jueves, 13 de junio de 2019

FLAKTÜRME BERLIN. FRIEDRICHSHAIN


Maqueta de uno de los proyectos presentados inicialmente por Tamms, en este caso de una Flakturm construida enteramente
de piedra en vez de hormigón, que es como más feillo y tal. Como ya comentamos anteriormente, la idea era que estas
fortificaciones se integrasen armoniosamente en el entorno monumental de la ciudad como una muestra del poder militar
de la futura capital del mundo: Germania 

Bueno, criaturillas, retomamos las poderosas Flaktürme para proseguir con las situadas en Berlín. Conviene aclarar que las tres parejas eran de características muy similares, lo que se dio en llamar Bauart 1 o, como denominaríamos actualmente, de primera generación. Por ello, lo tocante a su distribución interior, dimensiones y tal eran básicamente las mismas salvo los detallitos que se irán enumerando, no sea que algún cuñado tenga información sobre el tema y le demos el gustazo de humillarnos vilmente. No se puede bajar la guardia con esos malvados, ya saben... Así pues, para ir comparando o recordando cualquier dato de interés no estará de más que abran el enlace sobre la Flakturm Zoo por si quieren consultar algo y, de paso, vuelvo a poner la ortofoto donde aparecen las tres parejas de torres para que podamos situarnos. Hela aquí:



Bien, como ya sabemos, tras mogollón de cónclaves, reuniones y ataques de ansiedad, finalmente se decidió la construcción de tres parejas de torres, la primera de la cuales fue la del Tiergarten que se estudió en la entrada anterior de esta pequeña monografía, así que hoy daremos cuenta de las de Friedrichshain, situadas al este de Berlín para ir completando el triángulo que debía proteger la zona central de la población y donde se encontraban los centros del poder político, policial y militar de la misma. Y dicho esto, comencemos sin más demora.

GEFESCHTSTURM II FRIEDRICHSHAIN


La G-Turm de Friedrichshain durante su construcción. A la izquierda se ve
la grúa especial que hubo que usar para elevar las cúpulas blindadas de los
ascensores de munición. El barracón que aparece en primer término era
para los obreros
El 20 de enero de 1941, cuando el hormigón de las Flaktürme del Tiergarten estaba aún fraguando a base de toberas de vapor, se empezó a estudiar la ubicación de la siguiente pareja en el Friedrichshain, un barrio obrero que, para colmo de males, fue de los más castigados por los bombardeos y encima hasta tuvieron la desgracia que quedar en el lado oriental cuando se construyó el Muro en 1961. Lo que sí se tenía claro era que las torres estarían en el Volkpark Friedrichshain, un parque proyectado en 1840 para conmemorar el centenario del ascenso al trono de Federico II de Prusia cuyas obras se desarrollaron entre 1846 y 1848. En principio, la torre de mando estaría ubicada en el centro del parque con la G-Turm situada a 350 metros al oeste, junto a la confluencia de la Am Friedrichshain y la Friedenstraße y justo detrás de la Märchenbrunner, la Fuente del Cuento de Hadas, un monumental estanque inaugurado en 1913 y decorado con estatuas de los personajes de los cuentos de los hermanos Grimm. Sin embargo, la construcción de un proyecto anterior de un edificio de grandes dimensiones en ese lugar obligó a desplazar la G-Turm, lo que a su vez también hizo que la ubicación de la L-Turm se viera modificada de forma que, finalmente, la torre de combate quedó situada en el centro del parque y la de mando a unos 480 metros al nordeste de su hermana mayor.


En la foto podemos ver el parque de Friedrichshain. Los círculos blanco y azul muestran las ubicaciones proyectadas en principio para la G-Turm y la L-Turm respectivamente. Las cruces señalan la posición final de ambas. A la derecha del circulo blanco se ve un pequeño óvalo marrón que corresponde a la Märchenbrunner actual.

Las dimensiones de la G-Turm eran las mismas que la del Tiergarten con solo una diferencia, y es que en la que nos ocupa los nidos de golondrina de la plataforma artillera inferior eran un poco más grandes y que el puesto de mando de la plataforma superior era cuadrangular en vez de circular. Por lo demás, el resto era igual y estaba artillada con piezas similares, inicialmente de 10'5 cm. y posteriormente con los montajes dobles de 12'8 cm. además de las piezas ligeras de 3'7 y 2 cm. emplazadas en la plataforma inferior. Además, como ya se ha comentado, en esta torre fue la única junto a la del Tiergarten en la que se colocaron las descomunales cúpulas blindadas para proteger los ascensores de munición, una grande en cada batería y dos pequeñas para la evacuación de las vainas servidas.

En octubre de 1941 la G-Turm ya estaba operativa, aunque no terminada del todo. En la foto de la izquierda, tomada durante el verano del año siguiente, la vemos erguirse entre la espesa fronda del parque con los cuatro Flak 38/39 de 10'5 cm., pero en los nidos de golondrina de la izquierda se ven aún los encofrados de madera. Además, los postigos blindados de las ventanas aún estaban sin colocar, y solo se aprecian los huecos con las mortajas previstas para su instalación. Estos postigos, que en realidad tenían el tamaño de una puerta de cualquier casa normal, tenían una altura de 2'10 metros, una anchura de 1'07 metros y un grosor de 6 cm. Como recordaremos de la entrada anterior, por dentro disponían de una ventana acristalada normal y corriente.

En cuanto a las instalaciones interiores de luz, agua, etc., eran las mismas que en la G-Turm del Tiergarten. Disponía de su propio generador de electricidad, su hospital, sus dos plantas destinadas a refugio de la población, depósito para obras de arte procedentes de los museos y alojamientos para el personal militar. En la foto de la derecha podemos ver el aspecto del enorme generador que permitía disponer de suministro eléctrico aunque toda la ciudad se quedase a oscuras. Y esto no solo era importante para el funcionamiento de los instrumentos de seguimiento y tiro, quirófanos y tal, sino para los miles de personas apiñadas como sardinas en lata dentro de la torre. Imaginen a diez o veinte mil personas dominadas por el pánico y, encima, sumidos en la oscuridad más absoluta, con los nenes berreando, sus mamás dando alaridos y los papás echando sapos y culebras. Inquietante, ¿no?

La G-Turm del Friedrichshain no tuvo tanta suerte como la del Tiergarten, que apenas sufrió daños durante la contienda. Al estar situada, como hemos dicho, en una zona especialmente castigada por los bombardeos, sufrió varios impactos que dejaron tras de sí las bajas de rigor. La foto nos muestra el incidente de más gravedad, acaecido durante la noche del 3 de febrero de 1945. Una bomba acertó de lleno en el pañol de uso inmediato de la batería "Cäsar"(marcado con la flecha), partiéndolo en pedazos y haciendo explotar nada menos que 400 proyectiles de 12'8 cm. almacenados en su interior y matando a nueve servidores de la pieza. No obstante, y a pesar de los daños producidos, la solidez de la construcción quedó patente ya que un impacto directo más la friolera de 400 proyectiles explotando de golpe solo pudieron romper el pañol de hormigón y poco más.

La G-Turm de Friedrichshain totalmente operativa con los cañones dobles
de 12'8 cm. y la plataforma inferior atestada de artillería ligera
En las primeras horas del 2 de mayo de 1945, el el teniente coronel Karl Hoffmann, comandante de Turmflakabteilung 123, intentó romper el férreo cerco enemigo con todo el personal de la Luftwaffe disponible. Conviene aclarar que Hoffman no tenía su puesto de mando en la G-Turm, sino en la torre de mando, por lo que quizá su intención era sumarse a la defensa de otras torres o incluso de la misma torre de combate. Sea como fuere, debió tener claro que seguir resistiendo tenía menos sentido que pretender que un político sea un sujeto honorable, así que se largó y se acabó lo que se daba.

Plano de la plataforma artillera de la G-Trum, igual al de la
Tiergarten salvo en la forma del puesto de mando. Las
baterías se designaban por nombres de la A a la D:
Anton, Bertha, Cäsar y Dora
Como ocurrió con la G-Turm del Tiergarten y, de hecho, ocurriría con las demás Flaktürme de Berlín, su destino quedó sellado en 6 de diciembre de 1945, cuando mediante el  Decreto Aliado nº 22 se ordenaba destruir todos los edificios y fortificaciones incluidas en el plan de desmilitarización de Alemania. Se dividió la capital en zonas para que cada ejército aliado se encargase de demoler las instalaciones señaladas, quedando Friedrichshain bajo la tutela de los belicosos hijos del padrecito Iósif. Los rusos no estaban por la labor de perder el tiempo, así que nada más publicarse el decreto se pusieron manos a la obra empezando a volar los edificios que les correspondían. No obstante, las autoridades civiles de Berlín lograron convencerlos para que demorasen la destrucción de las Flaktürme que, como ya vimos en la entrada anterior, pretendían destinar como refugio a las ingentes cantidades de personas cuyas casas habían desaparecido y se veían con el invierno encima y sin tener un techo donde cobijarse.

Aspecto de la G-Turm tras el segundo intento. Fue como si la hubieran
cortado con un cuchillo, pero de ahí no pasaron
Pero en cuanto pasó el invierno, los soviéticos mandaron a hacer puñetas a los sin techo, heridos convalecientes y demás personal de la torre y se dispusieron a volarla por los aires. El 29 de abril tuvo lugar un primer intento que, como no podía ser menos, resultó fallido porque estos monstruos, como ya hemos visto, tenían una solidez monolítica. El 2 de mayo siguiente se llevó a cabo un segundo intento que, esta vez sí, logró al menos partir en dos el edificio. O sea, que lo dañaron, pero en modo alguno pudieron demolerlo. Se desconoce la cantidad de explosivos que usaron, así como la distribución de los mismos porque los hijos del padrecito Iósif eran aún más obsesivos con los secretos militares que los tedescos. 

La G-Turm ante la que se puede ver circulando el tren de vía estrecha para
acarreo de materiales
Al igual que hicieron los british (Dios maldiga a Nelson) en primera instancia con la G-Turm del Tiergarten, los rusos decidieron que seguir gastando explosivos y tiempo en reducir a gravilla aquella mole no tenía mucho sentido, así que optaron por enterrarla, lo que ciertamente no era un trabajo rápido. Entre 1946 y 1950 se reclutaron "Notstandsarbeiten", trabajadores de emergencia, para acometer la ardua tarea. Estos eran obreros procedentes de las listas de parados que, caso de no encontrar ocupación en su oficio, debían trabajar de forma obligatoria en las obras públicas. Para transportar los materiales con que sepultar la enorme mole de hormigón, en el verano de 1946 se tendió una línea de ferrocarril de vía estrecha en la que una pequeña locomotora remolcaba un tren formado por vagonetas mineras de esas que vuelcan el contenido hacia un lado. Al parecer, el puñetero tren tenía más peligro que un cuñado ávido de marisco porque descarrilaba cada dos por tres, y la locomotora acababa deslizándose cuesta abajo porque el firme, que había que compactar a medida que el montículo iba ganando altura, no tenía la consistencia adecuada.

Mujeres sepultando la G-Turm en el invierno de 1946/47. Lo verdaderamente
penoso y agotador de este trabajo es que no se trataba de mover paletadas de
tierra, sino de escombros y adoquines, más pesados y difíciles de manejar
Pero aparte del tren con las vagonetas, los obreros no dispusieron de más herramientas para su trabajo que picos y palas. O sea, que tuvieron que mover cientos de miles de metros cúbicos de tierra y escombros para sepultar la G-Turm. De hecho, se emplearon también bastantes cantidades de mujeres que, a la vista del hambre y la necesidad reinante, no debían ser precisamente fortachonas tedescas, sino más bien tedescas canijas que tuvieron que batirse el cobre con frío, calor, lluvia o nieve hasta conseguir sepultar la mole, lo que por fin se consiguió en la primavera de 1950 con la creación de lo que desde entonces se denomina como Großer Bunkerberg, la Montaña del Búnker Grande. Este montículo, de 78 metros de altura, está actualmente cubierto por una densa arboleda y coronado por un mirador. Para llegar a la cima hay unos senderos en los que aún se pueden ver algunas partes de la antigua G-Turm que no quedaron completamente cubiertas. 

La Großer Bunkerberg en 1950. Poco menos que levantar una pirámide mediana a pico y pala. Su altura es la misma
que el cuerpo de campanas de la Giralda de Sevilla, así que los que hayan subido ya pueden hacerse una idea de las
vistas que se contemplan desde esas alturas.

LEITTURM II FRIEDRICHSHAIN

La L-Turm de Friedrichshain era idéntica a la del Tiergarten que ya conocemos pero con la salvedad de que, en este caso, carecía de la plataforma de observación en la azotea de la torre. Por lo demás, sus características y morfología eran las mismas: una grúa en la plataforma inferior, otra en la superior con carril de desplazamiento y la base del radar Würzburg-Riese que, al igual que la del Tiergarten, era ocultado en un pozo de 12 metros en el interior de la torre. La artillería ligera se componía de varios Flakvierling de 2 cm. distribuidos tanto en los nidos de golondrina como en el resto de la plataforma. A mediados de julio de 1944, las piezas de 2 cm. fueron sustituidas por Flak 43 de 3'7 cm. que al cabo de un año fueron nuevamente sustituidos, en esta ocasión por las MG-151/20 de tres cañones.

En esta torre instaló su puesto de mando el teniente coronel Hoffmann, que como ya hemos comentado antes era el comandante de la Turmflakabteilung 123, y en el interior de la primera planta se habilitaron 700 m² para poner a buen recaudo 1.636 pinturas procedentes del Museo Káiser Guillermo además de gran cantidad de obras de arte procedentes de museos etnográficos, esculturas, arte egipcio, griego y romano, etc. En la foto de la izquierda vemos el comienzo del extenso inventario de más de 200 páginas en el que los aliados detallaron minuciosamente todo lo que contenían las torres, en este caso especificando la procedencia de las obras depositadas en las Flaktürme de Friedrichshain. Sin embargo, los rusos ya habían trincado mogollón de objetos y pinturas que, o bien desaparecieron para siempre, o bien desaparecieron hasta que, como por arte de magia, aparecieron de nuevo en museos de Moscú. De hecho, cuando Hoffmann tomó las de Villadiego con el personal militar todo el contenido quedó a merced de los soviéticos, que serían un poco analfabetos en su mayoría pero no tan tontos como para no darse cuenta de que lo que los tedescos guardaban con tanto celo debía ser valioso. El día 6 de mayo, uno de los directores de los museos cuyos fondos se guardaban en la L-Turm fue a recuperar lo que pudiera y vio que la primera planta había ardido entera, y posteriormente, el día 18, también el 2º y el 3er. piso. Cabe suponer que los soviéticos arramblaron con todo y luego metieron fuego al mobiliario o lo que fuera para simular el expolio ya que años después aparecieron más de 400 obras en Moscú, como hemos comentado.

Guarnición completa de la L-Turm: 161 hombres
En cuanto al personal, al igual que ocurrió con la torre de mando de la Tiergarten, a medida que avanzaba el conflicto había que echar mano a lo que había ya que los 100 hombres de la Luftwaffe destinados a cada L-Turm no eran suficientes. Para aumentar la dotación de la artillería de las torres se recurrió a los Luftwaffenhelfer, Auxiliares de la Luftwaffe, una unidad nutrida por mozalbetes de entre 15 y 18 años que, a pesar de su poca edad, estaban muy motivados políticamente y bastante fanatizados. Para no perder los estudios- alucino con el sentido del deber de esta gente- acudían a las L-Türme profesores que por su edad o estado físico no eran aptos para ir al frente, impartiendo clases durante las horas en que estos voluntariosos mocitos estaban libres de servicio. Así mismo se sumaron a la guarnición Blitzmädchen, auxiliares femeninas dedicadas a operadoras de radar y telecomunicaciones. Incluso se aceptaron voluntarios rusos y ucranianos; los primeros porque eran renegados que odiaban a muerte a los comunistas desde el padrecito Iósif para abajo, y los segundos porque odiaban, además de a los comunistas, a los rusos en general y al padrecito Iósif en particular. 

Una vista de la G-Turm del Friedrichshain, al fondo de la imagen, tomada
desde un nido de golondrina de la L-Turm, ambas aún sin terminar. Los sacos
terreros actúan como rudimentario parapeto para proteger a los servidores
del Flakvierling 38. En los arcones junto al parapeto de hormigón está
la munición para uso inmediato
El final llegó poco después de que Hoffmann rompiese el cerco de tropas enemigas, rindiendo ambas torres el médico de mayor graduación ya que los pocos oficiales que quedaban eran todos del cuerpo sanitario. Su destino corrió paralelo al de la G-Turm: el 20 de abril de 1946 se hizo un primer intento de voladura que no logró acabar con la torre. Un segundo intento a principios de mayo acabó con ella sin que, al igual que con la G-Turm, trascendiesen las cantidades de explosivos que necesitaron para volarla. No obstante, debieron meter dinamita como para volarla siete veces porque, según dijeron los que presenciaron la explosión, los muros reventaron hacia fuera como si los hubiesen golpeado con un martillo pilón gigante. Del mismo modo, una vez destruida se procedió a sepultarla formando la Kleine Bunkerberg, la Montaña del Búnker Pequeño, que alcanzó los 68 metros de altura, o sea, diez menos que el de la G-Turm. En 1950, cuando se terminaron los trabajos, se habían removido la friolera de 2,1 millones de m³ de tierra y escombros, o sea, suficiente para llenar unas 825 piscinas olímpicas.

En fin, con esto terminamos por ahora. Con la próxima daremos término a las Flaktürme berlinesas, que ya va siendo hora, qué carajo.

Hale, he dicho

Vista aérea del Volkpark Friedrichshain tras la voladura de las dos torres. Abajo se atisban los restos de la L-Turm, y en
la parte central de la foto la G-Turm partida en dos y volcada hacia atrás, bueno, o hacia adelante, según se mire. Cuatro
años más tarde ya estaban sepultadas, y al día de hoy son meros montículos cubiertos de una espesa arboleda donde acuden
los berlineses a correr con los pinganillos del móvil enchufados en las orejas, a hacer el gamba en los monopatines o a mostrar su chispeante ingenio artístico haciendo pintadas chorras en los escasos restos que aún asoman a la superficie

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