viernes, 12 de junio de 2020

El curioso origen de los GURKHAS


Pasando revista a una compañía del 1er. Batallón del 4º Rgto. de Fusileros Gurkhas en Francia, en julio de 1915


Bueno, ante todo una aclaración que, aunque en teoría está de más, no quiero dejar de hacerla por si alguien se despista. Los gurkhas son una de las muchas tribus, clanes o castas que habitan en Nepal, donde todo los años van mogollón de cuñados a gastarse un pastizal por pasarlas putas para subir al Everest, estar en la cima el tiempo justo de hacerse la foto porque hay dos kilómetros de cola y bajar muy contentito por haber coronado la cima del mundo aunque le hayan tenido que amputar los dedos de los pies y la napia se le haya caído por el camino de vuelta, sin contar con el estupendo enfisema de pulmón con el que podrá presumir ante sus amiguetes porque se le acabó el oxígeno y, aún así, pudo retornar al campamento base.

Básicamente, y para hacernos una idea del origen de estos belicosos ciudadanos, a nivel racial son los miembros de un antiguo y pequeño estado llamado Goorkha o Gurkha, descendientes del clan Rajput conocidos como Khas Gurkhas que, a su vez, incluyen a dos tribus, los khas y los thakur. De hecho, los gurkhas fueron motivo, junto a los tibetanos y otras razas de esa zona de Asia, de la expedición enviada por el ciudadano Adolf en busca de las raíces de la raza aria de su maravilloso Reich de ciudadanos altos y rubios. Lo raro es que si ponemos a un nepalí y a un tedesco uno junto al otro no sé de dónde leches pudieron deducir los eugenistas nazis que ellos también eran arios, porque se parecen lo mismo que un huevo a una castaña. Sea como fuere, lo cierto es que los arios son estos asiáticos y no los tedescos,ya ven lo que son las cosas...

Sonriente gurkha, feliz de comprobar que su kukrie corta lo
suficiente como para hacerse un bocata de mortadela. El jovial
homicida pertenecía a la 43º Bgda. de Infantería India, que en
el año de la foto, 1944, estaba operando en Italia
Bien, aclarado el tema racial, es evidente que fue el nombre de su país el que sirvió para identificarlos cuando pasaron a formar parte del ejército británico (Dios maldiga a Nelson),  y al cómo y el por qué ocurrió esto es a lo que dedicaremos este artículo porque, por lo general, cuando se habla de gurkhas viene a la mente un sujeto de rasgos asiáticos, más bien bajito, de piel cobriza y casi siempre con una sonrisa de oreja a oreja, pero que cuando se cabrean tienen muy mala leche. Y todo ello adobado por sus temibles kukries, esos peculiares cuchillos de los que ya hablaremos detalladamente en su momento pero que, como anticipo, conviene saber que, en realidad, son más bien un cuchillo multiuso que igual vale para abrir una lata, cortar leña, desbrozar maleza y, naturalmente, hendir los cráneo de sus enemigos aunque muchos toman como artículo de fe esa chorrada de que si se desenvaina debe "probar la sangre", por lo que si se usa para cortar un manojo de rábanos deben hacerse un pequeño corte en el brazo para envainarlo con honor. Eso, obviamente, es una solemne estupidez propalada quizás para aumentar su fama de fieros devoradores de hombres y que los enemigos se hicieran pipí si se enteraban de que había gurkhas en las líneas contrarias, como quiero recordar que ocurrió en la Guerra de las Malvinas, donde los atribulados reclutas argentinos se preocuparon bastante al saber que los malvados british había llevado allí a una unidad de estos mercenarios tan agresivos. Bien, ya vale de introito, así que vamos al grano...

Prithi Narayan Shah, el unificador del Nepal
(1722-1775)
El punto de partida lo situaremos a mediados del siglo XVIII, cuando lo que conocemos como la India y territorios limítrofes eran una amalgama de pequeños estados que, como suele ocurrir en estos casos, se llevaban fatal entre ellos por prejuicios tribales, religiosos y demás zarandajas que dan motivos para masacrarse bonitamente. Uno de estos pequeños estados era Goorkha, situado al noroeste del Nepal y regido por el maharajá Prithi Narayan Shah. Ojo, solo en Nepal había en aquel momento 54 estaditos, así que imaginen qué no habría en el resto de la India. Este sujeto, que a la vista de sus actos no tenía un pelo de tonto, vio como los british de la Honorable Compañía de las Indias Orientales (Honorable, juasjuasjuasss...) se había apoderado poco a poco de enormes zonas del sub-continente indio, logrando que muchos de sus regentes se convirtieran en sus vasallos o aliados. Obviamente, esto suponía una inmensa fuente de ingresos para aquellos tipos de jeta paliducha y ademanes arrogantes que, gracias al comercio con sus recursos naturales- té, especias, sedas, etc.- con Europa se estaban forrando literalmente. Así pues, y a la vista de cómo los paliduchos arrogantes se estaban haciendo los amos del cotarro como si tal cosa, decidió imitarles y unificar todo el Nepal bajo su cetro.

Gurkhas del ejército de Prithi Narayan Shah
Así, a partir de 1743, Prithi Narayan empezó a organizar un ejército cualificado para ir invadiendo a los estados nepalíes. Pero que nadie piense que sus tropas eran una caterva gritona armados con lanzas y kukries, sino hombres entrenados y armados al estilo europeo con mosquetes y al mando de generales que sabían lo que llevaban entre manos. Prithi Narayan confiaba además en que Nepal, aislado por insuperables cadenas montañosas, sería prácticamente inexpugnable ante enemigos de más allá de los límites naturales de la región si bien, como hombre prudente que era, no confió solo en la naturaleza para hacerse fuerte en sus dominios, sino que fortificó la frontera para ponerlo aún más difícil a posibles invasores. Cuando nuestro hombre palmó en 1775, su hijo Pratap Singh Shah y, poco después, el hijo de este, Rana Bahadur Shah, siguieron con la misma política que el unificador del Nepal, si bien adoptando métodos más expeditivos. O sea, que ya no se conformaban con invadir un estado y hacer a su regente tributario suyo, sino que optaban por lo fácil: exterminaban a toda la familia real para eliminar posibles aspirantes a recuperar su independencia y se apropiaban de todos los atributos y derechos del extinto monarca. Era evidente que, tarde o temprano, esta política expansionista acabaría chocando con los intereses británicos, y más si consideramos que muchas de las víctimas de los gurkhas eran precisamente fieles aliados de los europeos y, como es natural, les pidieron ayuda para detenerlos.

Rana Bahadur Shah (1775-1806)
Durante varios años, gurkhas y british se estuvieron contemplando con cautela. Los primeros en plan desafiante, como avisando que se consideraban invencibles y que no osaran ponerse en su camino; los segundos, como queriendo nadar y guardar la ropa, o sea, mostrando una ambigua firmeza pero sin atreverse aún a plantar cara a Rana Bahadur Shah, prefiriendo contemporizar antes que meterse en una guerra con un país que había mostrado su capacidad militar y que dominaba el terreno donde se movían mucho mejor que ellos. Bhim Sen Thapa, primer ministro nepalí, afirmaba rotundamente que "nuestras colinas y fortalezas están formadas por la mano de Dios y son inexpugnables". Pero el expansionismo nepalí ya empezaba a amenazar con ir más allá de sus fronteras naturales, estimulados ante todo por la actitud condescendiente de los british que, como es de suponer, tomaron como una evidente muestra de debilidad. En 1813 se apoderaron de Bhootwal , una zona situada en la frontera del reino de Oude, y eso empezó a poner nerviosos a los devoradores de pasteles de riñones. El suceso, acaecido en el relevo del anterior gobernador lord Minto por el nuevo, Francis Rawdon-Hastings, lord Moira para los amigos, no impidió que este último hiciese un postrero intento por aplacar la agresividad gurkha con la diplomacia. Pero los sonrientes y siempre optimistas nepalíes- todos los cronistas coinciden en que eran la gente más jovial que se podía conocer- pasaban de diplomacia, así que a Moira no le quedó otra que enviar un destacamento para recuperar el territorio recién ocupado. Aquello fue más bien una demostración de que no estaban dispuestos a tolerar más agresiones que un acto de reconquista efectivo ya que, tras designar una serie de funcionarios nativos para administrar la zona, se largaron rápidamente al distrito de Goruchpoor, donde estaba su base.

Bhim Sen Thapa (1775-1839), el belicoso
primer ministro que nunca fue a la guerra
En mayo de 1814, en cuanto el último casaca roja desapareció de la zona, los gurkhas volvieron a Bhootwal y atacaron de forma simultánea tres puestos policiales, liquidando a veinticuatro de sus efectivos y dejando al oficial británico al mando de la zona convertido en comida para gatos. Lord Moira, viendo que con buenas maneras y una amigable charla durante una partida de whist no conseguiría nada, tuvo claro que aquello solo se resolvía por la fuerza de las armas, por lo que el día 1 de noviembre, nuestro hombre, gobernador general de la India, declaró oficialmente la guerra a los gurkhas. Bhim Sen, que era cuanto menos tan chulo como los british, les envió como respuesta que "si los ingleses quieren la guerra contra los conquistadores de Goorkha, pueden tenerla". Ahí, con dos cojones, qué carajo... No obstante, no todos los gurkhas estaban convencidos de que la política de agresión de Bhim Sen era la más correcta. Era evidente que unos extranjeros que, aunque paliduchos y devoradores de pasteles de riñones se habían apoderado de inmensos territorios y/o habían sometido a sus dirigentes, no eran para tomarlos a broma. El primero de ellos era, paradójicamente, un militar, el general Amar Singh Thapa, que advirtió al primer ministro que meterse en guerras con los british no les traería nada bueno. Sin cortarse un pelo le envió una carta en la que decía que "...hasta ahora hemos cazado ciervos: si participamos en esta guerra, debemos estar preparados para luchar contra los tigres. El defensor de la guerra (o sea, el primer ministro Bhim Sen) que propone luchar y conquistar a los ingleses ha sido criado en la corte y es un extraño al trabajo y las dificultades de una vida militar".

Sello conmemorativo del valeroso Amar Singh Thapa
(1751-1816)
Pero Bhim Sen ya había cruzado su propio Rubicón, y los british ya no se detendrían hasta meter en cintura a los gurkhas. Lord Moira organizó un ejército de 22.000 hombres, una cifra nada despreciable para lo que, en teoría, era una operación de castigo y una demostración de fuerza. Dividió sus tropas en cuatro columnas que partirían desde Dinapore, Benarés, Meerut y Ludhiana. Cada columna estaría respectivamente al mando de los generales Marley, con 8.000 hombres y la misión de ocupar Katmandú, la capital; Wood, con 4.000 y con el encargo de recuperar el distrito de Bhootwal origen del conflicto; Rollo Gillespie, con otros 4.000 y teniendo como objetivo de tomar Garhwal, la capital de Srinagar y, finalmente, al mayor general sir David Ochterlony, al mando de 6.000 hombres y una docena de cañones para enfrentarse al prudente aunque en modo alguno cobarde Amar Singh Thapa en Malaun. 

Francis Rawdon-Hastings, lord Moira y I marqués de
Hastings (1754-1826)
El primer enfrentamiento lo protagonizó la columna al mando del general Rollo Gillespie ante el fuerte de Kalunga, guarnecido por 600 hombres al mando del general Balbahadur. Tras montar el sitio y desplegar su artillería, Gillespie envió la habitual carta conminando a la rendición y tal, a los que el comandante gurkha respondió que no aceptaba correspondencia a horas tan intempestivas. A pesar de ser una fortificación aparentemente irrelevante y que podría ser tomada sin esfuerzo por los 4.000 hombres de Gillespie, solo tras un desaforado bombardeo consiguieron que los gurkhas evacuaran el pequeño fuerte, y todo a costa de un elevado número de bajas por parte de los british incluyendo a su comandante, que entregó la cuchara heroicamente durante un intento de asalto que resultó fallido, cayendo fulminado de un balazo en el corazón. Un hecho curioso tuvo lugar en esta batalla, en la que un gurkha apareció ante las líneas inglesas agitando los brazos. Los british, perplejos, no lo tirotearon pensando que se rendía porque el hombre mostraba una severa herida que le había destrozado la mandíbula inferior. Tras ser curado por el cirujano de la unidad, el gurkha pidió permiso para largarse y proseguir combatiendo. No se sabe si lo dejaron marchar y lo corrieron a collejas por ingrato.

Mayor General sir David Ochterlony (1758-1825)
Como vemos, la tónica general de esta guerra fue el desalojo de las fortificaciones y los picos donde los gurkhas podían enfrentarse a ejércitos superiores sin problema. De hecho, la actitud de los generales ingleses era más bien precavida en exceso ya que nunca antes habían tenido que combatir en un terreno tan adverso a sus tácticas habituales, en las que primaba la batalla campal con posibilidad de desplegar sus fuerzas y aprovechar su superioridad. Más aún, el hecho de que ni a nivel de armamento ni de efectivos se les igualaban, la increíble agresividad de los gurkhas y su pasmosa facilidad para moverse por las montañas incansablemente tenía bastante mosqueado al personal excepto a  Ochterlony, que fue el único que captó que si quería vencer a tan correosos enemigos ya podía irse olvidando de los manuales militares. La clave estaba en ir reduciendo los fuertes que controlaban los pasos hacia el interior del Nepal. Estas fortificaciones, que en muchos casos eran meras empalizadas, dominaban las alturas y con pocos hombres podían detener en seco una columna de miles de enemigos porque, simplemente, no tenían ni sitio para formar un cuadro. Umur Sing, hermano del primer ministro y comandante en jefe del ejército gurkha,  optó por abandonar los fuertes menos defendibles y concentrar sus fuerzas donde podía hacer frente a los enemigos de forma efectiva. Buena prueba de los violentos cambios de impresiones que tuvieron lugar fue la conquista de Deothul, un pico cuya fortificación solo pudo ser tomada por las tropas de Ochterlony tras un asalto en masa el 15 de abril de 1815 que, sin embargo, se vio casi perdido cuando al día siguiente los gurkhas llevaron a cabo un feroz contraataque que logró abrir brecha en varios puntos tras un concienzudo bombardeo que dejó la dotación de la artillería trasladada al fuerte reducida a un artillero y tres oficiales. En esta ocasión, a los british les sacó las castañas del fuego la llegada de una columna de refuerzos que obligó a retirarse a los gurkhas, que dejaron en el campo unos 500 muertos contra 213 british.

Mayor General sir Hugh Rollo Gillespie (1766-1814)
Pero Ochterlony ya le había tomado la distancia a sus enemigos, y sabía que solo minándolos poco a poco podría acabar con su enconada resistencia. En una postrera batalla contra el general Amar Singh, que intentaba formar un último reducto de resistencia en el fuerte de Malaun, vio que el inglés lo tenía totalmente rodeado, así que no le quedó otra que pedir una capitulación lo más honrosa posible. Ochterlony, que sabía apreciar el valor de sus enemigos, ofreció a Amar Singh abandonar el fuerte con sus tropas armadas, sus banderas y sus pertenencias personales. Pero, a cambio, el gobierno de Nepal debía ceder a los british la llanura del Terai, que era por así decirlo la llave del Nepal, más los territorios ocupados y aceptar un Ministro Residente en la capital, Katmandú. Un Residente era un regente de facto al que los reyes o líderes del territorio bajo su jurisdicción tenían que obedecer y que, lógicamente, siempre actuaba en favor de los intereses de la corona. De ese modo, el legítimo gobierno nepalí quedaba relegado al papel de mera comparsa ante sus compatriotas mientras que el que de verdad dirigía sus destinos era un extranjero. Con todo, esta amarga disposición no fue llevaba a los férreos extremos que los ingleses ejercían en otras zonas, quizás para intentar apaciguar un poco a los que tanto trabajo les había costado meter en cintura. De hecho, a modo de sutil venganza, los gurkhas les cedieron como zona de acuartelamiento una comarca donde el paludismo campaba a sus anchas, así que sin darse cuenta les metieron una dosis extra de guerra bacteriológica porque los hijos de la Gran Bretaña cayeron como moscas. 

Firma del Tratado de Sugauli. A la derecha vemos las tropas gurkhas
Pero Bhim Sen no estaba por la labor de aceptar el Residente, y menos aún en entregar el Terai a sus enemigos ya que, de hacerlo, estarían expuestos a ser invadidos en cualquier momento, así que finalmente usó la oferta de paz de Ochterlony para uso escatológico. A la vista de la tenaz resistencia del primer ministro, en enero de 1816 el gobernador general ordenó a Ochterlony que se dejase de historias y de paños calientes y ocupara Katmandú. Para ello se organizó un poderoso ejército de 14.000 hombres apoyados por tropas irregulares y un tren artillero de 83 bocas de fuego que, considerando que el ejército gurkha había menguado de forma notable tras aquellos meses de guerra, resultaría arrollador. Ante el imparable avance inglés y tras infligirles varias derrotas, Bhim Sen prefirió rendirse antes de que el ejército de Ochterlony alcanzara la capital. Este le planteó claramente que ya no habría segundas oportunidades. "Acepte ya un Residente o una guerra", le dijo. Obviamente, tuvo que tragar con el Ministro Residente muy a su pesar, por lo que el 4 de marzo de 1816 se firmó el Tratado de Sugauli que ponía fin al conflicto.

El general Frederick Young (1786-1874)
Llegados a este punto, muchos se dirán que hasta ahora solo se ha hablado de las guerras que mantuvieron los gurkhas con los british, pero fue precisamente gracias a esas guerras por lo que los primeros se unieron a los segundos. Los gurkhas eran un pueblo que admiraba ante todo el valor. Uno de sus dichos más ilustrativos al respecto es el que dice que "Kafar hone bhanda morne ramro" (Es mejor morir que ser un cobarde), y ciertamente supieron apreciar el arrojo de sus enemigos cuando se aventuraron a internarse en un territorio como Nepal que, además de serles totalmente desconocido, era en todo opuesto a lo que habían conocido hasta aquel momento. Por otro lado, los ingleses, aunque menos dados a ensalzar las glorias ajenas, eran más pragmáticos y vieron claramente que sería bastante sensato tener de su lado a unos combatientes que hacían gala de tal arrojo y agresividad. De hecho, el mismo Ochterlony ya propuso en su día reclutar gurkhas nativos de territorios que no les fueran hostiles como fuerzas irregulares, y el gobierno británico nunca intentó colonizar Nepal ni los obligó a formar parte de sus colonias en la India.

Sin embargo, la creación de las primeras unidades de gurkhas tuvieron lugar de la forma más pintoresca. En pleno conflicto, Frederick Young, un teniente del 13º Rgto. de Infantería Nativa que ya había combatido con Gillespie, fue comisionado para levantar una fuerza de 2.000 irregulares para reforzar las tropas de Ochterlony. Una vez reclutados y camino de regreso para unirse al ejército, se topó con un contingente de gurkhas que, sin pensárselo dos veces, los atacaron con su habitual furia. Los 2.000 irregulares salieron echando leches, dejando a Young y demás militares ingleses literalmente tirados. Young, que ya daba por sentado que en breve causaría baja definitiva en el ejército, aguantó estoicamente para palmarla como mandan los cánones. Pero los gurkhas, en vez de filetearlo a él y a sus compungidos colegas, le preguntaron por qué no había huido junto a los 2.000 caguetas que les acompañaban. 

-No he llegado tan lejos para escapar, he venido a quedarme- espetó en plan héroe inmortal porque, total, ya daría por sentado que su vida no valía ni un dátil pisoteado por una manada de camellos. Y diciendo eso, se sentó en el suelo como si tal cosa.

Los gurkhas, que como ya hemos dicho apreciaban ante todo el valor, les cayó simpático el tal Young por su indudable sangre fría aunque por dentro estuviera a punto de hacerse caquita.

-Podríamos servir a las órdenes de hombres como tú- le replicó el líder del grupo de gurkhas, a los que no suponía ninguna deshonra estar bajo el mando de un hombre valeroso, fuese de donde fuese.

Gurkhas del 2º Batallón Sirmoor dándose estopa con los cipayos durante
la revuelta de 1857
Total, se lo llevaron prisionero junto a los demás militares ingleses, pero dándoles un trato más que aceptable y hasta aprendió su idioma. Al cabo de un tiempo fue liberado y, a la vista de lo que le habían comentado sus captores, se presentó en un campo de prisioneros en la India para reclutar gurkhas. Tras pedir autorización para ello, que por cierto le fue concedida sin problemas, en la primera tacada se le ofrecieron nada menos que 3.000 voluntarios que fueron empleados en levantar el primer contingente de gurkhas del ejército británico: el Batallón de Fusileros de Sirmoor que, posteriormente, se recicló en el 2º Rgto. Propio de Fusileros Gurkhas del Rey Eduardo VII. Este batallón fue además la primera unidad de gurkhas que entró en acción, concretamente durante la Guerra de Mahratta de 1817 siendo precisamente su comandante Young tras ser ascendido, ostentando su mando durante 28 años. Y ante la avalancha de voluntarios, se formaron en Subathu el 1º y 2º Batallón Nasiri (Amistosos), que ya en el siglo XX formaron el 1er. Rgto. Propio de Fusileros Gurkhas del rey Jorge V. Se formó un tercer batallón en Kumaon formado por gurkhas y hombres de Kumaon y Garhwal que fueron destinados durante 40 años a vigilar la frontera nepalí hasta que fueron reclamados para hacer frente a la rebelión de los cipayos de 1857. Poteriormente fue renombrado como 3er. Rgto. de Fusileros Gurkhas de la Reina Alejandra. 

En fin, ese fue el comienzo de la inquebrantable amistad entre gurkhas y británicos. A lo largo del tiempo se fueron formando más unidades que combatieron en todas las guerras habidas y por haber, mostrando en todo momento la fiereza y el arrojo del que siempre hicieron gala. No había un solo oficial inglés que, a pesar de su habitual arrogancia, no se deshiciera en elogios para con los gurkhas. Uno de los más expresivos fue el comentario que hizo sobre ellos el alférez John Shipp en sus memorias: 
"Nunca vi más firmeza o valentía exhibida en mi vida. Correr nunca lo harían, y de la muerte parecían no tener miedo a pesar de que sus camaradas estaban cayendo a su alrededor, porque estábamos tan cerca [del enemigo] que cada disparo contaba."
Bueno, pues así de curioso y peculiar fue el origen de los regimientos de gurkhas que, aún hoy día, siguen en activo en el ejército británico aunque en menor número que antaño, sobre todo porque a raíz de la independencia de la India muchos de ellos optaron por servir a sus cuasi paisanos. 

Bien, con esto vale por hoy. Otro día hablaremos de su armamento, uniformidad y demás pijaditas para chinchar cuñados.

Hale, he dicho

Oficial y cipayos del Batallón Nasiri hacia 1834

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