viernes, 15 de mayo de 2015

Obispos guerreros: Philippe de Dreux

A la izquierda tenemos el blasón del obispado de Beauvais, y a la derecha el sello de Philippe de Dreux





Blasón de la Casa de Dreux
Como ya se comentó en la introducción de la primera entrada dedicada a esta serie de obispos belicosos, era habitual que la mayoría de los segundones tanto de la realeza como la nobleza fueran a parar al clero disfrutando, lógicamente, de cargos y prebendas acordes a su rango. Así mismo, se mencionó también que muchos de ellos, más dotados para la milicia que para la oración, no tuvieron el más mínimo inconveniente en participar en todos los conflictos armados en los que tuvieron la oportunidad de tomar parte, pasando de hecho más tiempo en campamentos militares que en las sedes de sus diócesis ejerciendo su ministerio. Y fue precisamente Philippe de Dreux uno de los más preclaros ejemplos de lo dicho ya que, a lo largo de su existencia, se lo debió pasar estupendamente escabechando malvados infieles en Tierra Santa, así como perversos herejes e incluso piadosos fieles en la Europa, que para eso pertenecía a una de las casas más linajudas de Francia. En el ITINERARIVM PEREGRINORVM ET GESTA REGIS RICARDI, una crónica sobre las andanzas del Corazón de León en la Tercera Cruzada, ya lo describían como "...un hombre más devoto de los campamentos que del claustro, de la gloria de la batalla y que se esforzaba en ser un Turpín si podía encontrar a un Carlos". En este caso, conviene aclarar que se hacía referencia a Turpín, arzobispo de Reims y par de Francia, y a Carlomagno. Esto corrobora que, en efecto, el obispo de Beauvais tenía muy poco de cura y mucho de noble belicoso.


Coronación de Felipe II Augusto el 1 de noviembre
de 1179 en Reims a la edad de 14 años
Aparte de sus facetas personales y a modo de completar su pedigrí, su padre Roberto, I conde de Dreux, era el quinto hijo de Luis VI, apodado "El Gordo" ya podemos imaginar por qué. Philippe, nacido en 1158, era a su vez el cuarto de los once hijos habidos con la tercera mujer del conde Roberto, Agnes de Baudemont. El buen conde tuvo en total una progenie de nada menos que trece retoños, lo cual indica que no perdió el tiempo en lo tocante a la perpetuación tanto de la especie como de su linaje. En definitiva, Philippe pertenecía a la familia real de los Capetos y, de hecho, era primo carnal del rey Felipe Augusto al cual sirvió durante toda su vida. Así pues y para proporcionarle un cargo adecuado a su abolengo, nuestro hombre fue elegido como obispo de Beauvais el 17 de mayo 1176, con apenas dieciséis años, y consagrado en Reims cuatro años más tarde. La diócesis de Beauvais era una de las más importantes del reino, hasta el extremo de que sus obispos tenían además el rango de Pares de Francia por lo que, en este caso, el obispado conllevaba además el título de conde. O sea, que Philippe de Dreux era évêque-comté (obispo-conde) de Beauvais. 


Vista de una parte de la ciudadela de Acre
No pasó mucho tiempo hasta que nuestro hombre tuvo ocasión de ejercer sus dotes militares. En septiembre de 1189, en el contexto de la Tercera Cruzada, desembarcó ante Acre junto a su hermano mayor, Roberto, II conde de Dreux, y los condes de Bar y de Brienne, así como un contingente flamenco al mando de Jaime de Avesnes para unirse a la "fuerza multinacional", como se diría actualmente, formada para recuperar el importante puerto marítimo de manos de Salāh ad-Dīn. No procede ahora dar pelos y señales de la complicada trama que llevó a las disputas entre Guy de Lusignan y Conrado de Monferrato por el trono de la Ciudad Santa, así como lo que permitió a este último ostentar la corona gracias a su matrimonio con la, en teoría, heredera al trono, una medio hermana de Sibila de Jerusalén llamada Isabel y cuyo matrimonio con Monferrato ofició precisamente nuestro protagonista de hoy, así que nos limitaremos a decir que el nuevo monarca, que aunque había jurado el cargo aún no había sido coronado, fue aliñado el 28 de abril de 1292 por dos hashshashin enviados por el jeque Sinan, el siniestro Viejo de la Montaña, precisamente cuando volvía de haber estado visitando al obispo de Beauvais. Aunque nunca se supo con certeza si Sinan actuó por su cuenta o pagado por una mano oculta, la cosa es que los francos en general y el obispo en particular acusaron al monarca inglés de estar tras el crimen, cosa que ambos no se perdonaron mutuamente jamás. 


Efigie funeraria de Ricardo de Inglaterra
A tanto llegó el encono entre ambos que, cuando Ricardo fue apresado en 1192 por el duque Leopoldo de Austria a su regreso de Palestina precisamente por el espinoso tema del asesinato de Conrado de Monferrato (que encima era primo del duque), el mismo Philippe de Dreux fue enviado por el rey francés para convencer a Leopoldo para que no permitiera que Ricardo quedara libre. Y no ya por las sospechas no probadas del crimen, sino porque al monarca franco le interesaba más tener al timorato Juan Sin Tierra en Inglaterra que al desmedido y belicoso Ricardo. De hecho, el obispo ofreció en nombre de su rey la abrumadora cifra de 80.000 marcos esterlinos de oro si emparedaba al inglés para siempre jamás en su mazmorra. Sin embargo, la madre de Ricardo, Leonor de Aquitania, logró reunir los cien mil marcos que reclamaba el austriaco así que, tras dos años de cautiverio en el castillo de Ochsenfurt, fue liberado en febrero de 1194. Está de más decir que Ricardo hubiera dado cualquier cosa por poder echar el guante al obispo, al que tachaba de ladrón e incendiario entre otros epítetos nada apropiados para su dignidad clerical.

Castillo de Chinon
Tuvo ocasión el inglés de devolverle la pelota a nuestro hombre, el cual cayó prisionero de las fuerzas del imperio angevino (eran los dominios de la monarquía inglesa de los Plantagenet en Francia), durante una de las muchas escaramuzas que los francos mantenían con los ingleses para intentar echarlos del continente. En este caso en concreto fue durante una incursión en Normandía, concretamente para apoderarse de la ciudad de Milly, cuando el 19 de mayo de 1197 el obispo, que no se quedaba quieto en su diócesis así lo matasen, cayó en manos de un mercenario occitano al servicio de Inglaterra llamado Mercadier, el cual lo envió al castillo de Rouen y, tras intentar fugarse, al de Chinon. Ricardo no estaba por la labor de liberarlo, dándole una soberana higa su condición de noble, de par de Francia, de obispo o de primo del rey, y hasta amenazó con capar al cardenal de Capua, enviado como legado pontificio para, además de convencerlo para iniciar para cruzada, persuadirlo para que liberase al obispo cautivo. Solo tras la muerte del inglés en 1199 durante el cerco al castillo de Chalus pudo recobrar la libertad.


Un emisario muestra al papa
Celestino III la armadura del obispo
por orden del rey Ricardo como
prueba de que estaba en su poder.
El rey Felipe Augusto quiso compensarle el mal trago con la concesión de la archidiócesis de Reims tras la muerte en 1202 del titular de la misma, su tío Guillermo. Conviene aclarar que, en aquellos tiempos, muchas de las diócesis de los reinos estaban bajo el control de la corona, y eran los reyes los que nombraban a sus obispos. No obstante, en este caso se le atragantó el nombramiento ya que, a pesar de contar con la conformidad del cabildo, se le enfrentó el archidiácono Thibaut du Perche al cual no ablandaron ni los 3.000 marcos esterlinos con que los Châtillon habían intentado sobornarlo para favorecer a su candidato Milon de Nanteuil. Pero, a pesar de todo, Philippe siguió en la brecha sin perderse una sola movida, y tiempo le faltó para unirse a la cruzada albigense junto al fiero Simon de Montfort. Así, en 1210, nuestro protagonista se unió al ejército cruzado junto a su hermano Roberto, el vizconde de Ponthieu y Renaud, obispo de Chartres.



Miniatura del siglo XV que representa la batalla de Bouvines. A la
derecha, con una mitra sobre el yelmo, está nuestro hombre.
Tras tantos años de batallar y de verse metido en líos de todo tipo menos los relacionados con la gestión de su diócesis, el conde-obispo Philippe tomó parte en la batalla de Bouvines, celebrada el 27 de julio de 1214 y de la que podrán encontrar vuecedes abundante información en la red por si quieren ahondar en el conocimiento de la misma. Aquí nos limitaremos a comentar que los francos derrotaron bonitamente a una coalición formada por el emperador del Sacro Imperio, varios miembros de la alta nobleza centro-europea, el conde de Flandes y Juan Sin Tierra que, tras la muerte de su controvertido hermano, se convirtió por fin en monarca de Inglaterra. Ojo, el rey Juan no estuvo presente, siendo representado en aquella jornada por su medio hermano el conde de Salisbury. En todo caso, la derrota sufrida por el monarca inglés fue de tal envergadura que sus barones aprovecharon la coyuntura para obligarle a firmar la Carta Magna, pero eso es ya es otra historia. 

Efigie funeraria de William, III conde de Salisbury
Al frente de sus milicias, nuestro hombre combatió junto a su hermano Roberto en el ala izquierda de la hueste regia armado con su maza que, como ya comentamos en la entrada anterior, no se sabe si lo hacían por su condición de clérigo o como símbolo de su rango. Como muestra de que se mantenía en forma en aquella época a pesar de tener 56 años, que era ya una edad avanzada y más para un hombre que había pasado casi toda su vida dedicado a la milicia, aún tuvo bríos para derrotar y apresar a William, hermano bastardo del rey Juan y III conde de Salisbury, apodado Longespée (Espadalarga) y dotado al parecer de una fuerza descomunal. No se amilanó por eso nuestro hombre el cual, sin dudarlo un instante, se abalanzó sobre su enemigo blandiendo su maza y, tras enzarzarse en combate singular, le endilgó tal mazazo en la cabeza al conde que le partió el yelmo, cayendo sin sentido al suelo. 

Poca vida operativa le quedaba ya por delante a nuestro hombre. Tras la jornada de Bouvines debió optar por dedicar la escasa vida que restara a ponerse a bien con Dios y a contarle a su confesor su extensa lista de pecados, falleciendo de causas naturales el 2 de noviembre de 1217 a los 59 años de edad. Fue sepultado en la sede de su diócesis, la catedral de Beauvais. Ciertamente, no creo que se aburriese en su vida.

En fin, así fue la vida de este personaje que, como señalaba al inicio de la entrada, se convirtió en el arquetipo de segundón fiero y belicoso que se paseaba por el mundo con la mitra calada sobre su yelmo. Como colofón, ahí dejó algunas curiosidades curiosas para apabullar de forma inmisericorde a cuñados y compadres listillos.

Curiosidades

Ruinas del castillo de Termes
1. Durante el cerco al castillo de Termes, tanto el conde-obispo de Beauvais como su hermano y los demás nobles que acudieron en ayuda de Montfort optaron por largarse antes de dar término al asedio ya que el señor de Termes, que se había quedado sin agua en su fortaleza, estaba tratando las condiciones de capitulación con el mentado Montfort. A pesar de los ruegos de este para que esperasen un poco a fin de rematar la faena, se fueron enhorabuena sin más explicación por lo que, a raíz de esta deserción, el Papa dictó un norma mediante la cual solo se obtendrían las indulgencias concedidas a los cruzados siempre y cuando cumplieran un mínimo de cuarenta días al servicio de Cristo.

Varios nobles se rinden al rey Felipe Augusto tras su
victoria en Bouvines, como queda patente al ofrecer sus
espadas agarradas por la punta de las mismas.
2. Según el relato que hizo Guillermo el Bretón de la batalla de Bouvines, Philippe de Dreux no quiso darse a conocer tras derrotar tanto al conde de Salisbury como a varios de sus seguidores a los cuales también apioló con su maza. Según el cronista, lo hizo movido por cierto sentido de la modestia debido a su condición de clérigo que le impedía arrogarse éxitos en combate. La verdad, creo que eso se lo inventó el bretón para enaltecer la figura del obispo, y que la realidad fue que, al parecer, el rey Juan lo liberó con la promesa de no volver a derramar más sangre cristiana. De ahí que solo interviniera en la batalla cuando vio que la gente de Salisbury estaban arrollando a su mesnada y que, tras derrotar al conde, renunciase a reconocer su victoria y ordenara que nadie hiciera mención de lo ocurrido para no ser tachado de perjuro.


3. Tras su muerte, la sede de Beauvais fue ocupada precisamente por Milon de Nanteuil, el mismo que compitió con él por la archidiócesis de Reims y que, además, también fue un obispo guerrero en toda regla. Ya se hablará de él más detenidamente en su momento.


4. Su obra póstuma fue la abadía cisterciense de Pentemont, emplazada originariamente en las afueras de Beauvais. El mismo año de su muerte, el conde-obispo Philippe designó el lugar donde debía iniciarse la edificación, señalando además una porción de tierras para huerta y viñedo. Las obras fueron acabadas por su sucesor en el año siguiente.


5. Curiosamente, el castillo de Chinon que sirvió como cárcel al obispo de Beauvais también lo fue para los mandamases del Temple, incluyendo a Jaques de Molay, tras la quema realizada con la orden en 1307 por Felipe IV.



6. Como tantos señores medievales, el obispo de Beauvais tenía potestad para acuñar moneda. A la derecha podemos ver un dinero de plata con un peso de 0,78 gramos. En el anverso se puede ver, en la parte central, una llave (símbolo de la diócesis) y un báculo (atributo del obispo). Alrededor aparece la leyenda PHILIPVS EPS (EPISCOPVS), o sea, Felipe obispo. En el reverso, una cruz paté en el centro y alrededor la leyenda UBRS BELVACI. En este caso hay un error del acuñador ya que debía haber puesto URBS (ciudad). BELVACI era la forma latina del topónimo Beauvais.

7. Su efigie funeraria (imagen inferior), elaborada con cobre esmaltado, se encontraba a la izquierda del coro del altar mayor de la antigua catedral de Beauvais. No he podido encontrar una sola referencia a la misma salvo el grabado que se muestra, por lo que es posible que quedara destruida en un incendio que devastó la catedral en 1225 y que dio paso al edificio gótico consagrado a San Pedro que se conserva actualmente y que fue concluido en 1272.

En fin, ya está.

Hale, he dicho



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