domingo, 5 de abril de 2020

PANZERSCHRECK


Servidores de un Panzerschreck en plena acción. Obsérvense en sus mangas los distintivos de haber destruido tres carros
enemigos, las Panzervernichtungsabseichen de plata. Cuando se alcanzaban cinco victorias se cambiaban por una de
oro. Solo 421 de estas fueron concedidas.

Tras consultar con el augur, la sibila e incluso al vecino y meditar profunda y largamente durante dos o tres minutos he llegado a la conclusión de que la pequeña monografía sobre los Panzerfäuste quedaría coja si no incluimos el Panzerschreck, la versión tedesca del bazooka M-1 que tan perplejos dejó a sus cuadriculadas seseras teutónicas. Con todo, como creo que ya se comentó en su momento, el Panzerschreck sí era un auténtico lanzagranadas tanto en cuanto su proyectil contenía la carga necesaria para funcionar, y no como el Panzerfaust, que era impulsado por una carga de proyección dentro del lanzador. Pero, contrariamente a este último, su origen no estaba en un pequeño tubo de poco más de un palmo de largo, sino en un simpático cañoncito que, a pesar de nacer ya obsoleto, aún tuvo ocasión de dar guerra. Bueno, no nos adelantemos, que las prisas son malas y tampoco tenemos nada mejor que hacer en estos atribulados tiempos que nos toca vivir.

Pak 36 en acción. Precisaba de una dotación de cinco hombres: jefe de
pieza, tirador, cargador y dos acarreadores de munición. Su alcance
efectivo era de 700 metros, y su máxima penetración a 100 metros era
de apenas 64 mm.
Como ya vimos en los artículos anteriores, tras la invasión de la URSS los tedescos pudieron corroborar que la artillería anticarro convencional había quedado obsoleta. El único cañón capaz de hacer frente de forma exitosa a los carros de combate soviéticos era el Pak 8,8, un armatoste que no era precisamente fácil de emplazar o de poner en movimiento con rapidez si las cosas se ponían chungas. Así surgió la idea del Fauspatrone que dio paso al Panzerfaust y, del mismo modo, el Panzerschreck que, como está mandado, tuvo su antecesor hasta dar forma al lanzagranadas que conocemos. Ya vimos que los inicios del Faustpatrone no fueron precisamente alentadores, y hasta llegar al Panzerfaust hubo que recorrer un largo camino que, en plena guerra, se antojaba interminable. 

El ciudadano Adolf dando mogollón de pésames a los familiares de los
empleados de la WASAG que palmaron en una explosión acaecida en la
fábrica en junio de 1935
Debido a la escaso alcance del Faustpatrone, a principios de 1942 el Heereswaffenamt contactó con la Westfälisch-Anhaltische Sprengstoff Aktiengesellschaft de Reinsdorf, que para no acabar con agujetas en la lengua denominaremos por sus siglas, WASAG, para que desarrollase un cohete de carga hueca de 8,8 cm. para una nueva arma: el Raketenpanzerbüchse, palabro extenso que podemos traducir de forma comprensible en nuestro idioma como cañón de cohetes para blindados (textualmente sería más o menos "fusil cohete para blindados"), y que fue apodado como Püppchen, muñequita. La idea era, a pesar de su morfología similar a la de una pieza de artillería convencional, convertir el Püppchen en una solución anticarro eficaz por dos motivos: uno, era muy manejable. De hecho, pesaba mucho menos que el Pak 36, el anticarro más ligero del ejército tedesco; y dos, la capacidad perforante de su proyectil superaba con creces a los cañones de 50 y 75 mm., que era aún más grandes y pesados que el Pak 36 con el que ya solo se podían destruir carros como el T-26 o los BT rusos, el M-3 o el M-5 yankees o vehículos acorazados ligeros y transportes de tropas.  Sin embargo, la Raketenpanzerbüchse-Granate 4312 de 8,8 cm. que disparaba el Püppchen podía aniquilar cualquier carro aliado incluyendo los más pesados como el KV-1 ruso o el Churchill de los british (Dios maldiga a Nelson). 

Vista lateral del Püppchen. Delante del mástil podemos ver el proyectil
que disparaba
El Püppchen, diseñado por Erich von Holt, estaba listo para comenzar la producción en septiembre de 1942 para sustituir a los fusiles anticarro que aún estaban operativos aunque ya no servían de nada en la práctica. El envío inicial fue de 2.863 unidades a lo largo de 1943 y otras 288 a principios de 1944 más un total de 420.000 cohetes de los que solo se fabricaron 303.000 unidades. A pesar de su rechoncho aspecto era un arma relativamente ligera, ya que pesaba solo 149 kg., poco más del doble de una MG-08 de la Gran Guerra con su afuste y el bidón de agua, y menos de la mitad que los 327 kilos del Pak 36. Como vemos en la foto, su aspecto era el de un cañón mondo y lirondo salvo por la bocacha cónica que se ve en el extremo del tubo. Al final de su único mástil se puede ver un travesaño para que los dos hombres de su dotación pudieran manejarlo con facilidad o incluso realizar pequeños desplazamientos. Las ruedas podían ser removidas y apoyar el arma sobre unos patines que llevaba ya colocados en el eje para ofrecer un perfil mas bajo al enemigo o incluso colocarle unos pequeños esquíes para ser remolcado cuando nevaba. Su peculiar diseño llegaba al extremo de que, si se daba el caso de que por las condiciones del terreno no podía ser remolcado por un vehículo, se podía desmontar en siete piezas con un peso tal que podían ser transportadas por hombres o acémilas, aparte de la munición, lógicamente.

En cuanto a su manejo, era sumamente básico. Aunque la carga se efectuaba mediante un sistema de cierre convencional de retrocarga, carecía de mecanismos para posicionar el cañón. Para ello solo disponía de dos asas como si de una ametralladora se tratase, por lo que el tirador movía el cañón en busca de su presa sin tener que estar girando manubrios. La puntería era directa, y se efectuaba mediante un simple punto de mira situado en una ventana en el lado izquierdo del escudo. Así pues, el cargador introducía un cohete, cerraba la recámara y el tirador hacía el resto. Al recargar no salía eyectada ninguna vaina ya que, al ser un cohete, todo el proyectil abandonaba el ánima. La cadencia de tiro era más que aceptable, diez disparos por minuto, con un alcance efectivo de unos 230 metros para objetivos en movimiento y de 500 para objetivos estáticos. Su penetración era de 160 mm. Por lo demás, el Püppchen carecía de sistema de amortiguación para el retroceso, que era absorbido por el conjunto del arma, y el sistema de disparo no era la típica ignición eléctrica de los cohetes, sino mediante un percutor mecánico normal.

Pero mientras que los tedescos andaban afinando las prestaciones del Püppchen y el Panzerfaust en marzo de 1943, fueron enviados al campo de Kummersdorf unos cuantos bazookas M-1 de 2,36" capturados a los yankees en Túnez en el mes de noviembre anterior. Cuando vieron que aquel tubo era más potente, fiable y preciso que el Panzerfaust y, por supuesto, muchísimo más práctico y manejable el Püppchen cambiaron rápidamente de parecer y decidieron que lo más adecuado era un chisme similar y relegar a un segundo plano el cañón. La HASAG, la misma empresa que diseño y fabricó los Panzerfäuste, recibió el encargo de fabricar algo que se asimilase al bazooka con la condición de adaptar el proyectil de Püppchen, el RPzBGr 4312, para que en vez de funcionar con un percutor mecánico lo hiciese mediante encendido eléctrico. Siendo las ojivas idénticas solo había que cambiar la cola para darle más capacidad a la del futuro lanzacohetes ya que, al perderse parte de los gases de la combustión por la parte trasera del tubo, necesitaba más presión. De hecho, el RPzBGr 4312 tenía una cola de 490 mm. mientras que el adaptado a la nueva arma, denominado RPzBGr 4322, alcanzaba los 650 mm. En la foto de la derecha tenemos ambos ejemplares para que podamos apreciar la diferencia de tamaño, así como la similitud de sus respectivas ojivas, capaces de perforar hasta 160 mm. de blindaje.


Dos meses antes siquiera de efectuar las pruebas de los M-1 yankees, el HWA ya había encargado a la HASAG que se pusiera las pilas y fuera inventando algo decente. La criatura recibió inicialmente el nombre de Raketenpanzerbüchse 54 de 8,8 cm. si bien a nivel administrativo de la empresa se le llamó Gerät 6030 Erntekranz o más familiarmente, Ofenrohr, tubo de estufa. No obstante, fue el ciudadano Adolf el que, como al Panzerfaust, le dio el nombre con que todo el mundo lo conoce: Panzerschreck, el Terror de los Blindados. Qué imaginativo era este hombre, carajo... Bien, en la foto de la izquierda podemos ver la primera versión, que empezó a ser distribuida en octubre de 1943. Estaba formada por un tubo de 91 mm. de calibre, 165 cm. de largo y un peso de 9,5 kg. Como vemos en la foto, estaba provisto de miras regulables, una correa de transporte y, debido a que el cohete aún no estaba perfeccionado, el tirador debía cubrirse las manos con guantes, la jeta con la máscara antigás a la que quitaban el filtro y una capucha o el casco para no quedarse moreno de por vida. En los detalles superiores vemos a la izquierda la corona de protección trasera junto con la caja de contactos y el retén para bloquear el proyectil. A la derecha vemos la boca de fuego con el soporte con que se les equipó en febrero de 1944 para evitar apoyar el arma en el suelo y que entrase porquería. Lo más reseñable son las tres acanaladuras longitudinales obtenidas por estampación que vemos marcadas con flechas. Cada una tenía 1 mm. de altura y 15 mm. de ancho. De este modo se reducía el calibre del tubo a los 88 mm. reales y, de paso, permitía alojar proyectiles con la suficiente tolerancia para que no entrasen a martillazos. Además, permitía ampliar el tiempo entre limpieza y limpieza del tubo porque la mugre no estorbaba a las acanaladuras y reducían el desgaste de forma que la vida útil de cada tubo era de 1.000 disparos. 


El tema del rebufo traía de cabeza al personal porque el combustible del cohete ardía hasta dos y tres metros después de salir por la boca de fuego, problema que también tuvieron los yankees si bien no hasta el extremo de achicharrar al tirador. Los tedescos no tuvieron más remedio que, mientras no se solucionase este asunto, recurrir como hemos dicho a protecciones de circunstancias que nunca llegaron a ser oficialmente reglamentarias.Como vemos en la foto, procedente de un manual de la época, se daban ideas para que cada cual se buscase la vida con lo que tuviera a mano: máscaras antigás inservibles pero que daban el avío para proteger la cara, las gorras de campaña que estaban provistas de orejeras que podían abotonarse al cuello, guantes de soldador, capuchas de tejido grueso, el casco o, en resumen, cualquier cosa que impidiera que el chorro de gas incandescente los alcanzase de lleno, que debía ser extremadamente desagradable. No fue hasta principios de 1944 cuando por fin se empezó a distribuir un escudo que podía desmontarse fácilmente si bien algunas unidades ya habían optado por fabricar algunos en plan artesanal. En todo caso, a aquellas alturas había alrededor de 80.000 unidades en activo que habían tenido que buscarse la vida para resguardarse del puñetero rebufo.


En la foto de la izquierda podemos ver un ejemplo de los muchos escudos de circunstancias que se fabricaron a nivel de unidad, en este caso de paracaidistas. Por su aspecto, da la impresión de que lo sacaron de la tapa de un bidón o algo por el estilo. Otros tenían forma cuadrangular, o bien de trapecio con una o dos piezas unidas por burdas bisagras y, en todos los casos, la correspondiente abertura en el lado izquierdo para poder apuntar el arma. A medida que se fueron distribuyendo los nuevos escudos bastaba eliminar los artesanales y colocarlos, para lo cual bastaba con cerrar la abrazadera provista de un clip de cierre, lo que permitía montarlos o desmontarlos en un periquete.


Pinchar para ver con más detalle
El escudo en cuestión se empezó a distribuir en febrero de 1944. No obstante, cuando se recibieron los Schutzschild (los escudos, vaya) vieron que había olvidado un detalle importante. Si observamos la foto de la derecha nos damos cuenta de que la mano derecha del tirador sigue aún expuesta al rebufo, por lo que debían seguir usando un guante al menos en esa mano. Con todo, estaba bastante bien concebido. Era una chapa estampada de 36 x 47 cm en cuya parte delantera traía tres presillas para fijar camuflaje, y como visor una pantalla de mica fácilmente sustituible si se rompía o acababa hecha una birria de tanta llamarada. En el detalle vemos la parte trasera, y en la caja inferior se llevaba una de repuesto. Aparte de eso podemos ver la abrazadera que fijaba el escudo al tubo y el Handschutz, el pequeño escudo giratorio que idearon para acabar de una vez con los problemas del rebufo que, no obstante, no fue un accesorio incluido de forma generalizada, por lo que muchos tiradores tuvieron que seguir usando el guante para no quemarse la mano. Para quitar el escudo bastaba girar el Handschutz hacia arriba y soltar la abrazadera. Para fijarlo, pues justamente la operación opuesta. Por cierto que en las cajas de munición solían incluir un cristal de repuesto, por lo que colijo que su vida operativa debía ser más bien breve. La adición de este accesorio supuso un aumento del peso del arma hasta los 10,8 kg. 


Otro accesorio interesante era el sistema de puntería, que pasó en poco tiempo de un punto y un alza básicos similar al de los Panzerfäuste al que vemos en el gráfico de la izquierda. Como vemos, el punto viene graduado a tres distancias, 100, 150 y 200 metros. Debajo tenemos el alza, con una muesca rectangular para disparos frontales. Pero a los lados vemos sendas parejas de muescas triangulares para avanzar el tiro según la dirección y la velocidad aproximada del carro enemigo. Para entendernos: si viene por la izquierda con un ángulo de unos 45º y a una velocidad de unos 15 Km/h, apuntaremos por la primera muesca de la izquierda. Si va a 30 Km/h, por la segunda, la que está en el extremo derecho del alza. De ese modo, el tirador no tenía que calentarse la cabeza adelantando la puntería de forma intuitiva, lo que lógicamente aseguraba el disparo. Se fabricaron versiones que traían un reglaje fino para calcular con más precisión según la temperatura ya que, obviamente, a más calor la presión era mayor, ergo el tiro iría más alto y viceversa, de forma que el punto se regulaba desde los 20º a los -25º.


Raketenpanzerbüchse 54/1
Y mientras el RPzB 54, o sea, el primer Panzerschreck, se terminaba de pulir, a finales de 1944 se desarrolló una nueva versión más corta reutilizando unidades del primer modelo ya fabricadas. La idea partió de las quejas del personal para manejar un chisme que medía lo mismo que la novia, y resultaba bastante engorroso en muchas ocasiones para colocarse en una posición de disparo ventajosa. Por lo tanto, se decidió acortar en 34 cm. la longitud total del arma por la recámara. Aparte de recolocar y/o redimensionar todas las piezas situadas desde le empuñadura hacia atrás, solo se modificó la corona de refuerzo de la recámara, a la que se le añadieron entre siete y diez radios según el fabricante (el modelo inicial usaba solo seis) y se modificó la posición del retén y la caja de contactos. El retén, situado originariamente encima del tubo, fue desplazado hacia la derecha, a las 2 si nos guiamos en una posición horaria para situarnos. La caja de contactos, que estaba a las 10, pues fue recolocada a las 12. Esta versión fue denominada como RPzB 54/1, y aparte del acortamiento de longitud supuso una reducción de peso del orden de 1,5 kilos que, aunque parezca poca cosa, cuando se va cargado como un mulo se agradece.

En lo tocante al sistema de disparo era el mismo para ambos modelos. Veamos en las imágenes inferiores el proceso de carga.




En la imagen superior tenemos un Panzerschreck completo para no perdernos a la hora de situar las piezas. Solo hay que tener en cuenta un detalle: da la impresión de que el arma tiene dos empuñaduras, pero no es así. La delantera, que aparece inclinada, es en realidad la palanca de seguro. La empuñadura es el tocho recto que aparece detrás. Aclarado esto, empecemos.

Foto A: En primer lugar había que accionar el seguro. De no ser así, en el momento en que el cargador introdujese el cohete y el cilindro de cola tocase el borne de contacto se encendería el motor con las consecuencias que podemos imaginar. Para ello, se presionaba la palanca hacia atrás (flecha roja) hasta engancharla con el guardamanos mediante un resorte (flecha blanca). En ese momento, la barra que contactaba con el generador de tensión se separaba del mismo, cortando la corriente (círculo amarillo). En el detalle podremos verlo más de cerca. La flecha azul señala el disparador.


Foto B: Tras dejar la barra de contacto separada (círculo amarillo), se presionaba el resorte del seguro (flecha blanca) y se volvía a poner en su posición original (fecha roja), quedando el mecanismo amartillado. A partir de ahí era seguro iniciar el proceso de carga sin dejar al fulano de atrás como un bonzo cabreado por la guerra de Vietnam. Veamos ahora la ilustración de la derecha. Cuando el proyectil ya había sido cargado, el tirador solo tenía que apuntar y presionar el disparador (flecha roja), que liberaría la barra de contacto y sería impulsada hacia atrás por su muelle (flecha blanca) hasta chocar con el generador de corriente, cerrando así el circuito y produciendo la chispa que encendería el motor del cohete. El generador constaba de un simple imán y una bobina de cobre.

Foto C: Antes de nada, el cargador retira el pasador de seguridad de la espoleta y, a continuación, introduce el proyectil. Previamente ha soltado la cinta adhesiva que sujeta el taco de madera (flecha roja) con el borne de contacto (eso lo explicamos luego). Con la mano izquierda presiona el retén (círculo amarillo) que bloqueará el cohete una vez introducido. 


Foto D: Finalmente, conectará el borne en la caja de contacto, momento en que el arma estará lista para abrir fuego. En el círculo amarillo vemos como la pestaña del retén ha bloqueado el proyectil para impedir que se caiga hacia atrás y forme un estropicio. En el gráfico de la derecha podremos ver con detalle el sistema eléctrico. La caja de contacto tiene tres piezas: el tope, que marca el límite de introducción del proyectil. Si se pasa de ahí cabe el riesgo de que el cable de masa, conectado desde el iniciador al interior del cilindro, no haga contacto y se produzca un disparo fallido. Ese cable de masa es el que va al disparador y cerrará el circuito cuando se apriete. Y el taco con su borne lo que hace es sujetar el cable que encenderá la chispa que hace que el iniciador inflame la carga de proyección del cohete, que alcanzaba una velocidad de unos 100 m/seg., valor este que variaba en función de la temperatura. Esto lo veremos con detalle cuando expliquemos el proyectil. En fin, básicamente era el mismo sistema que el usado por el bazooka pero con la salvedad de que solo había que conectar un cable, el del taco, y no los dos que llevan esas armas. 

Veamos ahora el proyectil...




Caja de munición. Se embalaban con dos cohetes, cada uno con un peso de
3,29 kg. El peso total con el embalaje era de 11 kg. Además del cristal de
mica para el escudo, en la etiqueta de la tapa vemos todos los datos de
interés: fecha de producción, fabricante, tipo de explosivo, etc, todo ello
con la numeración clave habitual en todos los ejércitos. Las cajas solían
suministrarse en crudo, aunque en ocasiones se pintaban de ocre o gris
Helo ahí. Para no tener que enrollarnos demasiado he nombrado las piezas principales. El resto, como la espoleta, la ojiva o la carga explosiva creo que cualquiera que me lea las conoce de sobra. Bien, empecemos por el tubo, que es donde está la enjundia. Dicho tubo, de 40 mm. de diámetro, tenía en su extremo seis estabilizadores dentro de un cilindro y el iniciador, que iba dentro de un contenedor de baquelita de donde salían dos cables: el de masa se soldaba a la parte interna del cilindro que rodeaba los estabilizadores, mientras que el otro terminaba en el borne antes citado que iba en el taco de madera. Este, como vemos en la figura superior, se fijaba al cilindro con cinta adhesiva. El rebaje que lleva en el centro era para no dañar los cables. El contenedor de baquelita venía de fábrica introducido en el venturi, que es la pieza cónica por donde salía el chorro de gas que impulsaba al cohete. Esta pieza salía despedida más de 30 metros cuando prendía la carga de proyección. A continuación vemos una arandela hueca y una rejilla separadora tanto al final como al principio de la carga de proyección. Su misión no era otra que permitir un mínimo de aire para facilitar la combustión. Por lo demás, en el detalle superior vemos la conexión del iniciador en su casquillo de baquelita al cono del venturi.


Quitando el pasador de la espoleta y la cinta
que sujetaba el taco al cilindro estabilizador
A continuación tenemos la carga, formada por un paquete de seis barras más una séptima en el centro de diglycol, un compuesto a base de nitrocelulosa. Estas barras tenían 193 mm. de largo y 11 de diámetro. La barra central estaba perforada de lado a lado por un orificio de 5,6 mm. por donde transcurría  un tubo de ignición de celulosa con una bolita de pólvora negra en cada extremo. El motivo de esta disposición era la siguiente: el iniciador encendía la bolita de pólvora colocada al final de la carga de proyección. Esta a su vez prendía la celulosa, que ardía prácticamente de forma instantánea y encendía la otra bolita cuyo fuego se transmitía al iniciador de la carga situado al principio del tubo, también a base de pólvora negra. Este iniciador era el encendía las siete barras de diglycol al mismo tiempo, ardiendo de adelante hacia atrás para generar más presión. A partir de ahí el cohete salía proyectado emitiendo un potente chorro que, como ya se ha comentado anteriormente, podía seguir ardiendo dos o tres metros una vez que abandonaba el tubo. La búsqueda de una carga de proyección más rápida fue un quebradero de cabeza durante toda la vida operativa de estos chismes. Veamos ahora qué pasaba en la ojiva...


Cuando el cohete impactaba, la espoleta, una AZ 5095/1 (gráfico de la derecha) que dio bastante problemas porque en realidad estaba destinada originariamente a granadas de fusil, proyectaba una explosión en forma de chorro hacia el vértice de la ojiva donde había un detonador Zündladung 34 que, a su vez, iniciaba el multiplicador que hacía detonar los 700 gramos de cyclonit y trinitrotolueno en una proporción de 60:40. Tras el multiplicador vemos un separador de madera cuya finalidad era simplemente que el fuego de la carga de proyección no alcanzase la carga explosiva y detonase todo dentro del tubo, lo que dejaría al tirador en un estado francamente lamentable y, por supuesto, de baja absoluta perpetua. Como ya se dijo antes, previamente a la introducción del proyectil en el tubo había que extraer el pasador de seguridad que venía de origen con un sellado de plomo. Si al coger el cohete el cargador veía que faltaba el pasador o, simplemente, que el sello había desaparecido, lo más sensato era tirarlo todo a un agujero bien hondo porque podía exlotar sin más. No obstante, si por un problema en la ignición el disparo resultaba fallido se podía sacar el cohete, volver a colocarle el pasador y guardarlo por si el fallo se debía a una rotura de un cable o a un defecto eléctrico en el Panzerschreck.


Dos tedescos en acción con su Panzerschreck en pleno invierno. Obsérvese
que, en este caso, el cargador también lleva puesta una máscara antigás,
por si acaso 
Pero el tema de las problemáticas cargas de proyección iban más allá del chorro calcinante. De entrada, los cohetes no debían estar a pleno sol, y menos en verano porque al calentarse se podría producir un pico de presión bastante peligroso y, al arder más rápido, variar sensiblemente la trayectoria del tiro. Pero si por el contrario hacía más frío que pelando rábanos pues ardía muy despacio, y el disparo resultaba un churro. Por lo tanto hubo que diseñar una variante para las bajas temperaturas del frente ruso ya que los originales solo eran fiables hasta los -10º. En el Frente Oriental, a esa temperatura los siberianos se ponían en calzoncillos a tomar el sol, pero los cohetes no funcionaban adecuadamente así que se diseñó una carga idónea para su uso en el más crudo invierno, operativa entre los -40º y 30º. 


Este tipo de proyectil fue denominado como Wintermunition 1943/44, y para diferenciarla de la normal llevaba pintada en el tubo la palabra "Arkt", abreviatura de Arktisch (Ártico). La munición de verano, operativa entre -5º y 40/50º y de la que ya se habían fabricado 15.000 unidades se dejaron en principio para entrenamiento, si bien cuando los Panzerschercke fueron también enviados al Frente Occidental se usaron con normalidad. Recordemos que, en principios, estas armas tuvieron como destino preferente el frente ruso. Finalmente, para la campaña de 1944/45 se diseñó una carga más racional, sin buscar temperaturas extremas, que era operativa entre los -25º y 25º. Estos cohetes venían marcados en la cola con la leyenda "Arkt 44/45", y su denominación oficial era RPzBGr 4992. Era un modelo mejorado al que, como podemos apreciar en la figura inferior, traía un anillo de cobre en el cilindro estabilizador para facilitar la operación de carga y el encendido. Sin embargo, parece ser que no llegó a entrar en producción, o si lo hizo fue en cantidades muy pequeñas. 


Cargador con un soporte de madera para cinco
cohetes. Ya los veremos más
adelante con detalle
Bueno, criaturas, con esto creo que ya nadie podrá vacilarnos de saber más que nosotros sobre los Panzerschrecke. Para concluir, comentar que, aunque el diseñador fue la HASAG, la producción se repartió con otras firmas como la Enzinger Union Werke AG de Mannheim- que también fabricó los escudos-, la Schricker & Co. y la Fürth-Vach, más alrededor de una docena que se dedicaron a fabricar componentes mediante subcontratas. La producción comenzó en 1943 con 50.835 Panzerschrecke, seguidos de 238.316 en 1944 y 27.744 en 1945 hasta un total de 314.895, con un precio por unidad de 70 marcos. En cuanto a los proyectiles se fabricaron un total de 2.218.400 incluyendo cohetes con cabeza inerte para entrenamiento. 

Por cierto que, para otra ocasión, detallaremos el uso táctico de este tipo de armas en el campo de batalla a lo largo del conflicto porque, aunque se suele pensar que cada tirador iba a su bola, la realidad es que cuando eran destinados a posiciones estáticas llevaban a cabo una concienzuda planificación de su despliegue para apurar al máximo la eficacia de sus Panzer- zerstörer-truppen

Bueno, ahí queda eso. Manténgase alejados del bicho coronario y de los cuñados, que son aún más peligrosos.

Hale, he dicho




Un Panzershreck entre los escombros era definitivamente mortal cuando los carros entraban en poblaciones ocupadas por
los tedescos. Disparos a corta distancia que no se solían fallar y adiós muy buenas. Tras el disparo, los servidores eran
lógicamente localizados de inmediato por el enemigo, pero cuando batían la zona de donde había salido la humareda
ellos ya habían cambiado de posición esperando a su siguiente presa

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