Hace la friolera de tres años y cinco meses (carajo, el tiempo vuela, etc.) se publicaron tres artículos acerca de las copias españolas y chinas de esta emblemática arma y donde, reconozco MEA CVLPA, ya era consciente de que lo estaba haciendo justo al revés, uséase, que debí hablar primero de la original y luego de las réplicas. Pero entonces faltaría a mi sacrosanto dogma de no adulterar mi caótica existencia por lo que hoy, un trienio más tarde (de verdad, es que alucino viendo a la velocidad con la que pasan los años), pues ha llegado la hora de dar pelos y señales de la criatura primigenia. Hecho este acto de contrición, procedo.
Sin ningún género de dudas, si hay en la galaxia toda una pistola que pueda competir en elegancia, simbolismo, refinamiento y hermosura con la P-08 es, por encima de cualquier comentario, la C-96, austero y breve acrónimo de Construktion 96. Por cierto que nada más empezar topamos con un misterio misterioso que, si alguno de mis lectores conoce la ignota lengua de los germanos, le agradecería que nos aclarase. En el diccionario (he consultado varios) no aparece el término construktion, pero sí konstruction, palabro que entre sus acepciones se encuentra "diseño". Por lo tanto, el acrónimo significaría, como es generalmente aceptado, Diseño 96. Pero debería ser con K, no con C, y curiosamente hasta en páginas en alemán aparece con C. Así pues, al que nos desvele el enigma recibirá mogollón de indulgencias para que pueda pecar a mansalva e incluso desollar vivos a sus cuñados sin temor al infierno.
Los cofautores de la criatura:
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Bien, la génesis de esta emblemática pistola se remonta a 1893, al parecer espoleados por la proliferación de las armas cortas semiautomáticas que empezaron a ponerse en el mercado como la Bergmann, la Steyr o la Mannlicher. En aquella época, el revólver se seguía considerando el arma de defensa cercana por excelencia, y los proyectos de pistolas de repetición como las Volcanic, la Laumann o la Salvator-Domus no pasaron de meras curiosidades mecánicas si bien fueron el germen para las semiautomáticas. En este caso concreto, fue la Borchard modelo 1893 la que hizo que los hermanos Fidel, Friedrich y Josef Feederle se pusieran las pilas y comenzaran por su cuenta el desarrollo de la C-96, lo que por lo visto no le hizo ni pizca de gracia al jefe supremo, Paul Mauser. Porque, aunque generalmente se piense que fue este hombre el que diseño el arma (su hermano Wilhelm llevaba ya nueve años criando malvas), lo cierto es que la C-96 fue producto del ingenio de los Feederle, concretamente de Fidel, que por aquel entonces era superintendente del Versuchabteilung (VAbt o taller
experimental) de la empresa. A herr Mauser no le hacía ni pizca de gracia que su personal tuviese ese tipo de iniciativas, y más aún que no le fueran comunicadas ya que, como mandamás de la firma, era el que en teoría debía presentar los proyectos como propios independientemente de que citase a fulano o a mengano como cofautores del mismo, y solo cuando él daba el beneplácito era cuando se podía considerar que la iniciativa de alguno de sus ingenieros podía seguir adelante sin cometer ningún pecado. No obstante, en la misma fábrica el arma era conocida como "la pistola Feederle", por lo que queda claro que la paternidad de la misma fue de estos tres probos currantes, y que lo más que hizo Paul Mauser fue supervisar el proyecto más por la cosa protocolaria que por falta de confianza ya que, de hecho, Fidel Feederle era en realidad su mano derecha.
La Borchard C-93 en un catálogo de la época. La inclusión del culatín obligó a Feederle a añadir ese accesorio a la C-96 |
Obsérvese el peculiar martillo de espolón del prototipo |
Así pues, y a pesar de que en teoría la C-96 supondría un obstáculo para la Borchard, como así fue, herr Mauser se pasó las cuestiones éticas por su germánica bragueta y fue a lo práctico: terminar de pulir y patentar el diseño de los Feederle- como propio, naturalmente-, para que nadie, ni siquiera la Löwe pudiera pisarle la idea porque, en realidad, la C-96 le daba 40 vueltas a cualquier otra arma similar de la época. En el verano de 1894 ya tenían listo un primer prototipo que, tras unos diez meses, quedó completamente rematado y listo para las pruebas de fuego real que se llevarían a cabo el 15 de marzo de 1895. En la foto de la derecha podemos ver el modelo "inaugural" en el que se grabó tan señalada fecha. Tras las pruebas, Mauser no se durmió en los laureles y se largó a toda prisa a patentar el arma o, más concretamente, el rükstosslader, el sistema de retroceso corto de la misma que era donde estaba la madre del cordero porque tenía ciertas semejanzas con el de la C-93. Este sistema hacía que el conjunto cañón-corredera retrocediera alrededor de 2,5 mm. antes de que se desbloquease el cierre, cuando la presión había disminuido prácticamente a cero atmósferas. Aparte de eso, el diseño general del arma así como su cargador estaban mucho mejor concebidos que los de la Borchard, así que había que dejarlo por escrito no fuesen a salirle los de la Löwe con que les habían fusilado la pistola.
La primera patente se registró en Alemania el 11 de diciembre de 1895, para posteriormente ser solicitadas en Bélgica, Suiza, Francia, Reino Unido, Noruega, Hungría, Austria, Italia, España, Brasil, Dinamarca y Estados Unidos, proceso burocrático que llevó año y medio justo, desde enero de 1896 a junio de 1897. Y mientras sus representantes y apoderados andaban de la ceca a la meca solventando el papeleo, herr Mauser o, mejor dicho, los Feederle bajo la supervisión de herr Mauser, terminaban un segundo prototipo en noviembre de 1895 en el que se llevaron a cabo una serie de cambios menores porque, aparte de pequeñas mejoras de tipo mecánico y algún que otro toque de tipo estético, lo cierto es que la mecánica de la C-96 permaneció básicamente invariable durante todo el tiempo que estuvo en producción hasta su cese en 1939. El más conocido, por ser algo que estaba a la vista, era el martillo. El original de espolón fue sustituido por uno de anilla primorosamente fresado formando círculos concéntricos hasta dar forma a un cono en cada lado. Obviamente, estas pijadas de mecanizado alargaban y encarecían el proceso de fabricación del arma, pero los tedescos no concebían otra forma de trabajar. De hecho, el "cassette" donde se alojaban todos los mecanismos era una sola pieza en la que no había un solo tornillo, remache o pasador. En toda el arma solo había dos pasadores, el del gatillo y el del alza- que posteriormente fue eliminado- más el tornillo que unía las cachas. Y, a pesar de su aparente complejidad, estaba formada por solo 37 piezas mientras que la P-08 necesitaba 59. He tenido en mis manos varias de estas armas y puedo asegurar que solo desmontarlas es un placer para los sentidos, y contemplar la calidad de los acabados, donde no se vislumbra el más mínimo atisbo de mecanizados o su pavón, que con más de cien años permanece igual de lustroso, justifica sobradamente la consideración de mitos que tienen estas armas y las cifras de hasta cuatro ceros que se pagan por ellas actualmente
Otra de las mejoras que se desconocen de esta pistola, intuyo que por ser más una cuestión mecánica y no estética, es que mientras que su adversaria, la C-93, optó por un cargador de empuñadura de 8 cartuchos teóricamente más rápido de cambiar, la C-96 prefirió seguir con los peines. Pero lo que no se suele tener en cuenta es que fue precisamente la Mauser la primera pistola dotada de un mecanismo que dejaba el cierre abierto al agotarse la munición. ¿Que qué implica esto? Fácil... Cuando el cargador de una Borchard se quedaba sin munición había que sacar el cargador, meter el de respeto y volver a tirar hacia atrás de la corredera para cargarla. En la Mauser no era necesario porque, tras quedarse sin munición, el cierre se quedaba atrás, y solo había que colocar un peine en el brocal situado en el lomo del armazón, empujar con el pulgar los cartuchos y, al retirar el clip, se cerraba sola. Cuando se cogía el tranquillo podía ser más rápido que la Borchard y, además, tenía capacidad para dos cartuchos más en menos espacio ya que su disposición en el cargador era en doble hilera. Y, aparte de esto, hubo que diseñarle un mecanismo de seguro que no necesitaban los revólveres. En este caso, era una palanca situada en el lateral izquierdo, junto al martillo. La posición de seguro era hacia abajo de forma que solo se podría quitar si el martillo está armado. Si se amartillaba el arma y se ponía el seguro, el martillo quedaba igualmente bloqueado. La primera opción estaba concebida para que, caso de que al desenfundar se produjera un enganchón que tirase del martillo hacia atrás aunque no lo suficiente para quedar amartillado, no se produjese un disparo fortuito al soltarse.
Armazones de las C-96 para 6, 10 y 20 cartuchos. Esta última precisaba de dos peines de 10 para cargarla |
En cuanto al calibre, inicialmente se pensó en el 7,65 x 25 mm. Borchard que, al poco tiempo, derivó en el 7,63 x 25 mm. Mauser. En puridad eran el mismo cartucho si bien el Mauser era más potente y, de hecho, en su momento fue el proyectil de arma corta con mayor velocidad inicial. Cuando se planteó la producción en masa tras el visto bueno de la Ludwig Löwe, que al cabo era la accionista mayoritaria, se planteó fabricar pistolas con cargadores de 6, 10 y 20 cartuchos más una carabina experimental con capacidad para 10 cartuchos, pero el proceso avanzó lentamente. El 20 de agosto de 1896 se presentó al káiser. La opinión de los mandamases hizo que la Ludwig Löwe considerase el producto como un futuro pelotazo a nivel comercial pero, sin embargo, el ejército alemán optó por seguir con su vetusto Reichsrevolver. Por cierto que el káiser, cuando vio el arma con el culatín montado, opinó que sería más práctico diseñar un fusil con capacidad para tiro semiautomático como el de la pistola, y años después se pudo constatar que no estuvo nada equivocado cuando, una vez iniciada la Gran Guerra, se echaron mucho en falta armas de ese tipo para la lucha en las trincheras, donde lo más aproximado que tenían hasta la aparición de los MP-18 eran las P-08 con cargadores de caracol con 32 cartuchos que no eran especialmente fiables.
Funda de cuero destinada a uso militar que permitía colgarla del ceñidor o de un tahalí. La funda contiene el culatín con la pistola, un muelle de cargador de repuesto y una baqueta |
En fin, tras todos los repasos, rectificaciones y pijadas habituales, el Pistolenbau (Departamento de Pistolas) de la Mauser a cargo de Josef Feederle inició la producción en abril de 1897 cuya serie, no se sabe por qué, se inició con el número 360. Al parecer, la Mauser era bastante irregular con ese tema, dejando espacios vacíos que, posteriormente, ocupaba con pedidos militares que siempre empezaban por el nº 1. De ahí que los coleccionistas se devanen literalmente la sesera para datar sus armas ya que puede darse el caso, por ejemplo, de una C-96 con martillo de cono con una numeración superior a una de anilla pequeña fabricada 25 años más tarde. En fin, no cuadra mucho con la meticulosidad germánica, por lo que colijo que igual esa aparentemente desastrosa contabilidad estaba destinada a ocultar fines espurios como darles salida o vender armas sin pasar por el control de la Löwe. Sea como fuere lo cierto es que el hipotético pelotazo no se produjo, y en principio solo obtuvieron un pedido de 1.000 unidades para la oficialidad turca en 1896, seguido de otro de 5.000 unidades que se sirvieron a la marina italiana en 1899. De hecho, en 1902, casi 15 años después de iniciarse la producción, se habían fabricado unas 26.000 pistolas de las cuales solo 7.000 fueron mediante contratos militares. El resto fueron a manos de civiles o de oficiales que la compraron por su cuenta.
El joven teniente Churchill con su Mauser en el costado derecho, pendiendo de un fiador |
Uno de sus más ilustres clientes fue Winston Churchill cuando servía en el 21º de Lanceros. Churchill compró un ejemplar en Londres el 25 de julio de 1898 antes de partir al Sudán, donde la cosa estaba sumamente calentita con el mahdi después de que descabezaran a Gordon. En la batalla de Omdurmán participó en la carga que llevó a cabo su unidad usando la pistola en vez de la espada reglamentaria. En la correspondencia que mantuvo con su mummy declaró que su Mauser era "la mejor cosa del mundo". De hecho, tan buena impresión tuvo del arma que en cuanto regresó a finales de aquel año se agenció otras cuatro antes de partir a Sudáfrica para darse estopa con los bóers. En resumen, las Mauser tuvieron bastante difusión en las movidas de aquella época, tanto en manos de un bando como de otro si bien algunos le achacaban que su calibre no tenía el poder de parada del Webley si bien su capacidad de penetración era muy superior. Por ese motivo, la Westley & Richards, que distribuía la marca en Inglaterra (Dios maldiga a Nelson) fabricó munición expansiva para la Mauser pero, al final, como suele ocurrir, cada cual contó la historia como le pareció, y mientras uno afirmaban que le dieron cuatro tiros a un negro y ni se inmutó, otro aseguraba que tumbó a un penco a 400 metros de un solo disparo.
Bien, con lo dicho hasta ahora podemos hacernos una idea de la gestación y los primeros pasos del arma. Veamos ahora su evolución a lo largo de su vida operativa.
Durante sus dos primeros años de existencia, entre 1897 y 1899, se fabricó el modelo de martillo de cono para 6 y 10 cartuchos. Como sería la pauta durante más de 30 años, las cachas se fabricaban de nogal cuidadosamente seleccionado con 23 estrías horizontales, y las fundas culatines se elaboraban de forma casi artesanal con el mismo tipo de madera con un primoroso acabado al aceite. Las miras constaban de un alza tangencial de corredera graduada hasta los 1.000 metros, lo que a muchos les parecerá absurdo ya que ni con un fusil se puede hacer blanco a esa distancia como no sea con un visor. Sin embargo, dotar a las armas de esas regulaciones tan excesivas era la pauta (los fusiles solían estarlo hasta 2.000 metros), y tenía una explicación lógica en lo que cabe. Obviamente, no eran tan tontos como para afirmar que un fulano fuera capaz de acertar a un hombre a un kilómetro, y menos con un cartucho de pistola de potencia media. Pero esa no era la idea, sino la posibilidad de hostigar enemigos y, sobre todo, masas de infantería o caballería cuando se aproximaban. No consistía en apuntar a alguien en concreto, sino a la masa y, con suerte, alguno caería.
Entre 1899 y 1902 se efectuaron otra serie de modificaciones. La más notable salta a la vista: se eliminaron los fresados en los laterales del cajón de mecanismos, quedando una superficie lisa. El motivo, aunque se desconoce con certeza, sería casi con seguridad abaratar costos. Esos mecanizados suponían horas de trabajo para un resultado que no influía en nada en el funcionamiento del arma. El martillo de cono, igualmente laborioso, se sustituyó por una anilla de grandes proporciones que, además de abaratar también el costo, posiblemente tendría otra aplicación, y esto es una teoría mía: poder amartillar el arma apoyándola contra el cuerpo o la pierna en caso de necesidad extrema. Su estriado en el contorno permitiría que la presión contra la tela del uniforme hiciera posible llevar el martillo hacia atrás.
Los demás cambios consistieron en cambiar el percutor y el seguro. En los primeros modelos, el percutor quedaba fijado al cierre mediante una lengüeta deslizante, tal como vemos en la figura A. Para extraerlo, bastaba introducir cualquier objeto punzante como, por ejemplo, el extremo de la baqueta, presionar el percutor tal como señala la flecha roja y tirar hacia arriba de la lengüeta. El percutor completo podemos verlo en la figura A1. Posiblemente también con vistas a reducir mecanizados, se sustituyó por otro que vemos en la figura B y que fue el definitivo hasta el final de la producción. Constaba inicialmente de un tetón que lo bloqueaba dentro del tirador de la corredera. Solo había que girar media vuelta la muesca del extremo con un destornillador para sacarlo. Pero, en prevención de que el tetón se partiera, haciendo que el muelle expulsara el percutor y dejara el arma inservible, se le añadió otro más, quedando tal como vemos en la figura B1.
En cuanto al seguro, se diseñó uno nuevo que se accionaba tirando hacia atrás de la palanca, y mediante una chapa lateral amartillaba al mismo tiempo el arma. En caso de apretar el gatillo, dicha chapa impediría que golpease el percutor. Para desactivarlo bastaba empujarlo hacia adelante, liberando el martillo que quedaba ya amartillado y listo para abrir fuego. Este seguro, patentado el 30 de mayo de 1902, tuvo menos éxito que un vendedor de impermeables en el Sáhara por lo que se volvió a un mecanismo inicial inverso al modelo primitivo, o sea, se activaba cuando se empujaba hacia arriba, bloqueando el martillo. Si alguien se pregunta si no sería peligroso que el martillo descansara sobre la mínima porción de percutor que asomaba, eso no ocurría ya que dicho martillo no se apoyaba en la corredera, sino que quedaba un poco atrasado. Para desbloquearlo bastaba tirar hacia abajo de la palanca. En todo caso, ahí dejo un gráfico con las piezas y un fragmento de la hoja de la patente por si conviene provocarle arcadas a algún cuñado.
En 1905 se volvieron a añadir los fresados de los laterales que, al parecer, ofrecían un aspecto más atractivo al arma y eran demandados por los clientes. El alza también fue cambiada, llevando punzonadas las cifras completas de cada distancia en fracciones de 50 metros por si algún memo pensaba que el 1 era para apuntar a 1 metro, y era fijada al armazón mediante un fleje. En este período había cuatro versiones diferentes en el mercado: de 6 y 8 cartuchos y de calibres 7,63 x 25 y 9 x 25, también conocido como 9 mm. Mauser, un calibre bastante potente para arma corta, y más de aquella época. Recordemos que nuestro ancestral 9 Largo, o sea, el 9 mm. Bergmann-Bayard, era un 9 x 23, y dejaba seco a un fulano sin problemas. La introducción de este calibre estuvo orientada ante todo al mercado sudamericano. Ojo, estas armas no eran las conocidas actualmente como "9 rojo". Estas fueron una versión posterior fabricada en la Gran Guerra de la que hablaremos más adelante. Y, finalmente, se le volvió a cambiar el martillo, en este caso por uno mucho más pequeño que el anterior de anilla grande.
Bueno, con esto vale por hoy. Prefiero dividir en dos la entrada y hacerla lo más completa posible, pero no sin antes añadir un pequeño anticipo para que, simplemente, lo tengan en cuenta en el próximo artículo. Para cubrir una posible demanda por parte de oficiales de cualquier ejército con ganas de presumir de cacharra de las buenas, en 1901 sacaron una versión para estos probos mandamases que, simplemente, era una pistola aligerada de peso con un cañón más corto y una empuñadura más reducida de tamaño. Ya saben que por aquellos tiempos eso de marcar las diferencias producía sueños húmedos entre el personal, aunque fuera a costa de llevar un arma que matase peor. Se fabricó con cargadores para 6 y 1o cartuchos del 7,63 x 25 y, como ven en la foto, carecía de alza graduada, llevando la típica fija de tablón propia de la mayoría de las pistolas. Por otro lado, como vemos en los laterales lisos, corresponde al acabado propio de su época. Comercialmente hablando fue un fracaso porque los oficiales que adquirían una C-96 era para ir a matar ciudadanos, así que se dejaban de chorradas clasistas y preferían el modelo convencional. Sin embargo, esta versión reducida vino muy bien a la Mauser cuando, tras la guerra, el Tratado de Versalles les limitaba hasta la longitud de las gomas de los tirachinas. Pero, como digo, ya hablaremos de eso y ahí dejo la intriga, como está mandado.
Bueno, ya'tá
Hale, he dicho
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Entre 1899 y 1902 se efectuaron otra serie de modificaciones. La más notable salta a la vista: se eliminaron los fresados en los laterales del cajón de mecanismos, quedando una superficie lisa. El motivo, aunque se desconoce con certeza, sería casi con seguridad abaratar costos. Esos mecanizados suponían horas de trabajo para un resultado que no influía en nada en el funcionamiento del arma. El martillo de cono, igualmente laborioso, se sustituyó por una anilla de grandes proporciones que, además de abaratar también el costo, posiblemente tendría otra aplicación, y esto es una teoría mía: poder amartillar el arma apoyándola contra el cuerpo o la pierna en caso de necesidad extrema. Su estriado en el contorno permitiría que la presión contra la tela del uniforme hiciera posible llevar el martillo hacia atrás.
En cuanto al seguro, se diseñó uno nuevo que se accionaba tirando hacia atrás de la palanca, y mediante una chapa lateral amartillaba al mismo tiempo el arma. En caso de apretar el gatillo, dicha chapa impediría que golpease el percutor. Para desactivarlo bastaba empujarlo hacia adelante, liberando el martillo que quedaba ya amartillado y listo para abrir fuego. Este seguro, patentado el 30 de mayo de 1902, tuvo menos éxito que un vendedor de impermeables en el Sáhara por lo que se volvió a un mecanismo inicial inverso al modelo primitivo, o sea, se activaba cuando se empujaba hacia arriba, bloqueando el martillo. Si alguien se pregunta si no sería peligroso que el martillo descansara sobre la mínima porción de percutor que asomaba, eso no ocurría ya que dicho martillo no se apoyaba en la corredera, sino que quedaba un poco atrasado. Para desbloquearlo bastaba tirar hacia abajo de la palanca. En todo caso, ahí dejo un gráfico con las piezas y un fragmento de la hoja de la patente por si conviene provocarle arcadas a algún cuñado.
En 1905 se volvieron a añadir los fresados de los laterales que, al parecer, ofrecían un aspecto más atractivo al arma y eran demandados por los clientes. El alza también fue cambiada, llevando punzonadas las cifras completas de cada distancia en fracciones de 50 metros por si algún memo pensaba que el 1 era para apuntar a 1 metro, y era fijada al armazón mediante un fleje. En este período había cuatro versiones diferentes en el mercado: de 6 y 8 cartuchos y de calibres 7,63 x 25 y 9 x 25, también conocido como 9 mm. Mauser, un calibre bastante potente para arma corta, y más de aquella época. Recordemos que nuestro ancestral 9 Largo, o sea, el 9 mm. Bergmann-Bayard, era un 9 x 23, y dejaba seco a un fulano sin problemas. La introducción de este calibre estuvo orientada ante todo al mercado sudamericano. Ojo, estas armas no eran las conocidas actualmente como "9 rojo". Estas fueron una versión posterior fabricada en la Gran Guerra de la que hablaremos más adelante. Y, finalmente, se le volvió a cambiar el martillo, en este caso por uno mucho más pequeño que el anterior de anilla grande.
Bueno, con esto vale por hoy. Prefiero dividir en dos la entrada y hacerla lo más completa posible, pero no sin antes añadir un pequeño anticipo para que, simplemente, lo tengan en cuenta en el próximo artículo. Para cubrir una posible demanda por parte de oficiales de cualquier ejército con ganas de presumir de cacharra de las buenas, en 1901 sacaron una versión para estos probos mandamases que, simplemente, era una pistola aligerada de peso con un cañón más corto y una empuñadura más reducida de tamaño. Ya saben que por aquellos tiempos eso de marcar las diferencias producía sueños húmedos entre el personal, aunque fuera a costa de llevar un arma que matase peor. Se fabricó con cargadores para 6 y 1o cartuchos del 7,63 x 25 y, como ven en la foto, carecía de alza graduada, llevando la típica fija de tablón propia de la mayoría de las pistolas. Por otro lado, como vemos en los laterales lisos, corresponde al acabado propio de su época. Comercialmente hablando fue un fracaso porque los oficiales que adquirían una C-96 era para ir a matar ciudadanos, así que se dejaban de chorradas clasistas y preferían el modelo convencional. Sin embargo, esta versión reducida vino muy bien a la Mauser cuando, tras la guerra, el Tratado de Versalles les limitaba hasta la longitud de las gomas de los tirachinas. Pero, como digo, ya hablaremos de eso y ahí dejo la intriga, como está mandado.
Bueno, ya'tá
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