sábado, 11 de abril de 2020

Tormentaria. El ESCORPIÓN


Probos BALLISTARII dando estopa al enemigo. En primer término vemos un SCORPIO, y tras él una BALLISTA. De
esta ya hablaremos en su momento

Retornemos al pasado unos 24 siglos, pero para seguir hablando de artefactos que disparaban cosas chungas contra la integridad física del personal porque, como es de todos sabido, si para algo redobla su ingenio el hombre no es para encontrar vacunas contra bichos coronarios, o para paliar el hambre en el mundo, ni siquiera para algo tan necesario como librarnos de los cuñados, sino para aniquilarnos entre nosotros mismos hasta que no quede títere con cabeza. Por otro lado, hace trillones de eones que no dedicamos un artículo a la tormentaria, que es un tema interesante y enjundioso y, al cabo, fue con lo que nuestros ancestros se masacraron bonitamente durante siglos y siglos hasta la aparición de las armas de fuego, y aún tras la puesta en servicio de las primeras bombardas, los fundíbulos y manganas seguían dando guerra porque, aparte de eficaces, eran obviamente muchísimo más baratos de construir y no era necesario pagar con oro de buena ley los servicios de los pocos artilleros que conocían los entresijos de la fabricación de las armas y la pólvora, arcanos conocimientos que guardaban con más celo que el virgo de sus hijas. Sus hijas solteras, naturalmente. 

Gastraphetes, el ancestro de gran parte de la maquinaria
de guerra del mundo antiguo
Bien, a lo que vamos... Las primeras máquinas capaces de lanzar proyectiles a grandes distancias fueron las que empleaban mecanismos de torsión. El principio del arco, llevado a su máximo exponente en el mundo antiguo con el gastraphetes, no daba para muchas virguerías comparado con la rotunda contundencia de las katapaltai (traducible como atraviesaescudos), las catapultas que podían lanzar bolaños de varios kilos a distancia hasta entonces inconcebibles, mucho más allá del alcance de los arcos enemigos lo que permitía apiolarlos sañudamente sin correr ningún riesgo. Al parecer, que como es habitual en estas cosas es complicado llegar al fondo del tema porque las fuentes de la época se suelen contradecir con cierta frecuencia, fueron los ingenieros de Dionisio I, tirano de Siracusa, los que inventaron las primeras máquinas de torsión si bien sus resultados no fueron en principio especialmente brillantes. Y no por torpeza o falta de enjundia sesera, sino porque se tenían que basar en el antiquísimo sistema de prueba y error hasta que, con el paso del tiempo, los que les sucedieron se dieron cuenta de que este tipo de máquinas requería más técnica y más matemáticas que un simple arco, y que había que calcular cuidadosamente el diseño, las dimensiones y hasta la composición de las cuerdas que hacían de resorte para obtener un resultado satisfactorio según qué proyectil- piedras o dardos-, así como su longitud y su peso. Es decir, una euzytonoi, una máquina destinada a lanzar dardos, tenía unas proporciones distintas en función de la longitud de dicho dardo, que eran concretamente de una novena parte de dicha longitud. 

SCORPIO de la lápida de Gaio Vedennio Moderato, c. 100 d.C.
Todas las  dimensiones de cada pieza se basaban en múltiplos o fracciones de esa proporción, y en el caso de las palíntonoi, las lanzadoras de piedras, había incluso que recurrir a fórmulas matemáticas con raíces cúbicas con el peso del proyectil y el diámetro de las cuerdas. En resumen, que si alguien piensa que para fabricar uno de estos chismes bastaban unas sogas y poner a una cuadrilla de carpinteros a unir unos tablones de cualquier forma se equivoca. Fabricar una catapulta era una obra de ingeniería que solo unos pocos eran capaces de llevar a cabo, y solo los pocos que podían pagar sus servicios eran los que podrían apiolar enemigos y arrasar sus murallas sin comprometer a medio ejército tomando las ciudades o fortificaciones lanzando escalas. En cualquier caso y para finalizar este introito, que tiempo habrá de dar pelos y señales sobre el proceso evolutivo de este tipo de armas, tras su cuestionable éxito en manos de los ingenieros de Dionisio parece ser que fue bajo el reinado de Filipo II, el autor de los días del megalómano Alejandro, cuando estas máquinas pudieron ofrecer un rendimiento verdaderamente notable. Sí, ya sé que debería hacerlo al revés, primero hablar de la evolución de estas máquinas y luego dar detalles de cada una, pero entonces esto sería un blog ordenado y metódico y, como saben de sobra los que me siguen, lo mío es regodearme en una vorágine caótica, que es mi medio natural. Así pues, bástenos saber de momento cómo y cuándo surgieron las máquinas de torsión para hablar de la que más me gusta de todas: el escorpión, que era pequeñito y juguetón pero con muy mala leche. De hecho, Ateneo el Mecánico relataba como Agesístrato, un ingeniero griego que vivió en el siglo I a.C. alcanzó la asombrosa distancia de 647 metros con una catapulta para dardos de 3 palmos (69,4 cm., la medida más habitual en este tipo de máquinas entre los griegos junto a la de 2 codos, 92,5 cm.), así que no eran para tomarlos a broma.

El general Schramm, en el centro de la imagen con un pickelhaube,
mostrando a un sorprendido káiser Guillermo una de sus réplicas
El escorpión o, dicho con propiedad, el SCORPIO que conocemos actualmente se debe por un lado a la descripción de la máquina que hizo Vitrubio en su obra DE ARCHITECTVRA. No obstante, ya había pruebas de la existencia de estas máquinas, como la vista frontal de una de ellas que aparece en la lápida de Gaio Vedennio Moderato, un ingeniero militar cuya tumba está datada hacia el 100 d.C. y que muestra a la perfección su morfología. Por otro lado, son testimonio de sus escritos los ejemplares hallados en Caminreal, Ampurias y Cremona que muestran que, en efecto, el probo historiador no nos metió un camelo en plan Canal Historia. Los primeros en llevar a cabo un intento de reconstrucción de esta máquina fueron los generales Guillaume Henri-Dufour y Jean-Baptiste Verchère de Reffye por encargo de Napoleón III (Dios maldiga a su malvado y enano tío), pero el que logró elaborar una réplica que, además de fiel al texto de Vitrubio funcionaba perfectamente fue, como no, un tedesco, el general Erwin Schramm, que además de militar era un competente arqueólogo. Este probo recreacionista no solo reprodujo el SCORPIO de Vitrubio, sino también la catapulta de repetición que describió Filón de Alejandría y hasta un aerotonon, una máquina para lanzar piedras muy parecida al SCORPIO

En lo referente al nombre, la única referencia que he encontrado procede de mi paisano Isidoro, que en sus "Etimologías" afirma que un SCORPIO "es una saeta envenenada que se dispara con arco o con máquina de guerra y que inocula su veneno al hombre que hiere" (Etimologías, XVIII, 8). En todo caso, lo cierto es que varios autores la citan con ese nombre, como Amiano Marcelino, Livio, Salustio o el mismo Gaio Julio César en su "Guerra de las Galias". O sea, que no se trata del típico nombre inventado en nuestros días por denominarlos de alguna forma, como ocurrió con la falcata, sino  que en su época ya era conocida como SCORPIO. Su aspecto general podemos verlo a la izquierda. La máquina se compone de tres partes: la COLVMELLA BASIS, es decir, la base o armazón que la sustenta y que era la única que no se veía sujeta a las estrictas proporciones de tamaño;  el CANALICVLVS, el carril donde se colocaba el dardo y los mecanismos de disparo y, finalmente, el CAPITVLVM, el bastidor o estructura donde se hallaban las cuerdas y las palas.

A la derecha podemos ver las distintas partes en que se dividía el armazón sobre el que descansaba la máquina en sí y que, obviamente, era fácilmente desmontable para su transporte. De hecho, según Vitrubio las legiones tenían una dotación de 55 SCORPIONIS. Este tipo de base era, por decirlo de algún modo, un modelo estándar que valía para otro tipo de máquinas. Estaba formada por tres largueros que se apoyaban en el suelo (BASIS IN SOLO) que a su vez se apuntalaban con su respectivo CAPREOLI (soporte) sobre la COLVMELLA (columnita), por lo general de forma hexagonal. Tanto el poste central como los largueros estaban embutidos en el PLINTHOS (zócalo). En el extremo superior de la COLVMELLA tenemos la CAPVT COLVMELLA (cabeza de la columnita), una pieza de hierro en forma de U donde se fijaba la caña de la máquina. Para regular el ángulo de tiro vemos en la parte posterior el SVBIECTIO (colocado debajo, en referencia a la columna posterior), un larguero que se deslizaba en la COLVMELLA, así como la POSTERIOR MINOR COLVMNA (columna menor trasera). Moviendo ambas piezas el tirador podía apuntar sin problemas. Esta última estaba unida a la caña mediante el CHELONIVM (enchufe, caja de conexión), una caja de madera (también podía ser de metal) en la que estaba articulada por un pasador. Me apuesto mis magnificentes ex-barbas (me las he tenido que rapar tras décadas haciéndome compañía por las jodidas mascarillas) a que los nombres de las piezas no hay cuñado que las sepa, de modo que a saco con ellos. 

A la izquierda podemos ver la morfología del CANALICVLVS que, siguiendo las reglas de proporciones antes mencionada, debería tener 19 veces 1/9 del largo del proyectil (ya son ganas de enredarse, carajo), por lo que si la máquina es para un dardo de 3 palmos el CANALICVLVS debería medir aproximadamente 146 cm. En la figura A tenemos el CANALICVLVS en cuestión, formado a su vez por esta pieza haciendo de base del conjunto y con dos BACCULÆ a cada lado. O sea, una puñetera caja acanalada. Pero no debemos pasar por alto las cuñas que tienen las BACCULÆ por sus caras internas para formar un encastre en cola de milano para fijar la pieza que vemos en la figura B, el CANALIS FVNDVS, que es donde se colocará el dardo. Así mismo, en esta pieza estarán instalados los mecanismos de disparo y de carga de la máquina.

Obsérvese que la parte trasera del bastidor tiene una hendidura en forma
semicircular para impedir que la pala lo golpease al disparar
Veamos una vista de perfil del SCORPIO para entender su funcionamiento. Esta ilustración está basada en la réplica que hizo Schramm del ejemplar hallado en Caminreal. En la parte trasera tenemos las palancas de carga que accionan un torno (luego lo veremos en otro gráfico con detalle). Como vemos, lleva una a cada lado, tras las cuales es posible que tuvieran un piñón con su correspondiente trinquete como medida extra de seguridad. Las poleas tenían varios orificios por donde se iban alternando las palancas como los cabrestantes para las anclas de los veleros de antaño. La flecha negra señala una cremallera (llevaba una en cada costado) donde actuaba otro trinquete (flecha amarilla) conectado al mecanismo de disparo (flecha roja). Una vez que dicho mecanismo alcanzaba su tope se armaba con un dardo y se procedía a apuntar el arma. Tenían más precisión de lo que parece, que conste. Una muralla bien guarnecida con SCORPIONIS podía provocar cuantiosas bajas en un ejército atacante, y no solo por su alcance, sino por la tremenda potencia que podían desarrollar. Un guerrero sin ningún tipo de armadura podía ser atravesado de parte a parte por el dardo y, de paso, liquidar también al que iba tras él. Veamos el mecanismo de disparo con detalle...


En la parte trasera vemos la SVCVLA (torno) con las poleas y, entre estas y el armazón, los piñones con su trinquete. Podemos apreciar igualmente la cremallera que recorría la caña por ambos lados y donde el trinquete del mecanismo lo bloqueaba cada vez que retrocedía un golpe de polea. El mecanismo en cuestión era bastante básico, pero tan eficiente que perduró durante siglos sin la más mínima modificación. El corazón del mismo era la EPITOXIS (garra), llamada comúnmente como la "serpiente", que era una uña bífida que bloqueba la cuerda. La serpiente estaba sujeta por dos soportes y un pasador a una placa base que transcurría por la caña. Para cargar, o sea, armar la cuerda, el tirador empujaba la serpiente por su parte trasera y la enganchaba. A continuación la bloqueaba con  la MANVCLA (palanca/disparador). En la figura A del detalle superior vemos el mecanismo montado. Si nos fijamos, podemos apreciar que los dientes de la serpiente están redondeados porque, en este caso, no ocurría como con la ballestas, en las que una nuez bloqueaba la verga y la liberaba al girar, sino que la "dejaba ir" por su propia fuerza en el momento en que le faltaba el apoyo trasero de la MANVCLA, que al girarla hacia atrás permitía a la serpiente levantarse de morro y soltar la cuerda (figura B). Para recargar solo había que liberar los trinquetes y hacer avanzar todo el mecanismo hasta la cuerda, la cual por cierto no debía tocar la caña para evitar un desgaste prematuro, sino quedar levemente por encima.

Y ahí tenemos una vista frontal del CAPITVLVM, el bastidor que contenía el mecanismo de torsión. Básicamente se componía de dos TABVLÆ, dos tablas colocadas en la parte superior e inferior donde se practicaban los FORAMINIS (orificios) por donde pasarían las madejas de cuerda. Las TABVLÆ estaban unidas por cuatro tablas o puntales que, en la reconstrucción que vemos, estaban enteramente forradas de planchas de hierro unidas con remaches pasantes. El espacio que quedaba entre las dos tablas centrales eral la DIOPTERA (ventana), por donde salía el dardo y el tirador podía apuntar. En cuanto a las laterales, como dijimos anteriormente, por su parte trasera tenían sendos rebajes semicirculares para que las palas no lo golpeasen al disparar ya que podían partirse fácilmente. La madera para fabricar el bastidor debía ser muy dura y resistente para soportar las tremendas tensiones a las que se veía sometido, y a pesar de ello aún las reforzaban con planchas de hierro o bronce para que no saltaran en pedazos así que ya podemos imaginar que estos chismes no eran para jugar los fines de semana. El diámetro de los orificios venía marcado por la proporción de 1/9, por lo que para disparar un dardo estándar romano de 2,5 pies (77 cm) debían tener aproximadamente 69,5 cm. El resto de piezas lo conforman los BRACCHII (brazos, que debían tener una largo de 7 veces 1/9 de la longitud del dardo) y cuatro MODIOLVS (taza, por su forma) de bronce que eran los que sujetaban las madejas de cuerdas.

Han aparecido decenas de estas piezas con diversas formas, al menos siete tipologías distintas aunque de diferentes tamaños en base a la máquina donde estaban instaladas incluyendo BALLISTÆ para lanzar piedras porque, como ya hemos comentado, el sistema era el mismo para todas. Básicamente era una pieza de bronce fundido con un diámetro que debía ajustarse al FORAMEN de cada TABVLA. En la figura A vemos la pieza de perfil donde se aprecia un reborde inferior que era lo que permitía ajustarla al orificio, así como las dos muescas en las que se colocaba el pasador que bloqueaba las cuerdas. En la figura B tenemos una vista superior de la MODIOLVS en la que, junto al pasador, vemos varios orificios. No eran para fijar la pieza a la TABVLA, sino para regular el ajuste, como se explicará ahora. En la figura C está lo que podríamos llamar contra-chapa, una pieza cuadrada que sí era la que se fijaba a la TABVLA para impedir que la presión ejercida por las cuerdas hundiera literalmente el MODIOLVS en la madera. O sea, era para reducir la presión específica sobre la TABVLA mediante una superficie mayor. Bien, como vemos en la contra-chapa, esta lleva una serie de orificios que coinciden con los del MODIOLVS de forma que cuando, tras un uso continuado, las cuerdas perdían tensión, se removía el o los pasadores como el que vemos junto a la figura A y se giraba un punto o dos hasta lograr darle de nuevo la tensión necesaria. Han aparecido MODIOLVS desde con apenas cuatro orificios hasta una decena, así que cada máquina requeriría una ajuste más o menos fino. Por lo general, los de más orificios corresponden por su diámetro a máquinas de mayor tamaño.

Otro sistema, más antiguo al parecer, es el que vemos a la izquierda. En este caso, la regulación se hacía girando el MODIOLVS y bloqueándolo con la ayuda de un trinquete, como vemos en la figura A. En la figura B tenemos la misma pieza de perfil, y aunque en apariencia parezca un sistema más racional y cómodo que el de los pasadores, es posible que acabase siendo desechado por llegar un momento en que los dientes o el trinquete no soportasen la tensión, o se hundieran demasiado en la TABVLA. En lo tocante a las cuerdas, la opinión unánime era que el material más adecuado era el tendón animal excepto el cerdo, y de todos los tendones eran preferibles los de las patas de los ciervos y los cuellos de los toros por ser especialmente resistentes y elásticos. Para los SCORPIONIS no se recomendaba el uso de crin de caballo que, sin embargo, era más idóneo para las BALLISTÆ. Pero, a falta de tendones, el material más cotizado era el pelo de mujer. Según Herón de Alejandría, el pelo femenino, fino, largo y resistente, gozaba además de una gran elasticidad debido a la costumbre de aceitárselo para tenerlo brillante, lo que mantenía el cabello, aparte de vistoso, en un inmejorable estado, ofreciendo unos resultados que, aunque no alcanzaban a los tendones, eran más que satisfactorios. Obviamente, estas cuerdas no tenían  nudos. Se elaboraban formando una sola pieza unida formando una madeja que, según el requerimiento de la máquina donde iría destinada tendría una determinada longitud que le permitiría tener un número de vueltas específico. Al parecer, las cuerdas se encargaban a artesanos civiles aunque el resto de la máquina la fabricaran los carpinteros, herreros y fundidores del ejército. La diferencia de usar tendón a usar crin era más que notable. La hazaña antes mencionada respecto al ingeniero Agesístrato la logró con cuerdas de tendones. La réplica de Schramm solo alcanzó la mitad de alcance precisamente por haber usado cuerdas de crin, así que la diferencia entre un material y otro era notable.

Y para acabar, los proyectiles. En la figura A vemos la configuración habitual: un asta de forma fusiforme con la culata afilada en ángulo para encajarla en la serpiente del disparador. Como vemos, estaba provista de tres estabilizadores que podían estar fabricados de madera o cuero. La punta es el típico cuadrillo con cubo de enmangue fijado al astil con una pasador o clavo de bronce. Toda la pieza salía a base de martillear una barra de hierro en una matriz para darle al cubo su forma cónica y a la punta de pirámide cuadrangular o triangular. Parece ser que estas últimas eran las habituales en los dardos de pequeño tamaño, o sea, los de tres palmos griegos o 2,5 pies romanos. Se han hecho pruebas con las réplicas disponibles y a 38 metros podían dejar seco a un probo ciudadano armado con una LORICA SEGMENTATA fabricada con chapa de 1,25 mm. de grosor, atravesando la coraza con la suficiente profundidad como para alcanzar órganos vitales (véase el detalle superior).  Si no llevaba coraza atravesaba al que fuera y a tres cuñados más. Ojo, y con cuerdas de crin. Cabe suponer que si hubiesen sido de tendones el alcance y la penetración habrían sido mayores. La figura B presenta un peculiar tipo de dardo aparecidos en Qsar Ibrim, cerca de Abu Simbel, en Alesia y en Vindolanda.

En la parte superior vemos las cuatro fases de construcción de un cuadrillo.
Debajo, a la izquierda, tenemos una muestra del proceso para obtener el
cubo de enmangue gracias a una matriz. A la derecha tenemos un cuadrillo
de punta cuadrangular que, por su tamaño, debió haber sido usado en un
SCORPIO de 3 palmos o de 2,5 pies romanos
Como vemos, al astil B1, fabricado con una madera blanda se le han practicado tres cortes longitudinales para recibir el tramo B2, en este caso de madera más dura, cuya parte posterior tenía tres aletas que encajaban en en las ranuras. El cuadrillo B3 se embutía como solía hacerse en muchos casos para que, al extraer el dardo, la punta se quedase dentro. En B4 tenemos una vista en sección del dardo que nos ocupa. Hay diversas teorías al respecto, todas igualmente válidas. Una afirma que la idea podía ser tener una provisión de astiles con una longitud estándar y luego añadir el segundo tramo ya preparados para disponer de dardos más o menos largos según la necesidad. Otra sugiere que podría ser para que, con la fuerza del impacto, el astil principal se rompiera, quedando dentro del cuerpo el cuadrillo y el tramo secundario. Una última opina que este sistema permitía recuperar los astiles de los heridos y muertos tras el combate para reutilizarlos. En fin, que cada cual se quede con la teoría que más le guste. Ah, por cierto, los SCORPIONIS no solo usaban estos dardos, sino también faláricas para propagar incendios en las defensas y fortificaciones sitiadas.

Y, antes de acabar, una pequeña muestra de los efectos de estos dardos tras un rebusco en mi archivo de osamentas perjudicadas. Ambas imágenes proceden de durotriges celtas apiolados en el CASTRVM de Maiden Hill, cerca de Dorchester, por las tropas de Tito Flavio Vespasiano en el 43 d.C. En la superior se aprecia perfectamente un cuadrillo que se alojó en la espina dorsal del sujeto, y por la posición que tiene debieron escabecharlo cuando había recordado que se había dejado el cocido en el fuego y se estaba largando a toda leche. La segunda imagen es aún más gráfica ya que muestra el limpio orificio que le abrió un cuadrillo en el hueso temporal, herida que sin duda produciría una muerte instantánea. Lo extraño son los desperfectos en la parte frontal, donde faltan los senos nasales, el esfenoides, parte del frontal, la órbita e incluso del maxilar. Igual no palmó ipso-facto y alguien lo remató reventándole la cabeza con una piedra, o vete a saber. En todo caso, no vivió para contarlo, eso es más que evidente. 

Bueno, criaturas, esto es todo. En posteriores artículos ya iremos ampliando la gama de armamento de estos probos greco-romanos. Ah, por cierto, un detallito chorra. El término tormentaria que usamos actualmente para mencionar las armas de guerra de forma genérica en realidad procede del latín TORMENTVM, o sea, cuerda, que era con lo que se fabricaban las máquinas de torsión.

En fin, ahí queda eso. Que les aproveche, amén.

Hale, he dicho



Dos servidores de un SCORPIO durante un asedio. Según se deduce del gesto de uno de ellos, las municiones se están
acabando y encima el OPTIO les mete bulla.

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