sábado, 8 de agosto de 2020

FALLBEIL, LA GUILLOTINA ALEMANA


Fallbeil de la prisión de Munich. En el centro vemos al verdugo del estado de Baviera, Franz Xaver Reichhart junto a
sus dos ayudantes. La máquina es una Mannhardt, un modelo que se mantuvo operativo desde 1854 hasta 1945

Fallbeil, literalmente, "hacha que cae". Los tedescos no se dignaron tomar el galicismo guillotine, como hicimos el resto, y le dieron a esta máquina una denominación en alemán, como debe ser, qué carajo. Pero, cuestiones semánticas aparte, lo cierto es que muchos ignoran que la guillotina estuvo en uso en Alemania desde principios del siglo XIX, mientras que hay incluso quien cree que fue adoptada por el ciudadano Adolf para, en un alarde de sadismo, finiquitar a los enemigos del régimen. No deja de resultar paradójico que nadie ponga de sádicos a los gabachos (Dios maldiga al enano corso), cuando fueron ellos los que la hicieron famosa y mataron con ella a mucha más gente que los Tribunales del Pueblo nazis, o incluso a los british (Dios maldiga a Nelson), que ya usaban chismes similares desde mucho antes. No digo que el ciudadano Adolf, que era un mal bicho, no tuviera sus puntos de perversidad rotunda, como hacer ahorcar al personal en los ganchos de Plotzensee con cuerdas de piano, pero cuando la Fallbeil se implantó en Alemania lo cierto es que ni siquiera había nacido, y que se siguió usando después de volarse bonitamente la tapa de los sesos junto a su amada frau Hitler, nacida Braun.


Portada dominical de Le Petit Parisien, un afamado
diario de la época. Corresponde al 19 de abril de
1891, y presenta la decapitación de Friedrich Klausin
a manos de Friedrich Reidel en Berlín el día 2 de
aquel mismo mes
En realidad, las máquinas para decapitar ciudadanos ya eran sobradamente conocidas en lo que hoy es Alemania. De hecho, recordemos que mesié Louis, junto a su colega Guillotin, tomaron como referencias, entre otros, grabados de Lucas Cranach en los que ya aparecían este tipo de artefactos, por lo que tenemos la certeza de que ya en el siglo XVI como poco estaban en uso. No obstante, fueron relegados al olvido no sabemos por qué motivos, prevaleciendo la decapitación con hacha o espada. Así pues, las máquinas cortacabezas quedaron sumidas en un prolongado letargo hasta que, a raíz de las Guerras de Coalición iniciadas en 1792 por temor a la expansión de las ideas revolucionarias a otras naciones europeas, algunos territorios del maremagno de estados que en aquella época eran los residuos del otrora poderoso Sacro Imperio quedaron en manos de los gabachos, que introdujeron entre otras cosas su guillotina como método de ejecución. Por lo tanto, no podemos hablar de una fecha y un lugar concretos donde la Fallbeil iniciara su andadura, sino más bien una adopción lenta y progresiva a lo largo del siglo XIX, coexistiendo con la Richtbeil, que podríamos traducir como "hacha judicial", hasta fechas tan tardías como 1938.


Inicialmente, las máquinas que se emplearon fueron el modelo Schmidt francés, pero a partir de mediados del siglo XIX cada cual fue desarrollando su propio diseño. Por aquella época, las ejecuciones públicas ya habían sido abolidas por aquellos lares si bien se mantenía toda la parafernalia habitual, como la ubicación de las máquinas en un patíbulo que, al estar en el interior de las prisiones no era preciso desmontar. Se colocaban en uno de los patios interiores y el reo era conducido hasta allí, donde era ejecutado por un equipo formado por el scharfricher, el verdugo titular, y dos ayudantes. En las fotos de la época son fácilmente distinguibles porque el mandamás verduguil se tocaba con una chistera, mientras que sus auxiliares se tenían que conformar con un bombín o cualquier otro tipo de sombrero. Ya sabemos que los tedescos tienen la irresistible tendencia a marcar el estatus de cada cual. A la derecha vemos la Fallbeil de la prisión de Hamburgo que, aunque parece talmente una Berger gabacha, en realidad era un diseño propio. Obsérvese la peculiar forma de media luna del mouton por su parte superior, los mecanismos y poleas a la vista en el travesaño o el peculiar embudo de tela para la cabeza del reo. En cuando al patíbulo, estaba provisto de una trampilla por la que caía el cadáver al interior del mismo. También son curiosas las pantallas de tela negra colocadas sobre la tapia para impedir que nadie pudiera contemplar la ejecución desde el exterior de la prisión.


Johann Mannhardt (1798-1878)
Sin embargo, este tipo de guillotinas de gran altura no fueron las más populares. El modelo que alcanzó más difusión fue el diseñado por Johann Michael Mannhardt, un probo relojero e inventor muniqués totalmente autodidacta que ideó los chismes más variopintos incluyendo una guillotina que no tenía nada que ver con las importadas por los gabachos. Mannhardt fabricó una primera máquina en 1854 con el nombre de "Fallschwert", "espada que cae", aunque, como vemos, el que acabó imponiéndose fue el de Fallbeil que, al cabo, tenía más lógica. Esta máquina tenía un aspecto absolutamente germánico: una masiva base de madera de roble sobre la que se erguía una estructura en la que todo salvo el cepo estaba construido de hierro, lo que la hacía extremadamente pesada- alrededor de 500 kg.- a pesar de que su altura era muy inferior a la Berger francesa. Sin embargo, eso no supuso ningún inconveniente. Su cuchilla, atornillada a un bastidor de hierro macizo, alcanzaba los 68 kilos de peso, por lo que compensaba su escaso recorrido con su masa, cayendo sobre el pescuezo del reo en apenas ¾ de segundo.


La máquina de Mannhardt tenía innovaciones que la hacían mucho más eficiente que la francesa si bien prolongaba hasta 3 y 4 minutos los preparativos para finiquitar al reo. A la derecha tenemos la de la prisión de Wolfenbüttel, en la Baja Sajonia, y no podemos negar que su apariencia acojona bastante. Con apenas unos 2,4 metros de altura segaba cuellos que era una cosa mala, y al no ser preciso evacuar el cadáver de inmediato ya que la ejecución tenía lugar en el interior de la cárcel, se dejaba el cuerpo sobre la báscula para que se desangrara. De ahí el vertedero y el cubo metálico que vemos bajo el cepo. Hay fotos donde se ve que, si la máquina carecía de este accesorio, ponían un montón de arena o serrín en el mismo lugar para empapar la sangre. El único dispositivo en el que la Berger superaba a este diseño era en la retenida del cepo, que en vez de ser un pulsador mecánico consistía en un simple pasador que se retiraba una vez que el reo era colocado en su sitio. 


A la izquierda tenemos otra imagen de la Mannhardt, en este caso en la prisión de Munich. En el centro, con chistera, podemos ver al tristemente célebre Johann Baptist Reichhart, sobrino del anterior verdugo, Franz Xaver, y que fue uno de los ejecutores más prolíficos de Baviera en particular y Alemania en general. Tras hacerse con el cargo una vez jubilado su tío en 1924, con la llegada del nazismo tuvo faena a destajo ya que se le calculan más de 3.000 ejecuciones durante ese período incluyendo a los hermanos Scholl y demás miembros del grupo estudiantil de la Rosa Blanca, que irritaron bastante a la Gestapo con sus panfletos y demás propaganda poniendo a caldo al ciudadano Adolf. Lo más reseñable en este caso es la báscula, provista de una plataforma a modo de reposapiés para facilitar el volteo del reo hasta colocarlo en posición horizontal. Para ello, cuenta además con dos mangos de madera que se puede apreciar en la parte superior de la báscula. Pero lo más significativo son las dos gruesas correas de cuero destinadas a inmovilizar al reo, lo que requería un tiempo extra de preparativos mencionados antes y que no era precisamente ventajoso. Los gabachos tenían experiencia sobrada para saber que esas correas eran un accesorio totalmente prescindible porque la sola visión de la máquina solía dejar a los reos tan alelados que se dejaban llevar a la báscula como corderos. Lo malo era cuando se dejaba pasar demasiado tiempo y se les evaporaba el atontamiento para dar paso al terror más absoluto al darse cuenta de lo que les esperaba, dando lugar a situaciones que hasta a los mismos verdugos y sus ayudantes les resultaban muy desagradables.


Bueno, veamos como funcionaba este chisme. La figura A muestra la máquina en posición para recibir al reo. El cepo está abierto y la báscula en posición vertical. Hemos omitido las correas para que no oculten piezas de interés. La flecha blanca señala el rebaje realizado en la báscula para facilitar la evacuación de la sangre por el vertedero que vemos mejor en la figura B. La cuchilla se subía con el cabrestante que vemos en el larguero derecho. Estaba provisto de un trinquete, y para evitar sorpresas no usaba una cuerda, sino un cable de acero. Además, era habitual que la polea estuviera protegida por una cubierta similar al guardabarros de una bicicleta para evitar que el cable se saliera en cualquier momento. La flecha azul señala unos rebajes que llevaba a cada lado la cuchilla para poder sujetarla mientras otro operario colocaba los tornillos pasantes. La flecha amarilla marca el poderoso retén que sujetaba el pesado conjunto de bastidor más cuchilla y que sería capaz de aguantar el peso de la máquina completa. Como pueden ver, todos los mecanismos son masivos, ideados para soportar años y años de trabajo sin inmutarse. En la figura B tenemos la máquina lista para acabar con el reo. La báscula ha sido puesta en posición horizontal y el cepo liberado, retirando el pasador marcado con la flecha negra. En ese momento, el verdugo tirará hacia su derecha de la palanca que acciona el retén una vez retirado el pasador de seguridad, haciendo que caiga la cuchilla. Esta habrá sido previamente liberada del cable, como se hacía con la Berger francesa, pero con un sistema distinto que veremos a continuación. Finalmente, la flecha roja señala las gruesas protuberancias terminales del bastidor, que era amortiguado por unos tubos huecos que apreciaremos mejor en el siguiente gráfico.


En este otro tenemos una vista de la cara anterior de la máquina. La figura A nos muestra señalados con la flecha roja los tubos de amortiguación. Era un sistema más rudimentario que el francés, ya que no contenía muelles ni nada semejante. Se limitaban a meter capas de fieltro y cuero y, aunque al parecer el encontronazo era bestial, resultó satisfactorio porque nunca lo cambiaron por algo tan simple como un muelle helicoidal. La flecha negra señala el vertedero, que a más de uno seguro que le ha hecho pensar que era para la cabeza, y que la pantalla señalada con la flecha blanca era para proteger al verdugo de las salpicaduras. Bueno, pues no. La pantalla era en realidad el receptáculo para la cabeza. Estaba formado por dos aros que se sujetaban en los largueros, y estaba construido con tela encerada. Las fotos no permiten saber el color, que siempre aparece oscuro así que podría ser negro, o tal vez rojo, como lo hemos presentado en el gráfico. La flecha verde nos indica el gancho que se usaba para recuperar el cable cuando había que volver a subir la cuchilla. La figura B nos permite ver el funcionamiento del gancho. Una vez que llegaba al tope y la cuchilla quedaba enganchada, se soltaba el trinquete del cabrestante para aflojar un poco la tensión del cable. En ese momento, el gancho, que estaba introducido en la argolla marcada con la flecha amarilla, oscilaba debido al contrapeso situado en el lado opuesto, soltándose solo. Si había que hacer funcionar de nuevo la máquina, con el trinquete del cabrestante suelto se atrapaba el gancho y se tiraba del cable haciendo girar la manivela al revés. Cuando había bajado lo suficiente, se enganchaba de nuevo, se echaba el trinquete y se accionaba la manivela. Más básico que la sesera de un cuñado ahíto de Jumilla, pero muy eficiente.


Una vista más de la parte delantera, pero sin la cesta para las cabezas. Las cuatro flechas negras nos señalan los tubitos donde se enganchaba la cesta en cuestión, pero lo reseñable es la correa de cuero que marca la flecha blanca y que apreciaremos mejor en la foto del detalle. La misión de esta correa, que era regulable ajustando el pasador que señala la flecha amarilla en base al tamaño de la cabeza del reo, consistía en que este apoyara la frente en la misma, sin poderla mover hacia abajo. La correa lo que hacía era sustituir al "fotógrafo" de las Berger ya que, de este modo, no podía bajar la cabeza más allá de la correa. ¿Que qué más daba si la agachaba o no? Pues al parecer sí, ya que se tomaron tantas molestias para impedirlo. Si el reo inclinaba demasiado la cabeza, el corte no se produciría en el cuello de forma limpia, sino que se llevaría por delante parte de la mandíbula inferior. Sí, matar lo mataba igual, y al reo le daba una higa salir en la foto faltándole media jeta, pero topar con tanta masa ósea podría producir fallos o dañar el aguzadísimo filo de la cuchilla. Si observamos atentamente la foto de cierre de la primera entrada sobre estas máquinas y donde se ve el cadáver de Albert Fournier, podremos apreciar que no le cortaron por el cuello, sino más arriba, y que le falta casi la mitad del mentón. Al "fotógrafo" se le iría el santo al cielo, o igual ni agarró la cabeza por el pelo para no pringarse, como ocurrió en la ejecución de Weidmann, pero la cuestión es que los verdugos ponían especial interés en que el corte fuera efectuado limpiamente en el cuello, así que ya saben el motivo de la dichosa correa.


Franz Gürtner (1881-1841) En la solapa luce el
emblema del NSDAP
Bien, esta era la máquina que estaba operativa en Alemania cuando el ciudadano Adolf se hizo el amo del cotarro en 1933. En aquel momento había seis Mannhardt operativas en las prisiones de Stadelheim, (Múnich), Plotzensee (Berlín), Hamburgo, Bruchsal, Wolfenbüttel, Breslau y Estrasburgo, que había pertenecido a Alemania desde la Guerra Franco-Prusiana hasta 1918. En este caso no actuaban como los gabachos, que trasladaban la guillotina y al personal a la prisión donde estaba el reo, sino al revés: se trasladaba al reo a la prisión más cercana, lo que ahorraba tiempo y dinero. Con todo, el evidente ascenso de condenas a muerte por mostrarse irritado por la presencia del ciudadano Adolf en la cancillería del Reich obligó a replantear el número de cárceles provistas de Fallbeile. Por indicación del entonces ministro de Justicia, Franz Gürtner, Adolf ordenó el 14 de octubre de 1936 que las ejecuciones se llevaran a cabo mediante decapitación con la Fallbeil, y se aumentaron hasta catorce el número de prisiones provistas de máquinas. De hecho, la gran demanda de estas a causa de tanto reo de muerte obligó posteriormente a aumentarlas aún más, de forma que en 1945 había ya 20 cárceles guillotineras.  


Obviamente, la media docena de Mannhardt no daban más de sí y, por otro lado, se consideró un diseño excesivamente complejo por lo que se encargó al Physikalisch-Technische Reichsanstalt (Instituto de Física y Tecnología del Reich) rediseñar la Fallbeil, que fue construida por los presos de la cárcel de Tegel, en Berlín, de dónde tomó el nombre por el que es conocida. Además, las Mannhardt que ya tuvieran las partes de madera excesivamente gastadas o requiriesen una puesta a punto sería reconvertidas en el nuevo modelo. A la derecha tenemos un ejemplar de Mannhardt reciclada, sin báscula y desprovista de algunos de sus mecanismos ya que es una máquina aparecida en 2014 que fue todo un notición en Alemania. Al parecer, se trata de la Fallbeil usada en la prisión de Stadelheim de Munich para ejecutar a los hermanos Scholl a manos de Reichhart. Se creía que había sido hundida en el Danubio, pero apareció en la prisión y, como está mandado, fue restaurada y enviada a un museo. Por lo demás, la Tegel fue el artefacto que acabó con más disidentes a causa de la obsesión del ciudadano Adolf porque todo el mundo pensase como él, y desgraciadamente acabó con miles de vidas hasta la conclusión del nazismo. Pero el término de la guerra no supuso la retirada de la máquina. De hecho, la pena de muerte siguió vigente en Alemania, donde los aliados permitieron que los reos condenados por la justicia ordinaria fueran ejecutados conforme a la ley alemana. Solo los condenados por los tribunales militares por crímenes de guerra y demás fueron ahorcados o, en menor cuantía, fusilados. No obstante, y debido a que muchas de estas máquinas fueron destruidas por los nazis ante la inminente derrota, hubo incluso que fabricar dos unidades más, tarea de la que se encargó la firma Otto Tiggemann, de Hamm, en Westfalia. Eran unos híbridos de los modelos anteriores, la Mannhardt y la Tegel. Una de ellas, la instalada en la prisión de Rastatt, fue usaba nueve veces antes de la abolición de la pena de muerte. La otra, llevaba a Maguncia, nunca llegó a estrenarse.


Horst Fisher durante el proceso. Seguramente, un año
antes lo último que podría imaginar es que iba a ser
el último reo guillotinado en Alemania
El último ciudadano de Alemania Occidental ejecutado con esta máquina fue Berthold Wehmeyer, condenado por robo y asesinato y ejecutado en Berlín el 11 de mayo (otras fuentes indican que el día posterior) de 1949. Ese mismo año, con la creación de la República Federal Alemana apenas once días más tarde, se abolió la pena de muerte que, sin embargo, permaneció vigente en Alemania Oriental hasta 1987. Las ejecuciones en la Alemania comunista se llevaban con el mayor secreto, llegando incluso a informar a la familia del reo que había palmado de un infarto antes de divulgar que había sido ejecutado. No obstante, se sabe que la Fallbeil siguió con su siniestro sube y baja, y que no fue hasta 1966 cuando se liquidó al último reo mediante este sistema. El condenado en cuestión fue Horst Fischer, un antiguo médico de las SS que había hecho cosas muy feas con los desdichados del campo de Birkenau y, posteriormente, de Monowitz (ambos formaban parte del complejo de Auschwitz). Tras veinte años haciéndose pasar por otro, finalmente fue desenmascarado, juzgado, condenado y decapitado en Berlín el 8 de julio de 1966. Después, la Fallbeil fue sustituida por un disparo en la nuca, que salía más barato. 


Cámara de la muerte de la prisión de Wolfenbüttel equipada con otra
Mannhardt reconvertida. Obsérvese en el margen izquierdo la cortina negra
que ocultaba la máquina al reo hasta el momento decisivo
En cuanto al protocolo aplicado para las ejecuciones durante el III Reich, básicamente era del mismo estilo que en otros países. Una vez que se informaba al reo de su inminente ejecución, se le permitía escribir una carta-testamento, se le administraba una comida ligera y, sin más, era enviado a la Zentrale Hinrichtungsstätte,  una cámara de la muerte ubicada en una dependencia interior, generalmente de reducido tamaño, o un patio al que no dieran ventanas. La intención era mantener en secreto la ejecución para hacerla pública si convenía llegado el caso. Ojo, como ya dijimos anteriormente, la Richtbeil siguió vigente hasta 1938, por lo que dependiendo de la prisión usaban esta o la Fallbeil que, en todo caso, fue el método más frecuente desde 1936, cuando el ciudadano Adolf emitió la orden de decapitar mediante una máquina. Bien, una vez que el reo era sacado de su celda, era conducido ya engrilletado hasta la Zentrale Hinrichtungsstätte, donde se daba de narices con una cortina negra. Allí le era leía la sentencia, el rechazo de su apelación y, sin más, se descorría la cortina, tras la que le esperaban a apenas un paso de distancia la Fallbeil, el verdugo y sus dos ayudantes. Lo colocaban de inmediato en la mesa- el modelo Tegel carecía de báscula, como explicaremos más adelante- entre los dos ayudantes a fuerza de brazo y se repetía el proceso que ya conocemos: el cepo baja y, apenas una fracción de segundo después, la cuchilla. En ese momento, el verdugo anunciaba con voz solemne: 


-¡La sentencia se ha cumplido!- lo cual era de una obviedad palmaria, pero bueno...

Como ya dijimos, no había prisa por quitar el cadáver de en medio, así que dejaban un rato para que sangrase y, finalmente, era introducido en un burdo ataúd con la cabeza entre las piernas y enviado al crematorio. Las dependencias destinadas a hacer de cámara de la muerte tenían sus husillos previstos para, tras la ejecución, dejarlo todo reluciente con potentes mangueras de agua. Por cierto que Johann Reichhart había eliminado las báscula por su cuenta antes incluso de la introducción del modelo Tegel, ya que, como dijimos, el proceso de inmovilizar al reo se eternizaba. Con el nuevo modelo se demostró que la ejecución era literalmente cuestión de escasos segundos, hasta el extremo de que Reichhart llegó a batir todos los récords: apenas cuatro segundos desde que se descorrió la cortina hasta que cayó la cuchilla. Por lo demás, algunos verdugos ocultaban la cuchilla atornillando ante ella una chapa metálica para aliviar un poco el trance a los condenados. En la foto de la izquierda tenemos un ejemplo. Se trata de la Tegel de la prisión de Katowice, en Cracovia. Se aprecia perfectamente la chapa que cubre la parte superior de la máquina. Por cierto que, como podrán imaginar, los nazis "exportaron" su maquinaria a diversas zonas ocupadas, especialmente a Polonia y Checoslovaquia.


Para ir terminando, veamos grosso modo los aspectos más reseñables de la Tegel. En la figura A tenemos una vista anterior de la máquina. Su estructura metálica era más ligera que la de la Mannhardt por estar construida con tubos cuadrangulares huecos. El bastidor de la cuchilla estaba formado por dos patas con sendas acanaladuras para deslizarse por las lengüetas soldadas a los largueros. Estas patas eran macizas para soportar el golpe de la caída, y estaban unidas mediante soldadura a los tubos en los que se atornillaba la cuchilla. El sistema de amortiguación era exactamente el mismo que el de su predecesora: unos tubos situados en la base (flecha negra) y rellenos de fieltro y cuero, si bien alguna fuente sugiere que podría ser caucho. La abertura del cepo no era circular en estas máquinas, sino elíptica, y no he sido capaz de saber si se hizo así por algún motivo en concreto si bien sabiendo como piensan los tedescos podría ser por la razón más surrealista. Para elevar la cuchilla tenía su cabrestante, pero requería menos esfuerzo por estar provisto de engranajes. El sistema de enganche era idéntico: al quedar bloqueada la cuchilla con el mecanismo de retenida se soltaba el trinquete, se aflojaba un poco el cable y el gancho se liberaba por la acción del contrapeso. En la figura B tenemos el lado opuesto. En el interior del travesaño superior estaban los mecanismos de retenida de la cuchilla y dos pequeñas poleas que hacían de guía para el cable, que bajaba hasta el cabestrante también por el interior del larguero al final del cual vemos el cabrestante con su manubrio y los engranajes. Se podía acceder a los mecanismos removiendo la chapa que cubría el larguero (flecha blanca). La chapa que vemos bajo la palanca (flecha roja) era una especie de salpicadero que actuaba como seguro. Mientras el verdugo estaba manipulando la máquina, la giraba de forma que impedía bajar la palanca. Luego se volvía a girar en dirección a la mesa. En el larguero derecho, un poco por encima del cabrestante, vemos el pulsador para el cepo (flecha verde), que en este modelo sí era mecánico. Por último reparemos en la mesa, que vaciaban levemente por el centro para facilitar el posicionamiento del reo. Al carecer de báscula, había que ponérselo más fácil a los ayudantes del verdugo. 



En la foto de la izquierda podemos ver el mecanismo de retén de la cuchilla, que era básicamente igual que el de un picaporte de resbalón: una barra accionada por un muelle helicoidal provista de un rebaje en el extremo que entraba en la pieza situada en la parte superior del bastidor de la cuchilla. Al tirar de la palanca hacia abajo, la barra se retraía, desenganchando el bastidor. Cuando se soltaba la palanca, el muelle helicoidal volvía a colocar la barra en su sitio. Los dos tornillos de ranura sujetaban las poleas para el cable, y a la derecha vemos la barra de bloqueo con el muelle helicoidal que la empujaba hacia adelante.


Por último, señalar que en la Tegel, así como en las Mannhardt recicladas, ya no se usaba el cesto de tela encerada, sino una cuba metálica que se colgaba a los lados del bastidor. En la foto de la derecha vemos una Mannhardt provista de este accesorio que, según las fotos de la época, no estaban pintados como el de la imagen, sino cincados. Así mismo, el vertedero para la sangre se sustituyó por la pequeña cubeta que aparece debajo. En todo caso, ves diez fotos y puedes ver diez sistemas distintos porque no había normas concretas al respecto, y los verdugos tenían cierta libertad para adoptar los accesorios que creían más convenientes. Del mismo modo, al tener que reponer piezas desgastadas por el uso se tendrían que conformar con lo que tenían más a mano, y si la cesta de tela se rompía pues encargaban en el taller de la prisión una cuba metálica que podía tener distintos perfiles partiendo de una morfología común. En resumen, que casi se podría decir que, tras años de uso y de averías, en sus últimos tiempos no habría dos máquinas iguales.

Bueno, dilectos lectores, con esto damos por concluido el tema guillotinero. Hay bastante gente que se fabrica maquetas a escala de estos chismes para usarlos como cortapuros (no es coña) o para sorprender a las visitas con sus habilidades como modelistas. Mi recomendación es que se fabriquen una de tamaño natural, desalojen el trastero y la instalen dentro. En la próxima visita de sus cuñados les dicen que han transformado dicho trastero en bodega, y si les apetecería llevar a cabo una cata de sus caldos más selectos. El resto ya pueden imaginarlo 😁😁💀💀

En fin, espero que con esta pequeña monografía queden saciados de conocimientos guillotineros.

Hale, he dicho

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Aspecto actual de la cámara de la muerte de la prisión de Pankrác, en Praga, donde los malvados nazis liquidaron a mogollón de probos ciudadanos y, posteriormente, los probos ciudadanos ahorcaron a los malvados nazis como justa venganza, empezando por el SS Obergruppenführer Karl Frank, el sucesor de Heydrich, y el SS Obergruppenführer Kurt Daluege, que pusieron especial interés en hacerse odiosos a la población checa con sus abominables actos. En la imagen podemos ver la Tegel instalada en esa prisión, pero no debemos dejar pasar ciertos detalles, como el zócalo alicatado a media altura para eliminar mejor las manchas de sangre, las mangueras que se ven en las paredes laterales y el raíl con los ganchos donde colgaban al personal. En fin, una delicia de sitio.


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