miércoles, 8 de mayo de 2013

El singular castillo de Cote





El castillo de Cote es único en España. Sí, no exagero. No hay otro igual en todo el territorio nacional. Se yergue sobre un empinado cerro en forma de colmillo a una cota de 518 metros en la denominada Sierra de San Pablo, al este de Montellano (Sevilla). El cerro en cuestión es el que marca el término de dicha sierra, estando ubicado al nordeste de la misma. Y vuecedes se estarán preguntando que en que consiste su peculiaridad, así que no me enrollo más y lo digo: es el único castillo cuya torre del homenaje es un donjón de planta tetrabsidal que, mientras en Francia es una tipología relativamente frecuente, aquí es única en su género. 

¿Y que es eso tan raro de "donjón tetrabsidal"? Pues es una torre de planta cuadrada a la que se le han adosado ábsides en su cuatro lados. O sea, esto:


Así se entiende mejor, ¿no? Bien, prosigamos... El donjón, término importado de Francia, no se corresponde exactamente al de torre del homenaje sino más bien a un tipo de torre señorial que, además, sirve como capilla o aula destinados a lugar de reunión de los capítulos de las órdenes militares. En el caso que nos ocupa, hablamos de una torre de una sola planta que, obviamente, no fue construida para ser usada como vivienda aunque con el tiempo adoptase esa función.





Sin embargo, la historia de Cote se remonta mucho más atrás de la época en que fue edificada su peculiar torre. El mismo topónimo parece provenir del latín ACVTVS, que significa agudo o afilado, en clara referencia a su ubicación. Los árabes le dieron el nombre de hisn acut a la pequeña fortificación que coronaba el cerro y que servía de defensa a la población que se extendía en su ladera oriental, la menos abrupta de la montaña. Dicha fortaleza era de forma alargada en dirección este-oeste, y quedaba unida a la cerca urbana. Actualmente, aún quedan restos del caserío árabe y bastantes piezas de cerámica de la misma procedencia que han permitido datar el yacimiento. En el plano de la derecha podemos ver el castillo y, en tono oscuro, la ubicación de los restos de la población. Así mismo, en la parte inferior, se aprecia el trazado de la cerca urbana, la cual comienza en el sendero que conduce a la cima y donde aún quedan restos de una pequeña torre que defendía el camino.



En cuanto a la morfología del recinto, según vemos en el plano de la izquierda, era un mero espacio cercado con solo tres torres de flanqueo, dos de las cuales, curiosamente, dan a la cara norte que es precisamente la más inaccesible por estar prácticamente en vertical. El donjón muestra su ubicación con respecto a la fortaleza.





Vista de Cote desde el oeste
Bien, estos son grosso modo los antecedentes de nuestro castillo. Veamos ahora el origen de su principal protagonista: el peculiar donjón. Hacia 1240, las tropas castellanas del rey Fernando III ya se movían por aquella zona a fin de ir llevando a cabo algaras para, en un futuro no lejano, comenzar la invasión del valle del Guadalquivir. Tanto Morón como Cote, Cotte, o Cot, como era denominado el lugar en aquella época, se rindieron sin más al monarca castellano con tal de que no se les expulsara de sus casas y tierras. Cote fue despues entregado por Fernando III a su hijo, el infante don Enrique, que como ya he comentado alguna vez fue desposeído de todas las donaciones paternas por su hermano Alfonso X a la muerte de don Fernando. Así pues, Cote fue a parar al concejo hispalense en el repartimiento de 1253. 

En 1279, Cote y Morón son entregados a la orden de Alcántara en la persona de su maestre García Fernández ya que su posición, en plena frontera con el reino nazarí de Granada, lo convierte en un punto estratégico vital de la línea defensiva conocida como la Banda Morisca. De hecho, Cote enlazaba visualmente con al menos doce enclaves importantes entre los que podemos citar el mismo castillo de Morón, la peña de Zaframagón, y los castillos de Olvera, Zahara, Matrera, Arcos, las Aguzaderas y El Coronil. En definitiva: nada se movía en aquella extensísima comarca que no fuera divisado por la guarnición de Cote. Sin embargo, los intentos de repoblar el antiguo poblado árabe fracasaron, quizás por la constante presión que se sufría en la frontera a base de aceifas y algaras provenientes del reino nazarí. En todo caso, el final de la permanencia musulmana en la península relegó a Cote al olvido progresivo una vez perdida su importancia como enclave estratégico.

Bueno, ésta es a grandes rasgos la historia del lugar. Veamos ahora la torre en sí...

Aunque generalmente se atribuye su construcción a Alfonso X, no hay tampoco una certeza absoluta sobre este punto. Podrían hacer sido igualmente su padre, el rey Fernando, o el infante don Enrique. Sin embargo, yo me inclino a pensar que fueron los freires de Alcántara ya que una edificación tan peculiar y orientada más bien como capilla o sala capitular se me antoja más viable en manos de una orden militar que como vivienda de un alcaide. Por otro lado, lo que sí sería casi con seguridad obra del rey Alfonso o del concejo hispalense fue el reforzamiento de las murallas de la anterior fortificación andalusí a raíz de la revuelta de los mudéjares sevillanos en 1264, y los de Murcia en 1266. 


Aspecto de la zapata por su zona más elevada
El lugar elegido para su emplazamiento fue la zona central de la fortificación anterior, pegada a la cara norte por ser la de acceso más difícil por no decir imposible. Debido a la irregularidad del terreno y a fin de evitarse el tener que cavar en la roca para allanarlo, optaron por lo más cómodo: levantar la torre sobre una zapata o podio de fábrica con una altura por su lado más elevado (en función del buzamiento del terreno) de 2,60 metros. Como vemos en la foto, está construida con un sillarejo y las esquinas del mismo están achaflanadas. El interior de la zapata está relleno con tierra colmatada.



Ahí tenemos la torre vista por el lado oeste. Se puede observar la disminución de la altura de la zapata a medida que esta se extiende hacia la ladera norte. Su fábrica es de sillarejo en hiladas niveladas con mortero hidráulico y lajas de piedra. Los muros tienen un grosor notable, de 175 cm. de espesor menos el correspondiente al ábside del lado este, que alcanza los 250 cm. por albergar en su interior la escalera que permite el acceso a la azotea. La torre se encuentra totalmente desmochada, no habiendo datos que permitan conocer la apariencia de su parapeto y el merlonado. En cada ábside cuenta con una entrada de luz abocinada hacia el interior de forma que, estando la torre orientada hacia los cuatro puntos cardinales, recibe por ellos la luz del amanecer, del mediodía y de la tarde.

Veamos algunas imágenes del interior...




Foto izquierda: puerta de acceso, situada en el lado norte. Sobre la misma corre un friso que, en tiempos, debía rodear toda la torre. Por la existencia de ranguas en ambos quicios se puede deducir que la puerta era de doble hoja.
Foto central: una vista de la crucería de uno de los ábsides, la cual reposa sobre un friso que a su vez está sustentado por baquetones corridos hasta el suelo. 
Foto derecha: una de las aspilleras. Los arcos están labrados con ladrillo morisco, y además del abocinamiento tiene un acusado derrame para aprovechar mejor la entrada de luz.

Veamos ahora algunas fotillos de lo poco que queda del exterior...




Foto izquierda: base de la torre de flanqueo situada en la cortina sur.
Foto central: base de la torre del ángulo nordeste, junto a los restos de lo que fue la única puerta de acceso al recinto.
Foto derecha: aljibe y otros dos depósitos que, por estar prácticamente cegados, no se pudo saber si estaban también destinados a cisternas o, por el contrario, como almacenes o silos. 

En fin, es un castillo que merece una visita. Hace unos pocos años se restauró la torre y se habilitó el sendero para subir a la cima. Hay que echar un poco los bofes, pero tampoco hay que escalar al galope. Las vistas desde lo alto son asombrosas, dominándose kilómetros y kilómetros por lo que es preferible ir en días despejados tras haber llovido, que es cuando mejor visibilidad suele haber. En todo caso, el castillo de Cote es un bien que debe ser resguardado a toda costa por ser, como decía al principio, un ejemplar único en la arquitectura militar de la Península.

Y como es hora de chascar, pues me piro y tal.

Hale he dicho...


Vista hacia levante tomada desde la azotea de la torre. En esa ladera es donde se encontraba la población
andalusí que se intentó repoblar infructuosamente con castellanos. La vega que se extiende ante el cerro
era la frontera, un lugar nada apacible en aquellos turbulentos años.

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