martes, 16 de julio de 2024

BESTIARIO HERÁLDICO: EL ÁGUILA

 

Juraría por mis aristocráticas barbas que si hay un bicho que cualquier primate, incluyendo a los cuñados con severas carencias intelectuales, identifican con la cosa heráldica, es el águila. De hecho, la vemos en mogollón de escudos de armas, tanto nobiliarios como de países, y es indudable que proporcionan a los blasones una prestancia inigualable. Su fuerza, su fiereza, su vuelo altanero y su desafiante apariencia la han asociado desde los tiempos más remotos al poder y al valor. De hecho, se puede considerar al águila como la bestia heráldica más antigua que se conoce, y durante siglos ha figurado y figura en los blasones de los linajes más encumbrados del planeta salvo, naturalmente, en los de países de nuevo cuño como yankeelandia que, carentes de historia de la buena, se intentaron igualar a los demás plantando un águila calva que resulta un poco bastante quiero y no puedo, la verdad... Bien, todos sabemos que el águila es un pájaro sumamente chulo y tal, pero no viene mal ponernos en contexto con un 

INTROITO

Bajorrelieve que muestra a Imdugud, una deidad sumeria
representada con forma de águila y cabeza de león. Era el
dios del Viento del Sur y de las tormentas
Si echamos un vistazo al "Diccionario de Símbolos" de Cirlot, en la entrada que dedica al águila podremos corroborar que, en efecto, estamos ante un bicho de categoría. 
El águila es “…símbolo de la altura, del espíritu identificado con el sol y del principio espiritual. […] Como se identifica con el sol y la idea de la actividad masculina, fecundante de la naturaleza materna, el águila simboliza también al padre. Se caracteriza además por su vuelo intrépido, su rapidez y familiaridad con el trueno y el fuego. Posee pues el ritmo de la nobleza heroica.” Por si esto fuera poco, el águila o parte de su anatomía- alas y cola en concreto- han sido asociadas con divinidades desde antes de que Noé se metiera a armador. En las zonas de Oriente Medio y Oriente Próximo, las diversas culturas que habitaron aquel territorio, tales como sumerios, hititas, babilonios, asirios y egipcios, tuvieron dioses asimilados al águila: Teshub, Marduk, Ashur, Amón-Ra y alguno que otro más.

Siglos más tarde, el águila no perdió su categoría como símbolo divino. Tanto griegos como romanos, herederos estos últimos del panteón de los primeros, no dudaron en escoger el águila y el rayo como atributos del poder del principal dios y mandamás de la miríada de dioses que regían hasta las más mínimas actividades de los mortales. e hecho, y según algunos tratadistas, el águila tomó en manos de los probos imperialistas latinos carta de naturaleza como animal heráldico aunque la heráldica no se inventara hasta siglos más tarde. 

AQVILIFER de una legión. Eran elegidos entre
los hombres más bragados de cada unidad ya que
debían defender el águila con su vida, y palmarla
si era preciso para impedir que le fuera arrebatada
Sin embargo, este pájaro tuvo los mismos fines que la heráldica tal como se ideó: identificar a un pueblo y a su ejército. Acompañaba por norma a la estatuaria jupiterina, por lo que cualquier cuñado podía identificarlo de inmediato. Además, los emperadores la portaban en su cetro, y las AQVILÆ se convirtieron en la insignia principal de una legión que, portada en manos del AQVILIFER, actuaba como enseña y como talismán, siendo su pérdida considerada como una catástrofe en toda regla que marcaría con un mal fario perpetuo a la unidad por haber permitido su pérdida en manos del enemigo. Ya sabemos todos lo que significaba su pérdida en batalla: la legión quedaba en entredicho hasta que no fuera recuperada, el AQVILIFER lo mejor que hacía era palmar como un héroe defendiéndola, y los castigos a las tropas por tamaña deshonra podían ser desde multas y privación de raciones a una DECIMATIO en toda regla. A tal extremo llegaba la cosa aquilífera que, en las exequias imperiales, se ataba a un águila por una pata con una larga cuerda, dejándola unida a la pira funeraria. Cuando el fuego la consumía y el animal podía largarse de allí echando leches un poco harto de pasar calor, se consideraba que era el momento en el que el alma del difunto se elevaba al cielo para darle las buenas tardes a Júpiter.

Por lo demás, el AQVILA LEGIONIS no solo era la insignia sagrada de una legión, sino que incluso los SCVTA de sus componentes mostraban los atributos de su dios principal: los rayos y, en vez del águila completa, las alas de la misma, diseño que por cierto trascendió en el tiempo hasta la Edad Media, cuando fueron denominados como vuelos o medios vuelos, ya se representase una sola ala o ambas. En la foto de la izquierda podemos ver un grupo de probos ciudadanos recreacionistas con sus escudos alados y rayados. En algunos casos, y según el comandante de la unidad, se añadían una o dos TABVLÆ ANSATA, unos pequeños rectángulos de bronce donde se grababa el número de la legión.

Reverso de una moneda de 5 francos de Napoladrón III.
Como ven, el águila es idéntica a la usada por Roma
Concluiremos este introito señalando que el águila siguió presente en las casas reales tras la caída del imperio romano hasta nuestros días. El primero en no dejarla caer fue Carlomagno, rey de los francos que, tras lograr ser coronado por León III el 25 de diciembre de 800 como IMPERATOR ROMANVM GVBERNANS IMPERIVM, se instituyó como cabeza visible del Sacro Imperio Romano y plantó un águila en la puerta de su palacio de Aquisgrán, convertida en capital de sus dominios. Posteriormente, el águila se extendió por la Europa toda de la mano tanto de nobles como de monarcas, y así siguen hasta el día de hoy. Esta ave ha sido y es tan valorada que hasta un psicópata genocida como el enano corso (Dios lo maldita mil trillones de veces) puso una sobre su inicial y, remedando a las legiones romanas, repartió águilas a diestro y sinestro en banderas y rematando las astas de las mismas. Y no solo él, sino los herederos de su estirpe de plebeyos de chichinabo. 

Bien, este breve introito nos permite ponernos en contexto y saber algo sobre el origen del águila como bestia noble asimilada desde hace 50 siglos al menos a los dioses más divinos. Pasemos pues a su existencia como animal heráldico en España, donde ocupa el tercer puesto tras el lobo y el león y muy por encima de otras aves incluidas las rapaces.

La introducción en los reinos peninsulares del águila se desarrolló a lo largo del siglo XIII. Al parecer, el primer monarca que adoptó esta bestia como una enseña personal fue el gigantesco Sancho VII el Fuerte, rey de Navarra que se meó en las calaveras de los negros que defendían el pabellón del miramamolín en la gloriosa jornada de Las Navas. Según algunos cronistas, su padre, Sancho VI, ya hacía uso del águila y la empleaba como firma en algunos documentos, pero su sucesor lo adoptó de forma definitiva tanto como complemento de su firma como en el SIGILLVM e incluso como distintivo personal. En la foto de la izquierda tenemos un documento en el que aparece el águila en cuestión, trazada por su propia mano y no la de algún amanuense regio. Como salta a la vista, el águila de Don Sancho ya tenía el aspecto de las que surgieron posteriormente: la vemos en posición frontal, con las alas desplegadas y las patas y la cola abiertas, mostrando sus tarsos y garras, y la cabeza de perfil. 

Don Sancho no se conformó con hacer dibujitos aguileños en el papeleo burocrático de su reino sino que, además, pasó a hacer uso del ave en su sello, como ya hemos dicho, modificando de ese modo el habitual en sus ancestros, que solían representarse a sí mismos cabalgando en actitud de cargar contra los enemigos embrazando la lanza y protegiéndose con los típicos escudos de cometa de la época. Además, no ponían en el sello ninguna referencia a sus personas, por lo que todo quisque debía dar por sentado que se trataba de tal o cual monarca. Sin embargo, Don Sancho rompió los esquemas y diseñó uno mucho más chulo. A la derecha podemos verlo. Arriba vemos un ejemplar original, y debajo una recreación del mismo obra de Don Ignacio Vicente Cascante, autor de la "Heráldica General y Fuentes de las Armas de España". En este caso sí se especifica claramente quién es el dueño del SIGILLVM. En una cara aparece Don Sancho en la pose habitual, pero embrazando un escudo donde figura el águila negra de su firma, y una orla que reza "SANCIUS . DEI . GRATIA REX . NAVARRE" (Sancho, rey de Navarra por la gracia de Dios), mientras que en la otra cara vemos la misma águila, también orlada por una inscripción que dice "BENEDICTVS. DOMINVS. DEUS. MEVS." (Bendito Señor Dios mío), y rematada por una cruz patada. Por cierto que es curioso el uso de forma indistinta de la U y la V, que en todos los casos se pronunciaba como U.

El suntuoso sepulcro renacentista de Doña
Beatriz de Suabia, situado en la epístola de la
Capilla Real de la catedral de Sevilla. En el
detalle pueden ver el águila de los Hohenstaufen
La introducción del águila en los demás blasones hispanos provino de la actual Alemania, concretamente de Suabia, un ducado del Sacro Imperio cuyo postrero titular fue Conradino de Hohenstaufen, decapitado por orden del perro franco Carlos de Anjou en 1268 cuando apenas contaba con 16 años tras vencerlo en la batalla de Tagliacozzo. Fue pues de la Casa de Hohenstaufen de donde llegaron dos hembras que entroncaron con las dos casas reinantes en el siglo XIII en Castilla y Aragón. Hablamos de Beatriz de Suabia (1205-1235), hija de Felipe de Hohenstaufen, hermano del emperador Enrique VI del Sacro Imperio, y de Constanza de Sicilia (1249-1302), hija de Manfredo, un bastardo de Federico Barbarroja que se elevó hasta el trono de Sicilia. En ambos casos, como hemos dicho, las dos pertenecían al ilustre linaje de los Hohenstaufen. La primera matrimonió con Fernando II de Castilla y III de León, dándole la escandalosa cifra de 10 retoños, lo que en una mujer que palmó con apenas 30 años se puede considerar todo un récord. La segunda hizo lo propio con Pedro III de Aragón, dándole una descendencia que, aunque no alcanzó la de su prolífica parienta, tampoco se quedó corta: cuatro varones y dos hembras. Eran conejas estas tedescas, sangre de Cristo...

En lo tocante a Castilla, el primer infante que asumió el águila en su blasón fue el infante Don Felipe (c. 1231-1274), un peculiar personaje destinado a la carrera eclesiástica que gozó de los rangos más elevados, que para eso era un infante de Castilla, siendo incluso designado como primer arzobispo de Sevilla si bien nunca llegó a detentar el cargo en favor de su coadjutor, Raimundo de Losana. Sin embargo, parece ser que la vida clerical no satisfacía al noble infante, que acabó colgando los hábitos para casarse en 1258 con la princesa Cristina de Noruega (1234-1262). Bien, la cuestión es que Don Felipe tomo como armas un cuartelado con el castillo de Castilla y el águila de los Hohensteufen aportada por su madre. El resultado pueden verlo a la derecha y no difiere prácticamente nada del creado por el rey navarro, mostrándose en posición frontal, con las alas extendidas y caídas hacia abajo, la cola y las patas abiertas y la cabeza mirando hacia la derecha (sí, Vds. la ven hacia la izquierda, pero recuerden que la descripción de los escudos se da como si uno estuviera dentro del escudo).

En cuanto a la aportación de la rama de los Hohenstaufen de Sicilia, básicamente estaba concebida de la misma forma que la del infante castellano. En este caso, el infante Don Jaime, heredero a la corona aragonesa, también tomó las armas maternas para añadirlas a un blasón cuartelado junto a las paternas, en este caso los cuatro palos de gules sobre oro de Aragón. Ojo, y que nadie salte graznando que esa es la banderita de Cataluña, porque no tiene nada que ver el tocino con la velocidad, y menos aún las banderas de las taifas actuales con las enseñas medievales. No olviden que Petronila, hija de Ramiro II el Monje, se matrimonió con el conde de Barcelona (Cataluña estaba aún por inventar), cuyas armas eran los cuatro palos y no esa chorrada de la "cuatribarrada" que tanto repiten los ignaros de estos tiempos que no saben un carajo de nada, porque cuatro barras son otra cosa totalmente distinta a cuatro palos. Sea como fuere, y al prevalecer la línea masculina aunque fuese de inferior rango a la femenina, los dichosos palos de Ramón Berenguer IV se convirtieron en la Señal Real, y a sus títulos condales añadió el de PRINCEPS de Aragón al convertirse en el consorte.

Finalmente, debemos añadir el que posteriormente se convirtió en el escudo del reino de la Dos Sicilias, concedido inicialmente a los hermanos de Don Jaime, Federico y Pedro que, al quedarse inicialmente en infantes a secas, adoptaron un blasón con las mismas armas, pero cuartelado en sotuer, siendo la primera vez  que esta partición se adoptaba en la heráldica hispana con la finalidad de diferenciar entre las armas regias de las de sus hermanos. Con todo, y como decimos, con el paso del tiempo fueron las usadas por las Dos Sicilias al renunciar Jaime I al dicho reino, siendo asumido por su hermano Fadrique. Fue por este motivo por el que las armas de un infante se convirtieron en un reino hasta que, con la extinción de la Casa de Habsburgo, dicho reino quedó desvinculado de la corona española, si bien sus reyes seguían perteneciendo a la nueva casa reinante, los Borbón. Ya en el siglo XIV, el águila está definitivamente consolidada como bestia heráldica con la misma forma que hemos visto hasta ahora, siempre en sable (negro) salvo que se indique algún detalle contrario, como el color del pico, la lengua, las patas o las garras. Las distintas variantes ya las veremos en mejor ocasión, porque son mogollón de ellas.

Para ir concluyendo, que con la joía caló no estoy para muchas florituras, añadiremos que el águila española por antonomasia es la que hemos visto hasta ahora, recibiendo el nombre de águila pasmada. Su ejemplo más representativo es la del escudo Isabel I de Castilla y, posteriormente, de los Reyes Católicos, siglos después recuperado por el extinto Caudillo y por lo cual es señalado como un "escudo franquista" por la rojambre casposa e ignara que respira el mismo aire que los demás primates patrios. Una variante es el águila exployada, galicismo derivado de éployée (desplegada), en cuyo caso el ave se presenta con las alas desplegadas formando una curvatura hacia arriba. Su diseño pueden verlo a la izquierda. Actualmente podemos encontrar en la red tropocientos ciudadanos pseudo-heraldistas que ofrecen al respetable la elaboración de su escudo de armas, si bien omiten que, como he repetido cienes de veces, los blasones no pertenecen a los apellidos, sino a las familias. Bien, la cosa es que casi la práctica totalidad de ellos plantan águilas exployadas en vez de águilas pasmadas, que sería la "reglamentaria" en España. Solo si se especifica que el águila irá exployada es cuando se presentará de esta forma. Otros, aún más "expertos", creen que el águila exployada es la bicéfala, lo que también es un error notable.

El águila bicéfala surgió a mediados del siglo XII de la mano de Teodoro I Láscaris, emperador de Nicea. Las dos cabezas tenían un claro significado: Teodoro tenía la intención de unificar el Imperio Romano de Oriente con el de Occidente, cosa que no llegó a ocurrir. Tras la restauración del Imperio Bizantino en 1259 por Miguel VIII Paleólogo, éste adoptó el águila bicéfala como símbolo de dicho imperio, que perduró hasta que los malditos infieles adoradores del falso profeta Mahoma se apoderasen de su capital, Constantinopla, en 1453. A Iván III, zar de Rusia (zar o, mejor dicho, tsar, es la corrupción fonética de CÆSAR), casado con Sofía Paleólogo, le faltó tiempo para auto-instituirse como aspirante al extinto imperio bizantino por el linaje de su parienta, adoptando el águila bicéfala. Lo mismo hicieron los emperadores del Sacro Imperio y, en resumen, todos los que se consideraban con derecho a la corona bizantina que quedaría en manos de los otomanos para siempre, lo que no impidió que tuviera más novios que la guapa del pueblo. Ese es el origen de águila bicéfala que muchos confunden con el águila exployada.

En España fue introducida por Carlos I cuando fue coronado como emperador del Sacro Imperio, pero los heraldistas hispanos no admitían ese bicho que parecía un experimento fallido de laboratorio. Así pues, optaron por considerarla como dos águilas superpuestas con las cabezas contornadas, uséase, cada una mirando hacia un lado. De hecho, no era un capricho de los reyes de armas de la época, sino una infracción de las reglas heráldicas españolas. En Alemania, por el contrario, no eran consideradas como animales monstruosos tanto en cuando sus mandamases eran los primeros en plasmarlas en sus blasones.

Concluimos con el escudo de los Reyes Católicos, cuartelado con las armas de ambos monarcas y con los símbolos propios de cada uno de ellos: el yugo y el nudo gordiano por parte de Don Fernando y las flechas de Doña Isabel. Las acémilas actuales, refocilándose en su idiocia crónica, creen que como se ven un yugo y unas flechas tienen algo que ver con la Falange, y que el águila de San Juan (un águila pasmada limbada) fue un invento de Franco. Más de uno ha "exigido" la destrucción de estos escudos acogiéndose a la Ley de Memoria Selectiva sin molestarse en averiguar de qué época son. Por desgracia, ser gobernados por un psicópata y dar voz a estultos que precisan hasta de un manual de instrucciones para hacer buen uso del papel higiénico, traen estos desafueros que serían risibles si no implicaran atentados palmarios contra nuestra historia.

En fin, con esto terminamos. Más adelante ya dedicaremos otro articulillo a dar cuenta de la extensa variedad de águilas heráldicas, que dan tema para rato.

Que el estío les sea leve.

Hale, he dicho

CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM
ATQVE SINISTRA DELENDA EST IN VNIVERSA TERRA

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