domingo, 10 de mayo de 2020

CATAFRACTI Y CLIBANARII, la caballería pesada de Roma


Estooo... Bien, prosigamos.

Como ya vimos en la entrada anterior, la catafracta estaba más que inventada cuando los probos imperialistas latinos tuvieron la desagradable obligación de enfrentarse a ellos. No obstante, su monolítica infantería les permitió salir del paso salvo en la nefasta jornada de Carras, cuando los catafractos partos dieron las del tigre al ejército al mando de Marco Licinio Craso. Sin embargo, y a pesar de la contundencia demostrada por este tipo de caballería, no consideraron importante acometer una reforma en la suya propia o, al menos, añadir CATAFRACTARII a sus TVRMÆ, por lo que la caballería romana siguió como siempre y con el mismo uso táctico de siempre, o sea, hombres armados como la infantería cuya misión era la exploración, el merodeo, el enlace y la persecución del enemigo. Como ya sabemos, los romanos no eran jinetes especialmente brillantes, y solían confiar las unidades a caballo a auxiliares a sueldo o bien procedentes de naciones aliadas o vasallas que se comprometían a aportar un determinado número de hombres para que se sumasen a sus legiones. Y como los únicos sitios donde su enorme imperio se veía amenazado por caballería pesada eran la Dacia y Asia Menor, de momento no se complicaron la vida y las cosas siguieron como estaban.

No obstante, eso no fue óbice para que en determinadas ocasiones no recurrieran a contratar a pequeños contingentes de catafractos para casos puntuales aunque, de momento, la caballería pesada no entraba dentro del organigrama del ejército regular. El primer caso del que se tiene constancia del uso de caballería pesada fue en el 31 a.C., formando parte del ejército de Marco Antonio durante sus disputas por el poder con Octavio y cuya recreación podemos ver en la ilustración de la derecha. Se baraja la posibilidad de que fuesen tropas procedentes de los aliados de Cleopatra Philopator o incluso de su guardia personal y, como vemos, no se trata de un CATAFRACTARII en toda regla, o al menos el concepto de la misma que vimos en la entrada anterior, sino un jinete de caballería pesada que en vez de ir armado con un CONTVS lleva tres jabalinas y porta un escudo porque su armamento defensivo se limita a una coraza musculada, el yelmo y unas protecciones laminares en los muslos. Sin embargo, su montura presenta rasgos típicos de la caballería sármata, con una testera de bronce y un pretal formado por láminas del mismo metal. No sabemos el uso táctico que se dio a estas tropas, pero por su armamento cabe suponer que fue similar al de los auxiliares romanos y no como caballería de choque. 

Caballería romana en Jotapata. El cerco lo iniciaron un contingente de mil
jinetes a la espera de la llegada del grueso del ejército
Flavio Josefo hace alusión al uso de caballería pesada durante el cerco a Jotapata, en el contexto de las guerras judeo-romanas entre mayo y julio del 67 d.C. En este caso, el futuro emperador Tito Flavio Vespasiano "... hizo que los más valientes se bajaran de sus caballos, y los colocó en tres filas frente a las ruinas de la muralla, pero cubiertos con armaduras por todas partes y con lanzas pesadas en sus manos". Aunque Josefo no especifica la procedencia de estas tropas, tanto por su armamento defensivo como ofensivo, el CONTVS, es evidente que se trataba de κονταιροι (kontairoi, latinizado como CONTARII), o sea, lanceros pesados, y es más que probable que fuesen mercenarios o jinetes enviados por algún aliado de Roma. En todo caso, es evidente que Vespasiano no contó con sus CONTARII como caballería de choque ya que los empleó como infantería pesada que, aprovechando su armadura completa, les ordenó atacar la brecha abierta en las murallas de Jotapata para tomarla por asalto, donde por cierto les dieron una buena ducha de zumo de aceituna calentito.

Catafracto seléucida durante sus enfrentamientos con
Roma. Este enorme imperio, un fragmento de las
conquistas de Alejandro que quedó en manos de
Seleuco, uno de sus diádocos, acabó colapsado en 63
a.C., pasando años más tarde parte de su catafracta al
servicio de Roma en las provincias de Asia
Bien, a partir de esa época, el ejército romano empezó a contar con pequeños contingente de caballería pesada, bien procedente de los σιμμαχοι (SIMMACHOI), tribus o naciones aliadas, o los NVMERI, mercenarios reclutados en las provincias orientales que disponían de catafractos al estilo persa. En el año 45 d.C., cuando la Tracia se convirtió en una provincia romana, su élite de la aristocracia tracio-sármata fueron los primeros en proporcionar a Roma un contingente razonablemente numeroso de jinetes, tanto ligeros como pesados. Estos últimos formaron el núcleo de los CONTARII CATAFRACTARII del ejército romano. Porque la cuestión, como me planteaba en un comentario de la entrada anterior un amable lector es que, en realidad, no se sabe con exactitud la procedencia de los efectivos de la catafracta romana, pero de lo que sí podemos estar seguros es que la gran mayoría- yo me atrevería a decir que todos- fueron reclutados en naciones aliadas y/o nuevas provincias, o bien NVMERI contratados para determinadas campañas o incluso efectivos aportados por naciones vasallas con las que llegaban, entre otros, a acuerdos de tipo militar además de los tributos que debían pagar a sus dominadores. Las estelas donde figuran los nombres de algunos CATAFRACTARII no nos sirven de gran ayuda ya que muchos de ellos, aunque naturales de Galia, Hispania, Tracia o cualquier otra provincia podían tener un nombre romano. 

Dos legionarios romanos descabalgan a un catafracto
enemigo en las Guerras Dacias. Como veremos más
adelante, a pesar de su arrolladora fuerza de choque
estos jinetes también tenían sus puntos débiles
De este modo, la caballería pesada al estilo oriental fue poco a poco aumentando el número de efectivos en el ejército romano, que aún sentía apego por su caballería ligera tradicional y confiando ciegamente en sus disciplinadas legiones. Al cabo, los enfrentamientos habidos contra las catafractas no habían resultado tan devastadoras como cabría suponer y, salvo el desastre de Carras, sus enemigos no habían podido aún dominar a la hasta entonces imbatible infantería romana de forma definitiva. Sin embargo, digamos que el primer aviso serio les llegó con la campaña llevada a cabo por Marco Ulpio Trajano en la Dacia, cuyo monarca, Decébalo, había decidido de forma unilateral- como se dice ahora- romper los tratados contraídos con Roma en el 85 d.C. Tras unos años de tensa espera, entre 101 y 102 y, a continuación, entre 105 y 106, Trajano llevó a cabo dos exitosas campañas que lograron someter a la Dacia y anexionarla al imperio, siendo ocupadas de forma permanente por la LEGIO XIII GEMINA y la LEGIO I ITALICA. Pero, en el tema que nos ocupa, lo más significativo es que, a pesar del descomunal ejército desplegado por Trajano, este probo hispano vio claramente que la catafracta empleada por sus enemigos- nutrida por rhoxolanos, iazyges, marcomanos y dacios entre otros, eran una formidable fuerza que, adaptaba a los usos tácticos y a la estrategia romana podía darles buenos resultados. De hecho, en la Columna Trajana vemos cantidad de catafractos enemigos, así como equipo y armaduras capturados por los romanos. La situación de la Dacia, fronteriza con los siempre amenazantes partos, sármatas y sasánidas debió ser el motivo principal para formar unidades capaces de hacerles frente y con movilidad para acudir con rapidez donde fuera necesaria su presencia. 

Estela marmórea de Tryphon, hallada en Tanais, armado a
la manera sármata. Muestra un jinete con casco cónico,
armadura de escamas y en las mano blande un CONTVS.
Su caballo no lleva protección de ningún tipo
Así, hacia el final de su reinado- posiblemente entre 110 y su muerte en 117, formó la primera unidad de CATAFRACTARII denominada ALA I GALLORVM ET PANNONIORVM CATAFRACTA, si bien algunos autores consideran que, en esa ocasión, Trajano no llegó a formar dicha unidad, sino a reclutar catafractos a sueldo, y que esta ALA fue en realidad formada por su sucesor, Publio Elio Adriano entre los años 115 y 117. Como podemos deducir por su nombre, esta unidad fue reclutada por contingentes que procedían de la Galia y de Panonia, quedando acantonados en Moesia Inferior, en la actual Serbia. Al parecer, las tropas reclutadas en la Galia no eran los naturales de la zona, sino sármatas a los que se había permitido emigrar a la misma con la condición de aportar efectivos de sus eficientes catafractos, quizás para tomarlos como ejemplo de cara a la formación de futuras unidades de caballería pesada. De hecho, las siguiente unidades de CATAFRACTARII fueron el ALA I CANNINEFATVM y el ALA I VLPIA CONTARIORVM MILLIARIA, ambas de procedencia germánica. Estas primeras unidades estaban inspiradas en el modelo sármata, o sea el jinete iba armado con un CONTVS como arma principal y  protegido por una armadura completa, pero sus monturas carecían de las pesadas bardas usadas por los partos y sasánidas.

CATAFRACTVS romano
Pero mientras que los romanos experimentaban con esta nueva caballería, los germanos, cuya amenaza siempre estaba latente, también empezaron a desarrollar su propia caballería pesada, en este caso influenciada por sármatas y alanos. Hablamos de jinetes pesadamente acorazados que, además de un yelmo tipo Spangenhelm y una cota de malla, disponían de un escudo oval, una CONTVS SARMATICVS, la espada larga propia de la panoplia germana desde tiempos anteriores a su adopción por los romanos y arco compuesto. De este modo, estos probos aspirantes a imperialistas dispusieron de una caballería mucho más versátil que la incipiente catafracta romana ya que sus jinetes tenían una aplicación táctica mucho más flexible. Podían efectuar cargar cerradas contra la infantería, contracargas contra jinetes enemigos, escaramuceo, persecución y, quizás lo más inquietante para los romanos, actuar como arqueros para aclarar las filas del adversario de forma previa a la carga definitiva. En resumidas cuentas, a pesar de la victoria de Trajano en la Dacia, los romanos no eran tan tontos como para dormirse en los laureles y dar por sentado que sus legiones seguirían siendo la llave del imperio, y tuvieron muy claro que, a pesar de su proverbial disciplina, una carga de catafractos podía traducirse en una derrota rotunda si no se tenían previstas las estrategias adecuadas para ello. Flavio Arriano, que vio claramente aquel peligro, hasta dejó por escrito todo un compendio para explicar claramente la forma de actuar ante la presencia de catafractos enemigos, siendo las principales premisas impedir a toda costa llegar al contacto y hacer caer sobre ellos una lluvia literal de flechas para, si no rechazarlos, al menos mermar su número de forma significativa.

CLIBANARIVS romano
Mientras tanto, los romanos seguían, de momento, con los dos tipos de caballería: los nuevos CATRAFRACTARII y su caballería ligera de siempre bajo el concepto de actuar, bien cada uno en su cometido concreto, bien apoyándose mutuamente. Así llegamos al siglo III, y con las fronteras orientales romanas seriamente comprometidas. Por el nordeste, las tribus germanas, especialmente los alemanes apoyados por alanos y sármatas, con unas ganas horrorosas de traspasar el LIMES del Rin; por el sudeste, los partos y demás pueblos iranios también ávidos de vadear el LIMES del Danubio, y en ambos casos con ejércitos sumamente móviles, nutridos casi exclusivamente por caballería mientras que nuestros probos imperialistas latinos, aunque cada vez más convencidos de la conveniencia de ir cambiando sus dogmas, seguían supeditados a una infantería que, aunque capaz de hacerse una maratón diaria cargados como acémilas, en modo alguno podrían igualarse a la caballería. Además, la cruda realidad era que los legionarios de esa época ya empezaban a adolecer de ciertas diferencias muy enojosas respecto a sus conmilitones de finales de la República y los inicios del Principado, y la calidad de estas tropas empezaba a dejar que desear.

El emperador Galieno, asesinado en 268 a
raíz de un oscuro complot que nunca llegó
a aclararse. En aquella época y en las décadas
posteriores, los emperadores caían como
moscas a base de continuas conspiraciones
Hacia el año 260, una nueva invasión de alemanes (ojo, cuando hablamos de alemanes en esta época nos referimos a una tribu concreta, no a la actual nación alemana) y godos penetraron por los LIMES occidentales con ejércitos descritos como enteramente a caballo, lo que acabó de convencer a los romanos que la época de las gloriosas batallas de infantería empezaban a ser historia. Tras derrotarlos, aunque no de manera rotunda, el emperador Publio Licinio Galieno (218-268) decidió que era el momento de llevar a cabo profundas reformas para reciclar sus tropas en un ejército móvil, capaz de acudir con rapidez a cualquier zona fronteriza y lo suficientemente poderoso como para espantar tanto a germanos como asiáticos. Y en este ejército, la caballería tradicional romana no tenía cabida, por lo que fue desapareciendo en favor de los CATAFRACTARII. Fue en esta época cuando, a imitación de los catafractos partos, surgieron los CLIBANARII. Recordemos que, hasta aquel momento, el modelo a seguir era la catafracta sármata, cuyas monturas carecían de protección. Así pues, y viendo que estos CLIBANARII podían enfrentarse exitosamente a alemanes y francos cada vez que cruzaban el Rin, se llegó a la sensata conclusión de que la única forma de mantener seguras las fronteras era a base de aumentar las unidades de caballería pesada, que en ese siglo llegaron a nueve de ellas.

Legionarios de Constantino aporreando con saña bíblica
a un CLIBANARIVS de Majencio. Un solo golpe de una
de esas mazas en el esternón podía reventar al jinete la
caja torácica, y si le dan en plena jeta ni les cuento
Ya en el siglo IV los CARAFRACTARII eran el corazón del ejército romano. Más aún, los nuevos CLIBANARII fueron en realidad las unidades más selectas, enviadas a los puntos más delicados de las fronteras e incluso se llegó a formar la SCHOLA SCVTARIORVM CLIBANIORVM, una unidad de la guardia imperial destinada a sustituir a los corruptos pretorianos disueltos por Constantino tras derrotar a Majencio en el Puente Milvio en octubre de 312. Y ya que salen a relucir estos dos personajes, podremos ver como aprendieron por sí mismos no solo las virtudes, sino también los defectos de la caballería pesada. Previamente a la batalla del Puente Milvio, aquel mismo año tanto el emperador como el aspirante tuvieron un primer encuentro cerca de Turín. Majencio hizo uso de un contingente de CLIBANARII con la intención de acabar por la vía rápida con una carga definitiva. Pero Constantino, que aún no recibía recados divinos para adoptar símbolos que le darían la victoria, intuyó las intenciones del enemigo en cuando los vio formar en cuña. Nuestro hombre ordenó avanzar las alas de su infantería, formando así una cuña inversa que le permitiera rodear a la caballería de Majencio. Sabiendo que la caballería pesada no tenía nada fácil maniobrar, y más cuando atacaban en orden cerrado, en vez de permitir que los arrollaran decidió que lo más sensato era absorber el choque inicial dejándolos pasar de largo, y aprovechando el momento en que intentasen dar la vuelta atacarlos con sus infantes en los dos únicos puntos flacos de un CLIBANARIVS: hiriendo al animal y usando armas contundentes ya que las espadas y las lanzas eran inservibles contra ellos. 

Maceros palestinos atacando a un catafracto palmirano. Como ya sabemos,
las armas contundentes proliferaron muchísimo en la Edad Media como
única forma de ofender a jinetes protegidos por cotas de malla, que
no podían ser cortadas, pero que no absorbían la energía del golpe
Cuarenta años antes, el emperador Lucio Domicio Aureliano había logrado derrotar al ejército palmirano de la reina Zenobia en la batalla de Emesa gracias al contingente de NVMERI palestinos que se echaron encima de sus catafractos armados con mazas. Los repetidos golpes no llegaban a matarlos, pero sí a aturdirlos de tal forma que muchos pudieron ser fácilmente descabalgados y rematados en el suelo. Lo mismo hicieron las tropas de Constantino: en el momento en que los CLIBANARII de Majencio se detuvieron, unos se metían bajo los caballos y lo abrían en canal mientras otros descargaban sobre ellos mazas de hierro. La victoria de Constantino no fue definitiva ya que, como sabemos, apenas unos meses más tarde tuvo que rematar a Majencio en el Puente Milvio, pero al menos sirvió para saber cómo hacer frente a los catafractos partos, sármatas, etc. y, al mismo tiempo, cómo intentar impedir que a los suyos les ocurriese lo mismo que a su enemigo.

CATAFRACTVS de la SCHOLA SCVTARIORVM SECVNDA de principios
del siglo V que, como vemos, además del
CONTVS está armado
con un hacha, la 
SPATHA, escudo y, según se aprecia por la
aljaba que pende de la silla, también de arco
Hacia el primer cuarto del siglo V y según el NOTITIA DIGNITATVM, una de las escasas relaciones que nos han llegado acerca de la organización del imperio, había 18 unidades de CATAFRACTARII y otras tantas de CLIBANARII, de las cuales siete de cada tipo estaban acantonadas en guarniciones de la frontera oriental y solo dos de cada en la zona occidental del imperio, así que es una buena muestra de dónde estaba el peligro en aquel momento. Además, había cinco SCHOLÆ PALATINÆ estacionadas en Rávena para defensa del territorio metropolitano y otra siete acantonadas en Constantinopla. Pero lo que verdaderamente era más peligroso que las incursiones de iranios o germanos era la debilidad crónica del imperio de Occidente en aquella época. Según Vegecio, la otrora cuasi invencible legión se había convertido en una caterva de vagos indisciplinados que ni siquiera se ponían el casco y la coraza cuando iban a combatir porque pesaban demasiado, confiando quizás en que los CLIBANARII les sacarían las castañas del fuego. Pero la caballería pesada también había mostrado ya sus debilidades además de resultar increíblemente cara de mantener para un imperio que ya empezaba a agonizar. Se sabía que si cargaban contra una infantería en orden abierto o poco disciplinada resultarían arrolladores, pero ante unos cuadros disciplinados lo tenían muy difícil. Además, sus puntos flacos ya los hemos mencionado. Sus monturas, por muy acorazadas que estuvieran, siempre podían ser derribadas por un simple infante armado con un cuchillo rajándole la barriga de cabo a rabo, y los jinetes podían ser laceados como una res o derribados a golpes de maza si la infantería enemiga lograba infiltrarse en sus filas. Un CATAFRACTVS o un CLIBANARIVS derribado era hombre muerto, porque antes de que pudiera intentar levantarse ya tenía encima varios enemigos machacándolo sin piedad.

Comandante de una catafracta. Obsérvese como, además de las MANICÆ
con que protege sus brazos, el cuerpo lleva una doble armadura, una
interior de malla y otra exterior de escamas, lo que lo hacía prácticamente
invulnerable ante las lanzas, espadas o flechas enemigas
Finalmente, la desastrosa situación política y económica en que se encontraba el imperio de Occidente debió motivar la debilitación de la caballería pesada, que cada vez aparece mencionada en menos crónicas de la época. En agosto de 410, la que durante siglos había sido la capital del imperio fue ocupada y saqueada durante tres días por los visigodos de Alarico, situación que se repitió en 455 durante un saqueo de dos semanas a manos de los vándalos, y aún tuvieron humor los probos imperialistas venidos a menos para meterse en más conflictos civiles entre ellos en 472 para pelearse por los despojos del imperio. Finalmente, en septiembre de 476, el caudillo hérulo Odoacro le dio el finiquito al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo, al que ni siquiera le quedó derecho a paro porque había cotizado muy poco tiempo. 

En fin, esa fue la trayectoria de los CATAFRACTARII y los CLIBANARII en el imperio hasta que se fue al garete y solo quedó la mitad oriental, que naturalmente siguieron haciendo uso de este tipo de tropas si bien eso ya lo contaremos en mejor ocasión. En la próxima entrada, porque en esta ya me he enrollado bastante y me estoy quedando sin pilas, concluiremos esta pequeña monografía dando cuenta del equipo y armamento de estos jinetes que, quizás si hubiesen sido adoptados un par de siglos antes, la historia habría sido distinta. O quizás no, porque el verdadero mal de la decadencia de Roma fueron sus gobernantes y la cantidad de aspirantes a gobernar. Como decía el inefable visir Iznogud, "quiero ser el califa en lugar del califa", y un constante estado de guerra civil latente, cuando no claramente abierta entre trepas ávidos de poder que malgastaban los recursos del estado en vez de emplearlos en defenderlo de sus enemigos, fueron en realidad los únicos culpables.

Bueno, ya'tá.

Hale, he dicho

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