Cuadro de
picas de lansquenetes alemanes. Mezclados con los piqueros se atisban filas de
alabarderos
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Durante
el primer cuarto del siglo XVI, los arcabuces aún no se habían generalizado en
los ejércitos centro-europeos. En los campos de batalla aún primaban los
disciplinados cuadros de infantería formados por mercenarios suizos los cuales,
en multitud de ocasiones, se enfrentaban a las tropas tedescas y españolas del
emperador Carlos, a los gabachos, los italianos y, en definitiva, a todo aquel
que se les pudiera por delante siempre y cuando les pagaran la soldada
convenida. Sus despliegues en el campo de batalla se basaban en aprovechar la
orografía del terreno y, sobre todo, en llevar a cabo acciones rápidas y
contundentes que desbaratasen las líneas enemigas gracias a la agresividad de
sus piqueros y alabarderos.
Sin embargo, en el momento en que las armas de fuego
se fueron generalizando los lansquenetes adoptaron por formaciones de tipo
defensivo para detener a los cuadros suizos y en las que se pretendía sacar el
máximo partido de sus mangas de arcabuceros y, al mismo tiempo, tener la
suficiente flexibilidad táctica como para poder pasar al ataque si procedía.
Dicha formación, llamada gevierte ordnung, que
podríamos traducir como formación
en cuadro y que podemos ver en el gráfico de la derecha, basaba su
defensa en las cuatro alas formadas cada una por 200 arcabuceros las cuales, en
caso de ser atacados, podían abrasar a tiros a cualquier unidad que se acercase
a ellos desde cualquier dirección. Por otro lado, estaban entrenados para
disparar por andanadas a medida que avanzaban. Al frente se emplazaba la
artillería que, desde esa posición, podía barrer el campo de batalla y diezmar
cuadros de infantería o cargas de caballería enemigos hasta que
llegara la hora de que la infantería entrase en acción. Este tipo de formación
tiene, si nos fijamos, la misma forma que un castillo: un cuerpo central y
cuatro torres de flanqueo desde las que se puede hostigar a posibles
asaltantes. O sea, convirtieron los cuadros de infantería en fortalezas móviles
que se podían desplazar a voluntad y podían, a su vez, ser tomadas al asalto y
destruidas.
Doppelsöldner armado con un mandoble |
En la
vanguardia y la retaguardia de ese potente y compacto cuadro de infantería
erizado de picas era donde se colocaban los protagonistas de esta entrada,
los doppelsöldner, termino que significa "doble
paga" en referencia a que, debido al elevado riesgo que arrostraban en
batalla y a la cantidad de ellos que caían en combate, recibían el doble de
soldada que un lansquenete normal. ¿Qué hacían estos llamativos tedescos para
merecer una paga extra al mes? Veámoslo...
Además de
la katzbalger típica de los lansquenetes, los doppelsöldner combatían con arcabuces, picas, alabardas y enormes mandobles tal como aparece en la ilustración de la izquierda. Incluso algunos portaban pistolas de rueda, quizás robadas a los
cadáveres de los reitres que caían en batalla. Su puesto
en la gevierte ordnung era en las primeras filas
de vanguardia a fin de proteger la artillería y de encabezar el ataque cuando
llegara el momento o contener el avance enemigo si era necesario, así como en
las últimas de retaguardia para empujar al personal desde atrás para que no
decayesen los ánimos. Así mismo, se encargaban de inyectar dosis de testiculina
entre los que se rajaban en plena batalla y optaban por dar la espalda al
enemigo. Si chaqueteaban, un doppelsöldner se
encargaría de quitarle las ganas de largarse e incluso le infundiría un
inusitado denuedo y valor en el momento en que le pusiera la pica de su
alabarda bajo la nariz.
Tres doppelsöldner se enfrentan a un cuadro de infantería enemiga mandoble en mano |
Los doppelsöldner eran
por lo general hombres dotados de una gran fuerza física, de aspecto imponente
y, sobre todo, muy bragados ya que sobre ellos recaían los mayores riesgos. Sus
armas, como comentaba, eran entre otras el mandoble, llamado por ellos dopplehänder o bidenhänder, palabros que no significan otra cosa que mandobles o espadas de dos manos.
Cuando llegaba la hora de la verdad, el obrist (coronel)
del escuadrón mandaba arrodillarse al personal, rogaba a Dios por la victoria y
tras echarles una lágrima emocionada y darles una palmadita en el lomo los
mandaba a ser despedazados por la artillería enemiga o achicharrados a tiros de
arcabuz. Porque la cuestión es que, cuando se ordenaba avanzar, dos filas
de doppelsöldner se separaban del cuadro para
abrir paso a sus camaradas. Iban armados con picas y mandobles, teniendo cada
cual su cometido: los espaderos debían abrir huecos en las filas enemigas
partiendo sus picas a base de tajos con sus enormes espadas mientras que sus
piqueros intentaban colarse por dichos huecos ensartando a todo el que
pudieran. Esta avanzadilla, formada en teoría por voluntarios pero en realidad,
salvo que saliera el héroe de turno con ganas de tener una muerte heroica, eran
elegidos mediante sorteo o se trataba de condenados que trataban así de
librarse de su castigo. En todo caso, ya podemos imaginar que durante su avance
la arcabucería enemiga se cebaba bonitamente con ellos. Su misión estaba clara:
abrir una brecha en las líneas enemigas o, caso de ser el enemigo el que
avanzase, intentar detenerlos mientras sus compañeros los alcanzaban y se unían
a la escabechina.
El nombre
que recibía esta primera línea de combate mostraba claramente las perspectivas
que tenían: Verlorener
Haufen, que significa "esperanza
perdida", así que ya vemos por qué tenían doble paga, ya que la
mayoría de las veces no la cobraban por causar baja definitiva en el
regimiento. Para estar en todo momento localizados en el campo de batalla, uno
de ellos enarbolaba una bandera de color rojo sangre. Muy apropiado, ¿no? Con
todo, también hacían uso de ardides y tretas para fastidiar al enemigo, lo cual
era perfectamente legítimo como podemos suponer. La más habitual era marchar
con una fila de arcabuceros tras ellos mientras el enemigo avanzaba por el
campo de batalla. Llegado el momento, los arcabuceros salían de entre las filas
y tiroteaban a mansalva al cuadro enemigo tras lo cual, aprovechando la
sorpresa, los piqueros/alabarderos y los espaderos se lanzaban al ataque antes
de que pudieran reaccionar.
Abanderado. Su puesto era en el centro de la formación, pero en la última fila |
El
símbolo distintivo de los doppelsöldner eran
unas plumas blancas en sus gorras, lo que los hacían bien visibles al
enemigo y, a veces, les facilitaba el trabajo debido a la fama que arrostraban.
Aparte de eso, eran especialmente puntillosos con su vestimenta, al igual que
todos los lansquenetes. De hecho, su extravagancia llegaba a tales extremos que
muchos mandos hicieron llegar sus quejas al emperador Maximiliano, proponiendo
además que se implantara algún tipo de uniformidad a lo cual se negó en redondo
alegando que vestir como les diera la gana era lo mínimo que merecían a la
vista de la vida tan arriesgada y asquerosa que llevaban. De hecho, en 1503
llegó a sancionar por ley el tema de la vestimenta. Pero a pesar de su audacia
incuestionable, poco a poco fueron cada vez más abrumados por el poder de las
armas de fuego. Por mucha paga doble que cobraran, poco o nada podían hacer con
sus enormes mandobles y sus alabardas a la hora de enfrentarse contra los
cuadros de infantería española cuyas mangas de arcabuceros los aliñaban a su
sabor antes siquiera de llegar al contacto. Y, caso de que eso ocurriera, los
espaderos hispanos armados con rodela y espada se infiltraban entre las picas y
llevaban a cabo auténticas matanzas que dejaban sobre el campo de batalla miles
de muertos y heridos. De eso pudieron hablar largo y tendido los lansquenetes
que sirvieron a las órdenes de los príncipes electores alemanes que se
enfrentaron a Carlos V.
En todo
caso y a pesar de los avances en el campo de las armas, los brutales combates
cuerpo a cuerpo siguieron siendo la pauta en las batallas de la época. Era en
esas apocalípticas y dantescas matanzas en las que los doppelsöldner seguían
estando en su salsa y ganándose su bien merecida doble paga.
En fin,
hora de cenar.
Hale, he
dicho
Verse sumergido en esa vorágine de acero, sangre y tripas debía ser una experiencia de lo más desagradable |
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