jueves, 17 de abril de 2014

Las armas que hicieron frente a los conquistadores españoles


No podían ni imaginar los indios la que se les venía encima...

No suelo salirme del continente europeo a la hora de confeccionar mis entradas, pero creo que sería bastante interesante desplazarnos allende el océano y estudiar el armamento que usaban los nativos de las Indias, no solo contra los conquistadores, sino también en sus guerras tribales entre mexicas, incas, zapotecas, mayas y demás ciudadanos naturales del Nuevo Mundo que, en pureza, era tan viejo como el nuestro. Según parece, estos sujetos no se llevaban nada bien desde antes de la llegada de los españoles, y se dedicaban a tener violentos cambios de impresiones entre ellos y a darse estopa bonitamente desde mucho tiempo atrás, tras lo cual echaban mano a los prisioneros de guerra y les sacaban el corazón a pesar de que aún no eran precisos para hacer trasplantes. Tan mal se llevaban que, una vez empezada la invasión española, tampoco dudaban en aliarse con los velludos hombres que venían del este con tal de fastidiar al vecino.

A pesar de lo avanzado de su cultura, de construir unas pirámides fastuosas, de elaborar precisos calendarios y de ponerse de chocolate hasta las cejas, los indios desconocían el hierro por lo que sus armas estaban fabricadas con toda suerte de materiales, tales como la obsidiana, maderas de variedades especialmente duras, hueso, pedernal y, más raramente, cobre. Además, básicamente usaban todos un armamento similar, prácticamente sin variaciones de ningún tipo. En todo caso y como es evidente, el armamento hispano superaba al de los cabreados pobladores que veían como los barbudos cubiertos de hierro se apoderaban de sus tierras y tesoros. Y, además, hacían uso de caballos, animales totalmente desconocidos en aquella tierra, y de mastines y alanos con tan mala leche que unos cuantos eran capaces de poner en fuga a mogollón de indios. De estos animalitos ya se publicó una entrada hace tiempo y que pueden vuecedes repasar pinchando aquí.

Pero, en cualquier caso y a pesar de la superioridad tanto tecnológica como táctica de los ejércitos españoles, no fue precisamente fácil para nuestros ancestros dominar el continente porque les dieron bastante guerra con sus primitivas armas. Veamos pues con qué armamento se enfrentaron a los belicosos conquistadores ávidos de fama y oro. O, mejor dicho, de oro y fama, creo yo...

ARMAMENTO DEFENSIVO

EL ESCUDO

El escudo usado por estos pueblos era similar a las rodelas usadas en Occidente. Recibían el nombre de chimalli, y eran piezas de un diámetro de entre 50 y 75 cm.  Para su construcción se usaban materiales bastante variados: madera sólida forrada de una fina chapa de cobre que, a su vez, era decorada con repujados e incrustaciones, o bien varas endurecidas con fuego, bambú, juncos o mimbres unidos mediante hilos de algodón. A continuación se recubrían con piel, la cual era profusamente decorada con pinturas, añadidos de metal y/o piedras de colores (preciosas o no) o plumas. A modo de protección adicional para las piernas colgaban en la parte inferior del escudo tiras de tela gruesa decorada con plumas. En todo caso, parece ser que los guerreros ordinarios no usaban decoración de ningún tipo, quedando esta reservada a los mandos y a su aristocracia militar, o bien a modo de recompensas o condecoraciones, como en el caso de haber hecho dos cautivos, lo que permitía a su usuario a decorar su chimalli con motivos en color negro denominados “desgarros de halcón”. Otras decoraciones habituales eran el xicalcoliuhqui (manda cojones el palabro) y el cuexyo. Veamos el aspecto de estos escudos...


A: Chimalli cuexyo. Este tipo de decoración podía ir pintado en diversos colores, siendo los motivos siempre iguales. Las medias lunas podían ser de oro.
B: Chimalli con "desgarros de halcón" perteneciente a un guerrero que ha hecho dos cautivos que, como era costumbre en estos sujetos, serían posteriormente sacrificados a sus dioses y tal.
C: Chimalli xicalcoliuhqui. Se trata de un diseño habitual entre los pueblos mesoamericanos en forma de greca que, al parecer, está relacionado con el pájaro-serpiente Quétzalcóatl. Por lo visto, también era usado por la élite de los cuahchic.
D: Chimalli tozmiquizyo. Es un diseño que representa una calavera de perfil.
E: Reverso de un chimalli en el que se aprecia perfectamente su construcción. Como se explicó antes, consta de una serie de varas reforzadas por otras dos colocadas perpendicularmente para darle mayor resistencia al conjunto. Igualmente se aprecian las tiras de tejido que cuelgan para proteger las piernas.

LA CORAZA

Para la protección corporal usaban un jubón prácticamente igual a los antiguos perpuntes usados en Occidente llamados ichcahuipilli. Eran, como se ve en la ilustración de la derecha, una prenda acolchada fabricada con varias capas de algodón endurecidas con salmuera y pespunteado formando rombos. Además de su en su color natural, podían ir teñidos de tonalidades más vivas, como el rojo o el azul. Su finalidad no era repeler los proyectiles, sino detenerlos gracias a las capas de tejido que, una tras otra, iban absorbiendo su energía hasta pararlo definitivamente. Esta prenda era llevaba bajo las vestimentas rituales de los guerreros jaguar o águila, los mandos militares, caciques, etc. Su diseño se adaptaba muy bien al clima húmedo de aquella zona ya que absorbía el sudor y no eran ni remotamente tan agobiantes como las armaduras usadas por los españoles, por lo que estos no dudaron en adoptarlos.

EL YELMO

La protección de la cabeza estaba encomendada a unos peculiares yelmos fabricados con maderas especialmente duras como la caoba, a las que se les daba la forma del animal que representaba a los únicos guerreros que tenían el privilegio de usarlos: así pues, tenemos de izquierda a derecha los jaguares, el tzitzimitl o dios de la venganza, y los coyotes.


Los guerreros ordinarios combatían con la cabeza descubierta, así que cabe suponer que caían como moscas. Estos yelmos, como podemos suponer, proporcionaban una protección bastante buena ya que la madera, dura de por sí, alcanzaba además unos grosores notables que eran capaces de resistir tanto los golpes de mazas como de las espadas españolas. Para proteger la cabeza de roces, el guerrero vestía una cofia acolchada de algodón similar a las usadas en Occidente. Para asegurar el yelmo a la cabeza, se fijaban al mismo dos correas de tela o cuero que se anudaban bajo la barbilla. Además de estos guerreros de élite, la aristocracia hacía uso de este tipo de yelmos, si bien con forma de sus dioses, símbolos tribales o cualquier bicho que les cayera simpático como loros, monos, cocodrilos, lobos u osos.

ARMAMENTO OFENSIVO

ARMAMENTO CONTUNDENTE

En primer lugar tenemos las macanas, una mazas fabricadas con maderas muy duras cuya contundencia acusaban incluso las mismas tropas españolas con sus yelmos y corazas de hierro. Estas armas, endurecidas con fuego, eran casi tan demoledoras como sus primas Occidentales de hierro o acero y ya podemos imaginar sus efectos sobre una cabeza desprotegida. De hecho, cuando combatían entre indios, eran usadas con cierta precaución para dejar sin sentido al enemigo ya que, según sus costumbres, intentaban hacer el mayor número posible de prisioneros de guerra para sacrificarlos tras la batalla. La que aparece debajo es una versión de sección romboidal que se asemeja al macuahuitl, el arma predilecta de estos guerreros y que veremos a continuación. En todo caso, como vemos, es un simple tocho de madera que podía ser bastante dañino golpeando tanto por las aristas como de plano. La protuberancia del extremo era para mejorar su agarre.

Otra variedad de macana iba provista de una cabeza de armas en forma de estrella, tal como vemos en la foto de la izquierda. Está fabricada con cobre mediante fundición y, aunque no tenía la masa de una cabeza similar de bronce o hierro, no por ello carecía de contundencia. Provista de un mango de madera embutido en el orificio que se aprecia en la foto, esas macanas podían producir terribles heridas y, naturalmente, romperle el cráneo incluso al cuñado más belicoso del enemigo. Con todo, y como se ha explicado en las entradas dedicadas a las mazas, el verdadero peligro de este tipo de armas estaba más que en la posibles fracturas en las heridas abiertas que producían, las cuales podían infectarse casi con toda seguridad.

El macuajuitl era, como digo, el arma más usada por todas las tribus y naciones mesoamericanas. Por asimilarla a un arma Occidental podríamos decir que era una especie de espada de doble filo, pero con la contundencia de un hacha. Fabricados con maderas duras, tenía unas dimensiones bastante generosas: alrededor de un metro de largo, diez centímetros  de ancho y cinco de grosor, lo que evidentemente les daba un peso notable si bien, como vemos en el dibujo inferior, también se fabricaban más pequeños. Pero lo verdaderamente efectivo eran las cuchillas de obsidiana que llevaba embutidas a cada lado y aseguradas mediante una resina bituminosa. La obsidiana puede ser tan cortante como el acero afilado si bien, como es natural, dicho filo lo perdían mucho antes por lo que debían sustituir las piezas. De su devastador poder dejó constancia un soldado español el cual narró que vio con sus propios ojos como un indio golpeaba a un caballo en el pecho, sacándole las entrañas y matándolo en el acto. Así mismo, también vio como en otra ocasión golpearon en la nunca a otro caballo, decapitándolo limpiamente y cayendo su cabeza a sus pies.

Una variante del macuajuitl era  el cuauhololli la cual no era usada por los aztecas, pero sí por el resto de tribus. Como vemos, era básicamente la misma arma pero con una pala de mayor tamaño y provista de un mango más largo rematado en una bola de madera, posiblemente para equilibrarlo y que también podía ser usada como maza. Cabe suponer que su efectividad era aún mayor que la de su hermano menor.

ARMAS DE CORTE

Básicamente, disponían de unas hachas bastante rudimentarias. En la ilustración podemos ver tres ejemplos que nos ilustran acerca de su morfología. A la izquierda tenemos un hacha cuya hoja es un fragmento de pedernal. En el centro aparece otra hacha de piedra, en este caso pulida y más bien ideada como arma contundente. Finalmente, a la derecha vemos un hacha cuya hoja está fabricada de cobre. En todos los casos, los mangos son más bien cortos y rechonchos, de forma fusiforme con el extremo más abultado para darles más peso y, por ende, más contundencia. Entre las hachas vemos dos muestras de cuchillos de pedernal fabricados en una sola pieza. El de la derecha, además de afilado está dentado. Su capacidad de corte está por encima de toda duda, ya que era con estos cuchillos con los que, sin problemas, los sacerdotes abrían la caja torácica de los prisioneros para extraerles el corazón mientras aún latía.

ARMAS DE LANZAMIENTO

El arco o tlauitolli fue introducido en la región mesoamericana por los chichimecas, que en tiempos remotos lo usaban como arma de caza. Los arcos indios estaban construidos con una sola pieza de madera nogal o de tejo de entre 125 y 150 cm. de longitud, y cuya cuerda estaba generalmente fabricada con tendones o con cuero crudo. Las flechas, hechas con madera de viburno, eran enderezadas a base de aplicar humedad y calor e iban armadas con puntas de obsidiana, pedernal, cobre o simplemente afilando el asta y endureciéndola con fuego. Aunque el uso táctico del arco lo concebían como los europeos, es decir, lanzando lluvias de proyectiles como paso previo al ataque, no eran al parecer unas armas especialmente efectivas.

Por ello, preferían la honda, arma con la que no solo tenían gran destreza (la inmensa mayoría de la tropa, de procedencia campesina, sabían usarla), sino que sus proyectiles eran capaces incluso de dañar a un soldado español con la cabeza cubierta por su tradicional morrión. De hecho, la honda era un arma devastadora a distancias medias. Por lo general, medían alrededor de metro y medio y estaban fabricadas con fibras de pita. Podían lanzar una piedra aovada a una distancia de unos 180-200 metros. Para su manejo, la honda disponía en uno de sus extremo de una lazada por la que se introducían los dedos corazón, anular y meñique. El otro extremo, el que se soltaba, se agarraba entre el índice y el pulgar. Cuando no se usaba, los honderos la portaban anudada alrededor de la cabeza.

Pero el arma preferida era sin dudas el dardo o nduvua, la cual arrojaban con el atlatl, un lanzador que era capaz de imprimir al proyectil un 60% más de energía que si fuera lanzado de la forma convencional, alcanzando los 45 metros con la suficiente eficacia como para hacer bastante pupa. A la derecha tenemos varias ilustraciones que nos permitirán entenderlo a la perfección. En la parte superior vemos el dardo, un arma de alrededor de un metro provista de tres estabilizadores fabricados con plumas. Su punta, como en el caso de las flechas, era de obsidiana, pedernal o cobre. Abajo aparece el atlatl, en cuyo extremo tenía una muesca donde se encajaba la culata del dardo. Los dos anillos eran para sujetarlo con los dedos índice y corazón, lo que permitía impulsarlo con mucha energía. Abajo a la izquierda vemos el dardo montado en el lanzador y su posición tras el lanzamiento. Finalmente, a la derecha podemos ver la secuencia completa de lanzamiento. Como arma para distancias medias, eran sumamente efectivos incluso contra las tropas españolas, sobre las que arrojaban verdaderas lluvias de dardos antes de llegar al contacto.

Por último, tenemos la lanza de empuje o tepuztopilli, un arma de entre 1,75 y 2,75 metros de longitud la cual, como vemos en el detalle inferior de la imagen de la derecha, se fabricaba de forma similar al macuajuitl. En una moharra similar a las metálicas, pero en este caso de madera, se embutían lascas de obsidiana mediante el mismo método explicado más arriba. Aunque estas lanzas también podían ser arrojadas, estos guerreros siempre preferían reservarlas para el cuerpo a cuerpo.

Bueno, creo que no olvido nada. Para otra entrada ya hablaremos de las tácticas y la organización militar de estos belicosos ciudadanos si bien, muy a pesar suyo, de nada les sirvió ante la tecnología y las tácticas procedentes de España.

Hale, he dicho

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