domingo, 25 de agosto de 2024

EL ODIO

 


No veo las Olimpiadas desde que la falange macedónica fue derrotada sin paliativos en Pidna a manos de los probos imperialistas latinos. El motivo es simple: a pesar de que en mi mocedad era un deportista consumado, la cosa es que no me gustan absolutamente nada los deportes. Sin embargo, a la ciudadana austral de la foto la tengo más vista que el cabezón de jabalí que corona la chimenea del salón. Te metas donde te metas aparece esa prójima verdosa meneándose como una culebra atropellada en una carretera comarcal ante la befa, mofa y vilipendio de la humanidad entera. Ha tenido el dudoso honor de ser el primer competidor de la historia olímpica en obtener un ostentoso y orondo cero por su patética actuación. Bien, según la progresía, acabo de perpetrar un delito de odio por, supuestamente, regocijarme con su fiasco. Pero la australoide no ha reconocido que su ejercicio ha sido un auténtico y verdadero bodrio, sino que ha optado por la estrategia que siguen a rajatabla todos los inútiles del momento: victimizarse y aprovechar su condición de hembra de la especie luchando denodadamente en un pseudo-deporte dominado por los malvados machos opresores. No reconoce que no ha estado a la altura, sino que afirma haber sido víctima de una campaña de odio orquestada por el machismo rampante. No reconoce que su pericia no llega al nivel de las suelas de los machos opresores, sino que alega que su arte es incomprendido por su condición de hembra, etc., etc., etc. En resumen, el planeta entero la odia porque, simplemente, se han cachondeado de ella cuando parecía un gato agonizando mientras se agitaba en el suelo como un barbo fuera del agua.

Otro caso de odio planetario se lo ha llevado la pseudo-mujer argelino/a que, aprovechando su manifiesta superioridad física y su superávit de testosterona, ha forrado a hostias a todas sus oponentes. Según el controvertido seguimiento que se le ha hecho, juraría que estamos ante un síndrome rarito o un caso de hermafroditismo. El/la ciudadano/a argelino/a es un hombre a medio fabricar. Sus cromosomas son XY, produce más testosterona que un rinoceronte en celo y, por ende, tiene una potencia física superior a la de cualquier hembra, lo que se traduce en hostias más contundentes, mayor resistencia física y más agresividad, atributos viriles por excelencia. Como vemos en la foto, no tiene pinta de mujer. Carece de tetas, su estructura física es varonil, su jeta es de tío, sus gestos tienen la brusquedad propia de los machos de la especie e incluso en algunos planos se le atisba una delatadora nuez en el pescuezo. Ante este subterfugio, paralelo al de otro espécimen rarito de origen asiático que ha dado menos que hablar, el/la argelino/a ha sido/a objeto/a de todo/a tipo/a de críticas/os y acusado/a de tramposo/a. En resumen, todo/a el/la planeta/o la/lo odia, y como justa réplica ha decidido demandar a unos cuatro mil millones de primates por odiarlo/a a muerte. Curiosamente, aún no ha optado por la solución drástica: bajarse los gayumbos ante un comité médico independiente y mostrarles el potorro, caso de que tenga potorro, naturalmente, y ahí terminaría la polémica.

Otro caso más lo tenemos en la ciudadana con obesidad mórbida que participó en la blasfemia inaugural ocupando el lugar de Jesucristo en la Última Cena. Tampoco se ha molestado en reconocer que la ceremonia fue un cagarro que insultó a cientos de millones de primates piadosos, pero no para de graznar asegurando que todos la odian aunque ella se prestó a la bochornosa parodia, no solo de buen grado, sino incluso cobrando un estipendio. Sin embargo, según ella, la bilis que ha recibido no ha sido a causa de su patética actuación, sino a su exceso de grasa que la convierte en una candidata de primera clase para no cumplir los 50 años y palmarla antes de un paro cardíaco, un infarto fulminante, un hígado convertido en paté o una hemorragia cerebral debido a la ingesta masiva de grasas saturadas. Curiosamente, si le dices a un fumador que deje el vicio para no acabar con una EPOC o un cáncer el pulmón, o a un bebedor que deje el alpiste para no terminar con una cirrosis de las buenas, nadie te lo reprochará. Pero si le dices a la gorda que está gorda, te escupirán en la jeta afirmando que la odias por manifestar lo obvio: que está gorda. Curiosa vara de medir.

Bien, como vemos, lo que antaño era mostrar disconformidad ante cualquier cosa ahora es odio. Ojo, es odio todo lo que la rojambre no permite que sea odio. Si digo que odio al ciudadano Adolf, seré aplaudido porque el ciudadano Adolf era un sujeto nada recomendable. Pero si digo que odio al actual presidente del gobierno, seré acusado de inmediato como un delincuente a pesar de que es un mitómano patológico, un psicópata narcisista y un sujeto amoral y sin escrúpulos. Pero no puedo odiarlo o decir que lo odio porque la progresía lo tiene en sus altares particulares. La fórmula mágica para protegerte del odio es simple, pero efectiva:

-Lo hice con la mejor intención...

-Yo lucho contra el machismo, la gordofobia, la LGBTetc. fobia, la xenofobia, la homofobia más las mil cosas que se suponen odiables.

-Me odian porque he grabado un disco con canciones que solo hablan de inclusión y feminismo y blablabla...

-Me odian porque quise explicarle a críos de 4 años como tocarse la colita o la rajita para pasarlo bien y descubrir su sesssualidá.

En fin, la lista de excusas es interminable. Sin embargo:

-Lo hiciste con la mejor intención, como cuando empujé briosamente a un fulano para que no tropezase con una abuelita candorosa, pero con tan mala suerte que acabó arrollado por una hormigonera que pasaba por allí.

-Lucha por lo que te de la gana, so cansino, pero no estés tooooooooodo el santo día repitiendo como un loro la consignas que te dictan.

-No te odian por defender la inclusión y el feminismo, sino porque tus canciones son una mierda que no tienen por qué gustar a toda la galaxia, cretino/a.

-Los críos no te necesitan para que les enseñes a tocarse la colita o la rajita, degenerado/a de mierda. Eso lo hemos aprendido todos de forma totalmente instintiva desde tiempos del parantropo boisei.

En esta siniestra distopía que vivimos, la progresía nos ha impuesto un puritanismo ñoño y ridículo que nos hace a todos odiadores de oficio. Todo aquel que muestre su disconformidad con cualquier cosa implica que la odia. Si el fulano que canta de puta pena es criticado, se siente odiado. Si el corredor es lento como una tortuga y llega el último, se sentirá odiado, etc. Sí, es cierto que las redes sociales permiten derramar bilis de forma anónima, pero los receptores de la bilis deberían tener la suficiente capacidad para no sentirse aludidos por gilipollas que ni se atreven a dar la cara para cagarse en tus muelas.

Sea como fuere, la cuestión no radica en que cualquier ofendidito se sienta odiado por cualquier soplapollez sino en lo que hay tras tanta persecución al... ¿odio? Veamos...

Según el cocinero, este sushi de sabandijas es digno de mesa
pontificia, y si le haces ascos es porque lo odias y te cancelarán
en las redes sociales por mala persona
Ante todo, hay un detalle que parece que la progresía casposa olvida, y es que los sentimientos son irreprimibles. Si una serpiente te produce repulsión, por mucho que un herpetólogo te asegure que son unos animalitos muy cariñosos esa repulsión no cederá jamás. Si comer caracoles te da asco, aunque veas a 50 primares devorándolos a sorbetones poniendo jeta de éxtasis místico, seguirán produciéndote un asco invencible. Si para tu desgracia te has enamorado hasta el tuétano de una gachí/gachó que pasa de ti y, encima, no para de hacerte desaires, seguirás atrapado en esa inmisericorde red que, ya puestos, ha sido causa de autolisis en más de uno/a. Y si fulano te cae mal por el motivo que sea y le tienes una tirria espantosa, por muy bien que le caiga a otros tú lo seguirás odiando porque te resulta absolutamente odioso cual cuñado. En resumen, la cosa es tan surrealista que si digo que me dan asco los caracoles, pues no pasa nada, pero si digo que odio a la gorda, a la pseudo-boxeadora o a la culebra austral, de inmediato me acusarán de delito de odio porque odiar, aparte de estar muy mal, es un nuevo delito. Aún más, puedo odiar a los cazadores, a los carnívoros, a los de derechas o a los taurinos, pero bajo ningún concepto puedo odiar a los animalistas, a los veganos, a los rojos o a los antitaurinos. ¿Por qué? Pues porque los primeros están en la lista negra de la rojambre y los otros no.

Probos ciudadanos enviados a un campo de trabajo para que admitan
que odiar al gordito sonriente está muy feo, y que el Amado Líder
se preocupa mucho por su bienestar
Sin embargo, colijo que tras esta persecución a los odiadores selectivos hay algo mucho más obscuro y tenebroso que poner a caldo a un fulano que le da una soba a una boxeadora en unas Olimpiadas, y no es más que la enésima ventana de Overton, esa que todos los días abren un poco para ver cómo reacciona el personal hasta que la abren del todo. En este caso, la ventana pretende ir colando con vaselina el control absoluto de las redes sociales, cosa que, por cierto, el psicópata ya está planteando sin ningún pudor. Acogiéndose a una supuesta causa honorable que sería defender la honra de las gordas, las pseudo-boxeadoras y las culebras australes, controlar y perseguir a todo aquel que manifieste su disconformidad con la dictadura de facto que tiene instaurada. Uséase, una autocracia en la que el Amado Líder será un dios viviente como el gordito sonriente de Corea del Norte, al que sus súbditos aclaman hasta el paroxismo para no verse camino de un campo de trabajo para reeducarlos en que el odio a su persona es una mala costumbre que hay que erradicar porque odiar está feo.

¿Se imaginan a estos dos bichos con el poder que da actualmente
controlar lo que dice, piensa, hace o incluso calla cualquier ciudadano?
En realidad, esto no es nuevo. Solo se trata de antiguos métodos adaptados a los tiempos actuales. El padrecito Iósif controlaba hasta los chismes de comadres gracias a sus agentes del GPU y, posteriormente, del NKVD. El ciudadano Adolf sabía quiénes los criticaba gracias a la extensa red de soplones creada por el siniestro Heydrich, que llenaba de micrófonos hasta las casas de los miembros del partido, y así en cualquier dictadura que se precie. Hoy día, las redes sociales lo han puesto más complicado, pero siempre hay una forma de controlar al personal. Ya vimos hace poco cómo, amparándose en proteger a una infancia que no dudan en pervertir con sus talleres de sexo en las escuelas, pretenden que se faciliten los datos personales para ver películas cochinas por internet. Y ahora, con la persecución de los odiadores que, simplemente, manifiestan una opinión de forma más o menos abrupta, se pretende entrar a saco en la privacidad del personal, de forma que lo que he escrito más arriba podría ser constitutivo de delito ya que me he referido al psicópata como psicópata ya que lo considero un psicópata, un amoral y un canalla CVM LAVDE. ¿Soy por eso un criminal? Al parecer sí. Tengo que hacer como los coreanos, jurar por mis muelas que adoro al psicópata, que me da el pan que me alimenta y el aire que respiro.

En fin, el odio no es, como digo, más que la enésima excusa para cerrar un poco más el cerco a la libertad y la privacidad de los ciudadanos fritos a impuestos para mantener a una caterva de parásitos que nos chupan la sangre y a sus chiringuitos y demás palmeros que los jalean con tal de seguir mamando de la teta que, por cierto, cada vez da menos leche y menos que dará si las cosas siguen como hasta ahora. Sirva de aviso.

Ah, una cosilla más... ¿Por qué quemar la bandera de España o la foto del Rey, pitar el himno nacional o insultar a los españoles es libertad de expresión, pero exigir que se acabe con la inmigración ilegal o manifestar que los inmigrantes han aumentado los niveles de delincuencia es odio?

Hale, he dicho

POST SCRIPTVM: ¿Por qué si una ciudadana sale en cualquier red social poniendo a caldo a los hombres, asegurando que todos somos unos malvados sociópatas misóginos no pasa nada,  pero si sale un ciudadano diciendo que las feministas son unas misándricas que están como una cabra y que las mujeres son insoportables, tardan 0'2 nanosegundos en cancelarlo y marcarlo a fuego como odiador impenitente? Ahí lo dejo

CETERVM CENSEO PETRVM SANCHODICI ESSE DELENDAM

ATQVE SINISTRA DELENDA EST IN VNIVERSA TERRA



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