martes, 28 de junio de 2011

Hombres de armas: El caballo coraza


Ya en el siglo XII se cubrían los costosísimos caballos de batalla con cotas de malla o perpuntes a fin de protegerlos de los ataques de las tropas de a pié, que sabían que la mejor forma de acabar con un jinete era o derribándolo o matándole su montura. Sin embargo, no fue hasta el siglo XV cuando se les empezó a proteger con bardas elaboradas con chapa de hierro. Fueron los armeros alemanes los que primero fabricaron este tipo de piezas, si bien no fue hasta un siglo más tarde cuando se alcanzó el máximo perfeccionamiento. La barda de un caballo de batalla estaba formada por varias piezas que, según su ubicación, recibían los siguientes nombres, a saber:

La testera, que protegía el frontal de la cabeza del caballo. Era habitual que contaran con defensas para las orejas y los ojos. En algunos casos, iban incluso tapados, permitiendo un mínimo de visión mediante pequeños orificios. Así mismo, se les podía dotar de una pequeña pica situada entre los ojos, aunque pienso que su efecto era más psicológico que real.
El pretal, situado en el pecho del animal. Los diseños germanos tenían una morfología peculiar, como si de un espolón se tratara. Es evidente que nadie permanecería inmóvil viendose venir encima un caballo de más de 700 kg. provisto de semejante ariete.
La grupera, que podía cubrir la grupa entera o solo los flancos de la misma.
La capizana. Protegía la parte superior del cuello del animal. Generalmente estaban formados por launas que llegaban desde la testera hasta la cruz. O bien, como muestra el dibujo de cabecera, por una cota de malla.
Las flanqueras, destinadas a proteger los ijares del caballo, y que iban unidas al pretal y la grupera.

El peso de todo este equipamiento oscilaba entre los 30 y los 50 kg. La barda podía ir decorada según el gusto o el poder adquisitivo de su dueño, o bien cincelada o incluso forrada con telas de precio, como aparece en el dibujo. Otra opción era cubrirlas con un caparazón, que no era otra cosa que una cubierta de tela también decorada que, por lo general, mostraba los blasones de sus dueños.
Como ya se comentó en su momento, estos caballos recibían varios nombres. En España se los denominaba bridones o corceles. El término bridón procede de la monta a la brida, o sea, con los estribos largos, obligando a llevar las piernas totalmente estiradas. Corcel proviene del francés medieval corsier, que era el nombre que daban a los caballos de gran alzada. También de origen francés es el término destrier, que provenía de la costumbre de trasladarse montados en el palafrén, un caballo de menor alzada y peso, con el caballo de batalla aprestado a su derecha para, en caso de tener que entrar en combate, poder cambiar de montura rápidamente. De esta forma, el destrier estaba fresco y descansado, y no agotado tras una larga marcha.
El precio de estos animales era exorbitante. De hecho, muchos hombres de armas sin recursos para ello combatían cabalgando sobre palafrenes o incluso mulas de gran alzada, producto del cruce de yeguas con garañones. Y, además, su vida operativa no era demasiado larga. Si no eran muertos en el campo de batalla, el agotamiento les hacía perder facultades en pocos años. En cualquier caso, el caballo de batalla era parte de la esencia caballeresca, que al cabo es de donde toman su nombre.
Por su peso y alzada, una carga cerrada era, para los peones de la época, simplemente irresistible a nivel psicológico. Hay que tener en cuenta que un caballo, por instinto, intenta esquivar todo lo que tiene delante, y más si se trata de un bosque de picas enfiladas hacia él. De ahí que el adiestramiento de estos animales estuviese principalmente destinado a evitar ese instinto natural, lo que no siempre se conseguía. Pero por otro lado, permanecer impávido viéndose venir encima cientos o incluso miles de estos caballos debía ser algo terrorífico. De hecho, muchos cuadros de infantería salían en desbandada ante semejante espectáculo, cediendo el campo al enemigo sin combatir.
Pero la profesionalización de los ejércitos habida a lo largo de los siglos XVI y XVII supuso el ocaso de este tipo de monturas. La necesidad de disponer de unidades de caballería cada vez más numerosas hizo que los caballeros que habían sido los señores de los campos de batalla medievales fuesen progresivamente sustituidos por hombres de armas profesionales que ya nada tenían que ver con los añejos valores de la caballería. Por otro lado, la proliferación de las armas de fuego hizo inservibles las costosísimas bardas que habían servido para proteger las monturas de las lanzas y las picas enemigas. Como todo en este mundo, los caballos coraza tuvieron su inicio, su zenit y su ocaso.

Y  como una imagen vale más que mil palabras, cierro esta entrada con un fragmento de una escena de "Enrique V", película rodada en 1944 con Lawrence Olivier como protagonista.  Recrea con una fidelidad admirable tanto el armamento de la época, como los preliminares de la batalla lo cual es aún más meritorio si tenemos en cuenta que es una película con casi 70 años. Lo mejor de todo, la impresionante carga de la caballería francesa, aniquilada por los arqueros galeses en Azincourt el 25 de octubre de 1415, en el contexto de la Guerra de los Cien Años. He ahí la carga en cuestión, no tiene desperdicio:









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