La joía caló me tié amorsillao der tó, hohtia... Puto verano... De verdad, no entiendo cómo el personal se pone contentito con la subida del infierno a la Tierra.
-¡Bien, bien!- dicen los estultos estos que deben tener la sangre fría como lagartos polares-. ¡El calorcito! ¡A la playita!
El calorcito... o sea una sensación térmica de 55º. La playita... o sea, dos horas de coche para hacer menos de 80 km., otras dos para aparcar, media hora más para llegar a la playita cargado como un porteador melanino (antes negro a secas) de peli de Tarzán, y finalmente, cuando logran encontrar medio metro cuadrado libre para clavar el pincho de la sombrilla, es ya hora de largarse. El coche está a media hora de distancia, y les esperan dos horas de camino siempre y cuando no les pille otro atasco faraónico y llegar a Sebiya requiera otra hora y media más. Toma playita.
Bien, debo aclarar que yo no piso una playa desde hace unos 20 años, y fue en una cala solitaria del Algarve donde habríamos media docenas de homínidos. Anteriormente, cuando tendría 7 u 8 añitos, en Chipiona. No me gusta la playita, como creo que es evidente, pero no dejo de asombrarme por la obstinación del personal en "disfrutar" (un momento, que me da la risa floja) de los extensos arenales del litoral sur de esta España calcinada.
Bueno, tras el desfogue, procedo.
Hoy he leído en la prensa una noticia que corrobora lo que es VOX POPVLI y que ya vimos en el articulillo anterior, y es que en este país hay varas de medir de todos los tamaños, y para el caso que nos ocupa más aún. Vean a la derecha el titular, aparecido en el ABC. Según parece, la candidata fue excluida por no dar la talla mínima, 160 cm. en este caso, ya que solo mide 156 cm. Me pregunto: si ya sabía que no daba la talla, ¿para qué se presentó? Si yo pretendo acceder a un puesto en el que el peso máximo admisible es de 80 kilos, pues ni me molesto porque sobrepaso esa masa corporal, por lo que si, a pesar de todo, decido presentarme, es porque ya tengo preparada la impugnación de turno de la misma forma que esta ciudadana ya tendría previsto hacer lo propio. Además, cuenta con que gracias a las actuales leyes que siempre se inclinan en favor del sexo femenino para no ser acusados de machistas, misóginos, etc., sería bastante probable que su reclamación saliera airosa, como así ha sido.
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Y no solo los yihadistas son virtuosos en la esgrima machetera, sino también las bandas juveniles, tanto foráneas como nacionales. Vean el surtido incautado por la policía a una de estas huestes de orcos |
En todo caso, no voy a entrar en que esos cuatro centímetros de menos puedan ser determinantes, pero es obvio que, ya puestos, ¿por qué dejar fuera a otra candidata por un centímetro menos? ¿Y qué más da si son diez? En fin, ¿qué importancia tiene la estatura? Que entre cualquiera, carajo. Total, para ser policía basta tener un dedo con que poder apretar el gatillo, ¿no? Ah... no, un momento. De apretar el gatillo nada porque el probo delincuente tiene todos los derechos del mundo, y solo si ha decapitado previamente a varios ciudadanos y se niega a admitir que asesinar gente por las buenas no solo es ilegal, sino que encima es antihigiénico y, además, se empeña en proseguir su escabechina en las personas de los agentes policiales, entonces, muy a su pesar, tendrán que hacer uso de sus armas reglamentarias para persuadir al probo delincuente de que ceda en su agresiva actitud, y procurar incapacitarlo disparándole en una pierna sin interesar vasos sanguíneos importantes ni lesiones óseas que puedan acarrear minusvalías permanentes. Si le meten del tirón una bala en el cráneo estamos ante un caso flagrante de uso desproporcionado de la fuerza, ya que el probo delincuente solo lleva un machete de cortar caña con una hoja de 53 cm. El que lo haya usado para decapitar en la vía pública a media docena de inocentes transeúntes es lo de menos. Fijo que está un poco perturbado porque procede de algún país sumido en una guerra interminable y vino a España en busca de una vida mejor, pero como las paguitas y demás prebendas no debieron parecerle suficientes, se limitó a mostrar su disconformidad con nuestro sistema que le permite colarse sin papeles y campar a sus anchas mientras los paganos le facilitamos todos los medios de vida necesarios incluyendo uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, y encima gratis.
Bien, la cuestión es que, por razones obvias y dejando de lado situaciones límite como la relatada en el párrafo anterior, dentro de los cuerpos de Policía Nacional o la Guardia Civil se desempeñan actividades de lo más diverso, y en muchos casos sin relación con los servicios de patrulla, vigilancia o detención de delincuentes. De hecho, y según reza el dictamen del Tribunal Supremo, "...dentro de la estructura del cuerpo policial existen muchas áreas funcionales que no necesitan ninguna condición física especial, y mucho menos tener una estatura más o menos elevada", lo cual es totalmente cierto. Hay policías que en sus puñeteras vidas han pisado la calle y han pasado toda su carrera en un archivo, realizando labores administrativas o, en resumen, cualquier actividad que no tenga nada que ver con situaciones en las que haya que recurrir a la fuerza física salvo para cargar con una pila de legajos. Pero, mira por donde, aquí ya tenemos que elegir la vara de medir adecuada. Veamos...
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Como es evidente, para este tipo de trabajo la estatura y la fuerza física son irrelevantes |
La aspirante ya da por sentado que, a pesar de ser de una talla inferior a la media, puede ser aceptada ya que si la destinan a una oficina a expedir pasaportes o DNI's no necesita medir dos metros ni ser una mala bestia. Obvio. De hecho, una aspirante con acondroplasia podría en ese caso realizar la misma labor ya que pasará ocho horas sentada en una silla con ruedecitas y asiento giratorio delante de un ordenador. Es más, como estas sillas de despacho son de altura regulable, ni siquiera necesitará un cojín para poder estar más cómoda. Por esto, partimos de la base de que la aspirante consigue ingresar en el cuerpo policial con un handicap a su favor: como soy bajita y un tanto birriosa, ya de entrada me escaqueo de las ingratas patrullas callejeras, de tener que separar borrachuzos en plena bronca, de mediar entre dos energúmenos que quieren sacarse los ojos por un accidente de tráfico chorra, de un drogadicto en pleno brote psicótico que acaba de robarle a una candorosa abuelita los 20 € que ha sacado del cajero para comprarse una dosis de lo que sea, etc. Y no hablemos de perseguir a un probo mantero melanino que, a pesar de venir de sitios donde dicen que se pasa mucha hambre, mide metro noventa, pesa 100 kilos y tiene una masa muscular envidiable.
Así pues, la sentencia del Supremo acepta que se produzca una discriminación "positiva" (nunca he entendido como algo que discrimina puede ser bueno para nadie), por lo que, a pesar de no cumplir con la talla mínima exigida, logra una sentencia favorable que le permite acceder a la ansiada plaza de funcionario, el sueño dorado de todo español (y española, naturalmente). Esto no es de ahora. Hasta el Lazarillo decía que lo único que deseaba era un empleo de la corona, porque así no se pasaba hambre y se tenía la paga asegurada.
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El extremo: dos culturistas hormonados hasta las trancas. Ella está fortachona y tal, pero el fulano tiene unos brazos con un diámetro tres veces superior al de ella, y eso nadie lo puede cambiar |
Pongamos ahora la oración en pasiva. Y no, no vamos a establecer la comparación con un hombre, sino con otra mujer pero, en este caso, que llega a la talla mínima. Tomemos pues a una aspirante de 160 cm. Como es lógico, tras pasar las pruebas físicas pertinentes estará considerada apta para llevar a cabo cualquier tipo de servicio, incluyendo patrullar por las calles, separar borrachuzos, mediar entre energúmenos y atrapar y reducir al drogadicto en pleno brote psicótico. Sin embargo, esta candidata, por muchas horas de gimnasio que se meta en el cuerpo toooooodos los días incluyendo domingos y fiestas de guardar, muy raramente podrá igualar, y menos superar, la potencia física de un hombre. Y no podrá por algo tan básico como inexorable, que no es otra cosa que porque la Naturaleza lo ha dispuesto así. El dimorfismo sexual entre los machos y las hembras de la especie humana es bastante acusado, y eso no tiene arreglo salvo que algún artista de la genética se dedique a manipular fetos. El macho de la especie humana segrega cantidad de testosterona que, para cumplir con su misión vital (la meramente animal, no la racional) lo hacen más agresivo, más alto y generar mucha más masa muscular. La hembra, cuyo cometido vital es distinto (el meramente animal, no el racional) es más pequeña, más bajita y menos fuerte. En realidad, esta peculiaridad es común entre todas las especies de mamíferos en mayor o menor grado. Así, si tomamos dos especímenes de la especie de sexos distintos pero igual estatura, tenemos que el macho será por lo general más corpulento que la hembra, ergo será más fuerte.
Sin embargo, como somos seres racionales (se supone, porque es un atributo que nos hemos otorgado a nosotros mismos), la candidata de 160 cm. podrá y deberá enfrentarse a un mamotreto de 120 kilos poseído por un avenate de ira que hace que su fuerza se multiplique por tres, y que para reducirlo harían falta dos o tres hombres tanto o más fuertes que él. Sin embargo, la candidata de talla aventajada tendrá que hacer frente al mamotreto iracundo simplemente porque mide 4 cm. más que la candidata bajita, que se verá libre de vivir situaciones tan enojosas y, lo que es peor, que el mamotreto iracundo le incruste el puño en plena jeta, lo que puede producir lesiones muy severas o incluso la muerte. Por lo tanto, la diferencia entre pasar la vida hasta la jubilación en un despacho o dándose de hostias con criminales de todo tipo radica en esos 40 mm. que no son nada pero, en este caso, lo son todo.
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En teoría, la candidata de 1'60 debería enfrentarse a ese mostrenco. La de 1'56 mejor se queda en el despacho rellenando formularios. Se me antoja una discriminación positiva bastante injusta, ¿no? |
Por lo tanto, colijo que estamos ante el enésimo caso de injusticia palmaria tanto en cuanto se favorece a unas minorías mientras que la mayoría se ve perjudicada. La candidata bajita debe ser aceptada en el cuerpo, pero no podrá realizar determinados servicios- precisamente los más peligrosos- porque su falta de estatura y fuerza física la limitan a labores administrativas. La candidata que da la talla mínima será destinada donde haga falta personal, ya sea una oficina del DNI o a patrullar calles en una feria o verbena donde hay una bronca cada 25 metros, y tendrá muchas posibilidades de acabar en el hospital con una ceja rota, las muelas bailándole en la boca o, peor aún, con un hematoma del tamaño de un plato sopero en una mama a causa de un empujón o un puñetazo. Ahora, a raíz de esta sentencia, no sería raro que tropocientas mujeres policías apelen a su condición física para, a pesar de haber dado la talla mínima, justificar su rechazo para no verse implicadas en pendencias entre hombres mucho más fuertes que ellas, o tener que reducir y detener a un traficante dominicano que mide metro noventa, pesa 150 kilos y le importa un carajo llevarse por delante a su abuela porque se ha criado en una sociedad y un ambiente en la que la vida humana vale menos que una boñiga de asno.
Y sí, ahora más de uno saldrá diciendo que hay señoras de metro y medio que gastan la misma mala leche que un cabo de vara de la Legión, o que su cuñada, que mide 152 cm., es cinturón negro quincuagésimo cuarto dan de kárate y si te endiña una hostia te arranca la cabeza. Pero esas son las excepciones, no las reglas. Sea como fuere, el caso es que en estos tiempos tenebrosos que nos toca vivir se ven a diario situaciones surrealistas en las que se concibe lo inconcebible y se tolera lo intolerable. Y aquí ya no hablamos de que si la igualdad entre hombres y mujeres y demás mantras, que no creo que haya nadie que esté conforme con tratar a las mujeres como inferiores salvo los musulmanes y demás tribus que aún viven en el medioevo, sino de cuestiones meramente prácticas.
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Probos cafres moteros. Cuando estos fulanos pierden los papeles no dudan en enfrentarse a policías de la UIP, que esos dan hostias del tamaño de tartas de boda. ¿La candidata de 1'60 debería enfrentarse a ellos? ¿Y la de 1'56? Es absurdo. Sería como poner a un maletilla delante de un miura toreado de 7 años. Lo destroza al primer muletazo |
Una neuróloga puede ser tanto o más capaz que un neurólogo. Una abogada puede ser tanto o más capaz que un abogado, una mujer puede ser tanto o más valiente que un hombre, y así hasta casi el infinito y poco más allá. Pero hay otros oficios en los que, les guste o no a los adictos a la secta de la igualdad obligatoria, el hombre supera a la mujer, y son oficios en los que prima la fuerza física y la agresividad. Y eso no es ni bueno ni malo. Es un simple dictado de la Naturaleza que nadie podrá cambiar quieran o no. Si hay que reducir a un yihadista hasta las cejas de farlopa que se ha levantado escuchando la voz de Mahoma diciéndole que decapite infieles, a ese fulano no lo va a meter en cintura una mujer policía por mucho que vaya al gimnasio y mucha caña que dé, entre otras cosas porque para el maldito agareno enloquecido es impensable la perspectiva de dejarse convencer y someterse a una mujer, a la que solo le quedará la opción de coserlo a balazos para que no haga daño a nadie.
En resumen, y concluyendo porque está empezando a apretá la joía caló y ya mismo entro en mi estado semi-comatoso cotidiano, las reglas se han hecho para cumplirlas, y no para ser modificadas al capricho y conveniencia de cada cual aprovechando agravios comparativos. Como decía Cicerón, LEGVM SERVI SVMVS VT LIBERI ESSE POSSIMVS, somos esclavos de la ley para poder ser libres.
Hale, he dicho
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