Un impacto de un Panzerfaust en un lateral del casco y a esa distancia te freía sí o sí |
Prosigamos...
Como decíamos en el artículo anterior, junto al Panzerfaust 30 klein se desarrolló de forma paralela un modelo más potente apellidado en un alarde de ingenio como groβ, o sea, grande, lo cual era una obviedad teutónica ya que su ojiva era más gorda que la de su hermano menor. Curiosamente, nadie le añadía el adjetivo, siendo denominado por el personal como Panzerfaust 30 a secas, mientras que el pequeño sí conservó el klein aparte de los cariñosos motes con que fue bautizado por los abnegadas tropas del ciudadano Adolf. Bien, como ya se avanzó, la ojiva de este chisme estaba basada en la HH.3, la mina magnética de carga hueca que lo fundía todo pero que requería acercarse a menos de medio metro del vehículo enemigo y que, junto a otras armas similares, fueron las que hicieron que a Heinrich Langweiler, el ingenioso ingeniero que ingenió estos artefactos producidos por la HASAG, se las ingeniase para poder alcanzar los carros enemigos a una distancia razonable.
El Panzerfaust 30 groβ solo tenía en común con su hermano el sistema de disparo que ya vimos detalladamente en el artículo anterior, pero el resto era totalmente distinto. Ante todo, para impulsar una cabeza de guerra más pesada- 3,4 kilos de los que 1,58 eran de la ojiva y, de ella, 800 gramos eran de pentolita- hubo que aumentar la carga de proyección hasta los 96,3 gramos de pólvora negra para obtener un alcance y una velocidad similares a los del klein, 30 metros y 30 m/seg. Sin embargo, donde se notaba la diferencia más notable era en la capacidad de penetración, que llegaba hasta los 200 mm. para un objetivo con un ángulo de inclinación de entre 0 y 30º (esta inclinación era el baremo por el que se regían los tedescos para calcular la penetración en todos sus lanzagranadas). En cuanto al tubo, se alargó hasta los 809 mm. y los 44 mm. de diámetro. En marzo de 1943 fueron probados ambos en el campo de Kummersdorf obteniendo el visto bueno del Heereswaffenamt y puestos en producción de inmediato porque la guerra estaba tomando un cariz un poco chungo para las otrora arrolladora Wehrmacht.
Pero aparte de todos los cambios llevados a cabo, quizás el más significativo era el que podría pasar más desapercibido. Como recordaremos, el klein daba bastantes problemas a la hora de roscar la cabeza a la cola del proyectil cuando se cargaba con el iniciador y la espoleta. Este problema también se remedió en el groβ de una forma más que eficiente: como vemos en las fotos, la ojiva se fijaba a la cola del proyectil mediante un fleje (flecha roja) que se encajaba en un tetón (flecha negra). De ese modo, bastaba tirar del fleje, sacar la ojiva, introducir el iniciador y la espoleta tal como se ve en la foto de la derecha, y volver a colocarla en su sitio. Este sistema permaneció invariable en las demás variantes que estuvieron en servicio y, de hecho, las fotos son en realidad de un Panzerfaust 60 aunque valen para este caso porque el sistema es, como decimos, idéntico.
Otra modificación respecto al klein fue el alza que, como vemos en la foto, se fijaba con el pasador de seguridad a una orejetas colocadas en el mismo proyectil y no en el tubo de forma que este quedaba bloqueado de forma que siempre se colocara en la misma posición. Estas orejetas entraban en una muesca practicada en el tubo, tal como vemos en la foto de la izquierda. Por otro lado, se amplió el rango de distancias que, como recordaremos, en el klein se limitaba a solo 30 metros. En el alza que vemos en la foto tenemos que, además de la muesca graduada a 30 metros, se le añadieron dos alcances más- en este caso en sendos orificios- de 20 y 40 metros si bien el segundo correspondía a una distancia más acorde para meterle un pepinazo a una casa antes que a un carro de combate, y menos estando en movimiento. No olvidemos que estas cargas huecas no solo se fundían una coraza como quien mete un cuchillo al rojo en mantequilla, sino que eran sumamente eficaces para incinerar enemigos que los hostigasen desde casas o posiciones rudimentarias. Un grupo de hombres parapetados en una casa a los que costaría tiempo y bajas propias desalojar se los podía aniquilar disparando contra la pared sin más historias, abrasando a todo aquel que estuviera a unos metros del orificio de salida en el interior de la habitación.
Veterano tedesco practicando con un Panferfaust 30 groβ en las postrimerías de la guerra |
Su bajo precio y las enormes cantidades que se suministraron ya no obligaban, como antaño en el ejército tedesco o como a los yankees con sus bazookas, a desplegar un determinado número de unidades por compañía o batallón sino que, llegado el caso, cada hombre podía ser portador de uno o más de estos artefactos, lo que suponían decenas o cientos de Panzerfäuste en un frente relativamente pequeño acechando en busca de carros para calcinarlos en un periquete. De hecho, la ojiva chata del groβ resultó más eficiente a la hora de asegurar la detonación respecto a la del klein, siendo efectiva contra cualquier carro aliado salvo, a veces, el escudo del cañón o en frontal del casco, y no ya por la angulación del mismo, sino por la posición del tirador. Hay que tener en cuenta que si un objetivo ya de por sí fabricado en ángulo se añade que el tirador está a nivel del suelo, dicho ángulo es mayor que cuando lo hace, por ejemplo, de pie, o menor aún si lo hace desde una posición elevada como el primer piso de una casa o un montículo. Sea como fuere, lo cierto es que prácticamente no había carro de combate que resistiese los efectos del Panzerfaust 30 groβ, cuya penetración teórica era, como se ha dicho, de 200 mm. A todo esto, quizás la principal ventaja que ofrecían esta gama de armas era su simplicidad, que permitió que chavales de apenas 13 o 14 años, abuelos con más de 65 e incluso amas de casa aprendieran a manejarlo en menos de una hora y mandasen al paraíso comunista a mogollón de hijos del padrecito Iósif mientras ellos partían al del ciudadano Adolf acribillados a tiros, porque para escabullirse de una infantería armada hasta los dientes, cabreada a tope y con cuatro años de guerra a cuestas hacía falta algo más que echarle cojones a la cosa.
Pero el principal defecto de los dos Panzerfäuste 30 era su escaso alcance, que incluso comprometía seriamente a los tiradores si los carros llevaban infantería de acompañamiento. La solución era bastante simple: aumentar la carga de proyección hasta los 134 gramos, lo que obligó a fabricar tubos un poco más gruesos para resistir la presión. En este punto hay cierta controversia porque, mientras que algunas fuentes afirman que el diámetro exterior siguió siendo de 44 mm., otras dicen que subió hasta los 50. En lo que a mí respecta, colijo que si hubo que engrosar el tubo manteniendo el diámetro exterior habría que haber modificado el calibre del proyectil por razones obvias. O sea, que el engrosamiento debió hacerse "hacia fuera", lo que supondría esos 6 mm. extra. En cualquier caso, el aumento de la carga de proyección permitió elevar la velocidad hasta los 49 m/seg. La nueva versión entró en producción a inicios de 1944 con la denominación de Panzerfaust 60. Y es que no hemos comentado una chorradita a este respecto: el número de cada modelo obedecía a su distancia de tiro óptima. De ahí los Panzerfaust 30, para 30 metros, el 60 para 60 metros y los que vendría a continuación y que veremos más adelante.
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El Panzerfaust 60 no solo vio su carga de proyección aumentada y, por ende, su alcance, sino también un nuevo mecanismo de disparo mucho más básico e incluso más seguro. Veamos su como funciona...
Fig. A: Ahí tenemos el mecanismo completo, formado por solo tres piezas de acero estampado: la base, la palanca de disparo y el alza, y dos resortes planos, uno para el seguro y otro que actúa como percutor. El alza está fijada por su correspondiente pasador de seguridad (flecha negra), y mientras que no se levante es imposible armar el mecanismo porque en posición tumbada bloquea el avance del seguro (círculo negro), que está inmovilizado por el saliente de la palanca de disparo (flecha roja). Debajo del seguro vemos una pegatina con dos palabras: Sicher (seguro) en color negro, y Entsicher (desbloqueado) en rojo.
Figura B: Ahí vemos la carcasa que va soldada al tubo y sobre la que se montan los mecanismos.
Figura C: Ídem, pero con el resorte del seguro ya colocado en la parte delantera (flecha negra). Se trata de una pieza corrediza en cuyo extremo inferior tiene un pasador para facilitar su manejo. Cuando se baja, el resalte que tiene en el otro extremo en forma de T puede subir gracias al modelado que tiene la palanca de disparo. Si no se desliza hacia abajo el resorte la palanca queda inmóvil. La flecha roja señala el resorte que hace de percutor. Está fijado a la base con un tornillo, y en el extremo posterior tiene una pequeña púa para detonar el pistón.
Figura D: Vemos como el alza ya ha sido elevada, permitiendo que el resorte del seguro sea deslizado hacia adelante (flecha negra) y desbloqueando la palanca. El resorte de percusión queda retenido por un pasador en la parte trasera (flecha roja).
Figura E: Finalmente, apretamos la palanca. Al girar, el pasador que sujeta el resorte hace que este salte de su posición, cayendo y golpeando la tuerca hexagonal que contiene el pistón e iniciando la carga de proyección. Por cierto que la palanca también llevaba una pegatina en la parte delantera con la leyenda "Feuer" (fuego).
En realidad, estos chismes estaban llenos de avisos e instrucciones por todas partes de forma que hasta un cuñado sería capaz de dispararlo sin tener que dar un curso de 80 horas lectivas. Como vemos en la foto de la izquierda, en la ojiva traía una pegatina todo un manual de instrucciones, lo que se complementaba con los avisos de fogonazo que, en un alarde de meticulosidad germánica, en el lado derecho estaban escritos boca abajo para que el usuario pudiera leerlos si giraba un poco el arma. En fin, que solo los memos de solemnidad y los políticos no eran aptos para su manejo. En todo caso, este sistema de disparo permaneció ya invariable para los modelos siguientes. Por lo demás, el peso del arma ascendió hasta los 6 kilos por el aumento de grosor del tubo lanzador porque la ojiva, tanto en este modelo como en otros posteriores, siguió inalterable, con una carga de 800 gramos de pentolita. Por cierto, abramos un paréntesis para dar algunos detalles sobre este explosivo:
La pentolita, llamada Pentol en alemán, es una mezcla de un 53,4% de tetranitrato de pentaeritrita y un 46,6% de trinitrotolueno que tenía un característico color ocre. Era vertida en el interior de las ojivas y moldeada para permitir hacer el hueco donde irían el iniciador y la espoleta. Era mucho más potente que el trinitrotolueno que, como muchos ya sabrán, es el explosivo que se toma como referencia con un valor de efectividad relativo de 1. Bien, pues la pentolita alcanzaba un valor de 1,60, que era lo que convertía las cargas huecas tedescas en unos chismes muy eficientes. A la derecha podemos ver unos cilindros de pentolita usada actualmente para cargas de demolición. Los orificios son para los detonadores eléctricos. Sí, esos que salen en las pelis y en los que el protagonista las pasa moradas porque nunca se acuerda si hay que cortar el cable rojo o el verde. Cierro paréntesis
En la ilustración inferior podemos ver lo que ocurre dentro del Panzerfaust cuando se produce el disparo. La llamarada del pistón penetra en interior del tubo, donde se encuentra la carga de proyección en un envase de cartón. Esta se inflama y los gases que genera producen una elevación de presión que empuja al proyectil hacia adelante mientra que otra parte de dichos gases sale por la parte posterior del tubo. También podemos ver el proyectil antes de iniciar su recorrido con las aletas estabilizadoras metálicas enrolladas alrededor del manguito de madera en la parte posterior de la ojiva. Previamente al disparo, no lo olvidemos, el tirador ha quitado el capuchón de cartón impermeabilizado que se colocaba en el extremo del tubo para impedir la entrada de suciedad.
Otra innovación fue el sistema de puntería. Aparte de adaptar la numeración del alza a los alcances teóricos del nuevo modelo, se añadió un pequeño punto de mira en el borde de la ojiva que, obviamente, facilitaba la alineación con el objetivo. Como podemos apreciar en la ilustración de la izquierda, se suprimieron las antiguas ventanas y los orificios por la típica configuración de un alza tangencial con su muesca en V donde había que colocar el punto de mira. Lo del 80 era un pegote similar al "40" del groβ, o sea, que era un poco muy bastante sumamente difícil acertar a un blanco a esa distancia aún estando detenido. En teoría, las probabilidades de acertar a un objetivo inmóvil a más de 60 metros estaban entre un 50 y un 70%, pero los proyectiles de los Panzerfäuste eran extremadamente sensibles a la dirección del viento, y si encima era lateral la desviación podía ser escandalosa aún a corta distancia. Por lo demás, el costo del modelo 60 oscilaba entre los 25-30 marcos, y el tiempo de fabricación de cada unidad completa era de unas ocho horas.
Vistas delantera y trasera del Panzerfaust 100, el último de la saga. Obsérvense la cantidad de avisos que aparecen en el tubo para no achicharrar a otro que no sea el enemigo |
Pero a pesar del salto cualitativo que supuso en Panzerfaust 60, el alcance eficaz seguía siendo considerado como escasito, así que el equipo de ingenieros de la HASAG liderado por Langweiler seguía devanándose los sesos para ver la forma de ir más lejos. En pura lógica, la solución sería aumentar aún más la carga de proyección, pero la presión que generaría haría necesario aumentar notablemente el grosor del tubo y eso, en una industria machacada a diario por los bombardeos aliados no era un reto, sino una verdadera proeza. De hecho, aunque en teoría los tubos de los modelos existentes eran desechables no por ello no podrían recargarse en las fábricas, por lo que se ofrecía a las tropas una gratificación de tres cigarrillos a todo aquel que devolviera el dichoso tubo de los modelo 60 y 100.
Sin embargo, este incentivo no caló entre el personal, que optó de forma mayoritaria por seguir tirándolo una vez usado. Por cierto que la firma que produjo todos los tubos fue la Volkswagen Werke, en Fallersleben, una pequeña población entre Berlín y Hannover donde aún sigue operativa la fábrica, pero produciendo piezas de automóvil. Así pues, había que seguir empleando los mismos del modelo 60 por lo que la solución fue, en efecto, aumentar la carga hasta los 190 gramos de pólvora negra, pero dividida en dos partes de 95 gramos dejando un espacio vacío de 15 cm. entre ambas. De ese modo, una vez que empezaba a arder la carga principal debajo del disparador, en dos milisegundos se inflamaba por simpatía la colocada detrás, logrando de ese modo el empuje necesario sin tener que modificar el tubo a causa de un pico de presión. En la ilustración inferior podemos ver la secuencia de disparo del que sería el último modelo de Panzerfaust convencional, el 100.
La fase de estudio del Panzerfaust 100 empezó en el verano de 1944, estando listo para entrar en producción en septiembre y siendo distribuido entre noviembre y las navidades de ese año. La verdad, no deja de ser increíble la capacidad de la industria alemana que, a pesar del castigo que sufrían a manos de los Avro Lancaster de los british y los B-17 yankees podían seguir fabricando todo lo necesario para enviarlo al frente. Siempre he estado convencido de que sin guerra mundial los tedescos serían hoy la primera potencia mundial, no los cantamañanas de los yankees.
Aparte de la carga doble, pocas modificaciones más se hicieron en este modelo. El proyectil era el mismo que el usado por el groβ y el 60, pero el aumento de la velocidad hasta los 62 m/seg. hizo que los estabilizadores rectangulares que usaban los anteriores mermaran de forma notable la precisión del mismo por lo que, tras las pruebas de rigor, se sustituyeron por otras de forma triangular como las que vemos en el gráfico de la izquierda. Y, en un alarde de pijerío tecnológico, pintaron el alza con pintura fosforescente para facilitar el uso nocturno del arma. Y de qué calidad sería la pintura que la de la foto, con 75 años a cuestas, aún conserva sus propiedades como el primer día. También se sustituyó la espoleta FPZ 8002 del modelo 60 por otra menos sensible a los golpes, la FPZ 8003, lo que permitía enviar los Panzerfäuste y armados desde fábrica. Sin embargo, al cabo de dos meses tuvieron que volver a retomar el sistema tradicional de espoleta e iniciador aparte porque los paletos que habían aprendido a manejar estos chismes con el modelo 100 creían que todos venían ya armados, de modo que si le daban un 60 (a simple vista lo único que los diferenciaba era la escala de distancias del alza), o un 30, pues los disparaban sin espoleta y sin iniciador.
Panzerfaust 150 |
Pero, a pesar de estar ya literalmente dando las boqueadas como un salmonete fuera del agua, los tedescos seguían erre que erre. En octubre de 1944 aún tenían ímpetu para desarrollar un nuevo modelo, pero este bajo un concepto totalmente distinto a los anteriores ya que los tubos no sería desechables debido a la escalofriante escasez de materiales- hasta hubo períodos de demora en la fabricación de algo tan básico como la pólvora negra para las cargas de proyección a causa de los bombardeos-, sino que en este caso eran recargables. No obstante, daban por sentado que estaría operativo en enero o febrero de 1945. Hablamos del Panzerfaust 150 y, además de la capacidad de ser recargado, era un concepto totalmente novedoso ya que el proyectil también era diferente.
Los ingenieros de la HASAG pudieron comprobar que si se aumentaba la distancia entre el punto de impacto y el de detonación de la ojiva, el chorro de plasma era más denso y eficaz. Esto se traduce simplemente en que el perfil del proyectil debía ser más puntiagudo en vez de con la forma de cono truncado habitual. No hay datos ciertos sobre su capacidad de penetración real, y mientras que unos dicen que llegaba a la escalofriante cifra de 340 mm., otros dicen que era similar a la de los modelos 60 y 100, pero usando mucha menos pentolita. Y no solo se pensó en su uso convencional como arma de infantería, sino incluso para adaptarlo a los cazas para ataque al suelo dotándolo de una banda prefragmentada como la Splitterring de la granada de mango Stg 24 (foto de la izquierda) que se activaría con un temporizador pirotécnico para estallar tras un vuelo de 300 metros. Con todo, esto también lo convertiría en una excelente arma anti-personal para la infantería, a la que las cargas huecas hacían poco daño. Por lo tanto, se planeó distribuir una Splitterring por cada tres proyectiles.
Cabo 1º de la Luftwaffe probando un prototipo del Panzerfaust 150 |
Por lo demás, la carga de proyección sería la misma que en los modelos anteriores, que tendría que ser reintroducida al igual que el proyectil por ser un arma recargable. Las pruebas que se efectuaron dieron como válido un alcance efectivo de 200 metros, y en la primavera de 1945, con el ciudadano Adolf totalmente enloquecido dirigiendo un ejército prácticamente aniquilado desde el búnker de la cancillería, aún tuvieron moral para encargar nada menos que cien mil unidades a la firma Robert Thümmler Metallwaffenfabrik, de Döbeln, que imagino destinarían a los abuelos, abuelas y críos capaces de sujetarlo. No hay datos fiables de si se llegaron a fabricar siquiera, o de si algunos llegaron a ser enviados al frente. Otros dicen que ciertamente ya había empezado la producción, pero que al ser ocupada la fábrica por las tropas del padrecito Iósif las existencias pendientes de enviar fueron destruidas, o quizás se las quedaron para idear el RPG-7, vete a saber... Y ojo, en la mesa de diseño quedó pendiente un Panzerfaust 250, y si los aliados tardan seis meses más en acabar la fiesta hubiese llegado a entrar en acción.
En fin, criaturas, con esto creo que ya pueden provocarle convulsiones al cuñado más empecinado. Como colofón, y para darle la puntilla si aún se resiste, un par de chorraditas más. Por un lado, tenemos las posiciones de tiro. Por lo general, y sobre todo en los primeros modelos con menos alcance, lo habitual era colocar el tubo bajo la axila para obligarse a levantar el proyectil y obtener la trayectoria parabólica que le daría mayor alcance. Otra opción era colocarlo sobre el codo flexionado, en el hueco del mismo. Para distancias menores se podía disparar apoyando el tubo en el hombro. En todo caso, también obligaba a adoptar una determinada postura el lugar donde se encontraba el tirador. Por ejemplo, el de la foto inferior, en la que el soldado está en un pozo, es evidente que solo puede disparar desde el hombro. En resumen, no había normas fijas al respecto y cada cual adoptaba la postura que mejor le convenía de las tres. Por cierto que, aunque está de más decirlo, los Panzerfäuste podían ser disparados por diestros y zurdos indistintamente.
En cuanto a la producción, la mayoría fueron fabricados por la HASAG de Leipzig mientras que la Robert Thümmler Metallwaffenfabrik manufacturó pequeñas cantidades. Los tubos fueron todos fabricados por la Volkswagen-Werke, como ya se ha dicho. En cuanto a las cifras, solo se conocen con certeza los del Panzerfaust 30 klein: 123.900 en 1943, 1.418.300 en 1944 y 12.000 en el primer trimestre de 1945 que dan en total de 1.554.200. Pero del resto solo se dispone de cifras en conjunto sin especificar modelos: de los Panzerfäuste 30 groβ, 60 y 100 se fabricaron 227.800 en 1943, 4.120.500 en 1944 y 2.251.800 en el primer trimestre de 1945. De la producción del 150 solo hay conjeturas y, como se ha dicho, se supone que no llegó a entrar en servicio. Por lo tanto, la cifra alcanzaría los 8.254.300, si bien otras fuentes afirman que se superaron los 9 millones. Sea como fuere, es difícil establecer cifra exactas porque mucha documentación desapareció antes de que cayese en manos de loa aliados, de modo que bástenos con decir que se hicieron una burrada de chismes de esos. Por lo demás, entre un 5 y un 10% (en esto tampoco hay unanimidad, como está mandado), fueron reenviados a fábrica por estar defectuosos, y entre otro 5 y un 6% tuvieron fallos de ignición o de detonación.
Bueno, con esto concluimos esta pequeña monografía dedicada a los Panzerfäuste. Pero la historia aún no ha terminado, porque hay mucho que hablar del bazooka a la alemana, el Panzerschreck, el Terror de los Blindados. Desde luego, los tedescos son únicos para buscar nombres sugerentes a las armas, ¿que no?
En fin, ahí queda eso.
Hale, he dicho
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