinastía Qin con el ballestero en lugar del
arquero tradicional
Así pues, y ya que la ballesta era un arma de fácil manejo que requería poco tiempo para que las tropas aprendieran a darle un uso apropiado, Qin reclutó miles y miles de hombres para formar unidades de ballesteros que acabaron con el poder decisivo de los carros de guerra. Pero no se limitó a anularlos a nivel táctico, sino que sustituyó al arquero de sus carros por un ballestero aunque para darle a los vehículos un uso totalmente distinto ya que la ballesta no era un arma adecuada para manejarla y, sobre todo, cargarla sobre uno de aquellos trastos lanzado a toda velocidad por mitad del campo. La idea consistió en usar el carro como una lanzadera de tropas hacia donde fueran más necesarias, y una vez alcanzado el objetivo formaban una barrera o un círculo con los carros tras los cuales los ballesteros podían hostigar al enemigo que se aproximaba. Del mismo modo, la ji de los rongyou se alargó hasta los 4,2-4,5 metros para tener a raya a la caballería enemiga que cargase contra ellos. Además, junto a cada carro corrían 25 infantes que se sumarían a la defensa, formando así una especie de cuadro similar a los empleados en Europa desde el Renacimiento para contener las cargas enemigas. Como vemos, en este tema también iban siglos por delante de nosotros.

Pero no solo idearon un uso más racional de los carros de guerra, sino que se nos adelantaron unos 800 años en el disparo por filas como el que se explicó en la serie dedicada al Martini-Henry, o sea, disponer filas de ballesteros que se iban turnando para mantener una constante lluvia de proyectiles contra el enemigo. La primera constancia gráfica de esta táctica aparece en el manual de Li Quan que citamos en la entrada anterior, escrito hacia 759 d.C. Ojo, esto no quiere decir que lo inventasen en esa época, sino que fue este militar el primero que se molestó en dejar constancia gráfica del mismo, por lo que es más que probable que ya se usara desde mucho antes. A la izquierda vemos el esquema dibujado por Li Quan en el que hemos marcado de rojo las filas de ballesteros, que inicialmente la formaban dos grupos. El primero era denominado como "ballesteros disparando", que una vez habían disparado se replegaban hasta el lugar del segundo grupo formado por dos filas denominadas "ballesteros cargando". La más adelantada avanzaba para ponerse en primer lugar, y así sucesivamente. La cadencia la marcaban los tambores sombreados de verde que aparecen detrás y que tocaban según ordenaba el oficial al mando, colocado en el centro de la formación. El efecto de esta táctica lo describió de forma bastante explícita Du You unos 50 años más tarde en su obra "Tong dian" explicando que "...se turnan [los ballesteros], giran y regresan de modo que, una vez que han cargado, salen [a la fila exterior] y una vez que han disparado entran [en la formación]. De esta manera, el sonido de la ballesta no cesará y el enemigo no nos hará daño". Si tenemos en cuenta que esta gente no hacían lo mismo que en Europa, donde se juntaban como mucho un par de miles de ballesteros, sino de varios miles o incluso decenas de miles, ya podemos hacernos una idea de que formarían una barrera de proyectiles absolutamente impenetrable. Sirva como ejemplo un dato que facilita Cheng Zong Dou, un monje shaolin que en 1621 comentaba que "los antiguos usaban diez mil  ballestas disparando en concierto para ganar victorias sobre los enemigos". Por aquellas fechas, en Europa solo hacía un siglo birrioso que se había empezado a usar el disparo por filas con los arcabuces, porque con las ballestas o los arcos por lo visto no se le ocurrió a nadie. Humillante, ¿que no? Aparte de esto, el shaolin abogó por proveer a los ballesteros de armas para defensa cercana y poder así defenderse si se llegaba al cuerpo a cuerpo o contra las cargas de caballería, que nunca se sabe...

Poco tiempo después, con el advenimiento de la Dinastía Song, se añadió una tercera fila de ballesteros, con lo que la primera fila sería la de "ballesteros disparando", la segunda de "ballesteros avanzando", y la tercera "ballesteros cargando". El sistema de rotación era exactamente igual con la salvedad de que el relevo entre filas sería más organizado sin perder cadencia de tiro. En la ilustración de la derecha vemos este tipo de formación que muestra claramente a los hombres de la primera fila apuntando sus armas contra el enemigo; los de la segunda están ya preparados para sustituirlos, y los de la tercera cargan usando los cordeles que vimos en la entrada anterior y que valían tanto para ayudar al proceso de carga como para transportarlas a la espalda durante las marchas. Por cierto que algunos jefes militares llegaron a usar unidades combinadas de arqueros y ballesteros, si bien de forma puntual. Imagino que el motivo sería básicamente la escasez de efectivos por separado, y que uniéndolos obtendrían mayor potencia de fuego. 

Bueno, esto es todo. Dudo muy mucho que haya cuñados que estén al tanto de estas cuestiones, así que no duden en humillarlos cuando estén en alguna reunión de esas en las que se empeñan en hacer gala de su "nivé curturá" que no llega ni al de un bonobo con severas carencias de tipo intelectual. A saco con ellos, sin piedad.

Hale, he dicho

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