Creo que todos los que somos aficionados a estos temas hemos escuchado más de una vez nombrar a estos cuchillos que tanta proliferación tuvieron por Europa durante la Alta Edad Media. Creado en algún momento indeterminado de la historia, hay constancia de que hacia el siglo IV ya andaba por este mundo y, según algunos historiadores, puede que su existencia se remonte incluso al periodo de las migraciones de los pueblos germánicos. El origen de este cuchillo es pues atribuible a los pueblos nórdicos y germanos, lo que da lugar a ciertas dudas sobre la etimología del nombre hasta el extremo de que, sino fuera por una simple frase en la "Historia Francorum" escrita por Gregorio de Tours, muchos asegurarían que scramasax es una terminología moderna. En dicha obra, el autor da cuenta del asesinato del rey Sigiberto I de Austrasia, muerto a manos de dos asesinos enviados por su cuñada Fredegunda usando "fuertes cuchillos que son llamados habitualmente scramasaex". Al parecer, y para asegurar el deceso de Sigiberto, los magnicidas envenenaron las hojas de sus armas (ojo con las cuñadas, son aún peores que los cuñados). Bien, sabiendo que Sigiberto entregó la cuchara en 575, ya podemos tener claro que en aquellos tiempos ya se denominaba de esa forma a estos cuchillos.
Hoja de un scramasax de origen vikingo. En la parte superior podemos ver una reconstrucción del mismo |
Un ejemplo de langseax con su vaina |
El scramasax era un cuchillo sólido, provisto de una robusta hoja que, dependiendo del lugar o el gusto personal del dueño, tenía una morfología diferente. Actualmente se han realizado dos clasificaciones por tipologías. Una de ellas la llevó a cabo Georg Schmitt en su obra "Die Alamannen im Zollernalbkreis" y en la que diferenció seis tipos distintos en función del largo y el ancho de la hoja. La otra la llevó a cabo Wheeler, que determinó solo cuatro tipologías en función de la morfología de las puntas, los lomos de las hojas y los filos. Respecto a la de Schmitt, el tipo más largo era en realidad una espada que denomina como cuchillo largo y estrecho. Su longitud oscilaba entre los 50 y los 80 cm. por una anchura de entre 30 y 43 mm. El siguiente es el cuchillo largo o langseax, de longitud similar al anterior pero con una hoja más ancha, de entre 43 y 52 mm. de media. A continuación nos da el schwere breitsaxe, un cuchillo ancho y pesado que sería comparable a una espada corta con su hoja de entre 35 y 50 cm. de largo y de anchura similar al langseax. Más pequeño, ya de dimensiones propias de un cuchillo, está el leichte breitsaxe, un arma provista de una hoja ancha y ligera de entre 24 y 37 cm. de longitud y entre 36 y 43 mm. de anchura. Similar pero con la hoja más estrecha está el schmalsaxe y, por último, tenemos el cuchillo corto o kurzsaxe, con la hoja de entre 18 y 24 cm de largo y entre 22 y 32 mm. de ancho.
Respecto a la tipología de Wheeler, la I es denominada "de punta de lanza" por la similitud de sus hojas a las de las moharras lanceoladas, independientemente de la longitud de las mismas. A la derecha tenemos varios ejemplos de las mismas en las que, como salta a la vista, coinciden en ese detalle.
El tipo II es de lomo recto. Su aspecto es el de un cuchillo convencional de un solo filo y el lomo sin contrafilo si bien estas armas no lo llevaban nunca.
El tipo III muestra una morfología justamente al contrario que el anterior. En este caso es el filo lo que es rectilíneo, adaptándose el lomo de la hoja a su forma. Si observamos los tres primeros, veremos su similitud con los cuchillos tipo Bowie que, como podemos dar por sentado, no fueron ni mucho menos diseñados por el famoso aventurero norteamericano.
Por último tenemos el tipo IV o de punta cortada que quizás sea la morfología más conocida de los scramasaxes. En este caso, el contrafilo se corta bruscamente en un acusado ángulo hacia abajo hasta encontrarse con la punta, dándole así una especial agudeza.
Diversas morfologías de scramasaxes conforme a las tipologías explicadas. |
Veamos ahora algunos detalles sobre sus decoraciones, empuñaduras y vainas. Si observamos las hojas anteriores, podremos comprobar una peculiaridad interesante que no es otra que las espigas carecen de perforaciones para fijar las cachas. Ello quiere decir que estas eran embutidas en dicha espiga sin más. ¿Cómo pues se quedaban bien fijadas si consideramos que estaban fabricadas con materiales orgánicos (madera, asta o hueso)? Habría varias formas. Una es introducir la espiga con el hierro al rojo, con lo que dicha espiga se abriría paso con la elevada temperatura y le daría al orificio su forma exacta. Otra sería bloquear la espiga mediante pequeñas cuñas metálicas, de la misma forma que actualmente se bloquean las cabezas de los martillos y herramientas similares.
Dichas empuñaduras, como decía, eran de materiales orgánicos a los que se les podía añadir algún tipo de adorno si bien no ha llegado a nosotros ninguna que nos permita conocer como eran y de que forma se distribuían en la empuñadura. Lo que sí se sabe es que hasta el siglo VIII iban provistos de pomo, accesorio que desapareció de ahí en adelante y que fue sustituido a lo sumo por una virola, pieza esta que también era fijada en el otro extremo para mejorar la solidez de la empuñadura ya que estos cuchillos carecían de guarda. En cuanto a la hoja, sí tenemos constancia de la decoración que llevaban, generalmente con letras rúnicas, acanaladuras y otros motivos nielados en cobre o plata, siempre en función del poder adquisitivo de su dueño.
En lo que respecta a las vaina, estas iban provistas como vemos de dos presillas que permitían colgarla del cinturón en posición horizontal o, si acaso, con un ángulo muy acusado a fin de facilitar el desenfunde. A la izquierda tenemos un ejemplo de scramasax basado en una hoja hallada en el río Támesis en sorprendente buen estado con la hoja decorada con runas y como empuñadura un trozo de asta de venado de cosecha propia. Si nos fijamos en el arma enfundada, veremos que parte de la empuñadura quedaba dentro de la vaina, que posiblemente estuviera moldeada para alojarla con más facilidad.
Otro detalle a tener en cuenta es que, por sistema, la costura quedaba siempre por el lado del lomo a fin de que el aguzado filo no cortase las costuras ya que estaban fabricadas en una sola pieza doblada sobre sí misma, de la misma forma que los cuchillos de monte de nuestros días. Con todo, en ocasiones se ocultaban las costuras con perfiles de bronce con meros fines ornamentales.
Las empuñaduras no solían ser grandes: a lo sumo unos 8 o 10 centímetros calculando la longitud de la espiga, que no solía pasar de los 7 cm. Pero había ocasiones en que podían alcanzar longitudes muy superiores que rondaban los 20 cm., al parecer para poder empuñar el arma con las dos manos. Un ejemplo lo tenemos en la ilustración superior.
Dos villanos-recreacionistas luciendo sendos scaramaxes. Obsérvese el ejemplar más pequeño que pende del cinturón del villano de la derecha |
Y, ¿por qué un arma de villanos? Creo que es evidente. Como creo ya sabemos todos, los ejércitos medievales se nutrían en su mayoría de peones, milicianos llamados a las armas por sus señores para ir a jugarse el pellejo en cualquiera de sus aceifas dedicadas a rapiñar al vecino. Labriegos, campesinos, granjeros y algún que otro artesano eran los que tenían que echar mano de sus exiguas panoplias para ir con su señor a diñarla en cualquier descampado. Sus armas iban en consonancia con sus medios económicos: un escudo, una lanza o arma de circunstancias, un yelmo si se tenían posibles y, naturalmente, el cuchillo. Un cuchillo que les valía tanto para cortar la cebolla y el pan que formaban la dieta básica de la época entre los de su clase social, como para rebanarle el gañote a un hombre de armas enemigo o al mismo rey adversario si caía en sus manos, cosa que no era precisamente frecuente por no decir que eso no sucedió nunca. Alguno me dirá que había scramasaxes del tamaño de espadas, a lo que diré que es cierto. Pero eran más bien pseudo-espadas, o sea, cuchillos enormes que hacían las veces de espada ya que una de estas armas costaba más de lo que uno de estos peones podría ganar en su vida. Así pues, qué mejor que alargar la hoja de sus robustos scramasaxes para, al menos, igualar un poco las cosas ante los combatiente profesionales del enemigo, los cuales sí usaban espadas de verdad.
Por último, comentar que también se elaboraban pequeños scaramaxes como el que porta el villano-recreacionista de la foto superior y que podemos ver más detalladamente en la ilustración de la izquierda. Curiosamente, se parecen una burrada a las navajas que usan los ciudadanos rurales para preparase sus magras pitanzas, ¿no? Bueno, estos pequeños cuchillos, de pocos centímetros de longitud, no tenían obviamente finalidades belicosas sino más bien de tipo culinario. De todas formas, podían sacarle a uno un ojo o meterselo por la carótida y aliñarlo. Pero para eso ya tenían a sus hermanos mayores los cuales, como le pasa a todo en este mundo, fueron pasando de moda y con el nuevo milenio iniciaron su ocaso para ir desapareciendo progresivamente. Con todo, supongo que en los lugares más aislados del norte de Europa su vida operativa debió ser más larga por aquello de que las nuevas modas tardan más en llegar y tal.
Bueno, con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho, que ya es tarde.
Hale, he dicho...
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