domingo, 4 de agosto de 2024

BESTIARIO HERÁLDICO. EL JABALÍ

 


Por si alguien lo duda, ahí tienen un ejemplo de lo que puede
hacer un jabalí. Si en vez de en el culo te lo hace en la barriga o
te secciona la femoral puede dejarte listo de papeles allí mismo

Otra de las fieras más destacadas dentro del bestiario heráldico es el jabalí. Desde tiempos muy remotos ya se le consideraba como un enemigo temible, poseído de una fuerza y una agresividad que, posiblemente, los que no lo hayan visto nunca en su ambiente natural no lo lleguen a imaginar siquiera. Los que hayan practicado la caza mayor sabrán de lo que hablo, y no son raras las monterías en las que no acaban con varios perros heridos o muertos, e incluso más de un rehalero se ha ido a su casa con un costurón producido por las terroríficas defensas de estos animales. Están afiladas como navajas, pueden abrir en canal a un perro grande con la fuerza de su poderoso cuello, y su increíble agilidad, sus reflejos y su velocidad a pesar de su rechoncho aspecto hacen muy difícil esquivar uno se sus ataques. Porque el jabalí no le teme a nada. Se abalanza ciegamente contra sus enemigos sin dudarlo, y cuando se ve acorralado se convierte en un auténtico demonio. Yo he llegado a presenciar como uno de estos bichos despachó de una tacada un rehala de 18 perros, dejando solo dos vivos y maltrechos que hubo que llevar al veterinario de Aroche a que gastara hilo en cantidad para recomponerlos.

Según Cirlot, el jabalí es "símbolo de la intrepidez, y del arrojo irracional hasta el suicidio (...) y el desenfreno", por lo que su inclusión en el bestiario heráldico estaba totalmente justificado si vemos su trayectoria a lo largo del tiempo, la cual expondremos en este

INTROITO

Bien, la cosa es que el jabalí ha sido desde hace miles de años una bestia envuelta en un halo de poder, hasta el extremo de que su caza suponía un trofeo superlativo. El que lograba darle muerte se veía recompensado con la transmisión de la bravura y la fuerza de este animalito. El jabalí vencido era todo un regalo para el clan, que aprovechaba la ocasión para ponerse como el quico con su sabrosa carne y, por supuesto, festejar al heroico cazador que se apropiaba de sus colmillos para hacer ostentación de que era un ciudadano cavernícola valeroso y chinchar largamente a sus timoratos y menguados cuñados. Esos colmillos, a modo de amuletos, le insuflarían todas las virtudes de la fiera, y advertiría al personal de que era un tipo bragado. Buena prueba de la admiración que sentían por el jabalí es el testimonio gráfico que vemos en la foto de la izquierda, donde aparece uno de ellos en el muestrario de bichos de las cuevas de Altamira. Por cierto que el fulano que lo pintó era un verdadero genio, plasmando de memoria la fisonomía del animal e incluso, como algunos sugieren, sus ocho patas pretendían reflejarlo en movimiento. 

El paso de los siglos no menguó el prestigio del jabalí, que siguió siendo una de las fieras más relevantes a la hora de iniciar a los jóvenes guerreros y como símbolo de las élites militares. Esto se traducía en que, el que no era capaz de hacer frente a un enorme suido provisto de dos mortíferas dagas en las fauces, era un cagueta indigno de figurar entre el rol de guerreros del clan, sería despreciado, sus novias los mandarían a paseo y se vería toda la vida bajo el estigma de la cobardía. 

Los probos imperialistas latinos también tenían claro que el jabalí era un bicho muy adecuado para usarlo como emblema de sus legiones, y dar así a entender a los enemigos que tenían muy mala leche y, además, un valor temerario. Hay constancia de tres de ellas que lo adoptaron para tal fin: la LEGIO I ITALICA, creada por el nefando Nerón en el 66, y que sirvió hasta principios del siglo V; la LEGIO X FRETENSIS, formada por Augusto hacia el 41 a.C. y cuya duración fue similar a la anterior. Su hecho de armas más notable fue su participación en el asedio de Masada, del que hablamos en su día. En la foto de la derecha pueden ver a un probo ciudadano recreacionista actuando como SIGNIFER de dicha legión. En el SIGNVM podemos ver el número de la misma y el fiero jabalí usado como emblema.

La tercera sería la LEGIO XX VALERIA VICTRIX, formada también por Augusto en la misma época que la FRETENSIS. Esta unidad, que sirvió en la Hispania, Germania y la Britania, permaneció en servicio hasta al menos finales del siglo III d.C. Un testimonio de su existencia y su emblema lo tenemos en la teja antefija de la izquierda, donde aparece el número de la unidad y el jabalí de lomo hirsuto debajo del mismo. Las antefijas eran unas piezas decorativas que se colocaban al final de las IMBRICIS del alero, las  tejas onduladas que cubrían las uniones entre las TEGULÆ para que no se colara el agua. Curiosamente, la forma de representar a este bicho no varió prácticamente nada cuando empezó a formar parte del bestiario heráldico: avanzando hacia el hipotético enemigo y con el lomo cubierto por una pelambre recia y erizada, que acojona más. FIN DEL INTROITO


Bien, creo que con lo dicho ponemos en contexto la relevancia del jabalí a lo largo del tiempo, y su especial significación de cara a simbolizar el valor temerario de los guerreros que lo usaban como emblema y hacían uso de sus cráneos y defensas como amuletos para que la bravura de estos animales les acompañasen en las situaciones en las que se requerían grandes dosis de testiculina. Y ojo, que por el hecho de que sus usuarios primigenios fuesen unos paganos de tomo y lomo, eso no quiere decir que los BELLATORES cristianos renunciaran a seguir haciendo uso del jabalí y toda su carga simbólica para dejar claro a propios y extraños que eran unos ciudadanos de armas tomar. Un magnífico ejemplo lo tenemos en el sepulcro de Fernán Pérez de Andrade, ubicado en la iglesia de San Francisco, en Betanzos (La Coruña), que vemos sustentado por dos poderosas bestias heráldicas: a la izquierda, un jabalí, y a la derecha un oso, atributos, como ya sabemos, del valor, la fuerza y demás virtudes necesarias para asesinar ciudadanos con propiedad. Pero, además, en el lateral tenemos un interesante bajorrelieve que muestra una escena de caza en la que varios caballeros persiguen y lancean a un jabalí con la ayuda de una rehala. Y es que la caza de este animal, como miles de años antes, seguía siendo botón de muestra a la hora de dar testimonio de la bravura de cada cual, siendo una de las piezas venatorias predilectas de la nobleza de la época.

Y no solo era adoptado por nobles, sino también por monarcas como Ricardo III, el último Plantagenet, que ya lo incluyó en su estandarte cuando aún era duque de Gloucester. En la ilustración de la izquierda lo podemos ver en la batalla de Bosworth convirtiendo en aceituna de martini a Sir William Brandon, abanderado de Enrique Tudor, que se alzó en armas contra Ricardo para iniciar una nueva dinastía. Junto al monarca podemos ver a 
Sir Percival Thirlwall, que porta el estandarte real. En el mismo podemos ver la cruz de San Jorge, símbolo de Inglaterra, y su insignia personal, un jabalí de plata rodeado por las rosas blancas de la Casa de York. Esta batalla, que se saldó con la victoria del Tudor, dio término a la Guerra de las Rosas.

Sin embargo, y a pesar de su simbología tan potente, a comienzos del siglo XIII la Iglesia, que por aquel entonces tenía que ser el perejil de todas las salsas, la tomó con el jabalí de la misma forma que lo hizo con el oso, y de paradigma del guerrero que jamás retrocede ante nada ni nadie por chunga que esté la cosa, pasó a convertirse en un vil atributo de la glotonería y la lujuria. Un bicho que pasaba el día hozando en busca de golosinas subterráneas y fornicando a destajo con su serrallo de jabalinas no podía ser un símbolo de virtudes, sino de vicios nefandos. A la derecha pueden verlo, a modo de aviso a los fieles, decorando un canecillo de la iglesia de San Pedro, en Caracena (Soria). Esta anatema zoológica hizo que muchos blasones hispanos trocaran sus jabalíes por leones, tal como aconsejaban los curas, que era un bicho más elegante y virtuoso que un gorrino salvaje. Esto menguó la presencia de los mismos en las armerías hispanas, quedando relegados al séptimo lugar entre la selección de bichos heráldicos. Sin embargo, en Centroeuropa y en la brumosa Albión (Dios maldiga a Nelson) se pasaron los entredichos eclesiásticos por el forro, porque no renunciaron a sus jabalíes nobiliarios. De hecho, la presencia de estos en su heráldica es mucho más abundante que en España.

Bien, ya hemos visto la "trayectoria" del jabalí hasta convertirse en miembro del bestiario heráldico. Veamos a continuación sus presentaciones más significativas en los escudos de armas españoles.

A la izquierda tenemos la forma más habitual, que abarca más de un 90% de los blasones donde aparece el jabalí: solo, adiestrado, pasante y casi siempre de sable (negro), con las defensas en plata. Esta negrura dio lugar a que se le denominara como "Bestia Negra" y, aunque son bastante escasos, también se les puede representar en su color. Las cerdas aparecerán hirsutas, la boca abierta y con la lengua fuera que, salvo que se indique lo contrario, tendrá el mismo esmalte. Otra opción es que vaya lampasado de gules (lengua color rojo). También puede variar el esmalte de los ojos, en cuyo caso se llamará iluminado, las pezuñas, siendo llamado ancornado, y vilenado si nos referimos al órgano sexual del bicho. Si de forma excepcional lo que cambia de esmalte son las defensas, que como hemos dicho se suelen representar en plata, diremos que está defendido de... (el color que sea). En este caso, el blasón que presentamos corresponde a un linaje de los Cuesta, y su descripción sería: De oro, un jabalí pasante defendido de plata, si bien la posición del animal y el color de las defensas podrían omitirse tanto en cuanto son las habituales. Veamos otro...

Otra opción es presentar solo la cabeza. Esta tuvo al parecer su origen en costumbre de los pueblos celtas de cortar las cabezas de sus víctimas, hombres o animales, para apropiarse de su fuerza. Con todo, la razón más frecuente radicaba en una mera necesidad de espacio. Como sabemos, a los escudos de armas se les solían añadir más mobiliario a medida que los retoños de cada linaje llevaban a cabo alguna hazaña, por lo que llegaba un momento en el que el jabalí entero no cabía. Así pues, se conformaban con poner solo la cabeza, con o sin sangre, junto al resto de piezas. En este caso, el escudo en cuestión pertenece al linaje de los Fernández Rubio. Por cierto que las cabezas pueden representarse limpiamente cortadas, como es este caso, o con jirones de piel desgarrada en el cuello.


Otro ejemplo más, en este caso perteneciente al linaje de los Gómez de Vilafañe. Tenemos al jabalí en su presentación habitual, pero son destacables los tres virotes de ballesta que vemos sobre el animal. En este caso hace una clara referencia a que, en algún momento, uno de los miembros de este clan se distinguió por su destreza y valor en los lances de caza. También puede aparecer el animal con los virotes clavados, o bien con las heridas recibidas durante el lance venatorio. Queda patente que, a pesar del tiempo transcurrido, la caza del jabalí seguía siendo un referente a la hora de mostrar valentía y tal. La descripción de este escudo sería: de sinople, un jabalí pasante surmontado por tres virotes en faja.


Y para concluir, porque no es plan de mostrar cada caso por mínimo que sea, a la derecha vemos una composición similar a una de las más frecuentes en el caso de los lobos, con un significado similar. El árbol simboliza en este caso la raigambre y el abolengo de un linaje, en este caso el de los Ibarra. Empinados a cada lado del árbol podemos ver dos jabalíes de terrorífico aspecto que nos indican que, aunque enemigos poderosos y fieros intentaron ofender al clan en algún momento, los miembros del mismo fueron capaces de resistir sus ataques hasta derrotarlos bonitamente. Su descripción sería como sigue: De oro, un árbol arrancado de sinople acostado de dos jabalíes empinados en el mismo. Bordura de plata con ocho aspas de gules. Como era habitual, la bordura debió ser añadida a posteriori en las armas primigenias por algún hecho de armas relevante.

Bueno, eximios lectores, con esto concluimos. Espero que les haya resultado ilustrativo y esas cosas que se dicen. Ya seguiremos viendo más bestias nobiliarias.

Hale, he dicho

CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM
ATQVE SINISTRA DELENDA EST IN VNIVERSA TERRA

Escena de la caza del jabalí en la Edad Media. En primer término vemos a un montero lanceando a una de estas fieras, mientras que los caballeros acuchillan a otro de mayor tamaño con sus espadas. Fallar el lance podía suponer un riesgo importante porque el jabalí, sintiéndose acosado y seguramente enfurecido por las heridas, atacaría ciegamente al cazador. Si este había caído de la montura o iba a pie, solo los que tenían una agilidad superlativa podrían esquivar su embestida

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