jueves, 18 de enero de 2018

¿Cómo funciona una granada de mano?

Probo tedesco lanzando una granada de mano contra las posiciones enemigas mientras sus dos colegas intentan
cortar las alambradas. No sé por qué, pero intuyo que se trata de una imagen de propaganda


Ya se han dedicado varias entradas a las granadas de mano, desde sus orígenes como meros recipientes cerámicos rellenos de pólvora negra a las primeras y rudimentarias granadas modernas que se empezaron a usar a raíz de la Gran Guerra, en la que los ejércitos en liza estaban más escasos de este tipo de armas que un político de honradez. La guerra de posiciones hizo imprescindibles estos diabólicos artefactos con los que un simple infante podía desplegar una notable potencia de fuego tanto a la hora de atacar las posiciones enemigas como de defender las propias, y todo ello con un coste mínimo y de forma inmediata sin necesidad de tener que pedir apoyo de la artillería.  No obstante, debe quedar claro que la capacidad letal de las granadas de mano no se acerca ni remotamente a la de una proyectil de artillería o de mortero, pero su reducido tamaño permite a cualquier soldado llevar varias encima que le serán de extrema utilidad en determinadas circunstancias a la hora de eliminar pequeños puntos de resistencia, nidos de ametralladoras o para limpiar trincheras o fortificaciones de campaña.

Varios british inspeccionando cientos de granadas alemanas abandonadas
durante la batalla del Somme
Como ya sabemos, se fabricaron millones y millones de granadas que sembraron todos los frentes de batalla durante el conflicto y, a partir de ahí, no solo no han perdido vigencia, sino que se han ido ampliando tanto en modelaje como en prestaciones. Sin embargo, salvo en el caso de las granadas de mecha cuya forma de disparo es más básica que el cerebro de un cuñado, hemos ido mencionando los diversos tipos de espoletas que emplean estos chismes, pero nunca nos hemos detenido a explicar detalladamente cómo es su funcionamiento, o sea, qué ocurre en las tripas del artefacto para que explote y produzca los efectos deseados, que son obviamente herir o matar a los enemigos. Estamos hartos de ver en documentales y películas como los probos ciudadanos combatientes las arrojan contra el enemigo, y todos sabemos que la cosa va de tirar de una anilla y tal, pero puede que muchos no sepan qué es lo que pasa una vez que la granada sale despedida de la mano del lanzador. Así pues, veamos como son los entresijos es estos pequeños pero malvados artefactos.

En primer lugar, y por tenerlo claro, conviene especificar los dos tipos de granadas que hay. Ojo, hablamos de granadas de guerra convencionales usadas en el ejército, no las aturdidoras, cegadoras, de gas o de humo que emplean actualmente las unidades anti-terroristas y anti-disturbios. Este tipo de granadas no son letales, y están concebidas para dejar momentáneamente fuera de combate al personal para reducirlos sin necesidad de acribillarlos a tiros. Por lo tanto, nos referiremos exclusivamente a las que hacen pupa y que son las que se emplean en combate desde hace más de cien años porque, en esas circunstancias, no hace falta dejar momentáneamente fuera de combate al enemigo, sino darlo de baja de forma definitiva ya que no hay mejor enemigo que el enemigo muerto.

Tedesco a punto de activar la espoleta de su granada de mango
Así pues, tenemos dos tipos: las ofensivas y las defensivas. Las primeras están concebidas, como su nombre indica, para defender una posición, por lo que el lanzador estará a cubierto y no será víctima de su propia arma. Este tipo de granada tiene un radio de efectividad mayor y el cuerpo de la misma, generalmente prefragmentado y fabricado con hierro colado, sembrará de metralla un determinado perímetro alrededor del lugar de la explosión. Las ofensivas, por el contrario, se emplean por el atacante que carece de protección, por lo que su radio de acción será inferior y generará poca o ninguna metralla dependiendo del material con que esté fabricado el cuerpo de la granada, confiando su poder letal ante todo en la onda expansiva de la explosión. Ojo, que un arma de este tipo, arrojada dentro de un búnker deja listo de papeles a todos sus ocupantes ya que la onda expansiva, sin posibilidad de salir del interior, rebota contra las paredes dejando al personal bastante perjudicado. Añadir que en algunos modelos y para simplificar la producción se optaba por fabricar una granada ofensiva a la que bastaba añadirle una cubierta metálica o una malla de alambre para convertirla en defensiva. En resumen, la diferencia ente ambos tipos es que unas arrojan metralla mientras que las otras tienen un radio de acción inferior y fían su capacidad letal a la onda expansiva. Además, en el segundo caso debemos reseñar el efecto psicológico que ejercían sobre los enemigos gracias a los sonoros estampidos producidos por la carga de alto explosivo, lo que siempre venía bien para acojonarlos un poco más.

Esquirlas de metralla de una granada de mano comparadas con una
moneda de 10 céntimos. Si a uno le llenan el cuerpo de porquerías
de esas lo deben dejar bastante maltrecho
Esta será más o menos potente en función del tipo de explosivo que se use. Durante muchos años se usó pólvora negra o de fusil, práctica que llegó hasta la 2ª Guerra Mundial en caso de escasez de explosivos adecuados, pero ya desde 1887 se empleaba el ácido pícrico o trinitrofenol, que podía usarse directamente como explosivo o como iniciador de otros (casi todas las espoletas de artillería lo contenían), así como en estado puro o combinado con otras substancias como el algodón pólvora. Sin embargo, tendía a volverse inestable en condiciones de humedad, reaccionando con el contacto con los metales, lo que obligaba a barnizar el interior del cuerpo de las granadas o proyectiles que lo usasen. El problema se solucionó con la introducción en 1902 del trinitrotolueno que, aunque menos potente, era mucho más estable y, al mismo tiempo, podía mezclarse con otra substancias para obtener otros explosivos como el amatol, la pentolita, el tetrytol, etc. En cualquier caso, es el trinitrotolueno el que se usa como baremo para medir la potencia de los explosivos con un índice de 1.00, siendo a partir de dicho índice el indicador que nos dirá si es más o menos potente. Por ejemplo, mientras que el nitrato de amonio tiene un índice de 0,42, el amatol 50/50, o sea, una mezcla de esa substancia con trinitrotolueno a partes iguales, tiene un índice de 1,20. El más potente es el hexógeno con un índice de 1,60, también conocido como RDX, T4 o ciclonita, y que se empezó a usar durante la 2ª Guerra Mundial. Mezclado con trinitrotolueno es el Torpex que puede que a alguno le suene de alguna peli de malvados de esos que se despiertan oyendo voces que les dicen que sólo Alláh es grande. Estos explosivos son generalmente muy estables ante los golpes o la fricción, precisando para su detonación una detonador o multiplicador como veremos más adelante. De hecho, el hexógeno puede arder sin explotar, y el famoso C-4, cuyo principal componente es precisamente el hexógeno en un 91% combinado con un plastificante y un aglomerante, era usado por los yankees en Vietnam para calentarse sus abominables latas de judías con jamón si se veían sin las pastillas de gasolina que suministraban para ello. Eso sí, los vapores que soltaba el C-4 al arder podían fundirte medio cerebro, así que había que tener la precaución de ponerse siempre con el viento a la espalda por si acaso.

Granada japonesa Tipo 91, cargada con 65 gramos de TNT. Esta granada
tenía una espoleta de tiempo por percusión. Quizás algunos las recuerden de
la película "Cartas desde Iwojima" cuando el personal se suicida golpeando
la espoleta contra el casco para activarla y luego apretándolas contra el
vientre en plan hara-kiri explosivo. Su retardo era de 7-8 segundos
Aclarada la cuestión explosiva, independientemente del tipo de granada que sea usará una espoleta de tiempo o de impacto. Las primeras están concebidas para detonar pasado un determinado tiempo desde el armado de la granada, generalmente entre 4 y 8 segundos dependiendo del modelo y fabricante, mientras que las otras detonarán cuando choquen contra algo, ya sea el suelo, una pared, el mismo cuerpo de un enemigo o la dentadura de un cuñado. El tipo de espoleta no tiene nada que ver con el de la granada, es decir, que una granada, ya sea ofensiva o defensiva, puede usar ambos tipos de espoleta. Las ventajas e inconvenientes de ambos sistemas los veremos a continuación. Ojo, expondremos las tipologías más representativas ya que, de lo contrario, esto no sería una entrada bloguera, sino una enciclopedia detonante. No obstante, dentro de cada tipología las distintas versiones venían a tener un funcionamiento similar. De lo que se trata es de que podamos comprender el proceso de funcionamiento en general, no modelo por modelo. Bueno, al grano...

ESPOLETAS DE TIEMPO

Cartel propagandístico en el que se ve a un poilu
arrojando una  granada mod. 1914 provista de
un retardo de 4 segundos. Pesaba nada menos
que 1 kg. con una carga de 110 gramos de
pólvora negra
El origen de este tipo de espoleta lo tenemos en las mechas usadas en las granadas hasta la Gran Guerra. Como ya podemos suponer, de su longitud dependía el tiempo que tardaba en explotar, y para encenderlas era preciso llevar encima otra mecha, fósforos, una pipa o cigarrillo encendidos, etc. Lógicamente, el retardo debía ser lo suficientemente largo como para lanzar la granada sin que explotase demasiado cerca, ni tan largo como para dar tiempo al enemigo a devolverla. En caso de existir ese riesgo por estar el enemigo demasiado cerca o en una situación que se lo permitiera, al lanzador no le quedaba más remedio que mantener la granada en la mano y lanzarla con el tiempo justo para ponerse a cubierto ya que la explosión tendría lugar en un segundo o dos. Por poner una situación en que fuera necesaria esta peligrosa práctica, pongamos que se quiere arrojar una dentro de una casamata. Si los ocupantes se percatan del peligro tienen tiempo de sobra de echarla fuera por una tronera, así que para eliminar esa posibilidad se dejaba arder la mecha hasta que la explosión fuese inminente. Como es lógico, para esto hacía falta una dosis de testiculina y sangre fría que no todos tenían. 

El retardo habitual oscilaba entre los 4 y los 6 segundos, llegando a los 8 en algunos modelos con una tolerancia de ±0,5 segundos. La principal ventaja de este tipo de espoleta es que, salvo defectos de fábrica, eran bastante seguras para el lanzador, que podía controlar el momento preciso para arrojarla en función de la distancia a cubrir. En cuanto a sus defectos, aparte de la posibilidad de que el enemigo la devolviera, tenemos los fallos de ignición. Si el retardo no prendía ya no había posibilidad de hacerla estallar salvo que se recuperase la granada, se desmontase la espoleta y se sustituyera por una nueva, lo cual era una chorrada como ya podemos imaginar. Si fallaba se lanzaba otra más y santas pascuas. Veamos los distintos tipos de espoletas de tiempo más significativos.

ENCENDEDOR DE PERCUSIÓN. Es el sistema más antiguo cuyo modelo más representativo era el modelo 1915 que armaba la granada F-1 francesa.  Este modelo, como vemos en el croquis de la derecha, estaba formado por un cuerpo de hierro fundido pre-fragmentado que, sin embargo, era habitual que se partiese en trozos más grandes. Como vemos, el tapón encendedor estaba protegido por un protector de cartulina de 60 mm. de largo por 12 de diámetro que, debido al material empleado, era susceptible de deteriorarse con la humedad. Una vez retirado se golpeaba el tapón encendedor bien contra la palma de la mano, el casco o lo que fuera para iniciar el proceso que sería el siguiente:

1. El mixto colocado en la parte interior del tapón golpea el frictor, haciendo saltar una chispa. Para hacernos una idea, es el mismo sistema empleado por los fulminantes de los cartuchos, pero en vez de golpear la cápsula por fuera se golpea directamente el mixto por dentro.
2. Dicha chispa prende el retardo colocado en el interior de un tubo. En este caso era de 5 segundos. El orificio de salida de humos era para favorecer la combustión.
3. El retardo arde hasta llegar al detonador a base de fulminato de mercurio, que estalla.
4. El detonador inicia la carga explosiva, en este caso de 60 gramos de chedita, shneiderita o amatol. Su radio de acción era mortal hasta los 20 metros, y bastante peligroso hasta los 75 si bien incluso a 200 metros podía matar o herir gravemente si alguno era alcanzado por algún fragmento de metralla.

Este sistema tenía un grave inconveniente, y era que si el tapón protector se caía inadvertidamente o se ablandaba a causa de la humedad y la granada caía al suelo, golpeándose el tapón encendedor, ya podemos imaginar las consecuencias. Este tipo de accidente no fue raro, por lo que el tapón de cartulina fue sustituido por otro de bronce de menor longitud. Además, para asegurar un encendido correcto era preciso golpear el tapón verticalmente. De lo contrario el frictor podía no hacer saltar la chispa del mixto. A la derecha podemos ver en el centro la primera versión de esta granada con el tapón protector de cartulina. A la izquierda tenemos la segunda versión con el tapón de bronce y, finalmente, a la derecha está la granada desprovista del protector con el tapón encendedor a la vista.

ENCENDEDOR DE TRACCIÓN. Este sistema fue introducido por los alemanes con la Kugelhandgranate (granada de bola) modelo 1913, una granada defensiva con el cuerpo de hierro prefragmentado que podemos ver en la ilustración de la derecha. En este caso, el armado de la granada se efectuaba tirando de un frictor que prendía el retardo, que según la versión podía ser de 5, 7 u 8 segundos. El peso total de la granada era de 1 kg. con una carga de 45 gramos de una mezcla de pólvora negra, nitrato de bario y perclorato de potasio. Sin embargo, este sistema es mucho más conocido gracias a su emblemática granada de mango, la Stielhandgranate modelo 1915 que con sus sucesivas versiones, se convirtió en algo tan representativo del ejército alemán como su característico casco. Esta granada tenía un peso bastante elevado, 820 gramos de los cuales 270 eran la carga de nitrato de amonio que, posteriormente, fue sustituido por la más potente tolita. Sin embargo, su mango de entre 24 y 26 cm. de largo permitía lanzarla a distancias superiores que los modelos convencionales más livianos. Básicamente, este tipo de granada constaba de un cuerpo metálico forrado por dentro con una lámina de cartón para impedir que la carga explosiva tocase el metal. El detonador iba en el mango de madera cuyo interior hueco permitía alojarlo, así como el cordel que accionaba el mismo. 


En el croquis de la derecha tenemos una vista en sección de la granada y el detalle del detonador. En este primer modelo el cordel no quedaba oculto dentro del mango, que estaba cerrado con un tapón, sino que asomaba por el extremo del mismo y era asegurado con una simple tira de papel. Ante la evidente falta de seguridad de este sistema fue cuando se introdujo el tapón en el modelo 1916 y posteriores. La secuencia de ignición sería como sigue: 

1. El lanzador rompe la tira de papel situada en la base del mango y tira del cordel que va unido al alambre.

2. Este alambre está a su vez unido al frictor, que al bajar bruscamente encenderá la substancia inflamable que vemos al final del tubo de cartulina que contiene todo el conjunto. Básicamente sería algo similar a lo que hacemos al prender una cerilla.

3. La substancia inflamada prenderá el retardo, que podía ser de 5,5 o 7 segundos. El tiempo estaba marcado en el mango por si algún despistado no se daba la suficiente prisa por lanzarla y le estallaba en plena jeta.

4. El retardo prendía al final de su recorrido un fósforo que, a su vez, iniciaba el detonador produciéndose la explosión de la carga.

Como vemos, el sistema es básicamente similar al de encendido por percusión con la única diferencia de que en el primero se armaba la granada golpeando un tapón y en este caso tirando de un cordel, pero a partir de ahí el proceso de ignición era exactamente igual.


Dos tommies practicando el lanzamiento de granadas. Para
que aprendieran con rapidez les hacían lanzarlas como si
fueran pelotas de cricket
ENCENDEDOR DE PALANCA. Este es sin duda el más conocido de todos, o sea, el que hay que tirar de la anilla. Las dos primeras granadas en usarlo fueron la Mills británica, introducida en 1915, y la F1 francesa como la que vimos anteriormente, pero armando una espoleta inventada por Billant en 1916. Este sistema es el más seguro para el lanzador ya que la granada no se arma hasta que abandona su mano y se libera la palanca. La anilla famosa, para el que no lo sepa, solo sirve para extraer el pasador que retiene la palanca en su sitio, y hasta que esta no salta impulsada por un resorte no pasa absolutamente nada. De hecho, si no se ha soltado la palanca en cuestión se podría volver a colocar el pasador en su sitio y guardar la granada para mejor ocasión. En sí, este sistema es igual al de encendido por percusión salvo con la diferencia que, en este caso, la ignición no la produce el lanzador, sino un percutor alojado en la espoleta. Veamos la secuencia en una granada Mills:


1.Una vez extraída la anilla, el lanzador arroja la granada. En el momento en que esta abandona la mano, un resorte impulsa la palanca de seguridad y comienza el armado de la granada.

2. Al saltar la palanca queda liberado el percutor que vemos dentro de un muelle helicoidal pintado en azul y que permanece comprimido por la acción de la palanca. El muelle impulsa al percutor hacia abajo, golpeando un pistón que inicia el retardo, en este caso de 7 segundos. Este pistón es en realidad el culote de una vaina de calibre .22 de percusión anular, de ahí los resaltes que vemos en el percutor. De ese modo se asegura la detonación al golpear en más de un sitio.


3. Una vez que el retardo ha ardido inicia el detonador que a su vez hará estallar la carga explosiva. La masa total de la granada era de 700 gramos  aproximadamente, incluyendo una carga de unos 60 gramos de explosivo. Se usaron varios de ellos: alumatol, amonal, amatol, bellita, trinitrotolueno y sabulita. Aunque el cuerpo de esta granada era el típico de hierro prefragmentado, se hicieron pruebas en las que se pudo observar que la explosión producía muchísimos más cascos de metralla que lo que le correspondía, alcanzando casi 500 fragmentos que iban desde pequeñas esquirlas a trozos de 2,5 cm. Sus efectos eran los habituales en este tipo de granadas, siendo mortal en un radio de unos 20 metros y capaz de causar heridas graves o matar a unos 100. 

En la imagen de la derecha podemos ver el cuerpo de la espoleta cortado en sección para apreciar con más detalle los mecanismos. En el interior vemos el percutor con el muelle totalmente extendido. La flecha roja señala la muesca donde encaja la palanca que lo mantiene en posición de seguridad. La flecha azul marca el detonador de fulminato de mercurio contenido en una cápsula de aluminio, y la verde señala la mecha.

A lo largo del tiempo se han diseñado infinidad de espoletas de este sistema que, naturalmente, siguen en uso. De hecho, la Mills ha estado en servicio en algunos países como Pakistán o la India hasta los años 80, lo que demuestra lo acertado de su diseño. Y si alguno se pregunta qué hacer en caso de necesitar que la explosión se produzca apenas se lance, pues bastaba con sacar la anilla y abrir un poco la mano para que la palanca salte, armando así la granada. A partir de ahí bastaría contar hasta casi agotar el retardo mientras los testículos trepan a la garganta a una velocidad increíble, porque si  uno de esos chismes le explota a uno encima lo deja muy, pero que muy perjudicado. 

Bien, estos son los tres sistemas de encendido con retardo que, con sus diversas variantes, han armado estos peligrosos artefactos durante más de un siglo. Veamos a continuación como funcionaban las espoletas de impacto.


Granada Lafitte mod.1921
Este tipo de espoleta, como ya avanzamos anteriormente, detonaban al chocar contra cualquier cosa. En función del modelo podían armarse liberando un pasador de seguridad o mediante una cinta que se iba desliando a medida que volaba hacia el objetivo. Una vez que esta se soltaba, generalmente por la acción de un contrapeso situado en el extremo, la espoleta quedaba armada. Es lo que se conoce como seguro de distancia, concebido para que no pueda explotar por la simple inercia en el instante de lanzarla, o bien si por error o un mal uso del arma se golpea contra el parapeto de la trinchera o se deja caer a pocos metros de distancia, como ocurría con la Nº 1 Mk. I británica, que incluso las mismas tropas se negaban a usar por el peligro que entrañaban. El modelo quizás más conocido por estos lares de este tipo de granada era la Lafitte italiana, muy usada por las tropas nacionales durante la guerra civil y en servicio en el ejército español durante varios años después. Se trataba de una granada ofensiva de 415 gramos de peso con un cuerpo de hojalata que, a pesar de todo, al estallar podía fragmentarse en trozos lo bastante grandes como para hacerle la pascua a más de uno, y sus 200 gramos de nitramina producían unos estallidos que dejan al personal los testículos del tamaño de canicas. Como vemos en la foto, la cinta del seguro de distancia estaba unida a una chapa que la ayudaba a desliarse.


A la izquierda, una granada P1 francesa, y a la derecha una Diskusgranate
15 alemana. Son feas de cojones, ¿que no?
Otro de los primeros modelos en usar una espoleta de impacto fue la granada de disco alemana, la Diskusgranate mod. 1915, un curioso artefacto defensivo con el cuerpo prefragmentado en el interior y provisto de seis detonadores cuya intención era producir la explosión gracias a la inercia de un percutor en forma de estrella situado en el centro de la granada. Así, cayese como cayese, se aseguraba la explosión. Por cierto que, gracias a su peculiar morfología, un lanzador podía alcanzar los 50 metros de distancia. En todo caso, no tuvo una vida operativa precisamente extensa debido a las preferencias por otros modelos en servicio. Por citar una más del período de la Gran Guerra tenemos la P1 francesa, conocida como granada de pera o de cuchara. El primer mote era por su forma, y el segundo por la palanca que armaba la espoleta, de aspecto parecido a uno de esos chismes tan útiles para tomarse la sopa. Tuvo también poca vida operativa, pero en este caso porque tenía más peligro que un alacrán infectado de viruela, y es que ambos modelos tenían el mismo defecto: quedaban armadas antes del lanzamiento, lo cual era bastante inquietante, por lo que se prefirieron los modelos provistos de seguro de distancia por si las moscas. Pero, cuestiones de seguridad aparte, las granadas con espoleta de impacto eran muy útiles para preparar trampas explosivas ya que, una vez armadas y manipuladas con precaución, podían idearse infinitas maldades para chinchar al enemigo. Por ejemplo, poner una encima de una puerta entreabierta. Si alguien la abría, la granada caía al suelo y explotaba, cosa que no se podía hacer con una de retardo. Bueno, dicho esto veamos como funcionaban estas granadas.


ESPOLETAS DE IMPACTO. En este caso mostraremos la secuencia en el modelo británico nº 69 Mk.I que entró en servicio en 1940 y que se asemeja mucho a la fabricada en España por Plásticas Oramil, S.A., la cual puede que muchos recuerden si tuvieron la ocasión y el honor de servir a la Patria antes de que se aboliera el servicio militar. Me refiero a las PO-1, 2 y 3 que parecían talmente un termo para gnomos, pero que con sus 150 gramos de trilita daban unos petardazos importantes. Al igual que la PO-1, la nº 69 era una granada ofensiva con el cuerpo de baquelita que quedaba pulverizado por la acción de la carga explosiva, en este caso de 92 gramos de amatol, ácido pícrico o baratol y, según vemos en el gáfico de la derecha, estaba provista de un seguro de distancia en forma de cinta, como era habitual, así como un seguro de transporte que sería el tapón superior, el cual impide que se deslíe la cinta hasta que se arroje la granada. La secuencia sería la siguiente:

1. El lanzador gira el tapón y lanza la granada sin más historias. No hace falta que lo haga de inmediato ya que hasta que no vuele por los aires no se desliará la cinta del seguro de distancia.

2. Una vez lanzada y según vemos en la figura central, el contrapeso de plomo situado en el extremo de la cinta ayudará a desliar los 29 cm. de dicha cinta. Al final de la misma está unida al pasador de seguridad que, una vez extraído, liberará la bola de inercia. Cuando se produzca el impacto, esta golpeará el percutor que a su vez iniciará el detonador, y este a su vez la carga explosiva. 

En sí, como decíamos, este sistema era bastante eficaz por su seguridad a la hora de manejarlas tropas poco o nada entrenadas ya que evitaba multitud de accidentes. No obstante, la bola de plomo podía causar, y de hecho causó, heridas en los mismos lanzadores. La PO-1 no solo tenía la bola en cuestión, sino también la carcasa de latón que alojaba el percutor, así que había que tener cuidado porque no eran cien por cien inofensivas para el que las arrojaba. En cualquier caso, como ya hemos dicho, el principal cometido de este tipo de granadas era acojonar al personal y, si caían en una trinchera o una casamata, la onda expansiva podía resultar mortífera ya que su radio letal oscilaba por los 2 o 3 metros en campo abierto, y en un sitio cerrado eran devastadoras.

Bueno, dilectos lectores, con esto terminamos. Los cuatro tipos de espoletas más empleadas son las que hemos ido viendo a lo largo de esta entrada, que espero haya resultado clarificadora para los que están hartos de ver como se lanzan esos chismes pero nunca han podido averiguar como leches funcionan. 

Acaba de sonar la campana de la merienda, así que me piro prestamente.

Hale, he dicho

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Granadas de mano

Sobrino del tío Sam arrojando una granada, posiblemente una Mk I muy similar a la F1 francesa. Como en tantas cosas,
el ejército yankee adolecía de una carencia total de este tipo de armas cuando se sumó a la fiesta. La producción en masa
del modelo mencionado no se pudo iniciar hasta después del verano de 1917

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