lunes, 12 de enero de 2015

Asesinatos 14. Horacio Nelson




Aunque es incuestionable que el vicealmirante Nelson (Dios le maldiga) tuvo una muerte heroica tras una larga y exitosa carrera militar, también es cierto que nos hizo la puñeta en determinadas ocasiones si bien le dimos lo suyo y, como siempre he pensado, su postrera victoria en la nefasta jornada de Trafalgar más que ganada por él fue perdida por el incompetente, memo y timorato vicealmirante Pierre Villeneuve, el cual murió como lo que era en una pensión de mala muerte en Rennes cuando, tras ser liberado por los ingleses, se dirigía a París a dar explicaciones del desastre al petit cabrón de su jefe, el enano corso. Si la flota hispano-francesa la hubiese mandado el capitán general Gravina, el cual entregó la cuchara como la entregan los ciudadanos con dos bemoles, o sea, en plena batalla, posiblemente el resultado de la jornada habría sido muy diferente y la victoria hubiese sido nuestra. En todo caso, esta entrada no estará dedicada a la batalla de Trafalgar, sino a los acontecimientos que tuvieron lugar durante la misma y que sellaron para siempre el fatal destino del marino inglés. Veamos pues...

Tiradores y granaderos ocupando una
de las cofas de un buque
Por si alguno lo desconoce, en las marinas de guerra de la época era normal que tiradores de infantería de marina se ubicaran en las cofas para, desde las alturas, hostigar a los enemigos durante la aproximación como durante los abordajes, un tipo de combate increíblemente fiero y desagradable al que ya se dedicaron un par de entradas en su momento y que recomiendo se lean pinchando aquí y aquí para ponerse en situación. Así pues, una vez que ambas flotas se avistaron los tiradores seleccionados para ocupar las cofas treparon a toda velocidad por las jarcias para acribillar bonitamente a los enemigos a base de tiros de mosquete y granadas de mano que, junto a los botes de metralla disparados por los cañones de pivote emplazados en las bordas, hacían verdaderas escabechinas en las cubiertas de las naves enemigas. Como podemos suponer, estos tiradores eran seleccionados por su buena puntería ya que no solo se trataba de hacer blanco con un mosquete, arma de por sí imprecisa debido a que su ánima era aún lisa, sino además en un lugar que acusaba mucho el movimiento de la nave y disparando sobre unas cubiertas por lo general medio ocultas por el humo de la pólvora. Una vez comenzada la batalla, los principales objetivos de estos tiradores eran, como ya supondrán, los oficiales de los buques enemigos. Si estos caían muertos o heridos, las posibilidades de hacerse con la nave aumentaban notablemente ya que la marinería, por norma, se sentía un poco huérfana si veía caer a su capitán, se desanimaban una barbaridad, se deprimían mucho y optaban por rendirse sin más historias.

El HMS Victory con las señales izadas el 21
de octubre de 1815
Debido a esa predilección por los jefazos enemigos, su gran amigo y capitán de bandera del Victory sir Thomas Hardy, el cirujano de a bordo, el doctor William Beatty y hasta el capellán de la nave, Alexander Scott, le rogaron repetidamente que se despojara de sus muchas condecoraciones ya que lo delatarían nada más ponerse a tiro de las naves enemigas. Nelson, que no carecía de testiculina, las cosas como son, se limitó a responderle al médico que si él era un objetivo de primera clase lo mejor que podría hacer era mantenerse alejado de su persona. Así pues, Nelson se plantó en el alcázar con el pecho cubierto de medallas y la manga derecha de su casaca vacía bien doblada y unida a la pechera. Una vez avistada la flota hispano-francesa, hacia las 11:45 mandó al oficial de señales del Victory, el teniente John Pasco, que izara la señal convenida con la que se iniciaba el zafarrancho de combate. Dicha señal se hacía con unas pequeñas banderas mediante un sistema ideado cinco años antes por el contralmirante sir John Popham para que los comandantes de las naves pudieran comunicarse. 

La señal es archifamosa, pero por si alguno la desconoce, abajo puede verla:


Así comenzó la batalla en la que Nelson, fiel a su estilo audaz y temerario, aprovechó la ocasión que se le presentó para romper la línea enemiga colándose entre el buque insignia gabacho Bucentaure, de 80 cañones y al mando del cretino de Villeneuve, y el Redoutable, de 74 cañones y al mando del capitán Jean-Jaques Lucas el cual, al parecer, mientras que su barco estuvo bloqueado en Cádiz por la escuadra inglesa se dedicó a entrenar a fondo a su tripulación precisamente en el tiro, así como en el lanzamiento de granadas y garfios para los abordajes. No podía imaginar Nelson que esa acción le costaría su agujerado y maltrecho pellejo.

Servidores de un cañón inglés en acción. Quizás la
principal ventaja táctica de la flota inglesa consistió
en el espléndido entrenamiento de los artilleros, muy
superior al de españoles y gabachos
Hacia las 12:45, el Victory iniciaba un devastador fuego de costado contra la popa del Bucentaure, produciendo una verdadera escabechina a bordo del navío gabacho. Ese tipo de maniobra era precisamente la que producía los efectos más demoledores en las naves enemigas ya que, al carecer de protección por la popa, no podían siquiera responder al fuego mientras que la nave que disparaba de costado barría de cabo a rabo las cubiertas del buque indefenso con la mitad de su artillería. Es decir, que si el Victory embarcaba en aquella ocasión 104 bocas de fuego, le endiñaron al gabacho la friolera de 52 cañonazos en un periquete, barriéndole las cubiertas con más de media tonelada de hierro. Mientras tanto, el Redoutable permanecía inerme ofreciendo la proa al enemigo y esperando a que el Victory virase y se pusiera a su costado para poder intentar un abordaje. Sin embargo, y a pesar de que los tripulantes del Redoutable llegaron a lanzar los garfios para abordar al Victory, la mayor altura de este impedía alcanzar la cubierta principal del barco inglés. Para compensarlo, mientras el navío de Nelson seguía abrasando a cañonazos al Bucentaure, el capitán Lucas daba orden de abrir fuego a los tiradores de las cofas y a los cañones de pivote para batir la cubierta del Victory, que ya acusaba el castigo.

Nelson  tras caer mortalmente herido sobre la cubierta de
su buque insignia. Frente a él, dándole la mano, sir
Thomas Hardy, el cual tomó el mando del Victory
Entre las 13:00 y las 13:15 horas, un tirador francés apostado en la cofa del palo de mesana (es el situado más a popa) y cuyo nombre no se conoció nunca puso el ojo en un picatoste inglés manco con mogollón de medallas que destacaba entre la densa humareda que apenas dejaba ver la cubierta, situada a unos 15 o 20 metros más abajo de su puesto de tiro. Sin dudarlo, encaró su mosquete, apuntó cuidadosamente y, tras disiparse la humareda de su propio disparo, vio como el inglés manco se había desplomado en cubierta. Los ingleses, muy cabreados, localizaron al tirador el cual tuvo que salir echando leches de la cofa porque una lluvia de plomo empezó a caer sobre él y su compañero, el cual fue abatido inmediatamente. El gabacho descendió a toda velocidad por la jarcia para ponerse a salvo, pero un disparo en la espalda lo derribó, cayendo al mar y no pudiendo pasar a la historia más que en la larga lista de bajas gabachas de la jornada, y no le pudieron hacer un monumento en París ni el petit cabrón pudo enviar a la familia del muerto una sentida carta dándole las gracias por acabar con el maldito inglés.

Nelson, al sentirse herido, dicen que sonrió a Hardy mientras le decía:

-Hardy, creo que al final lo han conseguido. Me han atravesado la columna vertebral de un disparo.

La verdad, dudo mucho que su reacción fuera esa, que solo se la creerían los ingleses por aquello de la inamovible flema de la que tanto alardean, pero eso de que a uno le partan el espinazo y encima sonría informando a los presentes de que ha sido gravemente herido, como que no es muy realista. De hecho, la herida era muy, pero que muy seria. El doctor Beatty se molestó en elaborar un informe médico sobre la misma que no envidiaría en nada a los de los forenses modernos. Lean, lean...
"La bala golpeó la parte delantera de la charretera del uniforme y penetró por el hombro izquierdo justo por delante del acromion escapular, que sufrió una fisura. Descendió oblicuamente por el tórax, fracturando la segunda y tercera costillas y penetrando a continuación en el lóbulo del pulmón izquierdo, partiendo en ese lugar una larga rama de la arteria pulmonar e impactando en el lado izquierdo de la espina dorsal entre la sexta y la séptima vértebras, fracturando la apófisis transversa de la sexta, hiriendo la médula espinal y fracturando la apófisis transversa de la séptima vértebra por su trayectoria hacia el lado derecho de la columna, atravesando directamente los músculos de la espalda y alojándose finalmente a unas dos pulgadas (unos 5 cm.) por debajo del ángulo inferior de la escápula derecha."
Trayectoria de la bala vista desde la espalda.
Ni los del CSI ese, vaya. Bien, tras recibir tan devastadora herida con un mosquete modelo 1777 que le metió en el cuerpo una bola de plomo de calibre .66 (17 mm. nada menos), Nelson fue llevado a una cubierta inferior por un sargento mayor de infantería de marina y dos marineros ante las protestas del vicealmirante, que quería dar instrucciones a un guardiamarina que manejaba la caña el timón desde abajo ya que la rueda de cubierta había sido destruida por un cañonazo en los preliminares de la batalla. Pero al darse cuenta de que los artilleros que ocupaban dicha cubierta lo miraban con jeta de pasmo optó por cubrirse la cara con un pañuelo a fin de no ser reconocido y que el personal perdiera el entusiasmo al ver malherido a su idolatrado comandante. El disparo, independientemente del generoso calibre de la bala, había llevado una trayectoria descendente por haber partido desde una posición superior a la del herido, así que el destrozo interior se veía enormemente aumentado. Solo la herida del pulmón ya era por sí sola mortal al producir un hemotórax para el que no había cura posible en aquella época.

De hecho, Nelson, que había recibido más heridas a lo largo de su vida militar, se dio cuenta enseguida de que lo habían escabechado. Lo colocaron en un lugar discreto y lo más cómodamente posible pero lo tenía claro: era hombre muerto.

-No puede hacer nada por mi, doctor- le dijo a Beatty-. Me han disparado en la espalda.

Uniforme de Nelson. En el
detalle se aprecia el agujero
bajo la charretera, justo debajo
de la misma
Y así era. Beatty no podía hacer absolutamente nada con un hombre herido en un pulmón y con la médula medio seccionada por una bola de plomo gordísima. Nelson rogó al médico que llevara sus recuerdos a su amante, lady Hamilton, y a la hija natural que había tenido con ella, Horacia, y no paraba de hacer llamar a Hardy, el cual estaba obviamente batiéndose el cobre en cubierta. Hacia las 14:3o, Hardy pudo finalmente bajar a informar a Nelson del desarrollo del combate, pudiendo darle al moribundo una alegría al menos.

- Milord- le anunció - hemos podido capturar entre 12 y 14 naves enemigas, pero cinco buques han maniobrado con intención de echarse encima del Victory.

Pero Nelson ya no estaba ni para escuchar buenas noticias. Pidió a Hardy que comunicara su voluntad de que sus posesiones fueran a parar a su querida Emma, le rogó que cuidara de ella y, finalmente, le pidió que le besara a modo de despedida, lo que Hardy hizo inmediatamente. Nada más depositar el beso en la mejilla del vicealmirante, Nelson ya comenzó a desvariar.

-¿Quién es ese?- preguntó señalando precisamente a su amigo y subordinado. Cuando le dijeron de quien se trataba, recuperó la conciencia momentáneamente para decir: Qué Dios te bendiga.

Debilitándose por momentos, murmuraba dando órdenes al sobrecargo del navío, Walter Burke, y farfullando palabras inconexas como "ánimo, ánimo", "fregar" y "beber, beber". Por último, en un postrera recuperación previa a la muerte, musitó:

-Ahora estoy satisfecho. Gracias a Dios, he cumplido con mi deber.

Nelson  agonizando
Tras eso, cerró los ojos y murió aproximadamente a las 16:30, unas tres horas y media después de haber recibido el disparo que lo pasó al otro mundo para convertirse en una leyenda, como está mandado, y más si uno es inglés. Así acabó este personaje, que no supo que la jornada había terminado en victoria. Está de más decir que los ingleses lo lloraron a moco tendido, le hicieron unos funerales dignos de un faraón y será recordado por sus paisanos por lo siglos de los siglos ya que los hijos de la brumosa Albión no solo saben vender como nadie sus victorias, sino que incluso son capaces de hacer que todo el mundo olvide sus derrotas. Un ejemplo lo tenemos en la que sufrió el mismo Nelson en 1797, cuando intentó apoderarse de Santa Cruz de Tenerife y de la cual no solo salió escaldado, sino incluso con un brazo menos. O como nuestro glorioso medio hombre sobrado de cojones Blas de Lezo destrozó bonitamente al arrogante Vernon en Cartegena de Indias contra fuerzas muy superiores y lo mandó de vuelta a su asquerosa isla más corrido que una liebre. Pero mientras todo el mundo sabe quien fue Nelson, pocos saben que Lezo les infligió una de las más tremendas derrotas sufridas por los ingleses (Dios los maldiga por siempre) e impidió que se apoderaran del imperio español en el Nuevo Mundo. Los españoles somos así de glipollas, no cabe duda. Enaltecemos a cuatro cantamañanas sin oficio ni beneficio y condenamos al olvido más canallesco a los hombres que nos dieron un imperio como jamás viose. Ojalá algún día seamos capaces de quitarnos de encima tanto complejo, carajo.

ALGUNAS CURIOSIDADES CURIOSAS

1. La famosa señal de "Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber" era inicialmente otra. La señal ordenada por nuestro hombre fue "Nelson confía en que cada hombre cumpla con su deber". Pero el oficial de señales le indicó que era preferible cambiar la palabra "confía" por "espera", ya que para esta última figuraba en el libro de señales, mientras que "confía" habría que deletrearla. En cuanto al cambio de Nelson por Inglaterra, fue idea de otro oficial quizás por el mismo motivo. El vicealmirante aceptó ambos cambios porque le corría prisa que la señal fuera retirada lo antes posible a fin de poder impartir más órdenes.

Máscara funeraria obtenida del rostro
del vicealmirante
2. Hoy día se acepta una teoría en la que se asegura que Nelson quería morir en Trafalgar, de ahí que se negara a aparecer en el alcázar sin sus medallas y exponiéndose de forma irresponsable siendo como era el comandante de una flota. Al parecer, el ojo que aún le quedaba estaba perdiendo visión de forma progresiva, por lo que temía quedarse ciego. La visión del ojo derecho la había perdido el 10 de julio de 1794, durante el sitio de Calvi (Italia), cuando estando en tierra dirigía a las tropas que habían desembarcado para iniciar el asedio. A las 7 de la mañana de ese día, mientras supervisaba las posiciones inglesas, una bala de cañón francesa se estrelló contra el parapeto de tierra, lanzando sobre el entonces capitán Nelson una lluvia de piedras y tierra que le dejaron el ojo inútil. Por otro lado, cuando lo de Trafalgar llevaba al parecer mucho tiempo sufriendo grandes dolores en el muñón del brazo derecho.



Invitaciones para el funeral de Nelson en la
catedral de San Pablo de Londres
3. Debido a que Nelson no quería que su cuerpo acabara en el mar en caso de morir estando embarcado, como siempre ha sido habitual en la marina, su cadáver fue introducido en un tonel de brandy para poder ser conservado durante su traslado a Londres a fin de ser enterrado con los máximos honores. Pero a pesar del tétrico contenido del tonel hubo que poner una guardia permanente de dos infantes de marina para impedir que la tripulación se bebiera el contenido del mismo. Hay que tener estómago o ser miembro de honor de la Liga de Alcohólicos Irredentos, carajo. Aunque, ahora que caigo, tampoco creo que haya mucha diferencia entre trasegar licor donde flota un lagarto o licor con un vicealmirante dentro. El cuerpo no arribó en Portsmouth hasta el 4 de diciembre siguiente, siendo trasladado hasta Londres en el Nore. Una vez en la desembocadura del Támesis, el 22 de ese mismo mes, el cadáver fue transbordado a un pequeño velero y trasladado al Painted Hall, en Greenwich, donde se instaló la capilla ardiente durante los días 4 y 7 de enero.

Obsérvense los minúsculos ojales que hay en cada
punta para permitir coser la estrella al uniforme
4. En el mes de septiembre de 2010 se anunció la subasta en la galería Shoteby's de Londres de la Cruz de la Orden del Baño ganada por Nelson cuando, tras la batalla del cabo de San Vicente, fue a su bola, desobedeció las órdenes y se fue en busca de dos navíos españoles - el San Nicolás y el San José, de 84 y 112 cañones respectivamente - los cuales logró apresar. Tras su muerte en Trafalgar, la medalla pasó a manos de su hermano William, el cual la cedió al almirante Keats y en cuya familia se ha conservado ese tiempo. La casa de subastas confiaba en alcanzar el medio millón de libras esterlinas por la misma si bien no he podido localizar por ninguna parte el resultado final de las pujas. En todo caso, no deja de ser lastimoso que los despojos de los héroes acaben en manos extrañas por el cochino dinero en vez de en un museo. 

5. La muerte del tirador gabacho que abatió a Nelson fue atribuida a un guardiamarina llamado Pollard.

6. Puede que más de uno se pregunte como es que Nelson nunca aparece en un retrato con el ojo cubierto por un parche ya que era tuerto. Bien, la cuestión es que, en realidad, él solo había perdido la visión del mismo, pero el globo ocular seguía en su sitio aunque irremisiblemente dañado. De ahí que ni en los retratos o en sus apariciones en público hiciera uso del dichoso parche que, al parecer, solo lo utilizaba cuando estaba a bordo de su nave simplemente para protegerlo y que no se lo averiaran aún más. Su vanidad no habría podido soportar presentarse ante sus estirados paisanos con el tradicional parche de toda la vida.

7. Y hablando de vanidad, este sujeto no gozaba al parecer de las simpatías del personal mientras habitó en el planeta. Según comentarios de muchos, incluyendo al duque de Wellington, era extremadamente arrogante, pomposo, pagado de sí mismo, soberbio, artificioso, estirado y, en definitiva, un tipo inaguantable. Y que los mismos ingleses hablen así de un paisano ya dice bastante, por cierto. En todo caso, su carácter altivo y estupidillo se olvidó cuando la palmó logrando además una sonada victoria, como suele ser habitual. ¿Ninguno ha caído en que en los entierros nadie habla mal del muerto aunque hubiera sido un auténtico y verdadero hideputa?

7. Cuando fue herido en Tenerife le salvó la vida su hijastro, el teniente Josiah Nisbet el cual detuvo la hemorragia mediante un torniquete con un pañuelo. La bala le había destrozado literalmente el brazo. 

8. A pesar de su intensa vida marinera, Nelson sufrió durante toda su carrera de mareo cuando navegaba. Aparte de eso, su lista de dolencias y heridas era un tanto extensa:
  • En 1775 contrajo la malaria durante una travesía por el Índico, la cual padeció durante el resto de su vida en forma de ataques recurrentes.
  • En 1780 contrajo disentería, fiebre amarilla y una intoxicación por el consumo de una fruta venenosa.
  • En 1781 sufrió una extraña inflamación en su mano y su pierna izquierdos, hasta el extremo de que los dedos de la mano se le pusieron blancos y entumecidos.
  • En 1782 contrajo el escorbuto durante una travesía por el Atlántico.
  • En 1787 contrajo unas fiebres durante un viaje a las Indias Occidentales que casi lo finiquita. La tripulación ya tenía previsto un tonel de ron para conservar su cuerpo.
  • En 1794, como ya se ha comentado, perdió un ojo en Italia.
  • En 1797 quedó manco en Tenerife, pero además contrajo una septicemia al cabo de un mes que no acabó con su vida de verdadero milagro, ya que una infección semejante no tenía cura en aquella época.
  • En 1708, en Ab0ukir, recibió un fuerte golpe encima del ojo derecho por el impacto de un rebote o algo similar que le causó una herida que lo dejó fuera de combate y con fuertes dolores de cabeza de por vida. Además, desde aquel momento tuvo en ocasiones un comportamiento errático.
  • En 1801, durante la batalla de Copenhague, sufrió un golpe de calor que lo tuvo echando el bofe una temporada.
  • Y aparte de todo eso, tuvo constantes depresiones, mareos, dolores de muelas, fiebres, la inflamación de la mano que le quedaba, malestar general y, en definitiva, una vida nada gratificante. No es absurdo pensar que, como se comentaba más arriba, estuviera ya deseando la muerte. Se fue al otro barrio con 47 años cumplidos y tras haber servido durante 34 en la armada.
Bueno, ya está.

Hale, he dicho

Carroza fúnebre que se usó durante las exequias de Nelson. Como se puede ver, tras la misma llevaba
una bandera inglesa blanca a media asta.

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